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Estudiantes que Narran: Violencias, Ciudadanía y Paz
Sara Velásquez Franco; Jhoan Stiven Rueda Restrepo
Sara Velásquez Franco; Jhoan Stiven Rueda Restrepo
Estudiantes que Narran: Violencias, Ciudadanía y Paz
Narrating Students: Violence, Citizenship, and Peace
Revista Kavilando, vol. 12, núm. 1, 2020
Grupo de Investigación para la Transformación Social Kavilando
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Resumen: En este artículo se analiza la forma en que las violencias múltiples en la ciudad de Medellín hacen eco de la urbanización del conflicto armado, afectando las estructuras de acogida (escuela, familia, calle) de los estudiantes de la Institución Educativa San Benito. En la escuela, por medio del enfoque biográfico narrativo y guiados por el método de estudio de Caso Biográfico Narrativo se generan espacios donde los estudiantes relatan sus experiencias con las violencias. Gracias a ello, se posibilita reflexionar a posteriori lo vivido, haciendo evidente que dar la palabra a los estudiantes permite que aparezcan elementos que contribuyen a la Formación Ciudadana para la paz.

Palabras clave: Violencia, Ciudadanía, Formación, Consolidación de la paz, Narrativas.

Abstract: This article discusses how Multiple Violence in the city of Medellin echoes the Urbanization of the Armed Conflict, by affecting the host structures (School, Family, Street) of the Students of the San Benito Educational Institution. At school, through the Narrative Biographical Approach, and guided by the Method of Study of Narrative Biographical Case, spaces are generated where they recount their experiences with Multiple Violence. Thanks to this, it is possible to reflect later on what has been experienced, by making it clear that giving the floor to students allows elements, which contribute to citizen formation for peace to appear.

Keywords: Violence, Citizenship, Formation, Consolidation of Peace, Narratives.

Carátula del artículo

Artículos de reflexión derivados de investigación

Estudiantes que Narran: Violencias, Ciudadanía y Paz

Narrating Students: Violence, Citizenship, and Peace

Sara Velásquez Franco
Universidad Federal de Bahía, Colombia
Jhoan Stiven Rueda Restrepo
Universidad de Antioquia, Colombia
Revista Kavilando
Grupo de Investigación para la Transformación Social Kavilando, Colombia
ISSN: 2027-2391
ISSN-e: 2344-7125
Periodicidad: Semestral
vol. 12, núm. 1, 2020

Recepción: 01 Marzo 2020

Revisado: 01 Abril 2020

Aprobación: 01 Junio 2020


Introducción

Colombia ha sufrido durante años un conflicto armado interno cuyas consecuencias, con algunas excepciones, se dejan sentir en todo el territorio, yendo desde pequeños a grandes municipios, sin diferenciar capas sociales y recayendo sobre la vida cotidiana de todos los pobladores (Pecaut & González, 1997). Particularmente en Medellín, los efectos de esta situación se manifiestan en lo que Gerard Martin (2014) denomina como la Urbanización del Conflicto Armado, un proceso ocurrido entre los años 1998 y 2002[i] en el que se da un asentamiento de las estructuras paramilitares (AUC)[ii] y guerrilleras (milicias urbanas) alrededor de la ciudad y distribuidas por comunas.

La urbanización del conflicto armado influye sobre lo que Duch (1997) define como estructuras de acogida, que serían las comunidades (institucionalizadas o no) que posibilitan la inserción del individuo en un entramado sociocultural y, en términos lingüísticos, en un proceso de empalabramiento que permitirá al sujeto comprender y sentirse parte del mundo; éstas estructuras de acogida se ven afectadas por la urbanización del conflicto armado, debido a que de forma paulatina se evidencia en su seno la normalización de las violencias múltiples[iii], donde se desconoce al otro y el violentarlo se entiende como algo aceptado en la lucha por sobrevivir[iv].

Las múltiples violencias se van convirtiendo en un referente para los niños y jóvenes, pues se han introducido en dichas estructuras de acogida. En la calle, por ejemplo, los sujetos se sienten acogidos por las dinámicas que enmarcan el accionar de los grupos armados y delincuenciales con los supuestos beneficios que acompañan dichas prácticas. Los niños y jóvenes acaban viéndolos como una alternativa en apariencia positiva a las violencias presentes en la familia, familia que muchas veces permite la exposición confiada a lo que pueden otorgar otros escenarios como la televisión y la escuela.

En el presente estudio de caso biográfico narrativo (Botía, 2002) hemos dirigido nuestras intenciones a la función de acoger (Duch, 1997) que protagoniza la escuela, ya que ésta brinda condiciones para la socialización y construcción de la realidad de los sujetos (Murillo, 2015) y, adicionalmente, posibilita narrar elementos que acontecen en la familia y la calle.

Particularmente, a la Institución Educativa San Benito, en la ciudad de Medellín, que se encuentra ubicada en el barrio bajo el mismo nombre de la comuna diez, le aquejan de forma acentuada problemas como la gran cantidad de personas en situación de calle, la prostitución, el microtráfico, etcétera; esto, debido a su localización estratégica dentro del centro de Medellín.

Es así que la escuela en su función de acoger y en línea con la Ley 115 General de Educación (1994), debe otorgar herramientas para que los niños se defiendan en el contexto inmediato anteriormente descrito brevemente, para que puedan resolver las contingencias, las problemáticas, las preguntas o cualquier asunto que los hace no sentirse parte de algo, lo que les influya a pensar que el mundo no tiene sentido o, que el sujeto no tiene sentido en él para, de este modo, construir otras posibles formas de vivir en un contexto atravesado por las Múltiples Violencias (Duch, 1997).

Consideramos por ende que el enfoque biográfico narrativo (Bolivar, Domingo, & Fernández, 2001). Es un horizonte de posibilidad para comprender de una mejor manera lo que pasa al interior de la institución escolar y, específicamente las narrativas o relatos de experiencia de los sujetos que allí se encuentran.

Es menester señalar que las narrativas permiten compartir con los otros la forma en que cada ser humano en particular experimenta el mundo (Connelly & Clandinin, 1995). Pues el relato aparece como una forma de “conocer a posteriori lo vivido en circunstancias distintas de tiempo y lugar, y aún, apropiarnos de las experiencias de los otros, hacer eco de la transmisión de conocimientos” (Murillo, 2015, p. 2).

En esta misma línea, Connelly & Clandinin (1995) y Bolívar (2001) proponen entender la narrativa desde la triada: Fenómeno, Método y Uso, es decir, que ésta es un Fenómeno humano propio de todas las sociedades, así como un Método para la investigación en ciencias sociales (entre ellas la educación) y, tiene un Uso que persigue el mejoramiento de las condiciones de vida de las comunidades en las que se da la acogida de los sujetos.

Enmarcados en la triada anterior, la aparición del relato en la escuela permite brindar elementos que aportan a una Formación Ciudadana entendida como:

Un proceso permanente de aprendizaje que no está agenciado ni determinado por una institución particular, sino que está conformado por una trama de aprendizajes que se dan en todos los espacios de aparición (dentro de los que se incluye a la institución escolar) y que escapan a procesos de objetivación tal y como lo pretenden las denominadas competencias ciudadanas (Benjumea, Gutiérrez, Jaramillo, Mesa, & Pimienta, 2011).

De modo tal que, a partir de los relatos de los estudiantes de la Institución Educativa San Benito, se posibilita hacer una reflexión con los otros acerca de las formas de ser, hacer y pensar en el mundo, incluyendo otras posibles formas de actuación (Connelly & Clandinin, 1995). En este sentido, cuando un niño, una niña o un adolescente habla sobre su sentir acerca de sus experiencias de las Violencias múltiples, se convierte en un sujeto que participa, pues critica estos sucesos y los denuncia, contribuyendo a impedir que se sigan vulnerando sus derechos y que se continúen reproduciendo estas situaciones (Mateos, 2015). Estos asuntos son, en sí mismos, objetivos de la Formación Ciudadana lo que, sin duda, apunta a la consecución de la paz.

Con relación a lo anterior y en función de nuestro papel en la sociedad como maestros y, siguiendo a Fisher y Hicks (1985) citados por Pagés (1997) “el hecho de que el conflicto y la violencia sean una de las principales características del mundo, justifica la necesidad de enseñar al alumnado a enfrentarse con los problemas y las situaciones que los crean” (p.3). Es así que, a partir de los relatos de los estudiantes de la Institución Educativa San Benito, Medellín; se posibilita hacer una reflexión acerca de las formas de ser, hacer y pensar en el mundo, buscando otras posibles formas de actuación (Connelly & Clandinin, 1995).

De esta forma, cuando un niño, una niña o un adolescente habla sobre su sentir acerca de sus experiencias de las violencias múltiples, se convierte en un sujeto que participa, pues critica estos sucesos y los denuncia, contribuyendo a impedir que se sigan vulnerando sus derechos y que se continúen reproduciendo estas situaciones (Mateos, 2015); Estos asuntos son, en sí mismos, objetivos de la formación ciudadana que busca la consecución de una paz estable y duradera.

Narrar la violencia ¿en plural o singular?

Primero ha de preguntarse: ¿Hablamos de violencia o de violencias?, ¿Cómo conceptualizar la violencia en sí?, ¿Cómo entender los relatos de Violencias múltiples?, La violencia se expresa de diferentes formas y por esto, no hay una forma unívoca de definirla como concepto. Por ello optamos por hablar de Violencias múltiples (en plural).

Encontramos que la violencia en singular ha tratado de ser determinada por una multiplicidad de autores, entre ellos Blair (2009) que la define como “todo choque, toda tensión, toda relación de fuerza, toda desigualdad, toda jerarquía” (p.4). En Platt (1992) la definición de la violencia abarca la fuerza física empleada para causar heridas. En el mismo autor La violencia también es propuesta como la energía utilizada en una acción o como poder. Tanto Platt (1992) como Blair (2009) se acercan a la conceptualización dada por Arendt (1969) cuando ésta le atribuye una cercanía con la potencia, pero al mismo tiempo la relaciona con lo instrumental, que en último nivel sustituye la potencia natural.

Arendt (1969) retoma a Sartre para explicar la relación entre potencia y violencia: “un hombre se siente más hombre cuando se impone a sí mismo y convierte a otros en instrumentos de su voluntad”, lo que le proporciona “incomparable placer” (p. 50). Benjamin (1999) afirma que la violencia es natural, tal como una materia prima y sólo representa un problema cuando es utilizada al servicio de fines injustos.

En este panorama de múltiples definiciones, encontramos unos puntos de anclaje respecto a su tipología y características. Galtung (1999) propone la violencia Estructural, en la cual están representados los encuentros o choques de las estructuras sociales y mundiales, donde las consecuencias injustas o desiguales son inmutables. En torno a la anterior podemos relacionar la violencia de tipo Encubierta propuesta por Platt (1992) la cual se refiere a una violencia de carácter institucional, pues es propia de diversos sistemas y estructuras. Žižek (2009) atribuye estas manifestaciones de violencia a la categoría de sistémica “de las más sutiles formas de coerción que imponen relaciones de dominación y explotación (p. 20).

En respuesta a la anterior violencia, Žižek (2009) caracteriza la violencia subjetiva, la cual es propia de los agentes sociales, la más visible de las distintas formas de violencia, ya que generalmente se presenta como respuesta a las condiciones de miseria y opresión creadas por la violencia anteriormente descrita.

Se logra ilustrar de forma muy sucinta, a la luz de algunos pocos autores, que la definición y características dadas a la violencia presentan diferentes aristas según quien escriba y el contexto en que se trabaje, por lo cual se aclara que, la forma en que entendemos la violencia en este artículo derivado de un Estudio de Caso, está soportada principalmente por la definición otorgada por la Comisión de Estudios sobre la Violencia. (1988) nombrada como “todas aquellas actuaciones de individuos o grupos que ocasionen la muerte de otros o lesionen su integridad física o moral” (p.23). A partir de lo dilucidado por los autores, se enfatiza en la presente investigación que la violencia en Colombia es particular, precisamente al surgir de unas características propias de su cultura. Por lo tanto, hoy no hablamos solo de un tipo de violencia, pues aparecen nuevas modalidades que coexisten, se cruzan o superponen y que dejan cada vez menos espacios al optimismo, hablamos pues de unas violencias consideradas múltiples y difusas (Comisión de Estudios sobre la Violencia, 1988).

En Colombia, se han diferenciado varios tipos de violencia. Para los intereses de la presente investigación, se agrupan las violencias anteriormente mencionadas en las siguientes categorías:

· la violencia política: que es aquella que se ha dado en el país por la disputa entre diferentes bandos por el control del poder estatal, en la que “hay violencia tanto en los que imponen la dominación como en quienes la desafían” (Comisión de Estudios sobre la Violencia, 1988, p.23) y cuyos actores han sido los movimientos guerrilleros, paramilitares, el narcotráfico y el Estado mismo.

· La violencia socioeconómica: que afecta las condiciones materiales de la vida de las personas y en la que “hay violencia en quien recurre a la fuerza, la coacción, el engaño y la muerte para apropiarse de bienes como en quien recurre a medios análogos para defenderlo” (Comisión de Estudios sobre la Violencia, 1988, p23).

· La violencia sociocultural, que es aquella violencia fundada en la idea de superioridad de unos sobre otros por cuestiones de “raza”, etnia, edad o sexo.

· Por último, tenemos la violencia sobre los territorios, que es ese tipo de violencia que se ha expresado en el despojo sistemático de tierras a grupos de indígenas, campesinos y negros.

En Colombia, las violencias múltiples, como se ha mencionado, afectan de manera directa las Estructuras de acogida, que deben entenderse desde la perspectiva de Lluís Duch (1997), como aquellas estructuras que pueden ser o no instituciones y que le entregan al ser humano un espacio en el mundo. Duch (1997), parte de la idea de que “cuando nace, el hombre es un ser completamente desorientado, sin puntos de referencia fiables” (p.15), arrojado a un mundo que él no ha escogido. De ahí, la necesidad de ser acogido, pues a diferencia de los otros animales sus instintos le resultan insuficientes para sobrevivir, por lo que debe ser insertado dentro de un entramado sociocultural concreto.

Hablamos de tres tipos de estructuras de acogida: Codescendencia, corresidencia y cotrascendencia. La codescendencia instala a los individuos y grupos en el espacio y tiempo, la relación con el otro se da a partir de los parentescos de orden familiar. Es el principal agente de socialización, transmisión y reconocimiento a nivel social, al ser el primer espacio de encuentro con el otro.

La corresidencia, es entendida como la ciudad en sí misma (o bajo el concepto geográfico de territorio) y los espacios que la conforman son privilegiados o dispuestos para la discusión y la construcción de todo lo que tiene que ver con lo político. La educación y específicamente la escuela, es uno de esos lugares llamados a la formación de sujetos que comprendan la importancia de la participación activa en los procesos políticos de toma de decisiones que afectan a su sociedad.

Finalmente, encontramos la cotrascendencia como el espacio de las creencias y de las prácticas simbólicas, que dentro de nuestra cultura han sido tradicionalmente controladas por el cristianismo y en la cual las personas se reúnen al margen de las convicciones compartidas, es decir con lo invisible a los ojos.

En el contexto posmoderno actual, donde asistimos una pérdida de referentes en todos los ámbitos de la existencia humana, las estructuras de acogida no se escapan de lo que se ha convertido en una crisis generalizada que afecta todos los ámbitos de nuestra cultura que en el caso colombiano se ha manifestado de diversas maneras a través de las Violencias múltiples.

Maestro y narrativas en un contexto de violencias múltiples

La necesidad imperante es, como maestros, realizar aportes desde la corresidencia, a partir de los relatos de experiencias que nombran los niños con relación a las Violencias múltiples que hacen parte de la familia, la calle y la escuela. La intención va dirigida específicamente al campo de la Formación Ciudadana para la Paz.

La formación en sí misma, hace referencia al desarrollo del hombre como ser humano, con relación a los aportes que haga el exterior al sujeto. Formarse implica para el ser humano constituirse con las cosas y con los otros, desde la creatividad y la innovación, todo sobre una realidad que necesita ser intervenida por él (Benjumea et al., 2011, p. 21).

La Formación Ciudadana como tal, es el resultado de la educación, la instrucción y el desarrollo. El fin esperado es la sensibilidad política, donde el ciudadano esté en capacidad de pensar e incidir para la modificación del proyecto político imperante “hay una relación dialéctica en la que el ciudadano forma el proyecto político y el proyecto político forma al ciudadano.” (Benjumea et al., 2011, p. 219). La formación es un horizonte amplio de posibilidades y nuestro interés está ligado al espacio específico de la Formación de la Ciudadanía.

En esta misma línea, Adela Cortina (1997) plantea que la ciudadanía es algo a lo que se llega y que este arribo se da por medio de la degustación y no por imposición, lo que se justifica en el hecho de que “ayudar a cultivar las facultades (intelectuales y sentientes) necesarias para degustar los valores ciudadanos es educar en la ciudadanía local y universal” (p. 219).

Encontramos, que hay dos formas (que no se contraponen) de ejercer la ciudadanía, la primera es la ciudadanía defensiva, que es cuando pacíficamente, mediante demandas, tribunales, etcétera, se reclama por el respeto de los derechos violados. La segunda es la ciudadanía participativa, que aparece cuando a través de acciones pacíficas se pretende la reforma política o normativa, buscando la equidad social y la justicia (Chaux & Ruiz, 2005).

Desde esta segunda perspectiva y siguiendo a Jaramillo (2009) se afirma que la Formación Ciudadana le permite al sujeto tomar postura frente al mundo, decidir, ser coherente con ello y, en un contexto como el colombiano, marcado por las violencias múltiples, es sin duda un aporte significativo a la construcción de la paz, en el sentido de que el ejercicio de la ciudadanía se da en una relación dialógica con el otro y lo otro, es una vía para resolver los conflictos mediante formas no violentas, porque si “hemos sido capaces de inventar una práctica tan brutal como la guerra, hemos de ser igualmente capaces de inventar la paz, de construirla, fortalecerla y universalizarla” (Fisas & Armengol, 1998, p. 1).

Es menester aclarar que la paz tiene dos manifestaciones: la paz positiva, que se da cuando se elimina la violencia estructural, la desigualdad jurídica, la corrupción, cuando se permite el conflicto dialógico desde las posturas ideológicas, donde el habla, el narrar, el relato, aparece como garante (Galtung, 1969).

Otra perspectiva, se refiere a la paz negativa, que es entendida básicamente como la ausencia de guerra, en este tipo de paz, la imposición de una perspectiva sobre otra es una posibilidad inminente (Galtung, 1969). La paz a la que pretendemos llegar por medio de una Formación Ciudadana que se construye en las relaciones con los otros y que tiene como punto de partida en este proceso de investigación, los relatos de experiencia sobre las violencias múltiples, es la paz positiva.

La Formación Ciudadana para la Paz aparece cuando se toma conciencia del proceso de humanización que afronta el individuo al relacionarse con el otro, al entenderse a sí mismo como una posibilidad de afirmación, de protesta o de cambio ante la realidad que lo cobija. La Formación Ciudadana para la Paz se cultiva en la escuela, cuando desde allí el estudiante comprende que él, mediante su actuación, sus relatos compartidos, su relación con los otros, y su participación, pueden contribuir a la consecución, poco a poco, de la paz.

El relato como experiencia compartida: Los niños y jóvenes toman la palabra

“Siempre tenemos historias que contarnos” (Elizabeth[v], Estudiante de 8°)

El relato es una experiencia que siempre se comparte con el otro, somos personajes en los relatos de los otros y los otros son personajes dentro de los nuestros (Murillo, 2016). Cuando comenzamos a realizar indagaciones sobre nuestros temas de interés dentro del aula de clase, se manifestaba una resistencia a compartir los relatos de experiencias propias y, cuando alguien lo intentaba hacer, eran pocas las personas que escuchaban.

Con el paso del tiempo, fueron apareciendo los relatos de manera individual y colectiva en un ambiente de escucha. Nunca nadie narró una experiencia vivida en solitario, sin pensar en el otro, sin consecuencias hacia alguien:

“con Tatiana compartimos las mismas historias (…) siempre tenemos historias que contarnos”[vi] “con mis amigos historias compartidas en el colegio, (hay) demasiadas, pasamos por tristezas, risas, enojo, muchas cosas”.

Los estudiantes tienen consciencia de que la mayor parte de su tiempo la pasan en el colegio compartiendo con sus compañeros: “comparto mucho las ocho horas de clase con mis compañeros” “ellos son como hermanos para nosotros”. Ese compartir no se da sólo en lo que tiene que ver con lo específicamente académico sino con cuestiones relacionadas con asuntos más personales como relaciones de pareja, problemas en el hogar, experiencias en la calle, dudas, etcétera. Se relatan “las peleas, los conflictos que hay dentro de mis compañeros y las adversidades que tienen mis compañeros con sus familias, los conflictos de las niñas del colegio”. En lo anterior, ese dentro deja entrever ese estado de contingencia en el que se vive.

Los niños y jóvenes nombran, sienten y cuestionan las violencias múltiples

Uno se acostumbra, ya no duele” (Kelly, Estudiante grado 8º)

Uno de los primeros acercamientos a los estudiantes fue a partir de preguntas elaboradas por ellos, pues creemos que las dudas pueden arrojar pistas acerca de lo que se cree que son las violencias. Encontramos con agrado muchas preguntas que tal vez no esperábamos que se hicieran y que manifestaban interés por parte de los estudiantes para hablar sobre temas de gran complejidad para el país: “¿Qué son los falsos positivos del país y a que se refieren con eso?”, “¿Por qué el gobierno dice que no podemos practicar la violencia, si ellos son los que la practican?”. Otras preguntas apuntaban al contexto escolar y a las relaciones con los otros, acerca de lo que se puede y no se puede, lo debido y lo no debido.

En otra oportunidad, se indagó acerca de un significado puntual de lo que para ellos representaban las violencias. Algunas respuestas aludían a las violencias como una cuestión netamente humana: “tenemos cosas malas y buenas en nuestro interior y una de ellas es la violencia”, también se afirmaba que las violencias aparecen como opciones que resultan de la complejidad misma de las relaciones humanas y que se manifiestan de formas múltiples y progresivas.

Se hace referencia específicamente a dos tipos de violencia derivada de la categoría Sociocultural: verbal y física. Encontramos una expresión muy llamativa y que en palabras de los estudiantes “busca acomplejar”, tal es: “usted no sirve para nada” y según lo manifestado en clase y en lo visto en otros espacios con la aplicación de otras técnicas, es una frase que escuchan constantemente en sus hogares. Respecto a otras maneras de hacer daño de forma verbal, afirman que “uno se acostumbra, ya no duele”.

Particularmente, es interesante percibir en los relatos de los estudiantes ciertas alusiones a que las violencias en algunos casos son la consecuencia de una serie de causas, es, según ellos, una opción de respuesta ante aquello que puede incomodar, herir o, incluso, una forma de manifestar la incapacidad de dialogar con el otro. En este sentido, si entendemos las violencias como opciones de respuesta, así mismo las vías no violentas conducentes a la paz desde la perspectiva positiva del término, también deberían ser consideradas una vía.

Es interesante confirmar que los estudiantes no distinguen claramente la cantidad y/o alcance de las violencias múltiples que están presentes y que configuran su cotidianidad. Es menester aclarar que nuestra preocupación radica en primer lugar, a la cierta incapacidad del estudiante para leer en su mundo las manifestaciones de la violencia como fenómenos que afectan su vida y, en segundo lugar, que no se perciben a sí mismos como actores influyentes en su devenir histórico, hecho que resulta llamativo a la hora de pensar la Formación Ciudadana para la Paz.

Lo anterior, nos suscita las siguientes preguntas: ¿Qué pasa con las violencias que no se ven, que no se perciben, que no parecen un problema para los estudiantes? ¿De dónde viene la idea de que la violencia hace parte originaria de nuestro ser como humanos? ¿En qué momento se normalizan las Violencias múltiples? ¿Cuándo las Violencias dejan de doler para los niños? ¿Cómo pueden los estudiantes ser escuchados ante los reclamos y necesidades que tienen?

La Familia: donde me cuestiono y reafirmo como ser humano

“¿yo para qué nací?, pues, que yo para qué vine a este mundo” (Maribel, estudiante Grado 8°)

En la Institución Educativa nos topamos con familias tradicionales que, desde los relatos de los niños representan reales Estructuras de acogida. La institución Educativa San Benito era una escuela y unas familias más “comunes” de lo que pensábamos teniendo en cuenta su contexto.

En la escuela, se narraban de manera directa y sin ningún tipo de temor, de sucesos que reconfiguran la acogida, como aquel estudiante que escribió “un día que me marcó fue el día que mataron a mi papá delante de mí en la sala, después cambié mucho”. O de aquella que relata cómo la golpean:

“yo intenté defenderme, pero ella me arañó el cuerpo y una parte del ojo, yo la tiré y me fui corriendo para el baño y allá me revisé y tenía unos moretones en el pie, la espalda y el cuello, me estaba saliendo sangre y el ojo lo tenía todo arañado”.

Por otro lado, cabe resaltar que esto no sería una investigación biográfica narrativa si no se le diera cabida en nuestros análisis a la conversación informal: asuntos que se nombraron en pasillos, en el patio, en una conversación espontánea dentro del salón, en acercamientos entre maestros y estudiante ¿Qué más auténtico que el relato cotidiano mismo? Ese que no es fomentado, intencionado o buscado directamente por parte del investigador.

Alguna vez de forma sorpresiva salió a la luz el intento de suicidio por parte de un estudiante, según él, por los problemas que tenía con una de sus compañeras. Al continuar hablando sobre ello, exhibió sus minúsculas marcas de cuchillo; en otra oportunidad, Samantha de forma espontánea también relató que, por los distintos problemas con su familia, ha intentado mitigar el dolor del corazón con un dolor físico mayor a través de cortes en su cuerpo, en palabras de ella, la mortifica preguntarse: “yo para qué nací, pues que yo para qué vine a este mundo, a veces digo eso, pero en momentos de rabia, yo tranquila no lo digo”. Lo anterior da cuenta de la contingencia en la que se encuentra constantemente el ser humano y que se supone debe ser menguada por la acogida; en el caso de Samantha, esas contingencias son propiciadas por un ambiente familiar adverso.

Para finalizar esta categoría de análisis, queremos cerrar con lo más particular observado y verificado por las evidencias: los estudiantes, a pesar de todas las manifestaciones de violencias en la familia, desean crecer y continuar su convivencia con ellos, creyendo que los tiempos pueden cambiar, que las personas pueden volverse más tranquilas o, que ellos mismos podrán entender mejor el porqué del reaccionar de sus familias hacia ellos en las formas violentas en las que lo hacen hoy.

Trascendencia: La espiritualidad de la muerte

“Nuestra alma se ahoga en llantos pidiendo a Dios que te regrese” (Cristian, Estudiante del grado 8°)

Durante la práctica pedagógica profesional, se presentó un evento que afectó mucho a la comunidad académica: un compañero suyo había sido asesinado. Esta tragedia permitió que aparecieran relatos donde se hacía referencia a la cotrascendencia. Lo anterior, deja entrever ese estado constante de volatilidad que hace única a cada escuela. Para afrontar este episodio tomamos como referencia el libro de Martín y Atehortúa (2015), titulado “Muertos cercanos” para reflexionar cómo las violencias que implican la muerte se hacían manifiestas a partir de distintos sentimientos, dibujos y palabras.

Encontramos que para los estudiantes existe la firme convicción de que después de la muerte hay un espacio, un lugar en el que la vida continúa de alguna manera, tanto así que expresaban el deseo de reencontrarse con su compañero en otro momento, en otro sitio, en otra vida, después de la muerte: “Solo le pido a Dios que lo tenga en su santa gloria y que si en algún momento el me permite allá arriba, volverme a encontrar con él, jamás lo olvidaré”. También se hicieron promesas para quien se fue: “¡Gracias! Tú no te has ido, tú eres una luz, nunca se muere el que se fue, sino el que se olvida”. Dejando ver que no se piensa la muerte únicamente en términos de lo trascendente y del más allá, tiene un significado aquí, en el ahora en el que se promete memoria.

Se personifica a la muerte, se le da un cuerpo físico, se le otorgan culpas, se le expresan reclamos e incluso odios, aunque, al final, todos aceptan que es una realidad, como si algún día llegara “ella” se te parara en frente y se llevara tu vida: “en algún momento nos va a llegar el día”.

A esa persona que se la lleva “ella”, se le guarda gran gratitud, se le agradece por los consejos, por los momentos vividos: “Gracias por tu felicidad y por todos los momentos que hiciste que nos riéramos y por los días cuando jugábamos fútbol y por todas las veces que me ayudaste en matemática y en muchos otros momentos”. Tal vez por esos recuerdos es que pretenden que la muerte no pase en vano y que se puedan volver a encontrar.

La Calle y la Escuela: Lugares de combate y resistencia

“Literalmente, mantenemos rodeados” (José, estudiante del grado 8°)

Cuando abrimos la puerta de casa, con la mirada puesta en la calle, nos encontramos con la corresidencia, una comunidad diferente que ahora acogerá al sujeto.

Cuando se realizó una actividad utilizando la técnica “cartografía social”, se encontraron unas generalidades referidas a la calle como, por ejemplo, la mención recurrente a la drogadicción: sitios de venta y consumo, aunque en la mayoría no se relacionaba de manera directa con la violencia, en otros si se pudo percibir una correspondencia latente.

Existe entre lo dicho sobre la calle, unos fragmentos que se concentran más en la violencia en un tiempo pasado, específicamente se nombran matanzas y torturas, de las que los mismos niños han sido testigos: “yo crecí en un barrio de matanzas y mucha violencia, pues a mí me ha tocado ver matar y torturar a la gente”, “un día por mi barrio estaban dando bala y bajaba un muchacho ensangrentado y en la acera de mi casa se cayó y se murió”.

Los niños evitan los lugares en donde haya “vicio o marihuana”, no se refieren tanto al consumo y venta como tal, sino al riesgo que representa frecuentar este tipo de sitios, pues reconocen su vulnerabilidad ante hechos violentos que pueden darse en estos lugares, ya que conocen estas dinámicas por experiencia propia.

Además de describir el contexto del barrio, reaccionan a él, revelando sentimientos, intentando encontrar explicaciones y manifestando una expectativa de tiempos mejores. Esto deja ver que los niños tienen en cuenta el factor tiempo en sus relatos, pues ellos nombran un pasado más violento de manera comparativa con el presente y guardan una esperanza hacia el futuro.

Pero ¿Cómo se siente el colegio? ¿Cómo se ve? ¿Qué relatan los niños del mismo? ¿Cómo se nombran y perciben las violencias allí presentes? Los estudiantes deseaban hablar sobre este tipo de asuntos, por ende, no resulta sorprendente que la mayoría de relatos acerca de las Violencias múltiples hicieran referencia a este espacio de acogida y a sus inmediaciones.

Para ellos el colegio no es un edificio aislado, hace parte de un contexto que no es indiferente para ellos:

“el entorno me parece muy contaminado por los indigentes y ese olor a gasolina que incomoda tanto. Pero por el frente del colegio en la acera todo es muy limpio, sólo a veces hay vómitos y rilas de perros, pero su entorno me parece bien porque a donde quiera que vayamos en (…) siempre van a haber indigentes, entonces esto ya no me parece tan raro”.

La presencia de los habitantes de calle refleja nuevamente algunas de las consecuencias de lo que hemos llamado violencia estructural o sistémica (Blair, 2009; Žižek, 2009). Esa violencia que pasa desapercibida, que se normaliza porque no se encuentra personificada y no se manifiesta de manera directa en términos físicos y emocionales, sino que se hace notar en la cotidianidad de los sujetos, en palabras de uno de los estudiantes “literalmente, mantenemos rodeados”. Tal vez solo se vean habitantes de calle, asunto que de por sí ya es aberrante (el hecho de que hayan personas que deban vivir en la calle), pero la cuestión va mucho más allá de eso que se ve y se normaliza, pues lo que allí se constata es el hecho de que en la estructura misma de nuestra sociedad se esconden las formas de violencia más brutales y que son provocadas por el modelo económico, político y social actual.

La Paz: una forma de estar conmigo y con los otros

“La paz es un medio de comunicación con otra persona, para tener respeto y obvio recibirlo” (Linda, Estudiante del grado 8°)

Fuimos al aula, saludamos, dimos abrazos y conversamos sobre paz. Lo que resultó de allí transgredió lo propuesto por Galtung (1969): paz positiva y negativa. Para los niños, la paz es entendida desde dos perspectivas: paz individual y paz colectiva, sumado a algunas concepciones sobre el conflicto y un pesimismo o incredulidad hacia la consecución de la paz.

La paz individual hace referencia a un estado que se alcanza sin los otros: “Es tranquilidad, es armonía, es lo que todas las personas quieren para su vida”, “La paz es todo lo que un ser humano debe tener, pero si no hay respeto para sí mismo no lo conseguirá”. Por otra parte, encontramos una paz que se construye con los otros: “Vivir todos en armonía, respetando lo de los demás, dejando vivir al otro, en un espacio de todos compartiendo juntos”, “Para mí la paz es estar con todos unidos, estar como hermanos, contar con los demás porque si no va a haber guerra, muerte y no van a estar todos juntos, “La paz es un medio de comunicación con otra persona, para tener respeto y obvio recibirlo”.

También vimos una suerte de pesimismo respecto a lo que a la paz se refiere, pues si bien se identifica qué es, se duda de que alcanzarla sea posible:

“la paz es algo que no hemos podido obtener ni siquiera en nuestra casa (…) la paz es algo que todo el mundo quiere tener, pero no puede o no podemos tener, porque siempre vivimos discutiendo y no ponemos de nuestra parte para ello”.

Por otro lado, llamó la atención la relación de la paz con los espacios de seguridad o, en otras palabras, con las estructuras de acogida: “Para mí la paz es tranquilidad, un ambiente donde haya confianza, tranquilidad y respeto por como es el otro. Donde no hay discusiones y se sabe comprender las opiniones y los sentimientos de todos”, “Es la tranquilidad, armonía que encuentra en un lugar deseado, sin problemas”, “La paz es aquel lugar de seguridad, donde vas a saber que es tu lugar de expresión sin que los demás te digan qué hacer”.

La paz también se entiende, como una paz negativa, es decir, como ausencia de conflictos: “La paz es una norma que todos debemos cumplir para así vivir tranquilos con los menores problemas posibles”, “Es estar tranquilo, sin ningún problema con alguien, estar feliz y no triste”, “La paz para mí es armonía y tranquilidad con los demás y no tener ningún tipo de conflicto con los demás”.

En el mismo orden, se asoció la paz con el fin de la violencia urbana, la violencia sociocultural e incluso la socioeconómica: “La paz y tranquilidad de que no te vas a encontrar en una balacera o que se van a meter a tu casa a matarte o a hacerte daño”, “Sin miedo a que uno salga a la calle tranquilo, sin pensar que lo pueden robar, matar, etcétera”, “Para mí la paz es que no haya más peleas, conflictos, robos, racismo, diferencia de clases sociales y que haya mucha unión”.

Es interesante encontrarnos a partir de sus relatos que algo como la paz pueda tener significados y características tan variadas. No importa las condiciones en las que se vive, lo importante es que cualquiera que sea el lugar, en él se construya relaciones que transmitan seguridad. En este sentido, el primer espacio en el que, desde la perspectiva de los estudiantes, se deben construir estas condiciones de seguridad, es en la familia.

Por lo anterior y según lo que los estudiantes relataron cuando se conversó sobre lo que para ellos significaba la violencia, llegamos a la hipótesis de que para ellos la falta de diálogo es el punto de partida de la violencia y la presencia de este al mismo tiempo es el punto de partida para la consecución de la paz.

La Formación Ciudadana para la Paz, contar-se para acercar-se

En relación a los elementos anteriormente abordados y a partir de nuestro ser como maestros de Ciencias Sociales, consideramos que una Formación Ciudadana que tome como punto de partida el relato compartido con los otros puede contribuir a la consecución de una paz que se piensa y se construye desde nuestro campo de actuación: la escuela, la corresidencia.

Las formas pensadas a lo largo del cono sur para la superación de la violencia tienen en su centro lo que el sujeto puede nombrar, testificar, relatar, etcétera. Donde de igual manera, todas estas propuestas tienen como horizonte la construcción de una sociedad que no olvida su pasado y que a partir de éste vislumbra un presente y futuro donde se garantice la no repetición. En general, a partir de las diferentes experiencias y contextos se busca una sociedad donde se respeten los derechos humanos, se fomente el diálogo y la interculturalidad.

Era necesario saber qué pensaban los niños y jóvenes acerca de cómo relatar-se podía mejorar o cambiar la relación con los demás, asunto que consideramos fundamental a la hora de hablar de Formación Ciudadana. Para ellos relatar “Sirve para cambiar mi relación con los de mi alrededor y que sepan qué me gusta y qué no me gusta”, “Cuando hablo con los demás me siento en confianza, me siento en unión, me siento con personas que me apoyan y quieren lo mejor para mí”, yo me “Sentiría desahogada y refugiada con los que estoy, porque uno muchas veces quiere soltar lo que siente, decir qué le molesta de la relación con los otros”, “Que entiendan por lo que paso”, “El diálogo, las miradas, los buenos gestos, para hacer amigos o ser sociables”.

Narrar también cambia a las personas “Porque me desahogo, entonces ya no voy a llevar ese odio adentro, ni rencor, voy a ser mejor persona”, “Hay personas que dan buenos consejos al respecto y pueden hacer que uno cambie la actitud violenta y lo hacen reflexionar a uno” finalmente: “Me cambia porque aprendo de mis errores y contarle a los demás ayuda a que ellos no los cometan”.

En la conversación con el otro hay una esperanza, como bien mencionamos anteriormente, a partir de este se puede construir la paz. Con relación a la Formación Ciudadana vemos reflejado en el relato una posibilidad de abandonar sentimientos y acciones negativas que nos alejan de los demás. Sin embargo, es necesario aclarar que el diálogo que nos acerca a las personas sólo se da cuando nos interesamos por ese otro en alguna medida.

Entre los estudiantes, además del diálogo, se ven las amenazas o las promesas de darse golpes, asunto que nunca ha trascendido a mayores y que no sabemos identificar si corresponden a su edad y a la dificultad que significa aprender a vivir juntos. Sin embargo, la relación con los demás –por fuera del salón- y con los otros profesores es armoniosa, encontramos en los relatos de los niños que su motivación y consejo los hacen reflexionar y cambiar su actitud cuando lo ven necesario.

Finalmente, para hablar de Formación Ciudadana es necesario comprender que habitamos un espacio compartido con el otro y que por ello es fundamental que la comunicación se dé en el entre nos, buscando, por un lado, mejorar las relaciones mediante la comprensión, el entendimiento, la solidaridad y el respeto y, por el otro, buscando en el otro su experiencia, su saber, su consejo, asuntos que pueden hacer de mí un mejor ciudadano.

Conclusiones

Los estudiantes ubican temporalmente en el pasado las violencias y la urbanización del conflicto armado, indicando que el presente es un tiempo mejor y guardan la esperanza de que el futuro lo sea aún más, haciendo notar la importancia del curso temporal en el cual se enmarcan nuestros relatos. En lo que tiene que ver con la escuela, encontramos que se percibe como un espacio de seguridad en el que realmente los estudiantes se encuentran acogidos y en este sentido es importante resaltar la excelente labor realizada en la Institución Educativa San Benito, Medellín por directivas y docentes de la institución educativa.

Para los estudiantes existen básicamente dos tipos de violencia: verbal y Física, ambas enmarcadas en el marco de la violencia simbólica o sociocultural, a estas violencias se le atribuyen incluso orígenes, razones, justificaciones y se le considera una opción de actuación ante las situaciones de la vida. Adicional a lo anterior, los estudiantes se percatan muy ligeramente de otros tipos de violencias, aunque no las sepan nombrar, como por ejemplo aquella ejercida por el Estado, es decir, la violencia estructural o sistémica.

Respecto a lo planteado en los análisis de los hallazgos sobre el lugar de la espiritualidad o cotrascendencia (Duch, 1997), se deja ver que, en muchas ocasiones, aquello que nos ha permitido superar como sociedad, la tragedia y el horror de tener que soportar la pérdida de personas cercanas a causa del conflicto armado y las múltiples violencias que de este se derivan, ha sido la creencia en la existencia de un espacio trascendente en el que se accederá a una vida más justa en la que podremos reencontrarnos con esos que se han ido. Lo que queda como deuda histórica es generar mecanismos que nos permitan colectivamente, no sólo superar el horror cuando este ya se ha dado, sino evitar que este tenga de nuevo cabida dentro de nuestra sociedad, en este mundo, en el presente y con miras a construir un futuro mejor.

La familia o codescendencia (Duch, 1997) representa una estructura de acogida compleja de tipo tradicional, para los estudiantes las múltiples violencias que allí suceden reconfiguran constantemente las relaciones que se establecen en su núcleo familiar, pasando su sentir hacia las figuras de autoridad del odio a otro tipo de afecto y viceversa. Esas violencias pueden orillarlos incluso a “intentar” suicidarse como una opción desesperada ante los maltratos y en búsqueda de sentir otro tipo de dolor. Si bien se evidenció que dentro de la familia se sufren procesos de violencia simbólica o sociocultural, los estudiantes siguen pretendiendo expresar dentro de la estructura de acogida las contingencias o dificultades que afrontar en su vida diaria.

Para los estudiantes de la Institución Educativa, la paz es un concepto que incluye en su seno múltiples interpretaciones que no se contraponen, sino que se complementan. La paz es un estado que volátil, pero que se aprende a sentir en casa, ese sentir se disloca con los niños a las demás estructuras de acogida y se manifiesta por medio del diálogo con los otros, buscando siempre el respeto sobre sí y por los demás. La paz, por ende, resulta posible y es un deseo que aunque lejano, los niños vislumbran se puede conseguir y mantener en el tiempo, según ellos con la ausencia de conflicto, lo que deja entrever una asociación entre conflicto y violencia, asuntos que son totalmente diferentes.

Con relación a lo anterior, como ya hemos planteado, la Formación Ciudadana, de la misma manera que la paz, no son cosas que se construyan de manera estandarizada o mediante la firma de acuerdos que, aunque representen un gran avance para el país no significan, por sí solos, la consolidación de una paz estable y duradera. Por el contrario, consideramos que una Formación Ciudadana que apunte a la conquista de la paz debe tomar como punto de partida los relatos de las experiencias vividas por los sujetos en sus territorios, siendo la escuela un espacio idóneo para que esto se dé. La Paz es una conquista diaria y es largo el camino que aún deberemos recorrer como sociedad en el proceso de transición de la guerra a la paz.

Material suplementario
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Notas
Notas
[i] Bajo otras características y con otros actores, Medellín sigue siendo una ciudad altamente violenta. En los primeros siete días de agosto de 2017 El periódico el Colombiano reportó 18 muertes violentas, más del doble que en el mismo mes durante el 2016, cuando en aquel entonces hubo 8 asesinatos; Este mismo periódico relató que desde el sábado 12 de agosto y hasta el miércoles 15 del mismo mes, se vivieron 100 horas de horror en varios barrios de la comuna 13, reviviendo escenas en las que las casas se convierten en trincheras, los colegios son abandonados por estudiantes y profesores, los padres no pueden ir a trabajar y familias enteras se desplazan para salvaguardar la vida de sus integrantes. La mayoría de los anteriores casos tienen que ver con un proceso de reestructuración de los grupos paramilitares (hoy llamados BACRIM) que ejercen control en algunas comunas de la ciudad y sus corregimientos.
[ii] Según la Agencia para la Reincorporación y la Normalización, desde el año 2014 se viene hablando de Bandas Criminales (BACRIM). Otros plantean que también se ha hablado (después del proceso de desmovilización paramilitar llevado a cabo en el año 2005) de crimen organizado, neoparamilitarismo o de grupos post-desmovilización paramilitar.
[iii] En algún momento se habló y se sigue hablando de “Medellín, la ciudad de la eterna balacera”, en lugar de la eterna primavera o “Metrallo”, en lugar de “Medallo” (Martin, 2012), lo que evidencia una normalización de las violencias derivadas del conflicto armado en la ciudad.
[iv] Según Sánchez (1987): “los colombianos se matan más por razones de la calidad de sus vidas y de sus relaciones sociales que por lograr el acceso al control del Estado” (p.27).
[v] Los nombres de los estudiantes fueron cambiados.
[vi] Todo lo que esté entre comillas a partir de ahora hace referencia a los relatos de experiencias compartidos por los estudiantes del grado séptimo y de aceleración de los aprendizajes a partir de las diferentes técnicas puestas en ejecución y que pueden ser verificadas en los anexos de la presente investigación.
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