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Diego Muniz Barreto: el caso de una segunda línea de primera. Hasta la victoria, always.

Diego Muniz Barreto: the case of a second line like a first one. To victory, always

http://orcid.org/0000-0002-3130-5152 Adrián Nicolás Pérez
Universidad Nacional de Luján, Departamento de Ciencias Sociales., Argentina

Diego Muniz Barreto: el caso de una segunda línea de primera. Hasta la victoria, always.

Cuadernos de H ideas, vol. 13, núm. 13, 2019

Universidad Nacional de La Plata

Recepción: 31 Julio 2019

Aprobación: 15 Noviembre 2019

Publicación: 18 Diciembre 2019

Resumen: Presentamos el itinerario político de Diego Muniz Barreto en la Argentina (1953-1977). De familia económicamente acomodada, hizo sus primeras armas dentro del antiperonismo. Luego fue funcionario en el gobierno de Onganía, forjó contactos con los sindicatos, fortaleció vínculos con altos mandos del Ejército, se acercó a la Juventud Argentina para la Emancipación Nacional, a la Juventud Peronista, a Montoneros, a la Tendencia Revolucionaria del Pueblo, al Ejército Revolucionario del Pueblo, fue Diputado Nacional, expulsado del Partido Justicialista, y asesinado por la dictadura militar. Palabras clave Política, Segundas líneas, Trayectoria, Peronismo

Palabras clave: Política, Segundas líneas, Trayectoria, Peronismo.

Abstract: We present the political itinerary of Diego Muniz Barreto in Argentina (1953-1977). From an economically well-off family, he made his first weapons within anti-Peronism. Then he was an official in the government of Onganía, he forged contacts with the unions, strengthened ties with high command of the Army, approached the Argentine Youth for National Emancipation, the Peronist Youth, Montoneros, the People's Revolutionary Trend, the People's Revolutionary Army, was a National Deputy, expelled from the Justicialist Party, and killed by the military dictatorship.

Keywords: Politics, Second lines, Trajectory, Peronismo.

I.

Todo plan o programa requiere de acciones a implantar con asignación de tiempo, presupuesto y responsabilidad. Aquí encontramos a los gestores en segunda línea que son los que, en la sombra, dan o quitan mérito a los políticos de primera línea que son los que recogen las alabanzas pero también las críticas si el resultado no es el esperado. Nos proponemos el recorrer el itinerario político de una persona que bien puede incluirse en esta categoría analítica.

No resulta extraño que, al hablar de la persona de Diego Muniz Barreto, lo primero a lo que se suela hacer referencia sea a su familia económicamente acomodada. Diego Muniz Barreto Bunge nació el 28 de enero de 1934 en la ciudad de Mar del Plata. Sus bisabuelos por parte de padre fueron Joaquín Francisco Alves Branco Munis Barreto Cruz y Josefa Ribero Magalhaes Duque de Estrada, descendientes de familias portuguesas fundadoras de Bahía (actual Brasil), donde consolidaron una gran fortuna. Roberto Roth afirmó «En Brasil los escribanos de la familia solían ahorrarse el trabajo de inventariar la orfebrería de las sucesiones, consignando apenas las toneladas de plata y los quintales de oro» (p. 82). Pero ello no era todo. Como suele suceder, y aún más en esa época, su madre también tenía lo suyo. Era nieta de Emilio Vicente Bunge Peña y Juana Catalina Joaquina Chas Salas.1

Un significativo espacio de sociabilidad era el que se encontraba en su casa de Arribeños al 1400, el cual fue una referencia de ese circuito social en las décadas del 40 y 50.

Debemos agregar que su círculo familiar se amplió en cuanto a contactos políticos, económicos y militares cuando se casó con María Teresa J. Escalante Duhau2. Tuvieron tres hijos: Juana, Diego y Antonio. Diego hacía bromas en cuanto al conflicto por la carne protagonizado por el abuelo de María Teresa y Lisandro De La Torre, a lo que ella le respondía recordándole que la riqueza de su familia provenía de la esclavitud.

Muniz Barreto tenía todas las condiciones como para ser catalogado de clásico exponente de la oligarquía antiperonista de la década del 50. Aunque presentaba una particularidad: odiaba a su clase, porque decía conocerle sus vicios y miserias.

Durante el desarrollo del segundo gobierno de Juan Domingo Perón, Diego Muniz Barreto no estuvo ajeno al contexto imperante. Cuando tenía 20 años se involucró en un intento de atentando planeado con un grupo de jóvenes compañeros universitarios. Querían terminar con la vida de Perón el Día de la Lealtad, pero la operación se frustró. Tenían la idea de cargar un jeep con explosivos y volarlo por control remoto al paso del presidente por la Av. Leandro Nicéforo Alem. Según Mariano Castex3, Diego Muniz Barreto cambió algunos planes el día anterior al atentado estando en estado de ebriedad, lo que provocó la captura de casi todos los conspiradores. Todos, menos Diego, fueron a parar a la Alcaidía de Tribunales. La prensa bautizó aquel intento de atentado como la conspiración bebé. Diego se había logrado escapar con gran dificultad y ganó el exilio a Uruguay. En el Archivo Histórico de la Dirección General de Archivos del Poder Judicial de la Nación (1953, leg. 18), se lee en la Carátula del Expediente N° 2013:

ALLENDE POSSE Emilio del Corazón de Jesús

CASTEX MARIANO Narciso A. J.

MARTINEZ CASTRO Isidoro Marcos

BLACKSLEY4 Hernán Enrique J.

GARCIA MIRAMON Gastón Raúl

JORSIOMO Raúl Adolfo

BLANCO Lorenzo

MUÑIZ5 BARRETO Diego, (Prófugo)6

Pudo haber vivido el resto de sus días en la abundancia y comodidad que le proveían las tierras y contactos de su familia, tanto en Uruguay como en Brasil, pero prefirió volver para ser partícipe del engranaje que desencadenaría en el derrocamiento de Perón. Su salida del país, por lo tanto, tuvo una duración breve.

Ya en el año 1955, cruzó el Río de la Plata con un bote a remo; desde Colonia hasta la zona norte de Buenos Aires, llevando 20 kilos de gelinita con un objetivo específico: volar la Escuela Superior de Conducción Peronista. Lo hizo no por su amor por el deporte, sino porque nadie quería cruzarlo por otro medio, y se entiende el por qué: de ser descubiertos en semejante empresa, las consecuencias serían severas. Diego cumplió su objetivo: más de doscientos bustos de Perón se despedazaron y, entre los escombros, encontraron un mechón de pelo que había pertenecido a Evita. Ese mismo día, Perón se reunió con su gabinete y utilizó por primera vez una frase emblemática cuando les anunció que, de producirse atentados, había que responder en una proporción de cinco por uno.7

El éxito de la Revolución Libertadora parece haber puesto fin a su experiencia dentro del antiperonismo. Le ponía de muy mal humor el horror que demostraban por los nuevos ricos de la buena sociedad porteña los tradicionales, cuando para él eran tan nuevos los que habían acumulado fortuna en diez o veinte años como los que la habían acumulado en cien o doscientos. Hasta prefería la vitalidad de los primeros.

Durante algunos años se desempeñó como comerciante de arte colonial (oficio en el que gozaba de gran prestigio), y como propietario de empresas pesqueras en Mar del Plata y en el sur del país. Luego llegó al gobierno de facto del General Onganía de la mano de su Subsecretario Legal y Técnico, Roberto Bobby Roth. En realidad, Diego dependía del Coronel Carlos R. Vidueiro8, a través de quien forjó muy buenos contactos con el Ejército Argentino.

En ese espacio de sociabilidad amplió y fortaleció vínculos con sectores del poder político (sobre todo sindical), económico y militar.

Dentro de las relaciones que más capitalizaría, podemos destacar su contacto con la Juventud Argentina para la Emancipación Nacional, cuyos contactos tuvieron utilidades varias para ambos. Ejemplo de ello se presenta en la siguiente situación:

Entonces Muniz trabajaba junto a su amigo Roberto “Bobby” Roth […]. Tenían un “bunker” en la Casa Rosada desde donde operaban contra el ministro de Economía Krieger Vasena. Se oponían a la transnacionalización de la economía […]. Un caso emblemático fue su lucha contra la empresa Swift-Deltec, que con las compras de pequeños frigoríficos locales conformó un “pool” que controlaba la exportación de carnes y que gozaba de los subsidios del Estado. A través de sus contactos en el SIE, Muniz Barreto y Roth recibieron el dato de que el propio Krieger Vasena integraba el directorio de Deltec, así como un primo del general Lanusse: el teniente coronel Enrique Holmberg Lanusse. Esa información se la pasaron a Ernesto Jauretche,9 que la publicó en El Economista. Luego del escándalo que generó el artículo, lo despidieron (Caballero y Larraquy, 2000, p. 108).

En cuanto a su contacto con los gremios, hablaba con Augusto T. Vandor (tanto como Pedro E. Aramburu) y conversaba también con los llamados combativos. Claro que no con todos logró alcanzar el mismo nivel de diálogo.

Las definiciones políticas de Diego terminaron alejándolo del gobierno de Onganía, ya que su posicionamiento era cada vez más evidente, y él mismo se mostraba cada vez más intolerante ante las posturas de Vasena y compañía. Pero claro, esto no lo alejó de los contactos que allí consiguió, o como en la gran mayoría de los casos, contactos que ya tenía pero que fortaleció significativamente.

El conflicto personal que tenía con Lanusse había llegado a su punto de no retorno. En un determinado momento fue evidente que Lanusse no cedió nada, y Muniz Barreto dejó de intentar el generar el diálogo.

Desde afuera del gobierno, Diego tenía mucho más vuelo. Quedaban de lado factores protocolares y de forma. Volvió a la Rosada cuando supo del levantamiento que daría fin al gobierno de Onganía. Roth (1981) recuerda sus palabras certeras:

Alguien comentó que “el Cano” Lanusse por fin se había dado el gusto de sacarlo al “Morzo” Onganía. Diego Barreto […] le corrigió con las palabras más sensatas del día. ‘No’, dijo, ‘acaba de hacer algo mucho más difícil. Lo acaba de traer de vuelta a Perón’. Así fue (p. 378).

La verdad era que decía que Lanusse había facilitado el retorno de Perón, ya que él mismo estaba comprometido en un engranaje por demás de complejo, en el que articulaban sindicatos, ejército, empresarios, movimientos armados, egos, traiciones, deudas, favores, y todo un círculo de información y desinformación que hacían del Perón vuelve (expresión que significaba cosas bastante diferentes en cuanto a los para qué dependiendo de dónde se la expresaba).

Pero como era de esperarse, cuando Diego pasó a ser parte de este engranaje, hizo ruido por todos lados. Unos pocos lo festejaron. Muchos lo felicitaban, pero lo miraban de reojo, y otros tantos se encargaron de ensuciarlo.

Dentro de los vínculos que marcaron su accionar, uno de los más enriquecedores fue el que logró generar con dos abogados, ya que más allá de lo personal, le abrió un nuevo abanico de acción. Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Ortega Peña eran dos amigos que trabajaban juntos desde hacía mucho tiempo, e incorporaron a Diego en varios de sus proyectos.

Lo que aún no aparecía era su acercamiento explícito a las líneas del peronismo. Es decir, si bien ya era evidente que no se desempeñaba ni en accionares ni en círculos antiperonistas, ello no indicaba que por ello habría cambiado de bando.

Muniz seguía considerando que parte de su aporte lo podía realizar colaborando con dar sostén a algunos sectores de la estructura. Ya hacia 1972 había llegado a la conclusión de que sólo la vuelta de Perón y el levantamiento de la proscripción de 18 años podían dar una salida a la Argentina que no fuera en los términos de una violencia extrema y mal direccionada.

Fue entonces cuando al hacer referencia a su rol dentro de los distintos sectores, organizaciones o agrupamientos donde trabajaba, no faltaron quienes lo intentaron dotar de motes como monje negro10, o hasta condotiero11 del poder, como lo llamó sin ningún disimulo Juan José Sebreli (2002). Es cierto que, ante una primera mirada, uno puede comprender que estén dadas las condiciones para cualquiera de estas dos figuras en la persona de Muniz Barreto, pero ello resulta más complejo al ver su nivel de compromiso con los distintos sectores (aunque no por ello podemos descartar estas opciones).

Claro que una cosa es decir que tenía relación con determinados círculos de poder, y otra muy diferente afirmar que esa relación era significativa y con capacidad de influencia en los mismos. En el trabajo de Ernesto Salas (2005) no se dejan muchas dudas al respecto. Según él, en el gobierno de Onganía, Diego Muniz Barreto trabajaba hombro a hombro con el Mayor del Ejército Hugo Miori Pereyra. Eran los encargados de comunicarse con Mario Firmenich en su carácter de enlace, ya que éste concurría asiduamente al Ministerio del Interior. El responsable del Ministerio era el General de División Francisco Imaz que también era muy cercano a Diego y estaba encargado a la vez de los Servicios de Inteligencia.12

Como ya se ha dicho, entre los primeros hallazgos que obtuvo en su búsqueda de dónde recostar su accionar estuvo la Juventud Argentina para la Emancipación Nacional (JAEN). Los apoyó, pero no fue parte orgánica. Estos, como muchos grupos peronistas de la época, pasarían de una expectativa inicial frente al golpe de Onganía, a una acción directa contra la dictadura.

La relación que vincularía a Diego Muniz Barrero con Galimberti, sería estrecha y provechosa para ambos. Para esa época, Muniz Barreto ya disponía de su herencia familiar: la colección de arte, campos de 7.000 hectáreas en Córdoba, empresas agropecuarias y pesqueras y acciones en el banco de Tornquinst […]. Todo ese capital económico, y su influencia militar y política, estaba dispuesto a utilizarlo contra Lanusse […]. (A Galimberti) Le alquiló una oficina en Tucumán y Florida, en plena “City porteña”. Fue la primera sede nacional de JAEN. Nadie nunca había hecho tanto por ellos. (Caballero y Larraquy. 2000, pp. 108 y 109).

Diego les facilitó, además, explosivos y armas cortas de distintos calibres. Pero si bien ya había quedado en evidencia el poderío económico de Diego Muniz Barreto, no faltaban quienes dudaban de sus contactos. No fue necesario el inventar una situación para que los jaenes se saquen las dudas al respecto: el abogado Roberto Quieto fue secuestrado el 4 de julio de 1971 por una comisión policial, de forma clandestina. Dicen sobre el particular Caballero y Larraquy (2000, p. 118):

Esa semana, un cuadro de las FAR se acercó a Galimberti para que activara sus contactos: “Necesitamos que el gobierno legalice a Quieto”, le pidió. La misma solidaridad le reclamaron las organizaciones guerrilleras. Dirigentes políticos, periodistas e intelectuales firmaron solicitadas en los diarios para que apareciera con vida. Galimberti le pidió ayuda a Muniz Barreto.

Si esto es asunto de la CIA, tenés que hablar con Bobby Roth, que tiene un pariente

metido ahí adentro -le respondió […].

La gestión fue efectiva. Después del pedido de la Inteligencia americana, el Poder Ejecutivo reconoció a la Justicia que Quieto estaba a su disposición, y aunque continuó detenido pudo salvar su vida13.

Diego lo apadrinó:

Muniz Barreto, que lo había adoptado como su hijo político, lo invitaba a las cenas sociales junto a su esposa María Teresa Escalante Duhau. Le presentaba a militares de la SIDE o el SIE -entre ellos los generales Ibérico Saint Jean y Hugo Miatelo-, dirigentes agropecuarios del movimiento Campo Unido, empresarios nacionales, y otras personalidades ilustres de la clase patricia. […] A veces el mismo presidente Levingston, quien gozaba de la amistad del matrimonio, llamaba por teléfono a su departamento. Muniz Barreto estaba al tanto de sus movimientos porque el edecán Palacios le reportaba la información diaria desde la Casa Rosada (Caballero y Larraquy. 2000, p. 119).

Si bien esta relación entre Rodolfo y Diego iba en ascenso, era necesario el sumar tropas a las filas, ya que bajar a Lanusse no era tarea sencilla. Comenzó a recorrer otros espacios, a charlar con la Juventud Peronista (atomizada y en decadencia para ese entonces), e hizo de su casa un punto de encuentro político.

El devenir lógico de las avanzadas de Galimberti lo encaminaba en dirección a un contacto directo con Perón, y todo cobró un nuevo sentido. Diego arregló una reunión:

Un pasaje a Europa era algo inalcanzable para Galimberti. Muniz Barreto aceptó financiar su aventura con gusto. Y decidió presentarlo como un potencial interlocutor entre Perón y los sectores nacionalistas del gobierno de Levingston. […] la mejor ayuda de Muniz para concretar el viaje no fue ni el dinero ni el DDI, sino la gestión que hizo en la SIDE para conseguirle un pasaporte: Galimberti tenía un proceso abierto por la toma de Filosofía y Letras (Caballero y Larraquy. 2000, pp. 123 y 124).

Luego de que el contacto entre Perón y Galimberti se hiciera efectivo, el devenir de los acontecimientos se volvió vertiginoso. Diego quería asegurarse de que las cosas que le contaba Galimberti fuesen exactas:

Por gestión de Galimberti, a Puerta de Hierro también entró Diego Muniz Barreto. […] Perón lo recibió feliz.

Muniz también tenía una serie de presentes para el General […], una cinta de la película de Rosas, que apenas se había estrenado en Buenos Aires y también la filmación del acto de Ensenada.14

Destacamos que la película de Rosas que le presentó Diego a Perón no era una del montón. Este proyecto fue elaborado y financiado por él mismo.

Si bien el retorno definitivo de Perón se demoraría unos meses más, ya el camino estaba allanado y el proyecto en marcha.

El 8 de octubre de 1972, Perón festejó su último cumpleaños en Madrid. El festejo fue modesto, en un pequeño restaurante. Eso no quita la relevancia que tendría la reunión. En la lista de selectos invitados (unos veinte) se encontraban José López Rega, María Estela Martínez de Perón, el General retirado Jorge Manuel Osinde, Héctor Cámpora, Juan Manuel Abal Medina, Lorenzo Miguel, José Ignacio Rucci, Diego Muniz Barreto, Rodolfo Galimberti, el sindicalista Rogelio Coria, Hugo Del Carril, etc. Allí Perón repartió elogios y agradecimientos a troche y moche.

Los días siguientes fueron de reuniones en mesas chicas. En una de ellas, Lorenzo Miguel, José Ignacio Rucci, Diego Muniz Barreto, Estanislao Rosales, Rogelio Coria y José López Rega comentaban que el General iba a inclinarse por Juan Manuel Abal Medina para ser el número 3 del Partido Justicialista. Muniz Barreto se opuso, y propuso en cambio a Galimberti exponiendo sus virtudes. Pero López Rega le negó chance alguna: Galimberti era sinónimo de destrucción, y Abal Medina de fineza. Las gestiones para catapultar a Galimberti habían tocado techo. Diego lo había notado. No insistió. Era hora de tomar lo ganado y volver a casa.

Si bien Diego Muniz Barreto estaba más que conforme con el espacio dentro del peronismo alcanzado de la mano de Galimberti, era cada vez más evidente que no servía de nada que él se convierta en el gran conductor de la juventud, si la juventud estaba desorganizada y atomizada. Por ello volvió a la carga, y colaboró en gran medida con la organización verticalista de la Juventud Peronista. El movimiento necesitaba de la unidad de estos espacios, ya que cualquier intento serio en cuanto a la toma del control del poder político, era anecdótico sin este espacio que estaba descentralizado. Comenzaron las reuniones.

El domingo 3 de diciembre del 72 Diego participó de una marcha, que terminó con su encarcelamiento en el Penal de Rawson, donde tuvo la oportunidad de rozarse con otros detenidos políticos de un abanico mucho más amplio al que él frecuentaba. En esa misma marcha estaban sus amigos/aliados Eduardo Luis Duhalde y Rodolfo Galimberti. Diego sostenía que lo habían detenido como excusa para que no logre presentarse a declarar en contra de Adalbert Krieger Vasena y Alvaro Alsogaray por estafar al fisco en 25 millones de dólares.

Fue la gestión del mismo Eduardo Luis Duhalde la que lo sacó de la cárcel. El 15 de diciembre de ese año Muniz Barreto recuperó su libertad y se recluyó en su nuevo domicilio, en el séptimo piso de Posadas 1262. Era una casa abierta. La visitaban artistas, militantes armados, políticos, efectivos del Ejército e intelectuales. Cualquiera podía encontrarse allí con Chunchuna Villafañe, Roberto Perdía, Joan Manuel Serrat, Alberto Brito Lima, o el Coronel Luis Perlinger.

Diego ya se identificaba para ese entonces con La Tendencia Revolucionaria del Peronismo (TRP), y como representante de la misma intentaba allanar las asperezas entre las distintas líneas para buscar la unidad. Las divisiones internas se venían dando, prácticamente, desde los orígenes de la Juventud Peronista; pero en los barrios, colegios y universidades, en las villas y lugares de trabajo surgirán innumerables grupos que se autodenominaban de esa manera. Pero esto, si bien era una inyección de optimismo para la militancia, no facilitaba el control de estos grupos, ni mucho menos su organización para la acción. En 1972, en el contexto del Luche y Vuelve, la Juventud Peronista (JP) muestra un crecimiento exponencial. Nace lo que se conocería como la JP Regionales o, simplemente, JP sin aditivos, salvo por su sobrenombre La Gloriosa. Va a tener presencia en todo el territorio nacional dividido en siete regiones y prácticamente va a fagocitar a todos los grupos de la JP que andan dando vueltas por ahí.

Se puede observar en este momento clave, la influencia de la TRP, con Muniz Barreto como uno de los nexos aportando logística, contactos, y grandes sumas de dinero. No era porque no tenía qué hacer con su dinero, ni mucho menos un acto de caridad para con estos jóvenes que necesitaban de un mecenas para alcanzar sus objetivos. Era una inversión en capital humano. Al colaborar con ellos, los organizaban, y así podían aliarlos (aliados fundamentales) para los tiempos que sabían que vendrían. Finalmente, el 9 de Julio de 1972, se pone en práctica en todo el país el nuevo esquema organizativo de la JP Regionales.

Diego ya formaba parte de Montoneros para aquel entonces, con todos los recaudos que solía tomar. Según él mismo decía, no se casaba con nadie, sino con las ideas. Mientras en Montoneros encontrara coincidencias, allí estaría. Pero de encontrar fisuras, no dudaría en hacerlas notar y hacer un paso al costado. Fue quizás la única organización a la que realmente perteneció, ya que tanto en JAEN, como en la Gloriosa JP, brindaba asesoramiento y soporte técnico y económico, pero nunca formó parte de sus filas.

Si bien se sumó a Montoneros, no estuvo con ellos desde el comienzo. Ni tampoco tenía mucho interés en sumarse a las diferencias que existían entre las distintas líneas. Si él notaba que Montoneros, de la línea que fuera, necesitaban colaboración con proyectos que sean de su interés, o con conflictos en los que pudiera interceder, lo haría sin pedir permiso a nadie.

Quienes trabajaban con él lo sabían, y quizás por ello no se lo reprochaban. El Grupo Sabino Navarro, por ejemplo, surgió de un temprano desprendimiento, y constituye la primera disidencia política de Montoneros15.

Pero hasta este punto, todo parece crecimiento y tranquilidad en el desarrollo del itinerario político de Muniz Barreto, pero los buenos tiempos tienen límites. El 20 de febrero de 1973 llegó una caja de zapatos, envuelta en papel de regalo, a la casa de los Muniz Barreto. De haberla abierto, hubiese explotado. Hizo un hueco en un lateral de la caja y pudo ver dos cables y un trozo de caño. Cuando la Brigada de Explosivos la desactivó, se supo que eran 400 gramos de gelinita, rodeados con trozos pequeños de hierro. Una bomba casera, pero muy poderosa. Diego no se doblegó. Ya se había embarcado de lleno en la carrera por el retorno de Perón, y se había comprometido en la campaña que llevaría a Cámpora al gobierno, y Perón al poder (y a Diego a la Cámara de Diputados de la Nación).

Perón lanzó la campaña en febrero de 1973 desde Madrid, presentando la fórmula Cámpora-Solano Lima para el Ejecutivo. Durante la campaña electoral, Diego Muniz Barreto cumplió un rol destacado. Entre otras cosas, proporcionó los equipos de filmación y edición que se utilizaron para la grabación de los spots publicitarios.

En su casa de la calle Posadas se reunían representantes de las más diversas agrupaciones y sectores, para negociar las listas a presentarse en cada distrito electoral (todo esto comandado por Juan Manuel Abal Medina). Le ofrecieron un puesto dentro de la lista a Diputados Nacionales. Aceptó. Los spots que circulaban durante esos meses eran contundentes. En uno de los spots, el de mayor circulación en los medios, se pronuncian los discursos de Héctor Cámpora, Juan D. Perón, Norma Kennedy, Rodolfo Galimberti, Leonardo A. Bettanin y Atilio López. Era bien direccionado hacia los distintos sectores a quienes decía representar cada quien. En el otro, expresan sus pareceres Diego Muniz Barreto, Rodolfo Ortega Peña, Eduardo Luis Duhalde, Juan Manuel Abal Medina y Roberto Vittar.

Compartimos aquí las palabras de Diego Muniz Barreto en el spot:

“Me llamo Diego Muniz Barreto y soy candidato a Diputado Nacional por el Frente Justicialista de Liberación Nacional. Y quiero decir lo siguiente: en la larga lucha por la liberación, por primera vez se presenta una batalla definitiva. Una batalla en la cual la táctica y la estrategia se juntan para enfrentar al enemigo. Esa batalla se llama el once de marzo. Con el once de marzo lograremos llegar al gobierno. Recién comenzará la toma del poder. Toma del poder que llegará a través de una lucha conjunta en la cual no será negociada la sangre derramada. Me comprometo con todo mi esfuerzo y con toda mi sangre a luchar para hacer justicia en todos los muertos y los torturados que han existido en esta larga lucha. En ajusticiar y terminar con los responsables de hechos como los de Trelew, en terminar con los alustros de turno, en terminar con todo tipo de monopolios, en terminar con todo tipo de entrega y con absolutamente todo tipo de traba que signifique la toma por el pueblo del poder, en un socialismo nacional” (Riverockperon, 2015).

Llegaron las elecciones y, si bien los números no fueron tan contundentes como se anhelaba, se accedió a la Presidencia. La noche de la asunción del 25 de mayo del 73, las columnas de la Juventud Peronista y las demás organizaciones se dirigieron hacia la cárcel de Devoto que estaba abarrotada de presos políticos a los cuales se pretendía liberar por considerarlos responsables y partícipes de este triunfo popular. Esta había sido una de las promesas de campaña. Allí se podían observar a Rodolfo Ortega Peña, Eduardo Luis Duhalde, Diego Muniz Barreto y Juan Manuel Abal Medina, entre otros. Lo mismo ocurre en otras unidades penitenciarias del país. Los presos son liberados y las organizaciones recuperan un caudal importante de combatientes para proseguir una lucha que no sólo no había llegado a su fin, sino que más bien se estaba radicalizando (Acha. 2010).

Pero los buenos tiempos para la Tendencia se precipitaban a terminar. La Primavera Camporísta les había otorgado un espacio significativo en diversos sectores del poder político. Pero el retorno de el Gran Líder lo cambió todo.

El asesinato de Rucci dos días después del triunfo en septiembre de 1973, fue un golpe muy duro puertas adentro. Gobernadores de diversas provincias vinculadas a la Tendencia, comenzarán a ser acusados con más énfasis por los sectores gremialistas representados, en muchos casos, en las vicegobernaciones.

Como si ello no fuese suficiente, una nueva situación se presentaría. El 20 de enero de 1974 el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) atacó un Cuartel Militar en la localidad de Azul (Diario Noticias. 22/01/1974). El gobierno aprovechó la coyuntura y lanzó una ofensiva general contra los funcionarios vinculados a la Tendencia Revolucionaria del Peronismo.

El 22 de enero de 1974 se lleva a cabo una entrevista entre un grupo de Diputados (identificados con la Tendencia Revolucionaria) y el actual Presidente de la Nación, Juan D. Perón, en la Residencia de Olivos. Los diputados se oponían, en particular, a dos artículos de la reforma al Código Penal propuesta por el Ejecutivo (referidos a la asociación ilícita), ya que temían que fuera un artilugio legal para perseguir a las organizaciones armadas ajenas, pero también a las propias. Perón los invitó a abandonar el bloque ante las cámaras de televisión: «El que no está de acuerdo se va». Hubo una gran disconformidad por parte de los diputados, que no dudaron en expresar sus pareceres una vez finalizada la entrevista. El más irritado era Santiago Díaz Ortiz, quien había sido abogado de Perón durante su exilio. Al salir de la reunión expresó furioso: «¡Este viejo de mierda ya me tiene las bolas llenas!». Anticipó su renuncia y varios lo acompañaron (Gambini. 2008, p. 310).

Ocho fueron los diputados nacionales de la Juventud Peronista renunciarán a sus bancas tras la entrevista: Armando Croatto, Santiago Díaz Ortiz, Jorge Glellel, Aníbal Iturrieta, Carlos Kunkel, Diego Muniz Barreto, Roberto Vidaña y Rodolfo Vittar. Después de sancionada la ley el Consejo Superior Peronista expulsó del Partido Justicialista a los diputados renunciantes. No sería la primera ni la última vez que se expulsara a figuras fuertes del Partido: el propio Cámpora sería expulsado poco más de un año después.

Simultáneamente, se afianzó la estructura organizativa y se incrementó el accionar de la Alianza Anticomunista Argentina.

II.

El 1º de julio del 74 muere Juan Domingo Perón. En solo un año, 1974, la Tendencia Revolucionara perdió prácticamente todos los espacios de poder político que tanto les había costado conseguir, y que consideraban merecidos.

Refiriéndonos ahora a los diputados suplentes que reemplazaron a los ocho renunciantes, diremos que el más resistido fue Rodolfo Ortega Peña. Fue quien reemplazó a Diego Muniz Barreto. Desde el comienzo creó un Bloque Unipersonal, lo cual no cayó para nada bien dentro del movimiento. Como ya se ha dicho, el Pelado Ortega Peña había forjado una gran amistad con Diego Muniz Barreto. La sangre derramada no será negociada se convirtió en un ideal que los unía y motorizaba. La noche del 31 de julio del 74, Ortega Peña salió del Congreso acompañado por su esposa, Helena Villagra, y tomaron un taxi que estacionó en Juncal16. Ortega Peña se acercó a la ventanilla del conductor para pagar, cuando de un auto descendieron tres hombres. Uno de ellos se puso de rodillas y disparó con una ametralladora hasta matarlo. Helena Villagra fue herida en la boca (Alaniz. 25/04/2012).

La voz se corrió rápidamente, ya que sacudió al mundillo político. Eduardo Luis Duhalde fue a la comisaría a reconocer el cuerpo:

“Nunca me voy a olvidar: allí estaba el comisario Alberto Villar, que festejaba con los demás policías y gritaban -¡qué noche fantástica!”, recordaba Duhalde. Muniz Barreto, “el montonero de la aristocracia”, como le decían Ortega Peña y Duhalde, no resistió y encaró a Villar: “No te rías tanto hijo de puta, que la próxima boleta es la tuya”, amenaza que se hizo realidad unos tres meses más tarde. El asesinato de Villar estuvo a cargo de integrantes de Montoneros, pero provenientes de las FAR, quienes colocaron una bomba en su embarcación” (Vignollés. 2011, p. 160).

Por cómo se dieron los acontecimientos, desde diversos sectores apuntaban a que la gestión del atentado podría haber sido llevada adelante por Muniz Barreto, pero no pudieron ligarlo con el asesinato.

Llegó el año 1976. Llegó la Dictadura Militar. Diego tenía algunas alternativas. Entre ellas, dejar la política y volver sobre sus empresas pesqueras, ganar el exilio (tenía grandes facilidades para hacerlo hacia Uruguay, y aún más hacia Brasil), o seguir en la política, pero desde la proscripción. Para ese entonces, nadie de su círculo cercano se sorprendió cuando eligió esta última opción. Pero las cosas no podían seguir en ese nivel de intensidad. La realidad exigía nuevas lógicas de acción. Diego eligió entonces profundizar la resistencia. Su amigo Ignacio Vélez recuerda:

Una vez nos avisan que los fachos iban a tomar la Facultad de Derecho, por lo que nos atrincheramos adentro para defenderla. En algún momento yo hablo con el Diego por teléfono que vivía en un departamento de la calle Posadas; y lo veo al rato venir por la explanada, caminando adelante y Mariano Insúa y su chofer con dos escopetas caminando atrás: ese era el Diego. El mismo que nos financia, nos ayuda a nosotros con varios números de “Puro Pueblo” (Baschetti. 2013).

Caballero y Larraquy (2000) rescatan un último encuentro con Galimberti:

Sus amigos habían montado un operativo para sacarlo a Brasil, pero a los dos meses volvió al país. […] Muniz Barreto todavía mantenía buena relación con el subcomandante del Primer Cuerpo del Ejército, el general Jorge Olivera Rovere17. Cada vez que le llegaba su nombre en la lista de secuestros, lo tachaba. Cuando Olivera Rovere pasó a la Subjefatura del Estado mayor, Muniz Barreto perdió protección, y no se dio cuenta (p. 290).

Todo parece indicar que así fue. Parecía no temerle a lo que vendría. Bromeaba con el tema de que prontamente lo iban a matar: En realidad me llamo Muniz Boleta. Volvió pues de Brasil junto a su secretario Juan José Fernández, quien había sido custodio de Perón, y después había sido adoptado por Diego con el rango de secretario – chofer – hombre de acción por si las moscas – asesor político – encargado de algunos negocios – amigo – compañero para todas (Diez. 2000). Por esos días era muy poco probable el ver a “Juanjo” Fernández y Muniz Barreto por separado. Al poco tiempo se hizo evidente que el riesgo para éste último, lejos de haber menguado, se había catapultado. Nuevamente, sus amigos comenzaron a gestionar su salida del país, pero Diego se resistía.

En su libro Los compañeros(2000), Rolo Diez (ex militante del ERP) hace muchas veces referencias a encuentros o situaciones en las que Diego Muniz Barreto se ve involucrado. Cuenta por ejemplo de cuando su capitán, Pepe, le anunció que Diego estaba con ellos y que él se iba a encargar de ser su contacto semanal. En una de esas charlas, Diego intenta convencerlos de que un coronel se le ha insinuado y de que en una semana pensaba «reclutarlo». Hacia adentro de la organización, las dudas sobre la posibilidad de éxito de semejante empresa eran muchas. Es que Diego todo el tiempo ofrecía oportunidades como estas. Muchas veces podía cumplirlas, pero muchas otras no. En el momento menos pensado podía aparecer con una propuesta que podía cambiar el rumbo de las cosas. Porque nadie dudaba de que contaba con los contactos, el capital, y el coraje para hacerlo. Rolo Diez también se refiere a las numerosas oportunidades en las que Diego les prestaba departamentos para distintos fines. O también entregando a un griego para un secuestro, o moviendo piezas para voltear a Massera a través de Carpintero.

Llegó un momento en el que el ERP le expresó que necesitaba de un soporte económico más estable para realizar sus empresas, y le pidieron un aporte mensual, del monto que él pueda. Diego respondió:

“- Cincuenta millones. Te voy a dar cincuenta millones cada mes, pero quiero que sean para los gastos de este frente, para que vos y los compañeros que conozco se muevan sin problemas.

-Perfecto. Cincuenta millones. ¿Cuándo empezamos?

-El mes que viene.”

Pero a fin de mes, Diego no se presentó. Durante cuatro días fue un misterio que a nadie le preocupó demasiado, ya que así operaba él. Al quinto día se enteraron de la noticia de su muerte en el diario.

Estaba junto a Juan José Fernández cuando se lo llevaron. Éste dejó una declaración escrita detallando su secuestro, cautiverio y asesinato, luego de escapar del accidente vehicular:

En la mañana del 16 de febrero nos encontrábamos yo, Juan José Fernández, y Diego Muniz Barreto en la localidad de Escobar […] nos detuvimos en una carnicería […]18. En ese lugar se hizo presente […] un individuo que sin identificarse nos encañonó con una pistola y ordenó al carnicero que nos palpe de armas, cosa que este hizo, luego de lo cual preguntado por nosotros los motivos de tal actitud dijo ser policía y que debíamos acompañarlo a la comisaría de Escobar […] Luego de comunicarnos el motivo de nuestra detención fuimos alojados los dos juntos en un calabozo donde permanecimos hasta el día 18/2 a las 17:30 hs aproximadamente, momento en el cual, y con gran apuro, nos trasladan a la comisaría de Tigre […]. Somos encapuchados y nos obligan a tirarnos en el piso del auto. […] Llegando al lugar uno de los individuos que iban en el auto dijo a DMB “no te preocupes que vamos a hablar un poco con mi jefe y después te llevamos a Escobar” […]. El jueves tres de marzo a las 18 hs vuelven y uno dice “Muñiz, veni”. DMB sale y ya no lo veré hasta el domingo 6. A la media hora de salir del cuarto empiezo a sentir sus gritos […]. Yo llevaba ya más de 8 hs adentro del baúl, con el calor del mediodía, el calor del caño de escape y la falta de aire, el lugar era insoportable agravado por la capucha que tenía puesta. […] Una de mis mayores angustias en ese momento era, recordando lo que me habían dicho al salir de Campo de Mayo sobre la penitenciaría, imaginar que el viaje continuaría hasta la provincia del Chaco y entonces yo estaba seguro que iba a morir en el baúl […]. Mientras a mi me sacaban las vendas y me hacían salir del baúl, a DMB le decían que se arregle la ropa, que se ponga la camisa adentro del pantalón y que se acueste en el suelo […], y entonces uno de los más jóvenes me agarró el brazo y me dijo que me aflojara y recién ahí vi una jeringa grande con una aguja muy larga, me pusieron una inyección en el brazo izquierdo […]. Como ya era de noche yo podía entreabrir los ojos sin que lo notaran, y entonces vi en el asiento trasero del auto a DMB que estaba tendido todo a lo largo y dormido. […] escuché una voz que decía “empújalo” este arrojó una gran piedra sobre el parabrisas rompiéndolo y el auto se desbarrancó. […] haciendo un esfuerzo muy grande finalmente logré mi propósito; entonces nadé por debajo del agua hasta un lugar donde esta era menos profunda […]. Cuando llegué a donde estaba el Fiat, el agua lo cubría totalmente […] descubrí que la ventanilla trasera estaba parcialmente abierta y al introducirlas dentro toqué un pie de DMB y lo apreté y lo moví un poco, pero tuve el convencimiento de que estaba muerto […] (Annicchiarico. 2014, pp. 120-125).

La declaración de Juan José fue presentada como prueba clave en el caso en el que se investigó el asesinato de Diego Muniz Barreto19. A ella se adjuntó otra declaración ampliatoria que brindó el propio Juan José Fernández ante la Comisión que trabajaba desde Europa (tanto en España como en Italia) en la que trabajaba uno de los grandes amigos de Diego, Eduardo L. Duhalde.

El Negro Juanjo falleció en España20. Es llamativo que en esos tiempos convulsionados no muchos se hubieran mostrado sorprendidos si los hubiesen desaparecido a ambos, como a tantísimos otros. Pero no fue así. Montaron toda una logística compleja para simular el accidente. Es que se trataba de un aristócrata, con vínculos firmes en los círculos militares, políticos y económicos. Lo asesinaron, pero fingieron un accidente, permitieron que el cuerpo aparezca, que fuese velado y enterrado. Sin lugar a dudas, un caso por fuera de la media.

III

A modo de cierre, cabe destacar que Diego Muniz Barreto fue un hombre que tuvo sus orígenes en una familia económicamente acomodada, y con vínculos en sectores políticos, económicos y militares; y que se presenta como colaborador en espacios significativos de esos años (el antiperonismo, el gobierno de Onganía, el Servicio de Inteligencia del Ejército, la Secretaría de Inteligencia del Estado -actual Agencia Federal de Inteligencia-, la Juventud Argentina para la Emancipación Nacional, la Gloriosa Juventud Peronista, la Tendencia Revolucionaria del Peronismo, la Cámara de Diputados de la Ciudad de Buenos Aires, el Ejército Revolucionario del Pueblo, etc.). Logró establecer puntos de contacto entre espacios bien diversos, y también generar tensiones llegado el momento, dándole un rol de interlocutor muchas veces indispensable, sirviéndole esto de colchón en situaciones complejas, y elevando eventualmente su figura en cuanto al presunto manejo de la información de sectores tan diversos que supuestamente ostentaba.

Si bien su influencia se puede observar por doquier en este período, no sucede lo mismo con su nombre. Tampoco parece haber sido esa su búsqueda. Fueron estos militantes de segunda línea, los invisibles, los que dieron sustento o jaquearon a las primeras líneas. Pocas veces se tiene la chance desde las primeras líneas de seleccionar a estas personas ya que, en la práctica, en la mayoría de los casos estos espacios son ocupados por personas que se ofrecen o hasta se imponen desde sectores opuestos de su propia interna, lo cual hace que la relación entre estas líneas no se dé nunca ajena a tensiones. La relación con Galimberti, Firmenich, Cámpora, o el mismo Perón son un claro ejemplo de ello, en este caso en particular.

Referencias

Annicchiarico, C. (2014). El horror en el banquillo. Análisis del genocidio argentino. 1. Campo de Mayo (Juicios I a IX). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Colihue.

Acha, O. (noviembre de 2010). Los orígenes olvidados de la Juventud Peronista: la protohistoria de un mito argentino. Trabajo presentado en el Segundo Congreso de Estudios sobre el Peronismo (1943-1974). Universidad Nacional de Tres de Febrero, Argentina.

Alaniz, R. (25 de abril de 2012). Rodolfo Ortega Peña y las Tres A. El Litoral. Recuperado de http://www.ellitoral.com/index.php/diarios/2012/04/25/opinion/OPIN-04.html

Baschetti, R. (2013). Documentos de la guerrilla peronista. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: De la Campana.

Caballero, R. y Larraquy, M. (2000). Galimberti. De Perón a Susana. De Montoneros a la CIA. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Norma.

Dandan, A. (19 de noviembre de 2010). Sabíamos que iban a matarlo [Testimonio de Juana Muniz Barreto]. Página 12. Recuperado de: https://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-157134-2010-11-19.html

Diez, R. (2000). Los compañeros. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: La Campana.

Gambini, H. (2008). La historia del peronismo. Tomo III. La violencia (1956-1983). Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Vergara.

Riverockperon (septiembre de 2015). Corto para la campaña del FREJULI año 1973. 2/3. Desde 0:11 a 1:24 min. Recuperado de: https://www.youtube.com/watch?v=0DKLcbq8aMg.

Roth, R. (1981). Los años de Onganía. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: La Campana.

Salas, E. (2005). El falso enigma del «caso Aramburu». Lucha Armada, (2).

Sebreli, J. J. (2002). Crítica de las ideas políticas argentinas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Sudamericana.

Seminara, L. (2014). Representaciones y discursos políticos en «Montoneros Sabino Navarro». Una aproximación desde los márgenes. Sociohistorica, (34). Recuperado de http://www.sociohistorica.fahce.unlp.edu.ar/article/view/SH2014n34a04

Vignollés, A. (2011). Doble condena. La verdadera historia de Roberto Quieto. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Sudamericana.

Notas

1 Emilio Vicente compró doce leguas cuadradas de campos (ganados con la campaña del desierto) al noroeste de la provincia de Buenos Aires, en el actual partido de General Villegas, lugar donde sentó las bases de un pueblo (fundado el 5 de abril de 1905) que hoy en día lleva su nombre. Tampoco es un dato menor que es el mismo que accedió al cargo de Intendente de la Ciudad de Buenos Aires en 1894.
2 María Teresa era nieta del ex Ministro de Agricultura Luis Antonio Duhau Fouillerac.
3 Sacerdote jesuita que más tarde trabajaría junto a Muniz Barreto y Roth en el gobierno de Onganía (de quien llegó a ser su confesor).
4 El apellido correcto es Blaksley, y no Blacksley como consta en la causa.
5 El error de confundir su apellido Muniz por Muñiz es muy común. La mayoría de los textos consultados recaen en este mismo error, e inclusive (como en este caso) fuentes oficiales.
6 La causa, que se encontraba en el Juzgado Nacional de 1a. Instancia en lo Penal de la Capital Federal, era atendida por el Juez Miguel J. Rivas Arguello. La materia era:

Actividades subversivas e infrac. Art. 35, Inc. B, Ley 13.945.-, lo que entre las Observaciones aclara: Actividades con el fin de atentar contra la vida del Señor Presidente de la Nación.-

7 En la tarde del 31 de agosto de 1955 la CGT organizó una gran concentración pública frente a la casa de gobierno. Perón dirigió su palabra a los presentes: «A la violencia le hemos de contestar con una violencia mayor (...) La consigna para todo peronista, esté aislado o dentro de una organización, es contestar una acción violenta con otra más violenta. Y cuando uno de los nuestros caiga, caerán cinco de los de ellos».
8 Para ese entonces, se desempeñaba como Secretario Particular del Presidente Carlos Onganía.
9 En los años ‘60 participó con Rodolfo Galimberti, Chacho Alvarez, Jorge Raventos, Carlos Grosso y Raúl Othacehé, entre otros, en la Juventud Argentina por la Emancipación Nacional (JAEN), un grupo peronista no guerrillero.
10 Es aplicable hacia aquellos cercanos al poder y que se mueven como operador político. Se enmarcan en un aura de influencia y poder. Son leales, inteligentes, eficaces y responsables. Obtienen y/o generan la información necesaria, y la distribuyen a criterio. Sus fortalezas residen en sus contactos y su conducción. Deben ser la astucia y la maldad, como Talleyrand y Fouché, decía Napoleón.
11 En italiano: condottieri. Eran mercenarios al servicio de las ciudades-Estado italianas desde fines de la Edad Media hasta mediados del siglo XVI. La palabra deriva de condotta, término que designaba al contrato entre el capitán de mercenarios y el gobierno que alquilaba sus servicios. Consideraban a la guerra como un verdadero arte. Sin embargo, sus intereses no eran siempre los mismos que los de los Estados a cuyos servicios estaban. Buscaban riqueza, fama y tierras para sí. Eran célebres por su falta de escrúpulos. Conscientes de su poder, en ocasiones eran ellos los que imponían condiciones a sus supuestos patronos.
12 Dos veces interventor de la Provincia de Buenos Aires, ganaría más espacio de acción luego del Cordobazo.
13 Fue enviado a la cárcel de Rawson. Allí, junto con otros detenidos se fugó del penal el 15 de agosto de 1972, escapó a Chile y siguió luego su viaje a Cuba para volver más adelante a la Argentina y retomar su puesto en las FAR. Cuando en octubre de 1973 se fusionaron con Montoneros, él pasó a ser el N°2 de esa organización. En febrero de 1974 volvió a ser detenido, pero fue liberado. El 28 de diciembre de 1975 fue secuestrado y desaparecido.
14 En febrero de 1972 se organiza en Ensenada el primer acto público de masas convocado por la Juventud Peronista. Los oradores centrales fueron Alberto Brito Lima y Rodolfo Galimberti, pero también habla Miguel Garaycochea, del Movimiento Revolucionario Peronista (MRP) y un comunicado de las FAR marca la aprobación que esta organización político-militar peronista da al proceso electoral en ciernes.
15 A mediados del año 1974 sacaron la Revista Puro Pueblo. La idea fue la de sustentar una publicación quincenal, pero sólo fue posible la edición de un total de seis números en el transcurso del año. Encomendaron la tarea a Luis Rodeiro. Por lo demás colaboraron en los distintos números un reducido grupo que, sin formar parte de la estructura orgánica de la Sabino Navarro, patrocinaban el proyecto editorial. Entre ellos: Diego Muniz Barreto (para ese entonces, ya ex Diputado Nacional), y el escritor y periodista Tomás Eloy Martínez. Muniz Barreto colaboraba con importantes cantidades de dinero, y los contactos necesarios. La revista tenía una tirada de 20.000 ejemplares que se distribuían en Córdoba, Santa Fe, Buenos Aires y Tucumán (Seminara, 2014).
16 Ortega Peña le solicitó al taxista que los lleve a Carlos Pellegrini y Juncal. Al llegar y cruzar Juncal, el taxi paró y un coche que venía casi a la par se le atravesó. Bajó de él un hombre con una media de mujer en la cabeza y una ametralladora en la mano con la que disparó 23 tiros o más, 8 de los cuales fueron en la cabeza.
17 Condenado a cadena perpetua en el 2009 por el secuestro y muerte de más de un centenar de personas. Fue adjunto del general Guillermo Suárez Mason y subjefe del I Cuerpo de Ejército, en Palermo. Desde el 24 de marzo de 1976, día del golpe militar, hasta noviembre de ese año, se desempeñó como 2° Comandante del Cuerpo I del Ejército, a cargo de la Subzona Capital Federal. Desde enero hasta octubre de 1977 fue secretario general del Ejército. También fue vocero del general y entonces presidente Leopoldo F. Galtieri durante la guerra de las islas Malvinas, en 1982.
18 Ejecución sumaria.

Muniz Barreto Bunge, Diego.

LE 4.124.136.

43 años.

16/02/1977. Escobar. Buenos Aires.

El Campito (Guarnición Militar «Campo de Mayo»).

05/03/1977. Raíces Oeste. Villaguay. Entre Ríos.

19 El Escribano Salvador María Viale ratificó en el juicio la autenticidad del testimonio escrito brindado 33 años atrás por Fernández.
20 Juan José Fernández murió en 1985, tenía 37 años. Su gente solía decir: «Juanjo nunca pudo salir de ese auto» (Dandan. 19/11/2010).
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