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Reseña a Harvey Kaye (2019). Los historiadores marxistas británicos. Un análisis introductorio. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Waldhuter, 349 pp.
Jaime Ortega
Jaime Ortega
Reseña a Harvey Kaye (2019). Los historiadores marxistas británicos. Un análisis introductorio. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Waldhuter, 349 pp.
Cuadernos de H ideas, vol. 15, núm. 15, 2021
Universidad Nacional de La Plata
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Reseñas

Reseña a Harvey Kaye (2019). Los historiadores marxistas británicos. Un análisis introductorio. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina: Waldhuter, 349 pp.

Jaime Ortega
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México
Cuadernos de H ideas
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN: 2313-9048
Periodicidad: Frecuencia continua
vol. 15, núm. 15, e045, 2021

Recepción: 29 Mayo 2021

Aprobación: 17 Junio 2021


Una muy buena noticia es la reedición del clásico trabajo de Harvey J. Kaye, Los historiadores marxistas británicos. Un análisis introductorio, por parte de la editorial Waldhuter en Argentina. El libro, publicado en inglés originalmente en 1985 tuvo una edición en español 1989 que apareció en España. Así, 30 años después, un libro que se volvió una referencia obligada y que circuló entre los estudiosos de la historia y el marxismo a partir de ejemplares en biblioteca o copias, vuelve a estar disponible.

El historiador norteamericano presentó un trabajo en el que expuso la pluralidad y diversidad de posicionamientos que se jugaban dentro de los historiadores marxistas. Captó tanto su localización generacional, como sus vínculos políticos. Cada capítulo contiene referencia a su trayecto intelectual y militante, así como sus giros y simpatías después de momentos de ruptura. Kaye, siguiendo la estela de Eric Hobsbawn y otros, da constancia de que, además de ser una corriente plural, el marxismo que se labró en el trabajo de los historiadores contenía una fuerte carga teórica.

Este punto es quizá el más sugerente al volver a revisar el libro. Se nota la impronta de vincular historia y sociología, mediante la construcción de puentes conceptuales, en donde la historia no fuese solo un recurso ilustrativo y la sociología un determinismo económico burdo. En este sentido, el libro es un alegato formidable para pensar los cruces entre la teoría social que aborde la complejidad y la historia como mecanismo de comprensión de los grandes procesos de la sociedad.

El libro da cuenta de estas disposiciones generales en el capítulo primero. Posteriormente, Kaye dedica un capítulo por cada autor analizado. El primero es Maurice Dobb, quien, a finales de la década de 1940 y en relativa soledad, planteó los términos generales en los cuales transcurrirá el debate a propósito de la transición del feudalismo al capitalismo a lo largo del mundo. Ello incluye disposiciones teóricas de lo que se entiende por mercado, trabajo, capital y clase. El debate, seguido por Kaye, con el norteamericano Paul Sweezy, da muestra de la fortaleza del planteamiento de Dobb, en la medida en que no detiene su concepción exclusivamente en una visión estrecha de economía. Kaye se da el lujo de exponer la forma latinoamericana que asumió ese mismo debate, en las plumas de Gunder Frank y Laclau, así como en las vueltas que asumió con Anderson y Brenner en términos de la política. De cualquier forma, el balance sobre Dobb es positivo, en la medida en que planteo el gran tema de discusión que convocó las energías de los historiadores marxistas y mostró como la economía no era un determinismo y la teoría no sólo era un recurso fácil, sino un dispositivo que debía ser repensado.

El tercer capítulo aborda la perspectiva propuesta por Rodney Hilton, quien participó del Partico Comunista hasta 1956. Al igual que con Dobb, la discusión sobre la definición y características del capitalismo, emergieron, pero él colocó un énfasis especial en la experiencia histórica del campesino, lo que lo llevó a concentrarse en el estudio del feudalismo como forma productiva. Si bien partió de Marx, pero se alejó de él en la consideración del campesinado como agente del cambio histórico en un periodo amplio de la historia de Europa occidental. Sus estudios los llevaron a cuestionar la conocida tesis sobre el carácter conservador del campesinado, analizando particularmente su cosmovisión y su cultura. Fue en ese tenor que Hilton exploró no solo la imbricación de las nociones de pueblo y comunidad, sino también la presencia de una “memoria campesina” activa. Kaye señaló que este fue el principal aporte de Hilton: el de considerar las ideas y valores como algo más que una superestructura.

El siguiente capítulo avanza sobre la obra de Christopher Hill, otro integrante del Partido Comunista y miembro de su Grupo de Historiadores, aunque el autor se cuida de señalar que su producción inició cuando salió de la organización. Desde el punto de vista Kaye, la obra de Hill es importante porque devuelve al marxismo una capacidad de estudiar y analizar la revolución inglesa, lo que involucra un diagnóstico de la monarquía en términos de clase. Para Kaye el aporte más significativo en este tenor es la capacidad de escapar a las interpretaciones segmentadas, fueran políticas o económicas, constituyendo una alternativa, que miró, socialmente al proceso de la revolución. Además de ello, Hill abrevó en el estudio de la iglesia y en la relación con el puritanismo. Sin embargo, de todos estos elementos, Kaye destaca que hay una reconfiguración de la perspectiva teórica, en donde la determinación de clase se abordada desde el punto de vista de la lucha de clases. Así, la clase no queda determinada por lugares estructurales, sino por los conflictos y contradicciones.

Avanza Kaye con la obra de Eric Hobsbawn en el siguiente capítulo. Se trata, desde su punto de vista, del trabajo que se ajusta mejor a la idea de “historia total” o de punto de vista de la “totalidad”. Para el autor, Hobsbawn expresa bien una renovación y la continuidad de una tradición. Observa bien las críticas que se han hecho de su perspectiva, deudora de una participación activa en el Partido Comunista, cuyo eje sería la conservación de la dicotomía “base-superestructura” (algo rechazado por otros) y, al mismo tiempo, una apertura inusitada a campos de trabajo: la historia obrera desde un punto de vista de experiencia, la visión de historia mundial del capitalismo, la perspectiva de los “rebeldes primitivos”, entre otros sugerentes y originales aportes. Es palpable la admiración del autor con una obra que en ese momento se encontraba en proceso y que demuestra la versatilidad del historiador, tanto en términos temáticos como geográficos, al salir de Gran Bretaña y adentrarse en el resto de Europa y América Latina. No pasa por alto las críticas, tanto del uso de perspectivas como las de V.I Lenin o la deficiencia de su tratamiento de la “hegemonía” elaborada por Antonio Gramsci, sin que ello implica desmerecer o desvalorizar la obra y su planteamiento. Se trata de una obra ambiciosa, que promueve una renovación de los espacios de intervención, al tiempo que mantiene un compromiso político.

El último capítulo está dedicado al muy conocido E.P Thompson. Se trata del apartado más extenso del libro y en donde Kaye muestra una vigorosa defensa de las proposiciones del autor. Por supuesto que Thompson es, junto con Hobsbawn, el más conocido, pero también el más polémico. A partir de su biografía, el autor nos muestra las múltiples variaciones de una obra fascinante, que van de la poesía, a las leyes del siglo XVIII, pasando por el famoso libro sobre la clase obrera, así como la política anti nuclear de la cual hizo parte Thompson. El tejido del capítulo muestra los debates en los que el historiador participó, tanto en el plano historiográfico, como en el epistemológico. De igual forma, resalta el carácter socialista de la política de Thompson y lo ubica en sintonía con las previsiones de Hobsbawn sobre la participación de la clase obrera. De igual forma, destaca la acepción de la clase como proceso, lo cual lo coloca un paso más allá de las formulaciones tradicionales. Sin duda, el énfasis que Kaye coloca en el capítulo dedicado a Thompson muestra la vitalidad y las líneas de continuidad, amén de las diferencias, con el resto de los historiadores marxistas ingleses.

Finalmente, un capítulo final aborda de conjunto las elaboraciones. Se trata de un aporte colectivo, marcado por el inicio de la guerra fría, las colisiones intra-partidarias y los varios caminos que tomó la renovación de las izquierdas. Renovación que alcanzó también los temas estudiados y metodologías de las que echaron mano los marxistas. La obra de Kaye, por su profundidad y sencillez, aporte para la comprensión de los cruces entre historia y sociología a partir de un grupo de intelectuales que, desde sus propias trincheras, marcaron el trabajo sobre el pasado.

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