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El impacto del humanismo en la Escuela Preparatoria de la Universidad de Chihuahua
Gerónimo Ontiveros Juárez; Francisco Alberto Pérez Piñón
Gerónimo Ontiveros Juárez; Francisco Alberto Pérez Piñón
El impacto del humanismo en la Escuela Preparatoria de la Universidad de Chihuahua
Humanism impact in the preparatory school of the University of Chihuahua
L'impact de l'humanisme à l'école préparatoire de l'université de Chihuahua
Debates por la Historia, vol. 7, núm. 1, 2019
Universidad Autónoma de Chihuahua
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Resumen: Este trabajo es resultado de una investigación doctoral en el área de historia e historiografía de la educación, que tiene como objeto de estudio el pensamiento crítico, democrático y humanista de la Escuela Preparatoria de la Universidad de Chihuahua, en la década que va de mediados de 1960 a mediados de 1970. Es un esfuerzo por rescatar las raíces humanistas del pensamiento estudiantil, que durante estos años se volcaron a posiciones radicales y –en algunos casos- a una izquierda radical. La metodología para este trabajo fue búsqueda documental del concepto de humanismo, desde sus raíces grecolatinas, para luego estudiar cómo fue su peculiar conversión en el proceso latinoamericano. Se consiguió identificar la importancia de este pensamiento en la transformación de la Universidad de Chihuahua, a lo largo de su desarrollo histórico. Persiste la duda si el legado de este pensamiento podría representar un agente de cambio para los problemas actuales.

Palabras clave: educación humanista, historia, participación de estudiantes, pensamiento crítico, relación universidad-sociedad.

Abstract: This work is the result of a doctoral dissertation in history and historiography of education whose objective was the critical, democratic and humanistic thinking in the preparatory school of the University of Chihuahua. The study focuses on a span of time from the mid 60’s to the mid 70’s in peruse of the humanistic roots that during these years led to radical positions and often left-wing ideology. The methodology followed for this work was a search for the concept of humanism from its Greco-Latin roots and how it adapted to Latin-American context. This work identified the importance of this thinking and its impact in transforming the University of Chihuahua in its historical development. It remains unanswered whether this legacy of thinking could represent and agent of change for current problems.

Keywords: humanistic education, history, student participation, critical thinking, society and university relation.

Résumé: Ce travail est le résultat d’une thèse de doctorat sur l’histoire et l’historiographie de l’éducation, dans laquelle l’objet de l’étude est la pensée critique, démocratique et humaniste de l’École préparatoire de l’Université de Chihuahua, au cours d’une décennie allant du milieu 1960 au milieu des années 1970, est un effort pour sauver les racines humanistes qui, au cours de ces années, se sont tournées vers des positions radicales et, dans certains cas, vers une gauche radicale. La méthodologie de ce travail consistait à rechercher le concept d'humanisme à partir de ses racines gréco-latines. Pour ensuite étudier comment se présentait sa conversion particulière dans le processus latino-américain, il était possible d'identifier l'importance de cette pensée dans son intervention pour la transformation de l'Université de Chihuahua en son développement. Cependant, le doute subsiste si l'héritage de cette pensée pourrait représenter un agent de changement pour les problèmes actuels.

Mots clés: éducation humaniste, histoire, participation des étudiants, pensée critique, relations société universitaire.

Carátula del artículo

Artículos de investigación

El impacto del humanismo en la Escuela Preparatoria de la Universidad de Chihuahua

Humanism impact in the preparatory school of the University of Chihuahua

L'impact de l'humanisme à l'école préparatoire de l'université de Chihuahua

Gerónimo Ontiveros Juárez*
Universidad Autónoma de Chihuahua, México
Francisco Alberto Pérez Piñón**
Universidad Autónoma de Chihuahua , México
Debates por la Historia
Universidad Autónoma de Chihuahua, México
ISSN: 2594-2956
Periodicidad: Semestral
vol. 7, núm. 1, 2019

Recepción: 12 Enero 2019

Aprobación: 09 Marzo 2019

Publicación: 29 Abril 2019


Introducción

El problema que se plantea en este trabajo –en primer lugar- es recuperar el legado de una conciencia colectiva, expresada en la formación humanista universitaria, durante la década que va de mediados de 1960 a mediados de 1970. Para conseguir esto, fue necesario realizar una recopilación de ciertos datos históricos que dieran cuenta de los maestros fundadores que, desde 1954 y hasta mediados de los años sesenta, fueron pieza clave en la conformación de estos valores universitarios. Ellos contribuyeron en la reconstrucción del significado y del propósito de las distintas escuelas que conformaron el campus universitario y -por lo tanto- fueron precursores de una generación única y genuina, cuyas características no se han vuelto a repetir.

La importancia de este rescate histórico está en conocer las raíces humanistas, antecedentes del surgimiento del pensamiento crítico, democrático e independiente, que sustentaron los movimientos estudiantiles a lo largo del siglo XX y –particularmente- del humanismo latinoamericano circunscrito a la Escuela Preparatoria de la Universidad de Chihuahua -la cual adquiere su autonomía en octubre de 1968-. Se busca realizar una caracterización cercana al humanismo que pretendemos recuperar, para lo cual es necesario rastrear algunas categorías prevalecientes a lo largo de la historia -sobre este concepto- para realizar ciertas comparaciones y contrastes desde distintas posiciones teóricas.

El concepto de la palabra humanismo es bastante importante en el desarrollo del pensamiento universitario de Chihuahua, durante las dos décadas que comprende este estudio. La primera va de 1954 a 1964, que es cuando comienza a gestarse -dentro de la Universidad- una manera de posicionarse frente a los problemas internos, pero también en aquellos que atañen a la sociedad chihuahuense. En la segunda década -1965-1975- la radicalización de los humanistas tomó varias vertientes, algunas de ellas provenientes de la antigua tradición de los pensadores liberales, que se tornaron en una radicalización hacia la izquierda. Esta conversión marca la historia de esta generación y en este estudio no se pretende caracterizarlo como el humanismo académico de raíces renacentistas (donde la prioridad es el arte); sino como una corriente que rescata la parte social y la lleva a la práctica.

El humanismo renacentista europeo toma una forma muy particular en Latinoamérica, una vez que se despoja de sus vestiduras medievales. Aquí los sujetos, apelando a su situación de explotados, buscaron en sus conceptos una base para construir su propia identidad y las universidades formaron parte activa en esta construcción. Una segunda generación de libertadores, que se identificó plenamente con los oprimidos en los pueblos sometidos, constituyó un nuevo concepto (humanismo latinoamericano) que se combinó con múltiples factores sociales. Resalta el empoderamiento de los estudiantes dentro de las universidades, situación que ocasionó que el humanismo se reconfigurara en un pensamiento crítico que hoy en día sigue en la balanza, ante los problemas que aquejan a la región: migración, discriminación, neocolonialismo y lucha por la soberanía.

Es así como encontramos un enlace que se dio de manera casi natural, entre la construcción del humanismo latinoamericano con el pensamiento crítico, democrático y humanista generado dentro de la Universidad de Chihuahua, a partir de sus propias bases históricas. La influencia de los idealistas liberales mexicanos fue un antecedente inmediato para la conformación de muchos institutos de educación superior, que a su vez se convirtieron en espacios de formación de los protagonistas que marcaron la historia del México independiente y –décadas más tarde- de los revolucionarios de principios del siglo XX. Ellos buscaron soluciones a las problemáticas de la educación y lucharon por la consolidación del Estado mexicano y su economía.

Los institutos literarios fueron la base sobre la que se fincaron los primeros intentos de cambio para el país. En el caso particular de Chihuahua, fue dentro del Instituto Científico y Literario donde nació la Escuela Normal para Profesores en 1906, institución que protagonizó muchas luchas magisteriales en la ciudad y –sobre todo- las que se referían a problemas de las zonas rurales. Si en un principio las escuelas de educación superior y media superior, no habían protagonizado un papel importante en los movimientos de independencia y revolucionario, en los años posteriores será justamente en esos planteles donde se condensen las principales demandas sociales. A partir de entonces jugarán el papel protagónico.

Algunos conceptos generales respecto al humanismo

La Real Academia Española define humanismo como un “Movimiento renacentista que propugna el retorno a la cultura grecolatina como medio de restaurar los valores humanos […] Doctrina o actitud vital basada en una concepción integradora de los valores humanos” (RAE, 2018, s/p). Una definición más cercana a la que busca este trabajo corresponde al concepto de humanismo crítico, definido como: “Humanismo que considera al hombre como ser histórico y que muestra lo que es a través de lo que hace con su esfuerzo y trabajo, en cuanto es capaz de desarrollar sus posibilidades” (RAE, 2018, s/p).

El humanismo es una de las disciplinas más antiguas. Se practica desde hace 2 mil 500 años y es –por tanto- una actividad de la que se tiene registro en la Edad Antigua. Por cuestión de pertinencia, esta parte de su historia no se trabajará aquí y solamente haremos una breve reseña de su evolución en algunas épocas o períodos claves de la historia; para contrastarlo con el significado que se le dio en el contexto latinoamericano y sus implicaciones dentro de la academia. Conviene entonces ver alguna de sus variantes. Javier García Gilbert lo describe de la siguiente manera:

Entendemos por HUMANISMO la tradición de una larga sabiduría, vertida por escrito, que tiene sus orígenes en la cultura grecolatina y en el posterior elemento catalizador cristiano y cuyo propósito no es otro que el ennoblecimiento armónico del ser humano en sus facetas ética y estética, existencial y espiritual (García, 2010, p. 11).

El humanismo ha sido transmitido principalmente mediante la escritura, en una modalidad de conocimiento práctico que se despliega a través de actividades teóricas. Es claro que no consiste en una práctica natural nacida por sí sola, sino que ha necesitado reproducirse y en ese proceso interviene la escuela como elemento de transferencia y desenvolvimiento. La palabra y concepto humanismo ha mantenido, por tanto, una relación muy estrecha con el concepto de universidad, desde que se fundaron los primeros centros a cargo de la Iglesia y los grupos eclesiásticos.

El humanismo latinoamericano

En América Latina el impulso de la formación humanista fue en principio de carácter colonial. Las primeras universidades no fomentaron el humanismo crítico en los estudiantes, sino una educación encargada de reforzar los lazos de dependencia. Los planes y programas impulsados en las reformas educativas eran ideados por las autoridades coloniales y las oligarquías terratenientes, de manera que no incitaran a formas de pensamiento autónomo (Silva y Sonntag, 1970). Fue con la independencia de las posesiones coloniales como se dio el enfrentamiento de los terratenientes contra la corona. Las oligarquías criollas tuvieron en sus manos la tarea de reconstruir el Estado y la economía de sus países, una vez que alcanzaron el triunfo, aunque en un principio fue un verdadero fracaso. Silva y Sonntag (1970) atribuyen eso a que la guerra de independencia fue más bien una revolución de tipo política que social, en la que las bases económicas de dependencia no fueron trastocadas. Dicha situación arrastró al fracaso las pretensiones de reconstrucción de las naciones independientes.

Las universidades sufrieron una trasformación orgánica en su estructura política pontificia, hacia fundamentos más de tipo secular. Con esta victoria, las oligarquías triunfantes vieron en estas escuelas el motor de cambió e intentaron introducir nuevos modelos educativos que ayudaran en la formación de las nuevas naciones independientes. Sin embargo, el modelo que adoptaron fue el de la Universidad Napoleónica, el cual funcionó para las necesidades de la sociedad francesa de su tiempo, no así para los países dependientes recién descolonizados. Por otro lado, las universidades latinoamericanas venían de una tradición salamantina y es probable que cuando se intentó incorporar este modelo francés, fuera una razón de peso para su fracaso. Tampoco se cumplieron los ideales de reconstrucción de las naciones independientes que las oligarquías terratenientes habían prometido, por el contrario, se vio una marcada dependencia económica y productiva, que se manifestó en un constante subdesarrollo de los países periféricos en sus relaciones de mercado con la metrópoli, así como el sometimiento de las regiones indígenas y de los trabajadores del campo. Esto tuvo como consecuencia un impacto en los centros universitarios, produciéndose la germinación de una verdadera conciencia nacional y el surgimiento del pensamiento crítico y humanista (Silva y Sonntag, 1970).

Después de los procesos de independencia de los países latinoamericanos y de la consolidación de los terratenientes criollos en las esferas política y económica, surge dentro de las clases subalternas[1] la problemática del sujeto latinoamericano, que es la expresión de un intento por reconocerse y autovalorarse, con base en sus propias condiciones históricas de esclavitud en la población indígena y de explotación del trabajador mestizo en el campo. “La recurrencia casi obsesiva del problema del sujeto en el pensamiento latinoamericano tiene relación con la violencia, el despojo y la objetivación total de la humanidad americana que representó la conquista de América” (Fernández, 2012, p. 12). Esta búsqueda impulsó la necesidad de este sujeto de una constante pregunta por su identidad, surgiendo –a partir de entonces- una segunda generación revolucionaria latinoamericana, expresada en libertadores de origen campesino e indígena.

Las primeras manifestaciones de defensa de los derechos indígenas se fueron mezclando también con las ideas de libertad e independencia de los pueblos subyugados y de los trabajadores del campo. De esta manera se formó una identidad propia, un humanismo latinoamericano que ha llegado hasta nuestros días. Fernández (2012) menciona que este proceso de conformación de la conciencia latinoamericana no fue de ningún modo lineal, sino que tuvo sus propios vaivenes, que son precisamente las raíces de esta corriente. En el mismo sentido, sobre la ponderación del rescate del legado del humanismo crítico, Gustavo Ogarrio afirma que:

¿Cuál es el legado de este humanismo americano, crítico y narrativo, que podemos empuñar para situarnos en el mundo que hoy vivimos? Si, como afirma Jean-Francois Lyotard, el “metarrelato” del humanismo está en crisis terminal, el pensamiento crítico corre el peligro de quedar atrapado en los “juegos del lenguaje” de la condición postmoderna; su criterio para valorarse sería su capacidad para competir en el mercado de las ideas. Sin embargo, todavía es necesaria esa memoria crítica y humanista del colonialismo para colocarnos ante el colonialismo actual, corporativo y transnacional, y para interpretar las violentas políticas antimigratorias, las guerras globales y locales, de prevención antiterrorista o de la apropiación poscolonial de los recursos naturales (Ogarrio, 2016, s/p).

El rescate histórico de una visión humanista crítica parece ofrecer también alternativas al mundo que rodea a hombres y mujeres de su tiempo, a contracorriente de aquellas posiciones posmodernistas, que intentaron convertir la historiografía global o al metarrelato, en un tipo de historia fantástica. En la misma línea se antepone el pensamiento crítico como una herramienta ideológica que contrarresta la tendencia posmoderna a borrar de la conciencia del sujeto el humanismo y –en particular- el humanismo latinoamericano.

El humanismo y las funciones sociales de la universidad fueron doctrinas de progreso que se legaron generacionalmente. En lo político, como forma peculiar de conformación de los Estados latinoamericanos modernos y en lo educativo, como una necesidad de creación, desarrollo y progreso de las universidades. La función social de estas instituciones permanece todavía en muchas escuelas públicas de nivel superior, a diferencia de las universidades norteamericanas, en las que sus funciones tuvieron un enfoque de productividad y competencia laboral desde su fundación.

El modelo universitario que se incorporó en los países coloniales de Latinoamérica dista en sus objetivos del modelo norteamericano. Ambos parecen estar en pugna desde hace algunas décadas, no tanto por la competencia interuniversitaria, sino por la respuesta que ofrecen al desarrollo del sistema económico de cada país, entendiendo que las instituciones norteamericanas “se desarrollaron en la edad clásica del capitalismo norteamericano. El mercado estaba abierto, la demanda condicionaba la oferta” (Stephen Graubard, citado por Waggoner, 1973, p. 4). Esta pugna por la hegemonía del modelo educativo ha cobrado dimensiones desiguales, ya que los mega proyectos enfocados a las universidades -surgidos del plan Bolonia y del proyecto Tuning- insisten en incorporar las formas sistemáticas del modelo empresarial, en donde lo profesional y técnico, se sobreponen al carácter social, científico, crítico, democrático y humanista de las universidades latinoamericanas.

La ideología política en el Instituto Literario de Chihuahua

Después de la consumación de la independencia nacional en 1821, México contaba solo con una universidad centralizada y Pontificia, de marcada tradición dogmática y ortodoxa que se reflejaba en sus métodos, contenidos y control de la enseñanza al modo tradicional. En esa misma década comenzaron a surgir los primeros institutos literarios en los recién conformados estados, con la idea de satisfacer las necesidades de estudiantes que buscaban educación superior.

Aunque se puede decir que los institutos literarios surgieron con la idea de formar a la juventud mexicana en el aspecto religioso, existen indicios de cierta inclinación hacia el humanismo católico y las corrientes liberales de tipo positivista, a decir por las materias que conformaban el plan de estudios: latín, metafísica, ciencias, arte y francés como lengua adicional. Con el proceso de consumación de independencia, la visión de las clases oligárquicas fue también considerar a la universidad como el motor de cambio, pues estas instituciones darían al país los recursos humanos idóneos para realizar las funciones del gobierno y reestablecer la economía. Aunado a ello, imprimirían una fuerte ideología liberal, acorde al proyecto de nación que se buscaba alcanzar.

Los institutos literarios y los colegios civiles fueron instituciones que se formaron como alternativa a la educación religiosa. Rompieron de alguna manera con el monopolio que mantenía la religión de tendencia más conservadora y fue en estas escuelas donde se formaron personajes como Benito Juárez, Ignacio Ramírez, José María Luis Mora, Melchor Ocampo, entre otros liberales mexicanos.

Los institutos literarios recibieron la denominación de científico durante la época porfirista. En el caso de Chihuahua fue la institución educativa más importante a lo largo del siglo XIX y XX, como ocurrió en muchos estados del país. Ofrecía la enseñanza media, caracterizada por una formación humanista muy acabada donde los estudiantes aprendían latín, francés y en menor medida el inglés. Destacaba sobre todo la inclinación formativa hacia la corriente del pensamiento liberal mexicano. El resto de la educación correspondía básicamente a escuelas de primeras letras, cuya función principal era formar a los futuros maestros (Arredondo, 2004).

Con la fundación del Instituto Literario de Chihuahua en el mes de marzo de 1835 (Hernández, 2004) se amplió el espectro educativo. Décadas más tarde, los grupos liberales trataron de consolidar una idea de reforma educativa de tipo científico-positivista que permeo en todas las esferas del país y por esta razón al instituto se añade la categoría de Científico en 1881, quedando como Instituto Científico y Literario de Chihuahua (ICL), nombre que conservó hasta mediados del siglo XX (Hernández, 2010).

La orientación positivista del ICL tuvo su época de esplendor durante las últimas dos décadas del siglo XIX y primera del XX. Sin embargo, derivado del movimiento revolucionario de 1910, en 1933 comenzó a proyectarse una reforma educativa que tuvo profundas repercusiones en la formación humanista (Palacios, 1996). El gobierno del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) impulsó la primera reforma al artículo tercero constitucional, con lo que se marcó un hito en la conformación de un humanismo que se catalizó en la enseñanza de corte socialista, cuya tradición aún se puede observar en las escuelas normales rurales. La forma de incorporar la nueva corriente ocurrió de manera muy peculiar:

La educación socialista despertó el interés de los grupos intelectuales Chihuahuenses que conformaban mayoritariamente, como profesores, el Instituto Científico y Literario y las instituciones que guardaban una dependencia directa con este, -escuelas Preparatoria, secundaria, Normal y de Ingenieros Mecánicos y Electricistas- de tal manera que adoptaron los principios de la nueva reforma, les dieron una interpretación propia y se convirtieron en promotores de estas ideas a través de las actividades cotidianas desarrolladas, principalmente en los años de 1934 y hasta principios de 1936, que corresponden al período de mayor agitación (Trujillo, 2015, pp. 94-95).

Las raíces ideológicas de la Universidad Autónoma de Chihuahua se encuentran pues en el liberalismo del siglo XIX, en el positivismo científico porfirista, en el proyecto revolucionario constitucionalista y en el socialismo cardenista. Tuvo una eterna deuda con el ICL –a través de la Escuela Preparatoria- y el 8 de diciembre de 1954 adquirió su autonomía, mediante el decreto 171 publicado en el Periódico Oficial del Gobierno del Estado (Hernández, 2004). A partir de ese momento, la institución inició una nueva etapa en su relación con la sociedad.

Conformación del humanismo moderno en la Universidad de Chihuahua

A mediados de los años cincuenta, uno de los grandes personajes que impactó enormemente en la formación humanista moderna y que dejó un legado indeleble en el pensamiento crítico moderno local, fue el maestro Federico Ferro Gay. Llegó a Chihuahua procedente de Italia, agobiado por la incertidumbre de su destino, pero logró incorporarse rápidamente a la docencia en el ICL, impartiendo clases de filosofía. Con el paso del tiempo se consolidó como uno de los eruditos en el Instituto y al fundarse la moderna Universidad de Chihuahua, fue el encargado de impartir las cátedras de letras clásicas y filosofía de la Escuela Preparatoria y de la Escuela de Derecho, según apunta Héctor Pedraza Reyes en una magnífica biografía dedicada a este erudito humanista y gran promotor de la educación crítica en el estado.

La visión humanista de Ferro Gay se puede resumir en las palabras que él mismo pronunció: “El humanismo es el interés genuino y auténtico por el hombre, el humanismo no tiene sentido si no se dirige al hombre, debe adquirir todos los días una batalla que debe ganar para sobrevivir” (UACJ Media, 2013). El hombre como centro fundamental de esta formación, más allá de ver al humanismo como una disciplina académica, la concibe como la conformación de un hombre social. Se dice que Ferro Gay se formó en el humanismo académico con los salesianos, pero lo llevó a la práctica a partir de su experiencia personal amarga con los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Él decía que la formación humanista es “Producir cosas que hagan reflexionar y que concienticen a la sociedad, toda profesión se justifica por el servicio que presta… la universidad debe de prestar un servicio y acercarse más al pueblo, hacerle ver que hay una presencia activa, de la cual ellos pueden beneficiarse” (UACJ Media, 2013). Esta visión sobre el quehacer humano tiene una coincidencia muy similar con los conceptos de humanismo de los autores que se mencionaron con antelación en este trabajo.

Al precisar lo que debería caracterizar el pensamiento disidente, tomamos en cuenta lo que decía Gramsci sobre la transformación que la filosofía debe realizar en las formas populares de pensamiento: por un lado, propiciar la toma de conciencia de sus propias capacidades y necesidades, o sea, la liberación de sus prejuicios; y, por el otro, promover la elevación del sentido común, a niveles en los que este pueda estar en condiciones de participar en la conformación de un proyecto de sociedad, de tal forma que se establezca un nuevo orden social, una reforma intelectual y moral (Ferro, 2003, p. 393).

El pensamiento disidente como categoría gramsciana refleja la inclinación intelectual a la que el maestro Ferro Gay apuntaba. Introducía en la filosofía el ingrediente de los pensadores italianos de los años cuarenta, entre los que se incluyeron marxistas de la segunda generación que apuntaban hacia un pensamiento humanista pero también crítico.

Otro ejemplo de maestros formados con esa tradición humanista es José Luis Orozco Alcántar, quien estudió en la Escuela Preparatoria y la carrera en la Universidad. Al ser una práctica común que los egresados ejercieran posteriormente como profesores universitarios, comenzó a impartir algunas asignaturas en la Escuela Preparatoria y con el paso del tiempo –habiendo adquirido experiencia en la docencia- se encargó de ciertas cátedras en las áreas de filosofía y sociología (García, 2018, s/p); luego comenzó a publicar algunos libros sobre ciencia política. Parte de todo su bagaje y pensamiento lo materializó en la obra titulada “Escritos políticos (1968-1973)”, donde –entre otros temas- trabajó lo que para él es la verdadera y real función social de un individuo formado en la tradición humanista y crítica.

Pero ocurre igualmente preguntarnos hasta qué punto, esa coincidencia ideal entre “el hombre productivo” y el “hombre moral” que lanza por la borda sus creencias e ilusiones ancestrales, aproxima a la extinción “su falsa conciencia”. Lo cual presupone el interrogante previo sobre lo que es y cómo se entiende la “conciencia verdadera” del hombre. Porque si la entendemos fragmentariamente, a la manera del técnico que diseña sobre disponibilidades concretas, un fin adecuando objetivamente los medios para su realización, es evidente que esa conciencia pierde universalidad, se hace relativa al fin concreto. Con ello, la verdad se hace la verdad del especialista; ir más allá, anhelar una verdad social más plena e inclusiva implicaría penetrar en el campo condenado de la ideología (Orozco, 2014, p. 422).

Esa transformación de la conciencia había sido guiada en un principio básicamente por las “visiones ocultas que requieren de una segunda mirada para explicárselas y que constituyen comportamientos culturales de la sociedad” (Hernández, Pérez y Trujillo, 2018, p. 194). Con sus reflexiones Orozco propone una conciencia verdadera, libre de prejuicios.

Como José Luis Orozco hubo otros maestros que asimilaron el humanismo tradicional y comenzaron a fomentarlo dentro y fuera de la Universidad. En el ambiente estudiantil existía una fraterna confluencia entre alumnos y maestros, a través de los contenidos educativos. Al socialismo clásico se adhirieron nuevas tendencias sobre el estudio del marxismo y en esos años comenzaron a llegar a Chihuahua libros con expresiones más críticas que complementaron el pensamiento de la comunidad estudiantil universitaria. El resultado fue que los profesionistas tuvieron una visión crítica e incluso –en algunos sectores reducidos- de izquierda, que se consolidó a partir del estudio de pensadores estadounidenses que criticaban la propia política exterior de los Estados Unidos. Comenzaron a discutir las diferencias entre los objetivos sociales de las universidades norteamericanas respecto de las latinoamericanas; sin embargo, hubo grupos muy pequeños y selectos que apuntaron hacia la concepción del mundo desde ángulos filosóficos, sociológicos y políticos.

Otro precursor de este tipo de humanismo fue Rafael Lozoya Varela, abogado destacado que impartía clases tanto en la Escuela de Derecho –luego Facultad- como en la Escuela Preparatoria. Influyó en una gran cantidad de estudiantes que fueron herederos directos de su pensamiento y actuar.

En sus lecciones, sus críticas puntuales y despiadadas siempre estaban, en el fondo, la consigna de que había que atreverse a pensar (sapere aude) y además hacerlo por cuenta propia. Así fue en las múltiples cátedras que ocupó, en sus investigaciones, en el servicio público, en la academia y en el consejo prestado a la solidaridad requerida en momentos difíciles. Quizá, de alguna manera, los libros fueron su vida... Lo pienso así y este es sólo un testimonio de los muchos que hay sobre él, porque cuando fue mi maestro de Filología en la antigua y lamentablemente desaparecida Escuela Preparatoria de la Universidad Autónoma de Chihuahua, nos explicó a detalle las familias de las lenguas del gran Babel universal deteniéndose, por razones obvias, en las indoeuropeas de las que el castellano es un descendiente. Eso lo llevó a exponernos el tema de los arios y a diseccionar las sangrientas visiones racialistas que se construyeron después por la extrema derecha europea hasta llegar a los horrores del nazismo. Sutil, pero profundo y ajeno a todo sentido panfletario o propagandista, quienes lo escuchamos supimos del peligro del totalitarismo y de los porqués de la necesidad de cancelar una ruta que desgraciadamente hasta ahora se empeña en destruir a la humanidad (García, 2017, s/p).

Las ideas humanistas se orientaron hacia un combate necesario contra el intento de imposición del pensamiento único, que ya se venía fraguando y que –a mediados de los años sesenta del siglo pasado- se dejó sentir en una impresionante rebeldía estudiantil a escala planetaria. Chihuahua se anticipó, a través de la acción de estos precursores, en fomentar un pensamiento auténtico que formaba estudiantes liberales críticos, socialdemócratas y radicales. En ese mismo ambiente surge el trabajo práctico del maestro Augusto Martínez Gil, considerado también entre los docentes de corte humanista. Él estuvo convencido de que la Universidad tenía el deber de formar personas con alta responsabilidad social y concebía una institución con una verdadera inserción social, donde antes que servir al mercado, era responsable de la formación profesional de los universitarios más allá de la academia.

A la postre, quien tiene la razón y sabe sacrificarse por ella, ve concluido sus anhelos, por el éxito, más no el éxito del que hablan los que fincan su moral en el utilitarismo, si no de aquel que, inspirado en profundas convicciones humanitarias, sabe alcanzar sin impaciencia, la conquista de los grandes intereses de la sociedad. Consideramos que la tarea de contribuir a la formación de la juventud, sólo se puede satisfacer plenamente, si inspirados en estos principios, nos damos a la tarea de generar un profesional de nuevo tipo, profesional surgido de una universidad ya redefinida en sus objetivos, en sus propósitos y en los medios para alcanzar aquellos, es decir, en una universidad concebida como agente del cambio social, con sentido progresivo (Histórico Académico, 2016).

Estos maestros humanistas de la Universidad de Chihuahua mantuvieron un vínculo muy estrecho con la Escuela de Derecho y la Escuela Preparatoria, debido en gran parte a la impartición de cátedras de perfil humanista, con una convicción muy arraigada de la responsabilidad social universitaria. Sus actividades se encontraban dentro de la academia, pero muchos de ellos ejercieron influencia en otros ámbitos de la vida pública, como fue el caso del maestro Rafael Lozoya Varela, Jorge Mázpules Pérez y Olac Fuentes Molinar, según testimonios de quienes fueron sus alumnos.

En esta misma línea humanista, pero con una tendencia más orgánica –y tal vez un poco más actual- se destaca el trabajo del maestro Antonio Becerra Gaytán, quien también formó parte de los personajes que influenciaron de manera directa la tradición formativa de la Preparatoria y de la Universidad, aunque él considera que la presencia de los estudiantes se dio más dentro del movimiento cultural. Para Becerra Gaytán, el desarrollo de las humanidades de la Escuela Preparatoria impactó directamente en la comunidad, debido a que “era en este espacio en donde se concentraban los personajes más ilustres, considerados entonces como la intelectualidad chihuahuense” (Antonio Becerra Gaytán, comunicación personal, 14 de diciembre de 2018).

La libertad de cátedra jugó un papel central en la formación humanista y al mismo tiempo suscitó el desarrollo del pensamiento crítico, pues se debatían abiertamente las ideas de la Revolución Mexicana y con ella, los temas respecto al liberalismo. Este pensamiento era de avanzada en la ciudad de Chihuahua, debido a que los grupos más influyentes –como la Sociedad Ignacio Ramírez- estaban a la vanguardia en las nuevas ideas. Precisamente el nombre de esta agrupación proviene de uno de los filósofos de la corriente del pensamiento liberal mexicano.

Radicalización del pensamiento humanista

La Escuela Preparatoria no puede estudiarse al margen de la Universidad por dos razones: 1) porque pertenecía a la estructura universitaria, al igual que la Escuela de Derecho, Ingeniería, Zootecnia, Comercio y Administración; y 2) porque la década de 1960 es el periodo de auge del pensamiento crítico y humanista, y fue cuando se formaron la mayoría de los estudiantes que ingresaron a las distintas escuelas de nivel superior. Cuando se habla de los universitarios, se incluye a los estudiantes de la Escuela Preparatoria como parte inherente de esta casa de estudios.

Al fundarse la Universidad de Chihuahua -en 1954- la Escuela Preparatoria fue el pilar sobre el cual se edificó toda la estructura educativa universitaria. Su tradición se mantuvo por muchos años y como ejemplo fueron las organizaciones de estudiantes que en el resto de las dependencias tomaron el nombre de “sociedad de alumnos”, en tanto que en la Preparatoria la agrupación conservó el nombre de “Círculo Fraternal del Instituto Científico y Literario”. Este órgano estudiantil se constituyó en 1929, con base en el derecho que concedía el reglamento interno del ICL para formar asociaciones estudiantiles (Trujillo, Pérez y Hernández, 2013). Lo mismo ocurría con otros aspectos de la vida diaria, como señala Víctor Orozco: “Cuando fui alumno de ahí, en la secundaria (…) todavía le decíamos Instituto, aún y cuando oficialmente ya no lo era, ya habían pasado algunos años, pero todavía se le conocía como el ICL” (Víctor Orozco, comunicación personal, 17 de enero de 2019). Carlos Montemayor también menciona que: “Muy joven era yo cuando desde Parral vine a la Escuela Preparatoria de la Universidad de Chihuahua, preparatoria a la que en diversas ocasiones aún llamábamos Instituto Científico y Literario”. La tradición escolar que se fraguó en el Instituto pervivió en la memoria de muchos estudiantes y maestros, hasta que oficialmente la Escuela Preparatoria cerró sus puertas.

El pensamiento humanista de la década de los sesenta también estuvo fuertemente vinculado al normalismo chihuahuense que inició en 1906, cuando se fundó la Escuela Normal del Estado. La institución ocupó e mismo edificio del ICL y compartían sus maestros (Hernández, 2010). La guerrilla de Arturo Gámiz García –estudiante normalista- respondió a esa formación del pensamiento independiente, al igual que muchos otros estudiantes, tanto de la Normal del Estado como de Salaices y –en menor medida- de la Normal “Ricardo Flores Magón” de Saucillo (Luna, 1977).

Durante la primera parte de la década de los sesenta comenzó a avivarse la radicalización hacia la izquierda dentro de la propia Universidad. Los movimientos estudiantiles que en un principio estuvieron en las normales, se trasladaron al ámbito universitario. El viraje respondió –en parte- a la fundación de la Sociedad Ignacio Ramírez, entre finales de 1964 y principios de 1965. Este proceso generó un acalorado debate que indujo a la crítica del estado de cosas, la religión y la política. Incluso dentro de los círculos católicos muchos integrantes se volcaron a posiciones de la izquierda radical.

La democracia cristiana era una fuerte corriente ideológica que se desmarcaba de la derecha religiosa, pues planteaban un cristianismo más vuelto hacia los pobres que politizaban apasionadamente con la izquierda marxista. En este grupo se ubicaba el maestro Arturo Rico Bovio quien señala: “éramos un pequeño grupo de pensadores entre los que nos encontrábamos Oscar Martínez, Bertha Luján y Manuel Siqueiros, polemizábamos mucho con los radicales marxistas” (Arturo Rico Bovio, comunicación personal, 25 de marzo de 2018). Así, entre 1962 y 1965 se juntaron en la Escuela Preparatoria esa vieja tradición liberal juarista del antiguo Instituto, con nuevos planteamientos que llegaban de la izquierda tradicionalista. Ambas contribuyeron a la diferenciación ideológica.

En esa misma década de 1960 hubo varios movimientos que marcaron el ambiente universitario de Chihuahua. El primero corresponde a la huelga contra el rector Carlos Villamar Talledo, que estuvo dirigida por la sociedad Ignacio Ramírez: “fue una huelga que terminó en un empate, no renunció el rector, pero el movimiento quedó muy fortalecido” (Víctor Orozco, comunicación personal, 17 de enero de 2019).

En 1965, una vez levantada la huelga, se produjo el cambio en la rectoría de la universidad, lo cual radicalizó a los estudiantes, sobre todo a los de Derecho. Las escuelas Preparatoria y de Derecho siempre iban juntas en los movimientos y durante esa década estuvieron juntas en una serie de movilizaciones estudiantiles de menor importancia, pero que “contribuyeron mucho a acrecentar el peso político que teníamos los estudiantes en aquella época” (Víctor Orozco, comunicación personal, 17 de enero de 2019). La fuerza estudiantil era tan marcada en esos años que no se podían tomar decisiones unilaterales, ni por el gobierno, ni por las autoridades universitarias, si no se contaba cuando menos con el apoyo o la tolerancia de los estudiantes.

Durante el sexenio del presidente Gustavo Díaz Ordaz, las universidades estuvieron sometidas a un régimen de austeridad. Los recursos económicos no eran suficientes para el sostenimiento y mucho menos para emprender tareas de modernización. Las organizaciones políticas comenzaron a buscar alternativas para la obtención de recursos y una de las propuestas fue establecer una sobretasa a los impuestos estatales. En Chihuahua se propuso esta alternativa, pero el entonces gobernador Práxedes Giner Durán se opuso, así como el Congreso del Estado, las cámaras industriales y la clase política. Los estudiantes pugnaron por la obtención de recursos económicos exigiendo que se destinara el 10% de todos los impuestos del estado para la Universidad, pero –ante la negativa- los estudiantes optaron por la huelga. De esta manera las autoridades se vieron obligadas a aprobar el impuesto universitario, aunque Víctor Orozco señala que no fue del 10, sino del 4% (comunicación personal, 17 de enero de 2019).

El triunfo de los estudiantes sirvió para mostrar la fuerza de su movimiento y a la vez dio a la Universidad recursos que de otra manera no se hubieran obtenido: “el presupuesto de la universidad en aquella época era de 8 millones de pesos y logramos aumentarlo a más de 24 millones, es decir se triplicó gracias al movimiento estudiantil” (Víctor Orozco, comunicación personal, 17 de enero de 2019). Este hecho sirve para dar una idea de la agitación política que se dio dentro de la Universidad en los años que corren de 1964 a 1974, donde las acciones estudiantiles trajeron triunfos significativos y concesiones palpables de las que pudieron disfrutar las siguientes generaciones.

A manera de conclusión

El trabajo de reconstrucción histórica de la conciencia colectiva y de la formación humanista que ocurrió entre mediados de la década de 1960 y mediados de 1970, en la Escuela Preparatoria de la Universidad de Chihuahua, no es un trabajo acabado. Se lograron recuperar bastantes datos que permiten la resignificación histórica del pensamiento crítico, democrático y humanista de quienes estuvieron como alumnos durante la década de los sesenta y que ya en 1972 y 1973 ejercieron como maestros.

La relevancia de este trabajo es que contribuye a enriquecer la historia local en un periodo muy genuino de la historia global, que difícilmente se repetirá, ¿cuáles fueron las raíces propias de estos estudiantes universitarios que lucharon y lograron transformar su realidad, a pesar de la derrota final? Desde posiciones ideológicas se ha dicho que respondieron a las modas del momento, pero en esta investigación se puede ver que el movimiento universitario de Chihuahua tiene su propia historia que contar. Su proceso se liga incluso con la revolución villista y –en menor medida- con el zapatismo.

Después de la independencia de las colonias en Latinoamérica, junto a otros proyectos que se propuso la segunda generación de libertadores, se intentó construir la identidad latinoamericana. En México fueron principalmente las ideas de los liberales las que mudaron de la esfera política hacia los centros educativos. Posteriormente, con el fracaso de los proyectos de progreso anunciados por los positivistas del porfiriato, las generaciones revolucionarias buscaron otras alternativas hasta desembocar en la educación socialista de los años treinta. La combinación de elementos revolucionarios con programas ideológicos, provocó la efervescencia de un pensamiento crítico en pequeños grupos de vanguardias normalistas.

¿Cuál fue el contexto sobre el que se fue gestando el pensamiento crítico, democrático y humanista de los estudiantes de la Escuela Preparatoria de la Universidad de Chihuahua? Muchos líderes sociales chihuahuenses de los años sesenta y setenta fueron maestros formados en las escuelas normales y posteriormente se incorporaron a las escuelas de la Universidad. Hasta este último espacio llegó la segunda etapa de empuje estudiantil, siendo la Escuela Preparatoria el semillero de formación de una cultura política que condensó la tradición humanista que luego fue radicalizada.

Los problemas internos de la Universidad obedecieron al proceso de modernización natural, que luego llevó a los estudiantes a pugnar por la transformación estructural, el cogobierno, la paridad, los recursos económicos destinados a infraestructura y la rendición de cuentas. Estos fueron elementos para la conformación del pensamiento independiente.

Los elementos del contexto que influyeron en los universitarios provienen de varios problemas y necesidades sociales de ese momento, tanto a nivel nacional como internacional. A finales de los años sesenta –aunado al crecimiento de la ciudad- aumentó el problema de escases de viviendas. Muchos estudiantes que se sintieron comprometidos participaron en la integración del Comité de Defensa Popular, agrupación que luego inició la lucha inquilinaria que permitió a muchos chihuahuenses contar con una casa. El sindicato de ferrocarrileros tuvo también una afinidad con el movimiento estudiantil y sus integrantes participaron activamente en varias movilizaciones. Lo mismo ocurrió con el problema de la tierra en la sierra de Chihuahua, que llegó a su máxima expresión el 23 de septiembre de 1965, cuando un grupo de jóvenes guerrilleros intentaron tomar el cuartel de Cd. Madera. Algunos combatientes fueron estudiantes de la Normal del Estado y de la Normal de Salaices, quienes mantuvieron un estrecho vínculo político con los universitarios.

A escala internacional, la efervescencia de las luchas estudiantiles que iniciaron en Berkeley en 1964, los contrastantes movimientos estudiantiles del 68 francés y mexicano; su contemporáneo movimiento estudiantil en Argentina, a principios de 1970, que había desembocado en el Cordobazo; así como las masivas protestas del pueblo norteamericano contra la Guerra de Vietnam, fueron elementos que marcaron una década convulsa en la que coexistieron los estudiantes de la Escuela Preparatoria. Estos acontecimientos catalizaron una peculiar identidad estudiantil.

Material suplementario
Referencias
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Notas
Notas
[1] Clases subalternas es una categoría de Antonio Gramsci que hace referencia a grupos marginados o subyugados. En este caso se refiere a los indígenas y a los mestizos latinoamericanos, quienes trabajaban para los terratenientes o eran esclavizados.
Notas de autor
* Estudiante Becario del Doctorado en Educación, Artes y Humanidades en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de Chihuahua (México). Es Licenciado en Filosofía por la misma universidad; Maestro en Educación por la Universidad Pedagógica Nacional, Campus Madera; Profesor de Telebachillerato en las Varas Municipio de Madera. Actualmente realiza actividades académicas y de investigación en un doctorado acreditado por el Programa Nacional de Posgrado de Calidad del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología PNPC-Conacyt.
** Profesor investigador de la Universidad Autónoma de Chihuahua (México). Es doctor en Ciencias Pedagógicas (Cuba). Entre sus publicaciones recientes están: “Apuntes para una historia posmodernista” en Espacio abierto vol. 25, n.4 (2016); y capítulo de libro “La hacienda de coyotillos, un acercamiento a los contenidos educativos en Acercamientos a la historia de la educación. Diálogos, actores y fuentes en la construcción del conocimiento histórico (2017). Trabaja la línea de investigación de Historia e Historiografía de la Educación. Cuenta con reconocimientos al perfil PRODEP y del Sistema Nacional de Investigadores, nivel 1. Es miembro de la Sociedad Mexicana de Historia de la Educación, del Consejo Mexicano de Investigación Educativa y de la Red de Investigadores Educativos Chihuahua.
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