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Del aula a la sierra. La participación de los estudiantes normalistas en la guerrilla del GPG en Chihuahua
Carmen Andrea Elena Ríos
Carmen Andrea Elena Ríos
Del aula a la sierra. La participación de los estudiantes normalistas en la guerrilla del GPG en Chihuahua
From the classroom to the mountains. The participation of the normal students in the GPG guerrilla in Chihuahua
De la salle de classe aux montagnes. La participation des étudiants normalistes à la guérilla du GPG à Chihuahua
Debates por la Historia, vol. 7, núm. 1, 2019
Universidad Autónoma de Chihuahua
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Resumen: La compleja historia armada de la sociedad chihuahuense ha transitado, a lo largo del tiempo, en una región económica y políticamente marginal. El Grupo Popular Guerrillero (GPG) surge como respuesta al hartazgo de la gente por la represión ejercida en contra de la población vulnerable. La guerrilla en Chihuahua, antes de ser llamada como tal, tuvo su etapa de activismo social a modo de acción política y se mantuvo incluso hasta el día del asalto al Cuartel Madera, el 23 de septiembre de 1965. La investigación que aquí se presenta gira en torno a la participación de los estudiantes de las normales rurales en el levantamiento armado del GPG bajo el criterio de marginalidad, la transición de un estado de resistencia activa y pacífica, a resistencia armada. En este sentido, la resistencia ha tomado forma de defensa de la población frente a sus opresores, que una de sus formas puede ser: la resistencia activa no violenta, que plantea formas de lucha basadas en la fuerza de los valores éticos con los que se oponen a las acciones injustas. Por eso, este trabajo es una reinterpretación a la guerrilla del GPG en su carácter de autodefensa popular, que se traduce en la defensa propia, individual o colectiva; forma en que este grupo armado reaccionó contra cualquier transgresión perjudicial, cuyo caso tuvo tanto derecho como fuerza para defenderse por sí mismo.

Palabras clave: Autodefensa, resistencia, marginalidad, educación, historicidad.

Abstract: Chihuahua has largely been regarded as an economically and politically marginal region that has had a complex history of guerilla warfare. The People's Guerrilla Group (Spanish: Grupo Popular Guerrillero, the GPG) sprang up when civilians reached the limits of their endurance for the repression exercised against the vulnerable populations. The guerrilla warfare in Chihuahua began initially as a politically active group that later undertook armed actions that led them to the assault on the Madera barracks on September 23, 1625. This research focuses on the involvement of students from rural normal schools in the development of the GPG and its transition from peaceful political activism to guerrilla warfare under the criterion of marginality. In this sense, before endorsing political violence, victims of repression who oppose a state´s unfair actions and who´s strength resides on their ethical values respond against state repression through non-violent active resistance. Thus, this work, concentrating on the development of the GPG, presents conclusions that differ from other approaches and proposes that state repression was the major determinant of this group´s political violence as a form of self and collective defense, and that this guerilla warfare had both the right and strength to defend itself.

Keywords: self-defense, resistance, marginality, education, historicity.

Résumé: L'histoire militaire complexe de la société de Chihuahua a évolué au fil du temps en fonction de cette région économiquement et politiquement marginale. Le Groupe de Guérilla Populaire (GPG) est une réponse à la lassitude des habitants face à la répression exercée sur la population vulnérable. La guérilla de Chihuahua, avant d'être appelée ainsi, est passée par une étape d’activisme social sous la forme d’une action politique qui a été maintenue jusqu'au jour de l'assaut de la caserne de Madera, le 23 septembre 1965. La présente recherche est axée autour de la participation d'étudiants des écoles rurales dans le soulèvement armé du GPG dont le critère est la marginalisation, la transition d'un état de résistance active pacifique à la résistance armée. En ce sens, la résistance a pris la forme de la défense de la population face à ses oppresseurs sous différents aspects: la résistance active non violente qui constitue une des modalités de lutte fondées sur la force des valeurs éthiques opposées aux actions injustes. Par conséquent, cet article apporte une réinterprétation de la guérilla GPG en tant que légitime défense populaire qui se traduit par sa propre défense, individuelle ou collective, manière dont ce groupe armé a réagi contre toute transgression préjudiciable, cas d’auto-défense qui a eu autant de légitimité que de force.

Mots clés: légitime défense, résistance, marginalisation, éducation, historicité.

Carátula del artículo

Artículos de investigación

Del aula a la sierra. La participación de los estudiantes normalistas en la guerrilla del GPG en Chihuahua

From the classroom to the mountains. The participation of the normal students in the GPG guerrilla in Chihuahua

De la salle de classe aux montagnes. La participation des étudiants normalistes à la guérilla du GPG à Chihuahua

Carmen Andrea Elena Ríos*
Universidad Nacional Autónoma de México, México
Debates por la Historia
Universidad Autónoma de Chihuahua, México
ISSN: 2594-2956
Periodicidad: Semestral
vol. 7, núm. 1, 2019

Recepción: 13 Diciembre 2018

Aprobación: 02 Febrero 2019

Publicación: 29 Abril 2019


Introducción

El presente trabajo aborda el tema de la participación de los estudiantes normalistas en la guerrilla del Grupo Popular Guerrillero (GPG) en Chihuahua, como continuidad del artículo intitulado “Ni mártires ni bandidos. La guerrilla del GPG en Chihuahua (1963-1965)” (Elena, 2018) y que responde a la necesidad de reinterpretar dicho alzamiento, dejando de lado la narración para otorgarle una cualidad de autodefensa, pues forma parte de preocupaciones previas de investigación (tesis, ponencias y conversatorios sobre movimientos armados) que utilizan diálogos con corrientes históricas (marxismo británico de Eric Hobsbawm) que, lejos de quedarse en una sola vertiente de análisis, sugiere nuevas formas de investigación desde el campo de las ciencias sociales como son la historia, la historiografía y la historicidad, mismas que fundamentan este trabajo.

La compleja historia armada de la sociedad chihuahuense ha transitado, a lo largo del tiempo, en una región económica y políticamente marginal que ha sido escenario de grandes luchas (como la Revolución Mexicana) entre el gobierno y la sociedad mayoritariamente pobre. Durante la primera mitad de la década de los sesenta, ni el gobierno federal ni el estatal -como impulsores de la legitimidad de la estructura del poder- habían permitido el levantamiento de verdaderos movimientos sociales, ni mucho menos guerrilleros. El alzamiento armado en Chihuahua, antes de ser llamada como tal, tuvo su etapa de activismo social a modo de acción política, que se mantuvo hasta el día del asalto al Cuartel Madera, el 23 de septiembre de 1965. Así, el GPG surgió como respuesta al hartazgo de la gente por la represión ejercida en contra de la población vulnerable.

De esta manera, la guerrilla mantuvo el carácter de autodefensa popular, que se traduce en la defensa propia, individual o colectiva contra cualquier transgresión perjudicial, en cuyo caso tuvo tanto derecho como fuerza para defenderse por sí misma. Para otorgar dicha cualidad, se analiza desde la educación, caracterizada por el trabajo político de los normalistas dentro de la misma escuela y/o como parte de las redes urbanas conformadas por grupos de estudiantes que ayudaban al GPG, con información acerca de las actividades del gobierno estatal.

A la par, encontramos la participación de los normalistas en los mítines y encuentros, vistos desde la historicidad[1], que se entiende no solo como la sucesión de hechos que empleó el movimiento guerrillero para justificar su legítima defensa, sino como el conocimiento de que toda actividad del ser humano forma parte de la historia. Todo esto se traduce como un estado intermedio entre la resistencia pacífica a la bélica y, en el caso de los futuros guerrilleros, el paso del aula a la sierra, de tal manera que el GPG dejó clara su legítima defensa cristalizando (por escrito) su postura en la “participación de los estudiantes en el movimiento revolucionario” y “las cinco resoluciones” del Primer y Segundo Encuentros en la Sierra, celebrados en 1963 y 1965, respectivamente.

Como se mencionó con antelación, el nuevo concepto a emplear es la autodefensa; en este sentido -y como bien señala Lidia Girola- "Una palabra se convierte en concepto [para las ciencias sociales] si la totalidad de un contexto de experiencia y significado sociopolítico, en el que usa y para el que se usa una palabra, pasa a formar parte de esa única palabra" (Girola, 2011, p. 34). Si un texto puede tener el mismo origen, esto no asegura que se refiera exactamente a lo mismo que el lector esté pensando que signifique. Por tanto, “los conceptos que utilizamos para explicar la realidad tienen, tanto determinaciones temporales como de contenido, que se refieren a las características propias de la situación, momento o época a los que los conceptos aluden” (Girola, 2011, p. 34).

Antes de abordar de lleno el término autodefensa, es necesario conocer un poco más sobre la resistencia y cómo se puede presentar en un movimiento social, organización o grupo legal para luchar en contra de un gobierno arbitrario[2]. La resistencia ha tomado forma de defensa de la población frente a sus opresores y puede ser: 1) la resistencia no violenta, que plantea estrategias de lucha basadas en la fuerza de los valores éticos con los que se oponen a las acciones injustas. Este tipo de actividad se ubica en la resistencia activa pacífica, pues se trata de la autodefensa desde la acción política; y 2) la resistencia activa violenta que se utiliza en oposición a cualquier tipo de poder, para reivindicar los derechos del hombre y con la convicción de que a través de las armas se puede provocar un cambio radical del orden social imperante.

Así, la lucha armada del GPG -antes de proclamarse públicamente contra el gobierno- tuvo su etapa de resistencia pacífica. Este tipo de resistencia la encontramos en las autodefensas, que son acciones del individuo para repeler un ataque y salvaguardar sus bienes y derechos. Se trata de un conjunto de personas que, generalmente de forma clandestina, se oponen a los invasores de un territorio o a una dictadura, transitando a resistencia activa violenta cuando se asume una postura radical (pronunciación directa) en contra del sistema de gobierno imperante, con miras a erradicar el orden establecido.

En realidad, resulta complejo comprender las autodefensas (por la vía pacífica y/o armada relacionadas al GPG), las causas y las formas de su nacimiento; pues suelen confundirse y es habitual escuchar ideas equivocadas sobre su significación. Es decir, son apreciaciones parciales e incompletas pues no se toman en cuenta las múltiples dimensiones que posee. En México, el término autodefensa nos lleva en automático al estado de Michoacán, donde se formaron grupos de civiles -agricultores y comerciantes armados- que lucharon en contra de narcotraficantes agrupados en el cártel de los Caballeros Templarios.

Empero, si bien las autodefensas son resultado de la lucha por las injusticias cometidas en contra de una sociedad pauperizada, no significa que únicamente surjan por el fastidio de la gente. Por el contrario, el concepto de autodefensa puede ser reinterpretado, ya que para los campesinos, obreros y estudiantes normalistas del estado de Chihuahua lo más importante era defender su derecho al trabajo, tierra y educación. Cuando se hablaba de seguridad significaba defenderse de las autoridades estatales y de los caciques, por lo tanto, no hay que relacionar la contienda del narcotráfico con la resistencia social de los sectores menos privilegiados.

De la resistencia a la autodefensa

Antes de introducir a la resistencia y su paso a la autodefensa, se hace una pequeña diferencia entre marginación y marginalidad, pues aunque son conceptos que pueden ser empleados de forma semejante, hay una ligera variante. El sector marginado incluye a todas aquellas personas que están al margen (o debajo) de la estructura de clases; aquellos que son excluidos económica, política y socialmente, logrando sobrevivir entre el desempleo y los empleos precarios.

Es importante entender que existe una relación entre segregación, exclusión social y marginación. La exclusión es una actitud negativa en contra de algún grupo social que padece discriminación y no goza de sus derechos. Esto lleva a un estado de segregación (marginalidad) que es una situación en desventaja económica, política o de estatus social, donde el grupo segregado no puede traspasar las fronteras del sector dominante.

Por otro lado, la marginación es un fenómeno que afecta a las localidades y no necesariamente todas las personas que viven en ellas pertenecen a estratos marginales. Sin embargo, siempre han existido sectores donde no se acepta al ser humano por su raza o porque carece de los ingresos necesarios o básicos para sobrellevar una vida digna, percibiendo su incapacidad para satisfacer dichas necesidades. Por ello, y debido a la estrechez entre marginalidad y marginación, se emplean ambos términos.

La marginalidad se presenta cuando los grupos sociales marginados padecen la separación efectiva respecto al resto de la sociedad y puede ir desde el aislamiento geográfico hasta la represión; dejando al sector segregado al margen del funcionamiento social y sin oportunidades de un desarrollo pleno. Entonces, la marginalidad se traduce en acción social a manera de resistencia activa pacífica dentro de las normales rurales de los años sesenta.

La autodefensa en las normales rurales

En el caso del sector educativo -considero que se trata de la marginalidad por represión de conducta- abarcaba la segregación por falta de recursos económicos y mejoras en los centros educativos. Los estudiantes generalmente eran reprimidos debido a que presentaban una actitud subversiva e incompatible con las normas establecidas dentro de la comunidad y por el gobierno. Debido a estos factores de segregación social, las escuelas normales rurales en Chihuahua fueron acusadas de ser semilleros de guerrilleros. Por tanto, se implementó un plan para su desaparición, bajo la excusa de que se habían desviado de su verdadero objetivo: la educación popular.

Las normales rurales se originaron con las Escuelas Normales Regionales y las Escuelas Centrales Agrícolas fundadas a principios de los años veinte, instituciones que luego se fusionaron y recibieron el nombre de Regionales Campesinas. Estos centros tenían un plan de estudios de cuatro años y estaban destinados a formar, tanto a maestros rurales como a técnicos agrícolas. Sin embargo, lo que al principio se propuso como una nueva forma de acceder al conocimiento, pronto cambio porque comenzaron a presentarse problemas con los estudiantes normalistas, debido a la falta de interés de las autoridades por atender las demandas de mejora educativa. Había pocas oportunidades laborales y prevalecían las malas condiciones en los inmuebles, lo que impedía el óptimo aprendizaje de los estudiantes normalistas. Estas situaciones propiciaron constantes manifestaciones en contra del gobierno estatal, dando origen a la autodefensa desde la educación.

Por vivir en condiciones a veces sumamente precarias y por las grandes dificultades que teníamos para obtener mejoras materiales, éramos rebeldes y muy sensibles ante la problemática social. El pensamiento político de los normalistas evolucionó también de acuerdo con la situación del país; en la primera etapa se pretendía que los estudiantes participarán al lado de las comunidades y que proyectaran la escuela hacia los poblados en el sentido técnico, cultural y organizativo… En la medida en que los problemas en los pueblos se fueron complicando, cambió también el tipo de liderazgo de los futuros maestros y de los maestros en funciones; se pasó a la protesta, después a la rebeldía y a la aspiración por una nueva sociedad para todos los mexicanos (Aguayo, 2007, p. 71).

Un ejemplo de autodefensa desde la educación se evidenció cuando los mismos estudiantes se vieron en la necesidad de proporcionarse los medios para subsistir y mantener su escuela, siendo partícipes activos en el funcionamiento de la Normal. Esto los unía entrañablemente a estas instituciones, además que reforzaba un compromiso con su preservación (Aguayo, 2007, pp. 71-72).

Los internados y las becas que se otorgaban en las normales rurales se convirtieron en opciones de movilidad social e incluso de sobrevivencia para los hijos de campesinos, mineros y otros sectores del medio rural que no hubieran podido estudiar sin esos apoyos.

El proyecto económico social y cultural del país trató de favorecer la educación a los grandes sectores populares, enarboló la bandera del nacionalismo como el rescate de las culturas indígenas contra propuesta a lo que se consideraba predominante en el país, la desigualdad y la desintegración económica, étnica y cultural (Aguayo, 2007, p. 72).

La escuela normal rural estaba encaminada hacia tres puntos específicos: actividades que proporcionaran una educación económica, higiénica y doméstica (Aguayo, 2007, p. 92). Durante el mandato de Miguel Alemán, la represión contra las normales se incrementó y a los estudiantes se les consideraba como comunistas y revoltosos. Inició una fuerte agresión que se mantendría –incluso- hasta el periodo presidencial de Luís Echeverría Álvarez (1970-1976), durante la llamada Guerra sucia.

Las normales rurales inicialmente fueron concebidas como instituciones que complementarían el desarrollo agrícola, pero cuando el gobierno abandonó el proyecto de la reforma agraria se condenó a los campesinos a una vida miserable; de tal suerte que los problemas de la gente se fueron complicando y cambió totalmente el tipo de liderazgo de los futuros maestros. La autodefensa dejó de ser exclusiva en el ámbito educativo y los estudiantes se rebelaron en contra del gobierno.

De hecho, el entonces gobernador del estado de Chihuahua, Gral. Práxedes Giner Durán, expresó que era muy conveniente que existieran problemas con las normales rurales cuando explicó: “Algunos he debido crearlos yo mismo, cerré las Normales de cuatro ciudades, yo cerré los internados de la Normal y de la Escuela de Artes. Cuando no haya problemas, tendremos que crearlos nosotros mismos” (López, 2010, p. 282).

Además, la violencia fue frecuentemente utilizada para reprimir las acciones de los estudiantes de las normales rurales, que lo único que deseaban era salvaguardar sus intereses y la conservación de una educación digna.

Aquella (violencia) se utiliza para la conservación del Estado… En este sentido, las prácticas violentas del Estado son parte de esta práctica conservadora. El Estado tiene la capacidad de traspasar el derecho vigente mediante la figura de estado de excepción, que comprende la suspensión o la violación de la ley amparada desde el propio derecho, para ampliar la violencia estatal en la que a su vez se sustenta (López, 2010, p. 283).

Por otra parte, el gobierno sostenía que en el pasado habían funcionado células comunistas en las escuelas normales y se fomentaban -como parte del currículo- las relaciones con organizaciones agrarias. En este sentido, es verdad que muchos simpatizantes del Partido Comunista Mexicano, Partido Popular Socialistas y de otras organizaciones sociales como la Unión General de Obreros y Campesinos de México (UGOCM) fueron guiados y preparados por sus maestros. Luego los apoyaron en la toma simbólica de tierras. Así, los estudiantes se ocuparon de la legítima defensa en la acción revolucionaria y en la lucha social y política, hasta la transición al levantamiento armado en la sierra. Con ello pretendían el cambio en el modelo educativo, como se plasmó durante el Segundo Encuentro de la Sierra “Heraclio Bernal”, cuando se publicó un documento intitulado La participación de los estudiantes en el movimiento revolucionario con la clara intención de:

Sensibilizar a los futuros maestros en los aspectos fundamentales de la vida de nuestro país y el papel que juegan los estudiantes en el proceso revolucionario. A causa de la pobre formación ideológica muchos egresados de las normales rurales, de línea izquierdista, ya siendo maestros han sido víctimas del medio que los rodea, llegando con frecuencia a convertirse en aliados de los enemigos del pueblo, renegando de las ideas y propósitos revolucionarios que siendo estudiantes difunden (Gámiz, 1964, s/p.)

Además de ello buscaban la concientización social pues:

Deben tener conciencia de clase... en el aula como en cualquier parte, se puede hacer labor revolucionaria... En la medida que los maestros participen en estas luchas... pueden sustituir ventajosamente el contenido y orientación de la enseñanza dándole un contenido y una orientación revolucionaria (Gámiz, 1965, s/p).

Los normalistas fueron considerados también como espías del gobierno cubano, creyendo que dentro de sus instalaciones se preparaban para atacarlos. Esta sospecha obedecía al tipo de educación que se impartía en las normales rurales, con una orientación eminentemente socialista: “los jóvenes fueron los más propensos a aprender y comprender los procesos sociales, asimilando en lo posible las experiencias históricas de la lucha de clases nacional e internacional, bajo la influencia de la doctrina marxista” (Lugo, 2003, p. 25).

La oligarquía impulsa la educación y hace reformas pedagógicas porque le urge formar obreros calificados y cuadros intelectuales preparados; al mismo tiempo aprovecha la educación para meter en la cabeza de los estudiantes su concepción burguesa del mundo y de la vida, intentando domesticarlos (Gámiz, 1964, s/p).

En realidad los estudiantes normalistas tenían esa influencia revolucionaria de izquierda,[3] pues su “primer acercamiento al materialismo histórico eran los discursos públicos, la memoria de luchas por la tierra, la formación política y la lectura de textos escogidos” (García, 2015, p. 94). La educación marxista en la vida de las normales rurales era de lo más habitual pues “varios estudiantes presumían de ser marxistas; traían siempre debajo del brazo El capital de Carlos Marx” (García, 2015, p. 94).

El terreno social lo podemos aplicar a las acciones mediante las cuales una sociedad -o parte de la misma- rechazan y desafían las acciones impuestas por sus gobiernos o por aquellos que los oprimen. Se ve reflejado en el diálogo de los estudiantes con el resto de la población, mediante los encuentros en la sierra.

La autodefensa popular desde la actividad política, realizada por los normalistas, también se suscitó cuando varios de ellos se unieron a las juventudes socialistas o a las comunistas. Incluso hubo quienes acudían a las escuelas a incentivar a sus compañeros para que se uniesen a la lucha armada. Estos jóvenes formaron parte de diferentes experiencias organizativas de apoyaron en la logística de los alzados, sirviendo como enlace por medio de redes urbanas. Incluso imprimían una especie de propaganda[4] contra el gobierno de Giner Durán y en favor del movimiento guerrillero, la cual circulaba de mano en mano. Intentaban concientizar a la gente sobre la grave situación de desigualdad social y al mismo tiempo incitar a sus compañeros a que se levantasen en armas, como fue el caso de Arturo Gámiz, Oscar Sandoval Salinas, Rafael Martínez Valdivia, Miguel Quiñonez Pedroza (muertos el 23 de septiembre de 1965, durante el asalto al Cuartel Madera) y Oscar González Eguiarte.

Los estudiantes desempeñaron importantes funciones en su actuación dinámica, cuando se pretendía contactar a los guerrilleros con el pueblo, para enviarles información sobre las acciones del gobierno en contra del alzamiento. Los normalistas que se unieron a las filas del GPG contribuyeron a la creación de acciones más drásticas, derivadas de la confrontación con el Estado que los violentaba, orillándolos a tomar la única vía para lograr transformaciones y cambios del sistema político capitalista al socialista, pues “donde quiera que se luche por la independencia nacional, por la emancipación económica, contra la miseria y la ignorancia se encuentra en primera fila la juventud” (López, 2010, p. 400).

La noción de autodefensa popular en las normales rurales, por lo general parece relacionarse con situaciones en las cuales “la correlación de fuerzas, resulta particularmente desfavorable… los grupos de resistencia luchan incluso por defender su propia existencia… elemento de identificación de sus luchas” (Bascher, 2002, p. 3).

Mientras el poder de la clase alta se incrementaba, más sordas se volvían a las voces de los desamparados; hostiles a sus quejas, a sus denuncias y en favor de los intereses de los grandes empresarios o de los grupos políticos y económicos del gobierno. Sin embargo, hacía falta algo más: el contacto con el pueblo.

El contacto con el pueblo

La adhesión de los estudiantes en las movilizaciones políticas del pueblo (campesinos y obreros) no fue fortuita, pues “Los normalistas contaban con un acervo colectivo de estrategias políticas y culturales heredado de sus antepasados y del pueblo que eran originarios” (García, 2015, p. 44). Se trataba de la participación activa y la colaboración conjunta entre ambos grupos, como un contrato verbal entre semejantes que han sido lacerados y despojados de sus derechos.

La clase que lucha está continuamente adquiriendo conciencia del lugar que ocupa en el mundo, de los lugares de los cuales ha sido violentamente desplazado y de la posibilidad de forjar nuevos espacios y relaciones. La incorporación de los normalistas al movimiento campesino se anunciaba en su pertenencia objetiva a una clase social, pero también en el desarrollo de cierta conciencia llamada solidaridad (García, 2015, p. 88).

La significación que tenía la educación en el despertar revolucionario y la necesidad de un levantamiento armado, Gámiz lo dejó claro cuando señaló que:

Estudiar significa conocer los problemas del pueblo, compenetrarse en sus sentimientos y sus aspiraciones; buscar entre lo que dice el maestro y aquello que está escrito en el libro que sirva para resolver las dudas, realizando esas aspiraciones. Se deben de buscar las formas de ser útil, coadyuvando a la emancipación de los explotados, examinando las experiencias del pasado y las enseñanzas de las generaciones anteriores, afrontando la realidad. La educación a fin de cuentas es un medio de liberación o de esclavitud (García, 2015, p. 403).

Por eso, la transición del aula a la sierra otorga cierto grado de importancia al guerrillero: formar parte de los sectores que padecen marginalidad y ser reconocido en su actividad política y bélica. La autodefensa a partir de la educación, fue concebida como un frente de lucha sumamente poderoso. La influencia de la revolución cubana fue un referente para ello.

Ningún acontecimiento había influido tanto en los pueblos de América como la Revolución Cubana… nada había aglutinado y movilizado a las masas… nada había levantado la moral de los revolucionarios como la Revolución Cubana, nada había influido a los oprimidos de América la esperanza y la confianza en el porvenir (Gámiz, 1964, p. 1).

Además, estos jóvenes que se convirtieron en guerrilleros, justificaron su estado de legítima defensa ante el gobierno con el despotismo del Práxedes Giner ya que:

La torpeza de un gobernador que pasa por encima de la ley y que a los acuerdos, les hace caso omiso provocando que los maestros estén inconformes y que tomen una actitud belicosa ante la negativa a sus peticiones, refiriéndose a estos profesores como jóvenes soñadores y no solo por su corta edad, sino por su pretensión de erradicar a un sistema de gobierno corrupto que se deja llevar por sus ambiciones y conveniencias y la necesidad de cambiarlo por un orden socialista (Gallardo, 1965, p. 1).

La relación entre los estudiantes (ahora guerrilleros) y el sector menos favorecido fue un ejemplo en la legitimación de un estado de autodefensa de las ideas y las exigencias de derechos ya no sólo educativas, sino agrarias, contra los viejos latifundios. Podríamos hablar también de la legítima defensa desde la legalidad y su transición a la ilegalidad.

A partir de aquí encontramos el uso de la historicidad, tomando en cuenta que esta implica la interpretación de la temporalidad, que es la característica de los hechos que ocurren en el transcurso del tiempo y que el GPG utilizó para tener un acercamiento con el pueblo.

Así, los guerrilleros convocaron al Primer Encuentro de las Juventudes Populares -celebrado entre el 7 y 15 de octubre de 1963 en Cebadilla de Dolores, Municipio de Madera- con asistencia de los diversos sectores marginales y encabezado por los estudiantes integrantes del Partido Popular, junto con estudiantes de otros centros como las Normales Rurales de Salaices y Saucillo, el Tecnológico de Chihuahua, la Universidad de Chihuahua y otros escuelas de Delicias, Camargo, Parral y Casas Grandes. Entre los que encabezaron dicho encuentro estaban los líderes Arturo Gámiz y Óscar González Eguiarte (Archivo General de la Nación, 1963).

La legítima defensa del GPG contra el gobierno -desde la historicidad- fue utilizada por González Eguiarte, quien habló sobre el General Lázaro Cárdenas y las acciones que él había llevado a cabo a favor del pueblo mexicano, como fue el reparto agrario. De la misma forma se abordó el tema de la Revolución Cubana y su sistema de gobierno socialista. Aunque aún apostaban por la vía pacífica-legal, la postura de los miembros de las Juventudes Populares y la UGOCM comenzó a radicalizarse y para diciembre de 1963 el gobierno estatal comenzó a reprimir abiertamente a la población, por medio de la quema de tierras, detenciones arbitrarias, entre otras acciones.

Los ocupantes de tierra fueron desalojados por la fuerza pública y el ejército, al mismo tiempo se clausuraron cuatro escuelas rurales y dos internados. Sin embargo, la represión ni paralizó las movilizaciones campesinas, magisteriales y estudiantiles ni impidió la creciente radicalización de los jóvenes chihuahuenses. La oficial Federación Estudiantil de Chihuahua intentó frenar el proceso de fusión del movimiento estudiantil con el campesino, contraria a la unidad del pensamiento con la acción lograda a través de los años de lucha, sosteniendo una pureza y virginidad del movimiento estudiantil, es decir, sostenía que los estudiantes sólo deberían luchar por demandas estrictamente estudiantiles y se negaran a apoyar a cualquier sector social en lucha por ser ajenos a los intereses que debían sostener (López, 2010, p. 125).

En realidad, el Primer Encuentro fue el preámbulo, y el levantamiento armado fue proclamado durante el Segundo Encuentro en la Sierra “Heraclio Bernal” (convocado en febrero de 1965), donde se presentaron unos folletos conocidos como “Las cinco resoluciones.”

Entonces, si tomamos en cuenta que la historicidad es la reflexión sobre la temporalidad de los hechos acontecidos, las primeras cuatro resoluciones: “El imperialismo”, “El mundo colonial y semicolonial”, “Breve resumen histórico” y “Medio siglo de dictadura burguesa”[5] son claro ejemplo de ello, ya que la historia es propia y exclusiva de los seres humanos y la característica que capta el foco de atención en esas primeras cuatro resoluciones es -por tanto- la temporalidad, porque esta es clave a la hora de comprender la historia de un pueblo.

A partir de aquí encontramos el paso a la acción armada con la quinta resolución: “El único camino a seguir”, que fue la proclamación pública contra el gobierno y la transición de un estado de resistencia activa pacífica a resistencia activa bélica.

La quinta resolución

Ya que la historicidad es la capacidad de constituir una historia, de tal forma que el ser humano pueda asumir su propio futuro, la quinta resolución es el inicio formal del alzamiento armado del GPG.

Los grandes males que aquejan al pueblo no pueden ser olvidados por la burguesía, sin embargo, esta realiza las concesiones reales con el objeto de afianzar las cadenas de opresión mediante vastos sectores impidiendo el estallido revolucionario del pueblo. El arma para la lucha revolucionaria es sombría si se toma en cuenta la organización, conciencia y dirección del movimiento, es decir las condiciones subjetiva (Segundo Encuentro en la Sierra “Heraclio Bernal”, 1965, s/p).

Otro punto que se toma en cuenta para dejar claro la justificación de un estado de legítima defensa activa bélica es: la desintegración, mediatización y control oficial de la historicidad, pues es la capacidad de constituir una historia, donde el ser humano debe asumir su propio futuro aunque “por el economicismo, el reformismo y la división del movimiento campesino; la falta de dirección revolucionario dentro del movimiento estudiantil; y la dispersión de las fuerzas revisionistas de izquierda” (Segundo Encuentro en la Sierra “Heraclio Bernal”, 1965, s/p) no se mantuvo uniformidad dentro del movimiento guerrillero, evitando con ello darle continuidad tras el asalto al Cuartel Madera.

Sin embargo -y pese a la desorganización y opiniones contrarias dentro del mismo grupo- ellos debían crear las condiciones de lucha armada, pues sabían que no habían madurado, pero afirmaban: “No vamos a sentarnos a esperarlas, madurarán al calor de las acciones revolucionarias, no daremos ya marcha atrás en el camino de la revolución, sin el apoyo de las masas no podemos triunfar, principal preocupación y nos proponemos Vencer o Morir” (Segundo Encuentro en la Sierra “Heraclio Bernal”, 1965, s/p).

Por eso el paso de los estudiantes del aula a la sierra. El empleo de la historicidad tiene una connotación diferente, pues no solo se justifica el resguardo de la integridad y la justicia por la vía armada. Las resoluciones del Segundo Encuentro en la Sierra (de manera particular la quinta) son el resultado del análisis de la historia mexicana y se convirtieron en un arma autodefensiva, por la exposición de los motivos del alzamiento del GPG.

Conclusiones

Por lo que podemos notar, desde antaño las condiciones objetivas estaban dadas. Existía un estado de autodefensa a manera de resistencia pacífica y sólo faltaba tomar la decisión para dar paso a las subjetivas (resistencia bélica), lo cual inició con las diferentes acciones armadas del GPG en contra del ejército, que culminaron con el asalto al Cuartel Madera, el 23 de septiembre de 1965.

Las resoluciones son la representación verbal y escrita que analiza un conjunto de condiciones sociales de los sectores segregados, mismas que “nos permite observar cómo se da esa interacción social al buscar modificar las opiniones de los sectores que deseaban persuadir y crear una nueva conciencia” (González, 2016, p. 342), y la historicidad es un arma fundamental en la lucha social, pues implica la interpretación de los hechos ya sucedidos que ocurren en el transcurso del tiempo.

Así la lucha armada es el resultado de diversas particularidades regionales similares y distintas, que coinciden en tiempo y espacio; pero no solo hay que fijarnos en la parte bélica, es necesario hablar de todos los puntos que giran a su alrededor, desde los aparatos represivos hasta los grupos segregados que terminan en conflictos entre ambos bandos. En determinadas condiciones, esta relación de oposición puede adquirir realidad histórica y traducirse en un conflicto social y político a partir del cual surgen nuevas formas históricas concretas de estar arriba o abajo. El objetivo tiene que ver con identificar cómo las relaciones sociales de oposición se han traducido en luchas históricas entre quienes ocupan posiciones dominantes y dominadas en la estructura social.

En Chihuahua se pudieron construir frentes de resistencia social como las estudiantiles populares de las escuelas normales rurales y el grupo de autodefensa liderado por Gámiz. En este sentido, hay que reiterar la necesidad de transitar de un estado de resistencia activa y pacífica a uno bélico, ya que de esa manera los estudiantes que cambian su lugar -ahora como actores sociales- eran los únicos capaces de realizar la revolución donde:

Los movimientos de su época irán dando conciencia de clase, creando condiciones para un nuevo auge de luchas se convertirá en la vanguardia revolucionaria que (junto a la) vanguardia política obrera son los únicos llamados a iniciar la lucha armada sin tardanza y (con apoyo de los estudiantes) que por aquellas fechas vivía una de sus mayores etapas de lucha y movilización democrática (López, 2010, pp. 382-383).

Sólo así, esas experiencias de resistencia mediante la educación, empleando la historicidad, pueden fructificar e integrarse a la lucha armada y el activismo político del movimiento de autodefensa popular del GPG, en busca de la caída del gobierno y su sustitución, es decir, el pueblo en armas como un organismo capaz de garantizar la paz y defender las conquistas sociales desde frentes estratégicos, que van más allá de las armas porque nacen desde la concientización de las masas y desde la asimilación y responsabilidad de su propia historia.

Material suplementario
Referencias
Aguayo, J.L. (coord.). (2007). Un paseo por los recuerdos. Escuela Normal Rural “Abraham González”. México: Asociación Civil de Exalumnos de Salaices.
Archivo General de la Nación. (1963). Ficha del 22 Oct. 63. [Asistentes al Encuentro en la Sierra]. Catálogo Comunista, González Oscar [Exp. 100-5-3-63. H 245 L1, tarjeta 1]. Archivo General de la Nación, Ciudad de México.
Bascher, J. (2002). Resistencia, Rebelión, insurrección. México: UNAM / Instituto de Investigaciones Sociales.
Elena, C.A. (2018). Ni mártires ni bandidos. El Grupo Popular Guerrillero en Chihuahua (1963-1965). Debates por la Historia, 6(1), pp. 13-38.
Gámiz, A. (1964). La participación de los estudiantes en el movimiento revolucionario. Disponible en: http://www.madera1965.com.mx/res6.html
Gallardo Astorga, G. (1965). Carta abierta. Índice, Un periódico sin Cadenas. Chihuahua: México.
García, A. (2015), La revolución que llegaría. Experiencias de solidaridad y redes de maestros normalistas en el movimiento campesino y la guerrilla moderna en Chihuahua, (1960-1968). México: Aleida García Aguirre, Ed.
Girola, L. (2011). Historicidad y temporalidad de los conceptos sociológicos. Sociológica, 26(73), pp. 13-46.
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Leglise, P. (coord.). (2013). Experimentar en la izquierda: historias de militancia en América Latina, 1950-1990. Buenos Aires, Argentina: CLACSO / Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
López, A.G. (2010). Historia de las organizaciones político militares de izquierda en México (1960- 1980) [tesis doctoral inédita]. Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, UNAM, Ciudad de México.
Lugo, R.F. (2003). El asalto al Cuartel Madera; 23 de septiembre de 1965. Testimonio de un sobreviviente. México: Centro de derechos Humanos viaaxkin AC- Foro permanente de la Comisión de la Verdad.
Segundo Encuentro en la Sierra “Heraclio Bernal”. (1965). Torreón de Cañas, Durango: Ediciones Línea Revolucionaria.
Notas
Notas
[1] La historicidad “se refiere al conjunto de circunstancias que a lo largo del tiempo constituyen el entramado de relaciones en las cuales se inserta y cobra sentido algo, es el complejo de condiciones que hacen que algo sea lo que es: puede ser un proceso, un concepto o la propia vida, la capacidad que tiene el hombre de constituir su propia historia, de tal forma que el ser humano pueda asumir su propio futuro” (Girola, 2011, p. 32).
[2] La resistencia no es un estado exclusivo de defensa en contra de un gobierno represor, también es la defensa de la clase trabajadora en contra de los abusos del capitalista. Muchos movimientos sociales también pueden ir como resistencia al cambio. Además, la resistencia puede ser incluso de carácter simbólico antes que físico.
[3] La propia definición de izquierda es un terreno en disputa, se sitúa a la autodefinición... ser de izquierda implica puntos de contacto con el marxismo, el nacionalismo y el populismo por cuanto cuestionan a la opresión, ya sea nacional o de raza (Leglise, 2013).
[4] De esta propaganda no se tiene referencia exacta salvo las resoluciones del Segundo Encuentro en la Sierra “Heraclio Bernal”.
Notas de autor
* Universidad Nacional Autónoma de México (México). Es licenciada en historia por la Facultad de Estudios Superiores Acatlán, UNAM. Ha participado en el proyecto MUSICAT del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM, el Centro de Documentación e Investigación de la Comunidad Ashkenazí de México y la Comisión de la Verdad (COMVERDAD) del Estado de Guerrero. Forma parte del Seminario de historia de Corea en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM y recientemente se incorporó como colaboradora en la revista ECOS de Asia de la Universidad de Zaragoza, España. Su línea de investigación está en los movimientos guerrilleros en Chihuahua (México) y la Península Coreana.
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