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NUEVOS CAUTIVERIOS DEL SIGLO XXI. UNA LECTURA SOBRE EL ÚNICO REFUGIO, DE MARÍA LAURA PÉREZ GRAS
María Rosa Lojo
María Rosa Lojo
NUEVOS CAUTIVERIOS DEL SIGLO XXI. UNA LECTURA SOBRE EL ÚNICO REFUGIO, DE MARÍA LAURA PÉREZ GRAS
Gramma, vol. 32, núm. 65, 2020
Universidad del Salvador
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Reseñas

NUEVOS CAUTIVERIOS DEL SIGLO XXI. UNA LECTURA SOBRE EL ÚNICO REFUGIO, DE MARÍA LAURA PÉREZ GRAS

María Rosa Lojo
Universidad del Salvador, Argentina
Gramma
Universidad del Salvador, Argentina
ISSN: 1850-0153
ISSN-e: 1850-0161
Periodicidad: Bianual
vol. 32, núm. 65, 2020


Datos de la Obra

María Laura Pérez Gras. (2019). El único refugio. Buenos Aires: Corregidor. ISBN: 978-950-05-3180-1

En su faceta académica, María Laura Pérez Gras se ha dedicado y se sigue dedicando a la exploración de un género que —podemos decir—ella misma descubrió en su especificidad, distinguiéndolo del vasto universo del relato de viajes. Hablo del relato de cautiverio. Se abocó brillantemente a ese trabajo en su tesis doctoral y ahora, en la edición crítico-genética de un cautivo de los ranqueles, Santiago Avendaño, cuyo primer tomo acaba de aparecer.

Al mismo tiempo, María Laura empezaba a gestar la novela que presentamos ahora, ubicada en el escenario de nuestra contemporaneidad. Por cierto que la situación de cautiverio es tan antigua y tan nueva como la condición humana misma. Lejos de haber concluido, asume otras formas y puede producirse cuando menos lo pensamos, como le ocurre a Esteban Eloy Rodríguez, el desdichado héroe de esta historia, por obra y gracia del mismo sistema en el que ha depositado sus mejores expectativas.

Así es como el relato del inmigrante conquistador se transforma en un relato de cautiverio. En efecto, hasta ese momento de su vida en que Esteban regresa a Miami después de una larga visitaa Buenos Aires, todo ha marchado sobre rieles, siguiendo una planificación sin fisuras. Alentado por un padre inmigrante que ha cumplidoen la Argentina sus sueños de progresopara después perder gran parte de lo ganado en una de las recurrentes crisis del país, Esteban, buen jugador de tenis, consigue primero una beca de estudio en una universidad estadounidense gracias a sus habilidades deportivas. Se especializa en negocios, adquiere algunos bienes que sí son fácilmente accesibles para él en el mundo donde quiere instalarse. También encuentra el amor en Luzia, una hermosa estudiante universitaria brasileña. En el comienzo de la narración, mientras brinda con champagne en la clase business, le cuenta a otra argentina, Tatiana, su eventual compañera de viaje, que está iniciando una empresa propia de exportación-importación con los mejores auspicios. Para cerrar el círculo, le queda solo un detalle: conseguir la visa de trabajo que van a terminar de gestionarle unos colegascon los que ha entrado en relaciones comerciales. Mientras tanto, se propone reingresar en los States llevando el pasaporte español que también posee, por la nacionalidad de su padre. Da por sentado que, mientras transcurran los tres meses de estadía turística habilitados automáticamente por el pasaporte español, la solicitud de visa de trabajo se resolverá sin inconvenientes.

Sus proyectos, sin embargo, pronto se harán pedazos de la manera más brutal. Una funcionaria de pocas luces y mala voluntad a cargo de Migraciones decide que debe ser deportado en el próximo vuelo hacia la Argentina. No entiende por qué Esteban ha entrado al país con dos pasaportes diferentes: primero el argentino, como estudiante, y ahora el español, como turista. Menos aún el hecho de que no figuren en ambos los mismos apellidos. En efecto, la costumbre argentina permite que el padre pueda anotar a los hijos con los apellidos de su propio documento, sin incluir el materno. Mientras que en España al primer apellido, paterno, debe sucederle, obligatoriamente, el de la madre. Esta circunstancia, sumada al hecho de que Estebanse ha afincado en Miami, con auto nuevo y casa, yha residido siete años en los Estados Unidos, lo convierten, a los ojos de la funcionaria, en uno más de tantos inmigrantes ilegales, al que ella acaba de desenmascarar.

De aquí en más, se inicia el cautiverio del protagonista, que se prolongará y agravará. Primero, en una oficina estrecha, sin ventilación, dentro del mismo aeropuerto, a la que van llegando otros «ilegales» de distintas nacionalidades: un mejicano, dos brasileños, un ruso, un iraquí. Las horas pasan en humillantes condiciones de detención. Hay solo un inodoro donde tendrán que defecar, a la vista de todos, quienes necesiten hacerlo. El presupuesto permite ofrecer a los presos algo de comida chatarra (siempre la misma), pero no hay partida asignada para bebidas, de modo que deben servirse agua del único lavatorio.

La estrategia narrativa adoptada posibilita que los lectores vayan integrando una visión coral de la totalidad, a través de los apuntes que Esteban toma en sus cuadernos de viaje, de los diálogos directos, y de los aportes de un narrador omnisciente que informa sobre la historia de diversos personajes y se instala también en sus conciencias. A ello se suman discursos de otro tipo. Uno es el de la prensa: tanto la gráfica (los recortes periodísticos que le dejará a Esteban su transitorio compañero iraquí, otros diarios, algunas revistas) como la prensa televisiva a la que Esteban tendráacceso durante su detención. Por fin, el más importante: la biografía novelada de Antonio Gramsci (mezcla de relato y de correspondencia epistolar) que Esteban lleva en su bolso de mano como un regalo para su novia Luzia, y que terminará siendo su principal material de lectura en las jornadas sucesivas.

Los acontecimientos terminan complicándose de manera extraordinaria hasta configurar una situación —literal— de tormenta perfecta: primerono hay lugar en los vuelos que parten para Buenos Aires; a eso se suma una huelga de Aerolíneas Argentinas por treinta y seis horas, por fin, uno de los huracanes frecuentes en la zona interrumpe todo el tráfico aéreo por tiempo indeterminado. Lo que le había parecido a Esteban el peor final posible: la deportación, se convierte en un mal menor ante la espera indefinida que lo aguarda. Las doce horas que faltan para el vuelo de regreso se vuelven días, y no ya en el aeropuerto, sino en una cárcelde las afueras: «La parte trasera del vehículo, donde son ubicados, está separada de la delantera por una malla metálica de material desplegado para evitar cualquier “incidente”. Y así, como perros rabiosos a la perrera, son conducidos por más de cuarenta minutos a la prisión estatal de Miami» (2019, p. 37). Allí pasará Esteban la mayor parte del tiempo, hasta que se lo autorice a regresar a Buenos Aires.

Como bien ha mostrado la misma María Laura en su trabajo académico, el relato de cautiverio proporciona una experiencia de aprendizaje. Y —además de la hostilidad, las pruebas, el sufrimiento— también experiencias de empatía, no solo con compañeros de cautiverio, sino con sujetos que pertenecen al sector de los captores.

Ya desde el primer momento —la detención en Miami—,es posible advertir que hay espacio para otras perspectivas en los escalones inferiores del sistema. Un latino del cuerpo de seguridad del aeropuerto —el oficial Navarro—, que ha tenido que pagar derecho de piso (incluso casarse con una mujer a la que no ama) para ingresar al american way of life, tiene actitudes compasivas que suavizan la dureza del entorno. Pero el personaje clave en este sentido es Big Momma: una mujer afroamericana, gorda y maternal, que sirve la comida a los presos y se preocupa de un modo u otro por su bienestar. Esteban, al que enseguida apodan The Kid, se convierte en su favorito.

Desde fuera, sería difícil calificar a Big Momma como una triunfadora. Sin embargo, así se siente ella, y no sin motivos. Tiene un empleo estatal seguro, y en un lugar (el penal de hombres) que solía ser inaccesible para mujeres trabajadoras; se ha divorciado de un marido mortificante y, dentro de sus escasas ambiciones, se siente libre. Lejos de ser conformista, sin embargo, guarda no pocas críticas con respecto al sistema laboral (y penal) estadounidense. Ya que no puede cambiar las leyes, actúa ella misma de manera compensatoria en el establecimiento donde se ha ganado un lugar de respeto.

A través de otros reclusos con los que va interactuando, Esteban se familiariza con un mundo de pobreza y de marginalidad que hasta entonces le ha sido ajeno. Sus padres son profesionales que lograron aprovechar las oportunidades de movilidad social ascendente ofrecidas por la Argentina. Esteban ha crecido en un hogar de clase media, con sus necesidades cubiertas, pensando que puede llegar a más y conquistar, en el Primer Mundo, la estabilidad que falta en su país de nacimiento.

Las historias de los compañeros latinoamericanos con los que interactúa arrancan, en cambio, de estratos sociales más bajos y de situaciones que, a veces, los han empujado también a la delincuencia en sus países de origen. Casi todos también se encuentran en una situación real de ilegalidad migratoria.

Hay dos casos especiales que podríamos situar en los extremos de un arco. Uno es el del ciudadano iraquí al que detienen en el aeropuerto y liberan antes que a Esteban. Se trata de un hombre instruido y adinerado, que se dedica a los negocios. Sus papeles están en regla, pero, en tiempos de antiterrorismo fundamentalista y de guerra (estamos en 2004, mientras se dirime la reelección de George W. Bush), es deportado sin mayores fundamentos por mera«portación de ciudadanía»; él es quien le deja a Esteban un sobre con recortes de diarios y el expreso pedido de que los lea cuando llegue de regreso a su país. La demora en su liberación hace que Esteban termine leyéndolos en la cárcel. No son papeles privados, sino públicos: recortes de diarios de distintos idiomas y naciones donde se da cuenta de las grandes manifestaciones populares que se realizan por doquier (incluso en los Estados Unidos) en reprobación de la guerra contra Irak. Cuando Esteban abre el sobre encuentra un papel que acompaña a los recortes, donde está escrito a mano: «Don’t blame the people. Blame Power».

El otro caso es el de un nigeriano al que apodan Kunta Kinte. En el extremo de la pobreza, ha viajado como polizón a los Estados Unidos después de perder a toda su familia, para no morir, como la mayoría de sus compatriotas, todavía en la juventud. Desgarrada por los imperios colonialistas, olvidada por todos, África, origen de la especie humana, es un escenario apocalíptico del que han desaparecido las esperanzas. En realidad, su estadía en la cárcel de Miami, piensa Kunta Kinte, lo ha salvado del destino atroz que lo esperaba en su propia patria. Por eso, el día en que cumple cuarenta años, organiza en el penal, con la ayuda de Big Momma y de algunos guardias y compañeros, un verdadero «festejo de sobreviviente». Secretamente enamorado de Big Momma, dispuesto a la solidaridad con Esteban/The Kid, Kunta Kinte es quizás el más conmovedor de los varios personajes secundarios, en general muy bien descritos y construidos.

Pero el interlocutor fundamental de Esteban nunca ha estado en esa cárcel de Miami (aunque en sí en otras) y ya no forma parte del mundo de los vivos. Es uno de esos muertos a los que los lectores escuchamos con los ojos. Se trata nada menos que de Antonio Gramsci, presente a través de la biografía novelada (en realidad, creación literaria de la misma autora del libro) que acompaña a Esteban durante su estancia en la cárcel.

Con la vida de Gramsci, empieza a plantearse una situación de inesperado paralelismo, pese a que el perfil y la importancia de ambos personajes son bien distintos, así como sus historias personales y sus objetivos. Esteban es un joven de la burguesía latinoamericana sin ninguna relevancia particular, que hasta entonces ha orientado sus esfuerzos dentro de carriles previsibles hacia la búsqueda individual de su propio«sueño americano»: Gramsci, de humildísima extracción, ha logrado vencer todo tipo de adversidades hasta llegar a la Universidad, donde decide consagrarse a la causa de la igualdad social.Se une a las filas del socialismo, escribe en la prensa y se convierte «en una de las voces más influyentes en Italia» (2019, p. 131).Su posterior actividad política como diputado por el Partido Comunista lo enfrenta al fascismo de Mussolini, quien finalmente lo hace encarcelar. Desde los treinta y cinco años, pasará su corta vida en prisiones, y en ellas escribirá sus grandes textos políticos, pese a las malas condiciones de confinamiento y al deterioro de su salud, afectada prematuramente por la desnutrición y el trabajo infantil.

La lectura de la biografía de Gramsci, así como de las cartastranscriptas en ella, absorbe a Esteban casi por completo. Lo arrebata y lo transforma. Lo inspira para escribir él mismo sus propias notas y le da otra perspectiva de la vida, de la Historia, de su historia. Las experiencias de encarcelamiento los hermana, aunque la de Esteban es breve y la de Gramsci se prolonga durante más de una década. Tanto Gramsci como él reciben la comunicación y la visita de una intermediaria: Tania, la cuñada del filósofo; Tatiana, otra argentina residente legal en USA y con medios económicos, que Esteban ha conocido en el avión. Ambas tienden un puente (y en cierto modo también una distancia) con la mujer amada y actúan como ayudantes de los encarcelados.

A diferencia de Gramsci, Esteban se autoabandona, deja de comer y, como se advertirá al final, cae en un estado de enajenación y debilidad extremas. Es que, mientras el filósofo sardo se sostiene reafirmándose en sus convicciones y construyendo un legado intelectual, Esteban ve tambalearse y caer todas las creencias, certezas y seguridades que hasta el momento lo han alimentado.

Le parece que siempre le resultó sencillo, natural, seguir el Norte de las brújulas ajenas, llevar un mapa dibujado por su padre y una mochila empacada por mamá, los consejos de las tías, las anécdotas de los tíos y la experiencia de los abuelos. Pero ahora, en la contundente realidad de esa celda, en la mayor soledad que ha tenido que soportar en toda su breve y acontecida vida, se pregunta por primera vez cuánto de todo aquello ha deseado él mismo hacer, alcanzar, conseguir (2019, p. 176).

La lectura de Gramsci lleva a Esteban hacia un cuestionamiento del sistema en el que ha vivido sin mayores reparos. Un supuesto compañero de celda (que después resulta ser un deuteragonista imaginario moldeado sobre los textos de Gramsci) le plantea todo tipo de objeciones. Y desde ellasrevisa las decisiones que ha tomado:

Había huido de mi país para instalarme en el centro capitalista del mundo; pero no me había percatado de las condiciones del juego, de las renuncias, de los condicionamientos, de esta forma de esclavitud posmoderna que me convertía en víctima ycómplice al mismo tiempo. Yo era parte del consumismo norteamericano. Y no podía imaginarme vivir de otra manera (2019, p. 226).

A su vez, tampoco puede dejar de criticar el sistema dictatorial y la concentración de poderque terminó imperando en los países de gobiernos comunistas.

En resumen, concluye, ningún sistema político de los que han llegado a encarnarse lo satisface. Pero tampoco él ha dado la batalla para mejorar el mundo, para cambiar positivamente la realidad. Los mismos adultos le han enseñado a su generación que luchar por los ideales conduce a la muerte/inmolación. «…nunca entendí por qué tenemos que dar por perdida una batalla en la que todavía no participamos» (2019, p. 229).

El cautiverio de Esteban concluye con una última y sorprendente vuelta de tuerca que termina de hermanarlo con el destino de Gramsci. Y el sueño americano derrapa hacia una atroz pesadilla. En realidad, la verdadera cárcel o la peor de las cárceles está en el mundo externo: en un planeta agredido por la intolerancia, el miedo, la guerra, la destrucción ecológica, gobernado por el egoísmo y la injusticia. Solo dentro del «refugio» carcelario, Esteban ha logrado detenerse y pensar, por primera vez, seriamente, sobre la orientación y el destino de su vida. Dejar de girar a ciegas en la noria. Ver el dolor de los demás. Verse en los ojos de otros.

Así, El único refugio nos pone frente a un mapa crítico del mundo contemporáneo, con las mejores herramientas literarias. En su abanico de discursos, construye un escenario de debate e interpelación constantes, un teatro interior, un microcosmos que proyecta el cubículo carcelariohacia una puesta en escena simbólica de la totalidad. De la sociedad global y sus conflictos, a los que hoy ningún lugar del planeta puede escapar.

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* Doctora en Letras de la Universidad de Buenos Aires e Investigadora Principal retirada del CONICET.Correo electrónico: mrlojo@gmail.com
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