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Pensamiento crítico, confianza y decolonialidad del poder
Germán Guarín Jurado
Germán Guarín Jurado
Pensamiento crítico, confianza y decolonialidad del poder
Critical thinking, confidence, and decolonization of power
LÚMINA, núm. 16, pp. 12-19, 2015
Universidad de Manizales
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Resumen: Recuperar la confianza en el sistema contable, económico y administrativo de nuestro tiempo, parece un desafío ético y político del presente, un desafío económico; pero hay pocas muestras que alienten ello. Es un sistema que sostiene la corrupción, la inequidad, la desigualdad, la exclusión.

Palabras clave: Confianza, Modernidad, pensamiento crítico, decolonialidad, poder.

Abstract: Recovering confidence in the Economic, Administrative and Accounting system of our age, seems an ethical and political challenge; an Economic challenge, but there are few signs to be optimistic. It is a system that backs up corruption, inequity, inequality and exclusion.

Keywords: Confidence, Modernity, Critical Thinking, Decolonization, Power.

Carátula del artículo

Pensamiento crítico, confianza y decolonialidad del poder

Critical thinking, confidence, and decolonization of power

Germán Guarín Jurado
Universidad de Manizales, Colombia
LÚMINA
Universidad de Manizales, Colombia
ISSN: 0123-4072
ISSN-e: 2619-6174
Periodicidad: Anual
núm. 16, 2015

Recepción: 02 Junio 2015

Aprobación: 30 Septiembre 2015


“La llamada modernidad no se encuentra en el mejor de sus momentos a principios del siglo XXI. No se lograron todos sus objetivos de progreso, de bienestar, de igualdad. Antes por el contrario el drama de los más pobres, de los más jóvenes, de los más frágiles está al orden del día. Muchas de las luces ilustradas se fundieron antes de tiempo y en América latina la situación social y económica no ha permitido concretar las promesas realizadas por las sucesivas experiencias de modernización”. Alberto Verón. Filosofía y memoria. El regreso de los espectros

Preámbulo

Cuando yo era niño, adolescente y uno de nuestros amigos nos defraudaba, le retirábamos la confianza. Le declarábamos a través de un gesto que le retirábamos la confianza. Era como un juego, pero podía significar hasta dejarle de hablar a ese amigo por un buen tiempo, por mucho tiempo. Hasta que un comportamiento distinto ameritara devolverle la confianza. En la coyuntura global, las ciencias contables, económicas y administrativas, están en el límite del fraude total. Llamadas a presentar las alternativas para una economía distinta no encuentran el camino para hacerlo, condenadas a la lógica del mercado, de la productividad y la eficiencia. Hay una pérdida de confianza parcial en el modelo contable, económico y administrativo de esta coyuntura global.

Recuperar la confianza en el sistema contable, económico y administrativo de nuestro tiempo, parece un desafío ético y político del presente, un desafío económico; pero hay pocas muestras que alienten ello. Es un sistema que sostiene la corrupción, la inequidad, la desigualdad, la exclusión. Sé que no estoy diciendo nada nuevo. En este siglo corto (expresión que acuña Erick Hobsbawn en el libro La historia del siglo xx), de 1960 hasta hoy, más que todo un entre-siglos, lo que se ve es un sistema contable, económico y administrativo en bancarrota ética, política y de sentido. Seguramente, hay un registro contable del tiempo en la vida moderna; no cualquier registro pero sí un registro. Y genera pánico. Es el registro de los vencedores de la guerra económica y total.

Se hará siempre indispensable una lectura social y cultural, política, una lectura crítica del sistema contable, económico y administrativo; más aún, cuando hoy, se habla en América latina de decolonialidad del poder, incluso de post-colonialidad, y se pretende una liberación de los sistemas impuestos en filosofía, en ciencia, en economía. No alcanzo a pensar un sistema contable, económico y administrativo decolonial, mis fuerzas creativas, mis conocimientos mismos, mis cosmovisiones, indudablemente, no me lo permiten. Es probable que sea el caso de muchos científicos y pensadores, contadores, economistas y administradores en el continente. Todos hemos sido formados en una racionalidad dura que nos hace difícil pensar otras opciones.

Recobrar la confianza no es un acto de fe, es un logro de la propia economía, de la propia administración racional de la vida social, del pensamiento contable crítico; no queda esto en el plano de la moral o de la ética, de la ideología. Al ser, también, una exigencia política, ha de ayudar a reconfigurar las formas de la vida social y despejar toda sombra de totalitarismo, de despotismo, de imposición globalizadora. Quizá, un renovado registro contable del tiempo en la vida moderna ayude a este cometido. Nuestro tiempo no es el de los relojes, el de las estadísticas, el de la partida doble. Es otro nuestro tiempo, son otros nuestro tiempo.

En el límite del fraude total

La modernidad, nos dice Boaventura de Sousa Santos en su libro El Milenio Huérfano, es una promesa incumplida; entre muchas razones, por la crisis desatada en la vida social y política, por la crisis consecuente en el orden de las ciencias, en el paradigma de la ciencia moderna. Lo que hace que no sea la confianza la energía vital del siglo sino la “perplejidad”(2011,9), incapaces, casi impotentes que nos sentimos para afrontar la crisis y dar cuenta certera de los signos de nuestro tiempo y de alcanzar auténticas transformaciones sociales. Nuestro tiempo nos exige refundar las ciencias, nuestro conocimiento y lectura de la realidad, sobre todo, nuestra colocación y acción en el mundo, desafío en el que coinciden grandes pensadores de América Latina.

Aun vivimos de las promesas incumplidas de la modernidad, de ideales casi imposibles de realizar en la vida social. Esa insistencia nuestra, que es también un modo de resistir, nos hace criticar mucho, dice Boaventura, pero dificulta la construcción de teorías críticas. La promesa de la libertad, de la igualdad, de la solidaridad, de la paz perpetua, todavía es vigente entre nosotros con sus problemas sin fin. Sobre este escenario, las ciencias se alimentan, la razón se enaltece, e igual, la crisis se prolonga sin solución alguna. La crítica se construye desde el malestar, la indignación, el inconformismo, entiéndase la desconfianza, que genera el incumplimiento de las promesas modernas (2011,36).

Los trabajadores del mundo siguen en desventaja dentro del paradigma de la productividad, sobre todo, en el llamado tercer mundo; el paradigma del desarrollo mantiene en permanente deuda a los llamados países en vía de desarrollo y el déficit alimentario como el hambre y la pobreza aumenta, cada vez, se abre más la brecha entre ricos y pobres. Es evidente, igual, la violación de los derechos humanos en países que se dicen democráticos y pacifistas. En la india, 15 millones de niños trabajan en condiciones de esclavitud. La violencia generalizada acrecienta, la exclusión social y la coacción a la libertad son problemas muy visibles de nuestro tiempo. La promesa de la igualdad y de la libertad tiene, en la vida moderna, una crisis permanente.

En 237 guerras en el siglo XX, registra Boaventura (2011, 37), murieron 99 millones de personas. El final de la guerra fría, la caída del muro de Berlín, no produjeron la paz, ninguna pretendida guerra final produjo la paz. Otro dato elocuente: entre los siglos XVIII y XX la población creció 3.6% mientras en las guerras las bajas aumentaron 22.4%. Al tiempo, se destruyó la naturaleza, se produjo una profunda crisis ecológica (tala de bosques, sequía, escasez de agua). Otros datos: en 50 años se perdió una tercera parte de la reserva forestal del planeta, en el siglo XXI una quinta parte de la humanidad no tendrá agua potable. La promesa de la paz perpetúa y de la dominación amistosa de la naturaleza, quedan en entredicho también.

No obstante estas cuestiones, la igualdad, la libertad, la fraternidad, el dominio de la naturaleza, son ideales permanentes, perfectibles en nuestra semántica del desarrollo; no los resignamos, desde ellos criticamos pero no elaboramos fácilmente una teoría crítica. Es en el límite del fraude total, de la crítica a lo que nos angustia y deja perplejos, de la posibilidad de teorías críticas (cuando el escenario de lo real no es lo que existe sino lo que podría existir desde nuestra agencia de sujetos como posibilidad y opción verdadera), que discernimos el significado de nuestra propia crisis de sentido.

En los umbrales del fraude total de la modernidad, el pasivo social de la razón aumenta; no se cumplen las promesas de la modernidad ni se solucionan los problemas cotidianos, las contradicciones del día a día en la búsqueda de cumplir con ideales tan loables se incrementan con la perplejidad misma, la incertidumbre y el déficit de confianza y voluntad. ¿Qué hacer ante ello? Nuestro futuro, al decir de Giacomo Marramao en el libro La pasión del presente (2011, 15) no puede seguir siendo colonizado por las “pasiones tristes” que nos deja el peso de las lógicas necesarias, del paradigma del progreso y del desarrollo, que nos deja la crisis sustancial del universalismo moderno. Boaventura de Sousa Santos (2011, 10) nos invita a ampliar el presente, ampliar el futuro, enriquecer el presente-futuro, con utopías alternativas y viables que nos permitan trascender el monoculturalismo desde nuestro inconformismo y rebeldía; nos invita pensar en otros conceptos distintos a los eurocéntricos, a devolverle al Estado un lugar en la lucha política, en la acción social, y no dejárselo sólo al mercado y las transnacionales del ideario liberal, neoliberal.

El registro contable del tiempo en la vida moderna

Nuestras cuentas del tiempo hacia adelante, hacia atrás, son del modo del optimismo o del pesimismo activo; así hablamos hoy de fraude total, de pasivo social de la razón, de bancarrota de sentido que, creo, es la vocación crítica con la que Marx escribió el libro La miseria de la filosofía (1847) en su polémica con Proudhon y en general su obra. Nuestras cuentas no cuadran. La miseria de la filosofía en la obra de Marx es esto: nuestras cuentas no cuadran, nuestro registro contable del tiempo no cuadra.

Al analizar la metafísica de la economía política, esto es, los grandes ideales de la economía política, Marx identifica lo que llama una metafísica del tiempo. En el espíritu occidental, en la ideología ilustrada, en el idealismo centroeuropeo, hay una metafísica del tiempo, de la historia-tiempo: al esclavismo responde el platonismo, al feudalismo responde el tomismo, la ilustración responde al capitalismo. De ahí, el ánimo de supremas virtudes y verdades, de supremos bienes materiales e intelectuales, de modo que la superestructura y la infraestructura coincidan. La historia se escribe, según Proudhon, dice Marx, por sucesión de ideas en un no tiempo-real sino en un tiempo ideal. Por lo que ciertas categorías filosóficas y económicas permanecen inmutables.

Pero “la vida activa y militante de los hombres “discurre distinto; la singularidad historizada de los acontecimientos reales discurre distinto a las prédicas anticipadas del idealismo filosófico y económico, a las abstracciones lógicas de la filosofía y la economía política, a las categorías de verdad, bien, felicidad y bienestar, cuerpo en general, mundo en general, cantidad pura, moneda global. El caso Grecia con la Comunidad económica europea es, hoy el más elocuente. Refleja la bancarrota de ideas y sentido, la bancarrota material, al orientarnos por supuestos ideales de éxito, riqueza, progreso, desarrollo, felicidad plenas, desde un patrón común, lo euro. El inventario, el balance general de nuestros ideales arroja un saldo en rojo en moneda falsa, utilizando una metáfora de Jacques Derrida (1995). Como si toda nuestra economía, incluso la economía política fuese subterránea.

Pensamiento crítico, confianza y decolonialidad del poder

El colonialismo, nos dice Boaventura de Sousa Santos, es la falta de reconocimiento como sujetos, es el no ser tratados como sujetos: “El colonialismo es la concepción que ve al otro como objeto, no como sujeto” (2011,45). De ahí, la desconfianza en la lógica capital que nos trata como objeto de control, como objeto fiscal, como objeto de usura. Una concepción decolonial contra el poder hegemónico que concibe al otro como objeto no es otra que la del reconocimiento mutuo como sujetos. Esfuerzo grande del pensamiento crítico latinoamericano que ve, hoy, en la categoría Sujeto la opción para ser.

Dice Hugo Zemelman de la necesidad de un “sujeto histórico” (2002, 9) que sea capaz de crear su propio ángulo de mirada, de construcción de conocimiento; que sea capaz de colocarse ante sus propias circunstancias, a veces adversas, determinantes, y trascenderlas. Lo que “ implica tener que romper la tendencia a cosificar la realidad como simple externalidad, que envuelve a los sujetos de manera inexorable, para concebirla como una constelación de ámbitos de sentidos posibles” (2002, 9). En esta exigencia de considerarnos como sujetos y de comprender la realidad como una construcción colectiva de ámbitos de sentido posible coinciden Zemelman y Boaventura de Sousa con otros grandes pensadores nuestros como Dussel, Quijano, entre otros.

Esa nueva teoría de la historia que necesitamos, esas nuevas categorías que necesitamos, esa nueva democracia que necesitamos en América latina, comienzan desde nuestra voluntad política de ser sujetos y de construir la realidad que necesitamos, allende los parámetros económicos, los paradigmas científicos, los totalitarismos intelectuales, políticos y sociales. Dice Zemelman: “ El esfuerzo exige concebir a la historia desde el ser sujeto con capacidad de construcción de sentidos” ( 2002,9). La confianza propuesta para descolonizar el poder hegemónico se activa en nuestro reconocimiento como sujetos, en nuestra voluntad política colectiva de actuar como sujetos.

Lo que nos obliga a pensarnos en los límites y potencialidades; en las potencialidades y horizontes que nos hagan posible ser lo que somos y queremos de nosotros mismos. Los sujetos son la fuerza gestante, la fuerza magmática, sostiene Zemelman, desde la que se consolidan movimientos sociales como los Sin Tierra en el Brasil, los indignados en Europa y Amé- rica latina, Podemos en Europa, que contrarrestan el embate de la globalización y la colonización. Los sujetos se identifican con la lucha histórica, con la rebeldía histórica contra todo aquello que los presenta cosificados, derrotados, derruidos.

Tiempo-otros

Es este un acontecimiento extraordinario, de frontera, valga decirlo; en el sentido que es la oportunidad de pensarnos distinto en América latina y el mundo, de hacerlo en razón de las ciencias económicas, de la racionalidad económica, indispensable a nuestros tiempos presentes. Todas nuestras grandes antropologías se han visto en dificultades, a calzas prietas, cuando se deben traducir en moneda, en ecuación económica. Nuestras monstruosidades provienen de ese injerto moderno entre humanismo científico, tecnológico y economía de capital, una confusión gravísima entre supremas axiologías de dignidad, autonomía y virtud, de supremos fines de igualdad, libertad, justicia, fraternidad, orden, seguridad, progreso, desarrollo, y supremas epistemologías de método y verdad, supremas economías de riqueza, rentabilidad y eficiencia: debe haber saldo.

Se ha perdido la confianza en el humanismo científico, tecnológico y económico, en la razón científica. La pérdida de la confianza en las ciencias económicas, en la razón científica, en la racionalidad económica, tiene que ver con la defraudación, con el fraude, no tanto económico, que lo es, sino humano. La gran mentira, el gran tabú de nuestra época son las disciplinas económicas, y se han querido presentar como ciencia, ante la pobreza, ante el analfabetismo, ante la violencia extrema, pero es el problema, en general, de las ciencias. Asombra tanta pretensión de cientificidad, de método y verdad, de riqueza, en medio de las hambrunas, de los genocidios, de la devastación del planeta, de los exabruptos de la globalización, de la autodestrucción humana. Nada de lo cual ocurre irracionalmente sino con sapiente planeación, con cálculo inteligente, con premeditación

No sólo estamos ante una bancarrota financiera. También hay una bancarrota de significado de mundo y sentido de vida, de lenguajes. Nuestro empobrecimiento es total. En eso consiste la miseria de la filosofía pero, también, de la religión y la ciencia, del arte. Nos hemos circunscrito a ideales metafísicos, a credos axiológicos, a ecuaciones formales, a matrices lógicas, a métodos instrumentales, tenemos un déficit de pensamiento y lenguaje y, lo más grave, un déficit social que no resuelve ninguna política de ciencia y tecnología, progreso, seguridad y desarrollo. Entonces ¿Cómo recuperar la confianza, luego de nuestras profundas depresiones, recesiones, defraudaciones, económico-humanistas, económico-políticas?

En materia educativa, hemos de formar sujetos históricos para pensar nuestras realidades presentes; no nos basta instruir en los contenidos especializados de una disciplina. No nos basta la experticidad, en sus límites se ha quedado corta respecto de los grandes problemas humanos. Es indispensable que las disciplinas amplíen su mirada, enriquezcan su lenguaje, dialoguen entre sí respecto de acuciantes emergencias humanas. En materia educativa, la interdisciplinariedad y la conversión de la universidad contemporánea en un foro público abierto es indispensable.

Para ello, es indispensable una relación pedagógica fiable, menos autoritaria, menos dogmática, más problémica que lectiva. Es indispensable, en razón de grandes problemas, presentar cada lección como un conocimiento provisional respecto del cual, es posible una conversación auténtica abierta. Las ciencias del presente ponen en duda, problematizan, historizan sus propias fórmulas y verdades, axiomas y postulados, les dan vida, prueban su límite. Cabe preguntar, ¿Cuáles son los límites, hoy, de las ciencias, hasta dónde expenden sus fronteras al momento de pensarse? Permítanme recordar un antiquísimo principio de fines de la edad media, el principio de la docta ignorancia, según el cual, por mucho que sepamos sobre el universo, sobre nuestro mundo, sobre nuestras realidades, en realidad, no sabemos nada. No tanto por su vastedad, por nuestras precarias facultades humanas, como por su complejidad. ¿Cómo recuperar, entonces, este humilde sentido de incompletud y completud?

No estamos solos en el planeta, en el cosmos, no somos individuos aislados, somos sujetos relacionales, somos nosotros; uno de los grandes problemas de nuestro tiempo es el individualismo en todas sus expresiones y el miedo al otro. Cada uno, nos hemos inventado nuestros propios confinamientos, nuestras propias cárceles: el yo, el ego, la disciplina, la profesión, los discursos, los roles, las funciones, las estructuras, los sistemas, los cubículos, las oficinas, y no nos atrevemos a diferenciarnos, a salir de ellos. Esto entraña un desafío político: aprender de nuevo a nuclearnos colectivamente, aprender a comunicarnos, a trabajar juntos, a vivir juntos, sin sentimientos de miedos, sin amenazas, con la esperanza política que un mundo distinto es mejor. Porque, también, nos hemos solazado en el pesimismo intelectual, existencial, y en el paupérrimo optimismo tecnológico y mercantil.

El sentido político de confianza y esperanza que nos deja el sentimiento de crisis es la voluntad política que, como sujetos relacionales, nos moviliza hacia los otros, buscando conjuntamente comprendernos en los signos del presente y en la diversidad que nos constituye. Es más que la fuerza de la perplejidad, o de la soledad que nos deja estos tiempos, cuyo sentido posible es la búsqueda del encuentro con lo otro, con el otro distinto. Para poder declarar que, como hace dos años ante uds en Armenia, en realidad no estamos solos, que toda nuestra fuerza es la necesidad del otro (a). Entonces podemos hablar de solidaridad, de emancipación, como de esas voluntades que nos impulsan, que nos dan la energía para ser sujetos relacionales, sujetos-otros, frente al ánimo conjuntista e identitario de la marcha global.

Material suplementario
Bibliografía
De Sousa Santos, Boaventura (2011). El Milenio Huérfano. Ed. Trotta.
Derrida, Jacques (1995). Dar (el) tiempo. La moneda falsa. Barcelona. Paidós.
Hobsbawn, Erick (1995). Historia del siglo XX.. Barcelona. Ediciones Crítica.
Marx, Karl (1999). Miseria de la filosofía. Navarra- España. Ed. Folio.
Marramao, Giacomo (2011). La pasión del presente. Barcelona. Editorial Gedisa.
Stiglitz, Joseph (2002). Pánico en la globalización.. Bogotá. Fundación para la investigación y la cultura.
Verón, Alberto (2007). Filosofía y Memoria. El regreso de los espectros. Manizales- Colombia. Hoyos editores.
Zemelman, Hugo (2002). Necesidad de conciencia. Barcelona. Ed. Anthropos.
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