Dossier "Belgrano y su tiempo"

Manuel Belgrano en sermones revolucionarios (Siglo XIX): El héroe clásico y el guerrero de la independencia

Javier A. Berdini
Academia Argentina de Genealogía y Heráldica, Argentina

Investigaciones y Ensayos

Academia Nacional de la Historia de la República Argentina, Argentina

ISSN: 2545-7055

ISSN-e: 0539-242X

Periodicidad: Semestral

vol. 70, 2020

publicaciones@anhistoria.org.ar

Recepción: 08 Septiembre 2020

Aprobación: 24 Noviembre 2020



Resumen: La presente propuesta de ponencia es la continuidad en la línea de investigación y análisis de sermones y homilías de época revolucionaria que iniciáramos hace unos años. Al analizar en aquel momento la presencia e influencia de la antigüedad clásica grecolatina en esas piezas oratorias, observábamos, entre otras variables, que los concionadores apelaban a la comparación constante entre los héroes militares de la Biblia y de las antiguas Grecia y Roma con los jefes militares de la guerra de la independencia. Hemos registrado cómo en una etapa anterior, la de la colonia, los personajes que se equiparaban con esos héroes eran el rey y otros funcionarios de la corona (v.g. los virreyes), para quienes se señalaban epítetos excepcionales como persona, gobernante, creyente y militar. Buscamos ahora profundizar ese aspecto o dimensión de las oraciones sagradas en el período revolucionario. Entendemos que la valorización de los líderes patrióticos como modelos militares y civiles pretendía trasvasar en el imaginario de la época los valores que se predicaban de los funcionarios regios y del mismo monarca a esos líderes nuevos. Se intentaba llenar el lugar vacío, que la retórica sagrada vaciaba, con nuevos arquetipos de dirigentes. La retórica, la homilética y la política se aunaban para enaltecer a los nuevos arquetipos de la revolución y la guerra americana, entre los que podemos destacar a Guillermo Brown, Diego y Antonio González Balcarce, José de San Martín y, por supuesto, al general Manuel Belgrano. Nos detendremos en los sermones fúnebres de Belgrano para analizar la imagen del héroe clásico que construyen los mismos y cómo la transponen en la figura del militar y patriota. Para ello indagaremos esas premisas en piezas oratorias de diversas características y género, tales como oraciones fúnebres, sermones, sermones de acción de gracias, elogios fúnebres, etcétera.

Palabras clave: Manuel Belgrano, Sermones, Homilías , Retórica.

Abstract: The present proposal for a presentation is the continuity in the line of investigation and analysis of sermons and homilies from the revolutionary era that we began a few years ago. When analyzing at that time the presence and influence of classical Greco-Roman antiquity in these oratory pieces, we observed, among other variables, that the contonators appealed to the constant comparison between the military heroes of the Bible and of ancient Greece and Rome with the chiefs military of the war of independence. We have recorded how in an earlier stage, that of the colony, the characters who were equated with these heroes were the king and other officials of the crown (e.g. the viceroys), for whom exceptional epithets such as person, ruler, believer and military were designated. We now seek to deepen that aspect or dimension of sacred prayers in the revolutionary period. We understand that the valorization of patriotic leaders as military and civilian models was intended to transfer into the imaginary of the time the values ​​that were preached from the royal officials and from the monarch himself to these new leaders. An attempt was made to fill the empty space, which the sacred rhetoric emptied, with new archetypes of leaders. Rhetoric, homiletics and politics came together to praise the new archetypes of the revolution and the American war, among which we can highlight Guillermo Brown, Diego and Antonio González Balcarce, José de San Martín and, of course, General Manuel Belgrano. We will stop at Belgrano's funeral sermons to analyze the image of the classic hero that they construct and how they transpose it into the figure of the military man and patriot. To do this, we will investigate these premises in oratory pieces of various characteristics and genre, such as funeral prayers, sermons, thanksgiving sermons, eulogies, and so on.

Keywords: Manuel Belgrano , Sermons , Homilies, Rhetoric.

Introducción

La presente ponencia es la continuidad en la línea de investigación y análisis de sermones y homilías de época revolucionaria que iniciáramos hace unos años (Clissa, Maggi, Berdini, 2011)(Berdini, 2013, 2014, 2016, 2017a).[2] Al analizar en aquel momento la presencia e influencia de la antigüedad clásica grecolatina en esas piezas oratorias, observábamos, entre otras variables, que los concionadores apelaban a la comparación constante entre los héroes militares de la Biblia y de las antiguas Grecia y Roma con los jefes militares de la guerra de la independencia (Berdini, 2014). Hemos registrado cómo en una etapa anterior, la de la colonia, los personajes que se equiparaban con esos héroes eran el rey y otros funcionarios de la corona (v.g. los virreyes), para quienes se señalaban epítetos excepcionales como persona, gobernante, creyente y militar (Berdini, 2016). Buscamos ahora profundizar ese aspecto o dimensión de las oraciones sagradas en el período revolucionario. Entendemos que la valorización de los líderes patrióticos como modelos militares y civiles pretendía trasvasar en el imaginario de la época los valores que se predicaban de los funcionarios regios y del mismo monarca a esos líderes nuevos, haciendo una ‘pedagogía política’ desde el púlpito (Tío Vallejo, Gayol, 2005: 113). Se intentaba llenar el lugar vacío, que era vaciado por la misma oratoria sagrada, con nuevos arquetipos de dirigentes.

La retórica, la homilética y la política se aunaban para enaltecer a los nuevos arquetipos de la revolución y la guerra americana, entre los que podemos destacar a Guillermo Brown, Diego y Antonio González Balcarce, Simón Bolívar, José de San Martín y, por supuesto, al general Manuel Belgrano. Nos detendremos en los sermones fúnebres de Belgrano para analizar la imagen del héroe clásico que construyen los mismos y cómo la transponen en la figura del militar y patriota. Para ello indagaremos esos discursos en piezas oratorias de diversas características y género, tales como oraciones fúnebres, sermones, sermones de acción de gracias, elogios fúnebres, etcétera.

Fuentes documentales [3]

El estudio de un universo acotado de piezas sermonísticas para echar luz sobre un aspecto determinado de la historia independiente de nuestro país se basa en la idea que la oratoria sagrada ofrece, de manera general, una cantera muy rica para acercarse a la identidad de una sociedad en un período específico (Cerdán, 1985: 100). Las fuentes documentales trabajadas son éditas de diversas compilaciones. La mayoría de una compilación de principios del siglo XX (Carranza, 1907a y 1907b) y de una publicación de Ana María Martínez de Sánchez (2010). Sumamos además un sermón publicado por Emilio Ravignani (1950). Estas reúnen aquellas de las cuales nos hemos servido para nuestro análisis, diecisiete piezas oratorias (sermones, oraciones –fúnebres y patrióticas–, acciones de gracias y elogios fúnebres) y una ‘arenga’ o discurso que no pertenece al género homilético pero que juzgamos es un elemento fontanal de interesante valor para el estudio que nos proponemos.[4] Estos documentos serán abordados desde una perspectiva a la que adscribimos, que los interpreta como parte de la retórica sagrada pero con discursividades que pueden ser analizadas desde los presupuestos de la historia, insertos en un contexto y con finalidades socio-políticas e ideológicas (Martínez de Sánchez, 2008: 8-9). Esas piezas oratorias o sermones son documentos de central importancia para analizar, entre otras variables, la visión que sobre los líderes militares tenía –y construía– la Iglesia. Veamos entonces en las piezas oratorias poscoloniales señaladas como se construye la figura del nuevo héroe.

La predicación sagrada: sermones y oraciones fúnebres

La homilética sagrada fue un instrumento de defensa del orden político establecido, de crítica al régimen en decadencia transmitiendo valores, ideas y representaciones que puede caracterizarse como un discurso religioso con fuerte contenido doctrinal e ideológico que alcanzaba a un amplio auditorio. En palabras de Valentina Ayrolo, fueron un canal informativo que “vehiculizó explicaciones acerca del mundo social, político y “celeste”, siendo además, una herramienta tanto eclesiástica como política (Ayrolo, 2009). Buscaba construir modelos ideales de comportamiento transmitiendo valores y representaciones desde la cosmovisión católica; pero también fueron creadores y difusores de opinión, como piezas de teología política en las que se buscaba legitimar a la Corona o al gobierno revolucionario (Martínez de Sánchez, 2008, 2010, 2013, 2014; Fenoglio, 2010). Los predicadores buscaban así instalar en la sociedad de su tiempo modos de pensar y actuar relacionados con la doctrina y moral católica (Berdini, 2016: 128) pero también con el proceso político-militar. Hacemos nuestras las aseveraciones de Cerdán cuando indica que en estos documentos “a nivel anecdótico se transmiten informaciones muchas veces deformadas o exageradas, cuando no totalmente falsificadas. Pero sí podemos decir que nos informa mucho sobre la realidad social y las diferentes idiosincracias…” (Cerdán, 1985: 87).

Antiguos tiranos [5]

“¿a quién obedecíais? A una deidad, que os dominó por la fuerza y que no os conocía, ni amaba. A unos mandatarios, enviados desde lejos, desnudos de los sentimientos de consideración y respeto.

Felipe Antonio de Iriarte, 1817 (Martínez de Sánchez, 2010: 147)

El sermón fue un elemento central de las ceremonias religiosas, realizadas durante la conmemoración cívica de hechos políticos y que fueron espacios de construcción de la historia y de la aceptación de ideas, costumbres y mentalidades. Los predicadores, como miembros de la Iglesia que apoyaron la Revolución de Mayo, construyeron y difundieron un discurso sobre hechos memorables/dignos de memoria; como la guerra de la independencia, sus batallas y héroes militares. Los sermones, las oraciones patrióticas en oficios de acción de gracias y las oraciones fúnebres fueron utilizados para construir la memoria de los acontecimientos que cimentaban la historia reciente y justificaban el accionar político y económico de los gobiernos, sacralizados desde la cátedra eclesiástica (Martínez de Sánchez, 2014: 34). No sólo para la sacralización de la figura real, de la dinastía y el sistema monárquico será utilizado el sermón sino también se constituirá en instrumento para denostar, en otro momento histórico, todo ello de manera explícita. Así, se construirá una narración histórica o relato de los orígenes de la Nación, con una versión de los acontecimientos históricos y de la construcción política de la Patria (Martínez de Sánchez, 2016: 36). Esa memoria se cristalizaba en una cronografía, en un tiempo definido y descripto con caracteres que se repetían y amplificaban en múltiples adjetivaciones y definiciones negativas o positivas. Así una etapa histórica similar al paraíso en la tierra (la precolombina) era sucedida por otra de oscuridad y desdichas (la hispánica) y ésta por otra de regeneración (la independiente). Constantemente se apelaba a una terminología de oposiciones, donde la dualidad (bueno/malo) muestra una realidad bifronte (tiranía/libertad, monarquía/nuevo sistema) (Consigli, 2008: 165). En ese marco general hallamos una representación del sistema político monárquico, de la figura del rey y de sus características. El discurso concionador de la etapa hispánica resaltaba la figura del monarca, rey absoluto que era al mismo tiempo deidad humana y padre amante de sus vasallos (Rípodas Ardanaz, 2006: 241), una especie de “rey santo” que velaba por el bienestar de sus súbditos con el beneplácito de Dios, de quien emanaba su poder absoluto. El movimiento emancipatorio provocará una bisagra en la política, la homilética y en definitiva en la mentalidad americana sobre los reyes. En primer lugar, se recuperarán las figuras de los príncipes indígenas de México y Perú, trasladando los epítetos de los gobernantes españoles a éstos. Por el contrario, frente a estos “reyes virtuosos” autóctonos, los gobernantes ibéricos se transforman en criminales. En general comparten asertos negativos que se repiten y amplían en adjetivaciones que sólo muestran a “reyes tiranos” para con los indios en particular y los americanos en general. Algo que se acentuó en la primera década del siglo XIX con Carlos IV y Fernando VII; ahora se intentaba desmontar esa imagen repetida pocas décadas antes y que culpaba a ellos y sus antecesores de los males de América (Berdini, 2016: 140 y ss.).

Nuevos héroes: soldados y generales[6]

…valerosos e intrépidos patriotas…

Juan Antonio Neirot, 1812 (Carranza, 1907a: 14)

La figura del rey resumía y sostenía, en sí misma, todos los conceptos de autoridad, soberanía, legitimidad y poder del Antiguo Régimen. La caída del rey implicaba no sólo un quiebre político, sino a la vez el derrumbe de todo un sistema de representación (Majluf, 2013). La figura sacralizada del monarca español perderá sus atributos y virtudes en la práctica sermonística del siglo XIX, todos los adjetivos que sobre ella se vertieron hasta 1810 le serán retirados y cambiados por opuestos superlativos. La figura regia perderá sus características modélicas, arquetípicas. Ese vaciamiento de virtudes conllevará un proceso similar, pero contrario, otorgándolas a nuevos personajes o actores socio-políticos de la Revolución y Guerra por la Independencia, construyendo así nuevas identidades (Martínez de Sánchez, 2016: 36).

Para el período que nos ocupa tomaremos como casos de análisis la representación de las figuras militares, soldados, ejércitos y líderes bélicos que los sacerdotes impusieron en sus piezas oratorias como nuevos héroes.[7] Estos militares patriotas serán asimismo exaltados a través de las características de su vida ejemplar (Carranza, 1907b: 38, 39, 48, 50). La exaltación, la exageración y la hipérbole nos mostrarán verdaderos héroes, esto es hombres que poseen características especiales que superan a los del común, tanto en su accionar, en su personalidad como en las gracias divinas que reciben. Constantemente se hace relación de la “heroicidad de sus virtudes” (Carranza, 1907b: 40), siendo la reiteración un elemento de las fórmulas laudatorias.

Estos héroes poseen un elemento extra que los acompaña: el sostén divino en sus acciones, uniendo el providencialismo en la explicación causal de los hechos (Berdini, 2013: 87-88) a cierto privilegio de los elegidos por Dios. Así se manifiesta en el sermón fúnebre de Balcarce: quien se hallaba “destinado por la Providencia para reparar el honor de su patria” (Carranza, 1907b: 56). Esa predestinación se basaba en sus virtudes religiosas, de un alma cristiana ejemplar que sólo hacía lecturas devotas, que sostenía la libertad civil sin olvidar los deberes que imponía la religión y la razón, era un venerador del sacerdocio, hijo fiel de la Iglesia (Carranza, 1907b: 56), agregando la “grandeza de alma de este héroe” (Carranza, 1907b: 53) y la “grandeza de su alma superior” (Carranza, 1907b: 39). Estas descripciones y caracterización harán concluir a un autor que en los sermones fúnebres se produce una deriva hagiográfica (Melgosa Oter, 2010: 674) y aquí se manifiesta de manera diáfana cuando fray Pantaleón García sostendrá, al hablar de Antonio González Balcarce “de un hombre grande á un gran santo hay poca distancia” (Carranza, 1907b: 60).

La conformación de un héroe en la oratoria sagrada podía realizarse tanto para muertos (sermones y oraciones fúnebres y panegíricos) como para líderes vivos. En este último caso se aprovechaban las acciones de gracias por las batallas victoriosas de las armas patriotas para enaltecer al comandante de la tropa: “Séame lícito colocar sobre las aras la espada inmortal [de] SAN MARTÍN al par de la de David […] Séame licito tributar gloria inmortal á los héroes de los Andes, y llenar de bendiciones á los Heras, Balcarce, á los Alvarado y Quintana…” (Carranza, 1907a: 278). Los acontecimientos políticos y las necesidades ideológicas de justificación de las decisiones tomadas por los gobiernos sucesivos hicieron que los sacerdotes usaran como exempla moralizante a imitar a Grecia y Roma, además de la historia sagrada judía. Los territorios recientemente arrastrados por la Revolución debían ser como espejos que mostraran características positivas y patrióticas que ya habían tenido griegos y romanos.

El tópico bélico da pie para comparar al héroe militar de la guerra de la independencia con figuras arquetípicas de la antigüedad clásica. Filipo II de Macedonia, su hijo Alejandro Magno y el romano Julio César son aquí los militares con quienes se equiparan José de San Martín y Guillermo Brown. Pero también es panegirizado el creador de la Bandera y responsable de las victoriosas batallas de Tucumán y Salta, Manuel Belgrano en varios de los sermones.

El ‘ilustre campeón de la independencia americana’: Manuel Belgrano

“…un hombre, un patriota, un ciudadano, un magistrado, un militar…”.

Fray Cayetano González, 1821. (Carranza, 1907b: 134)

El general Manuel Belgrano será exaltado en vida por sus triunfos militares y enaltecido luego de su muerte con una perfección sobrehumana (Carranza, 1907b: 94). Recibirá exacerbadas fórmulas laudatorias en sermones y oraciones fúnebres, que se corresponderían a sermones panegíricos de su persona, aunque no lleven ese título.

Entre innumerables epítetos e hipérboles, registramos aquí algunos de ellos, como ejemplo de ese virtuosismo exacerbado que denotan los sermones: entendimiento despejado; corazón resuelto; alma de buen temple; genio superior; caudal de luces; virtudes políticas; agradar sin desvivirse; respetar sin bajeza; alabar sin adulación; alma generosa; jamás adoleció de pasiones viles; valiente sin fausto; exaltación sin altanería; autoridad sin desdén; amabilidad de genio; fortaleza de corazón; bravo general; valiente jefe; guerrero infatigable; héroe militar pacífico; victorioso y humilde; nobles pensamientos; rectas intenciones; ardorosos deseos hacia el bien; resoluciones generosas; impetuosas actividades; meditadas empresas; magistrado íntegro e ilustrado; soldado animoso e infatigable; ciudadano útil; buen amigo; hombre de bien (Carranza, 1907b: 99, 102, 112, 117, 118, 124, 127, 128, 130, 158). Incluso se dirá que si tuvo flaquezas “jamás podrán formar tan densa nube, que ofusque la claridad de sus pechos y el resplandor de sus virtudes políticas y cristianas.” (Carranza, 1907b: 119).[8]

Durante su vida y accionar militar, fue objeto de reivindicaciones y demostraciones públicas al interior de sermones de acciones de gracias por la batalla de Tucumán (24 de septiembre de 1812): en ellos se lo referencia sin nombrarlo, algo innecesario ya que todos los oyentes conocían de quién se estaba hablando y en algún caso, se hallaba presente: “mérito, y la destreza del invicto y glorioso general en jefe, y oficiales subalternos” (Carranza, 1907a: 18); “inmortal general en jefe” (Carranza, 1907a: 21); “digno general” (Carranza, 1907a: 40). Se lo caracterizará, en algún sermón, estando presente Belgrano,

Desearía infundir a todo americano los sentimientos de esa alma grande, inflexible, constante, tanto a la frente del ejército y entre las aclamaciones de dos victorias memorables, cuando a presencia de contrastes desgraciados, que no pudo su vigilancia evitar: detenido en Santiago del Estero; navegando a un país extrangero; oprimido con la ansiedad aflictiva que le ofrecía una corte poderosa, que por fines políticos cuando menos aparentaba indiferencia hacia nosotros, siempre se le oye el mismo lenguaje; siempre medita y siempre grita: VIVA LA PATRIA!. (Martínez de Sánchez, 2010: 153- 154)

Belgrano será aureolado con altas virtudes de un modelo de ciudadano, de militar y de héroe. Analizaremos a continuación como se manifiestan éstas en el discurso homilético.

Como ciudadano y además partícipe de las instituciones revolucionarias, “el benemérito ciudadano don Manuel Belgrano, llamado por el voto público a ser miembro de la Junta de Gobierno…” (Carranza, 1907b: 98); “Un hombre declarado constante amigo del órden, decidido por el bien público, empeñado en sostenerlo á costa de su vida… un hombre revestido de un carácter de dignidad y entereza, de intrepidez y constancia…”, “magistrado íntegro e ilustrado… ciudadano siempre útil a la patria…” (Carranza, 1907a: 117, 118).

Es, a no dudarlo, un verdadero patriota: “Sigámoslos en la carrera de su vida pública… amor ardiente á su patria, ese fuego sagrado, que fue la alma de todas sus acciones, y el germen prodigioso de sus virtudes públicas.” (Carranza, 1907b: 122).

e manifiesta en el sermón fúnebre de Balcarce: quien se hallaba “destinado por la Providencia para reparar el honor de su patria” (Carranza, 1907b: 56). Esa predestinación se basaba en sus virtudes religiosas, de un alma cristiana ejemplar que sólo hacía lecturas devotas, que sostenía la libertad civil sin olvidar los deberes que imponía la religión y la razón, era un venerador del sacerdocio, hijo fiel de la Iglesia (Carranza, 1907b: 56), agregando la “grandeza de alma de este héroe” (Carranza, 1907b: 53) y la “grandeza de su alma superior” (Carranza, 1907b: 39). Estas descripciones y caracterización harán concluir a un autor que en los sermones fúnebres se produce una deriva hagiográfica (Melgosa Oter, 2010: 67)

Entre esos rasgos biográficos se destaca, entre otros, su acendrada devoción y constante fe en la ayuda celestial en los cruciales momentos de la guerra: Juan Agustín Molina dirá en 1812 que Belgrano era “el piadoso jefe” (Carranza, 1907a: 33); esa virtud vino a él por ser su familia respetuosa de la religión y haberle dado una educación pía que no dio lugar a disensiones pecaminosas o heréticas de su parte (Carranza, 1907b: 139-140).[9]

Así como fue un ciudadano comprometido con las nuevas ideas, será en el campo de batalla donde muestre que “sus acciones militares […] son las que han hecho más importantes sus servicios y más lamentable su pérdida.” (Carranza, 1907b: 95). Será definido como “uno de los más valientes de nuestros guerreros, y aquella fuerza que lo hacía infatigable en los trabajos de la guerra” (Carranza, 1907b: 96). Manuel Belgrano, ciudadano que debió tomar las armas para la defensa de la Revolución, será recordado en ese aspecto: “Versado en la historia antigua y moderna de las naciones, debió tener presente, que el cónsul Lúculo, obligado á ponerse al frente de los ejércitos de la república para combatir á Mitrídates, llegó al campo enemigo general consumado, habiendo salido de Roma simple ciudadano.” (Carranza, 1907b: 99)

Juan Valentín Gómez hará una vívida reconstrucción de la batalla de Salta y del accionar heroico de Manuel Belgrano, que nos permitimos copiar in extenso aquí,

Tocado de tan dignos objetos, su grande alma se despliega toda entera, su corazón crece con los peligros; sus luces se aumentan con su ardor y decidido á la batalla, vuela á la victoria, ó á la muerte. Aparece á la cabeza de su línea, y todo lo anima su presencia; arenga sus soldados, y su voz hace presentir el triunfo. Ordena sus movimientos, y sus sabias disposiciones lo aseguran. En lo más ardiente del combate parece multiplicarse en todos los puntos en que es necesaria su asistencia. Allí esfuerza á los que logran ventajas sobre el enemigo; aquí sostiene á los que parecen desmayar; en todas partes se hace sentir la fuerza de su coraje. -El enemigo aterrado, se vé obligado á cederle el campo de batalla, y huye despavorido á encerrarse entre los cerros y cienagales de Salta. (Carranza, 1907b: 103)

Pero no sólo se lo enaltece como general victorioso, asimismo en las derrotas su virtuosismo está más allá de toda duda: porque es valiente pero no temerario; sereno en el peligro como fuera de él; valiente en la victoria como en la derrota (Carranza, 1907b: 99-100). Así como fue un dechado de virtudes en los éxitos de Tucumán y Salta, se podrán pesar los “quilates de su valor en el contraste de las desgracias de Vilcapugio y Ayohuma.” (Carranza, 1907b: 99). Nuevamente un símil o comparación con un militar famoso del pasado, pero cuyos errores muestran lo similar al Belgrano vencido, “Si los yerros de los grandes generales hubieran de excusar a los demás, el de Aníbal en su entrada en Capua, antes de atacar á Roma, podría vindicar el nuestro.” (Carranza, 1907b: 104-105)[10]

Otros romanos y griegos vendrán a coronarlo con sus virtudes, porque la “modestia de su trage, la frugalidad de su mesa y la simplicidad de su morada nos recuerdan la idea de los Camilos, de los Phocios, y de los Fabricios” (Carranza, 1907b: 107)[11];

Las ciudades de Salta y San Miguel de Tucumán eran los teatros destinados para llamar la atención de los incrédulos, y hacerles entender, que los Camilos y Arístides, los Leónidas y Pausanias; los Scipiones y Aníbal no pueden envanecerse de ser solos en la generosa resolución de comprar á precio de su sangre las glorias de su patria. […] Inflamado el ánimo del general Belgrano con la memoria de estos héroes, modelos de valor, se hizo admirar reproduciendo sus brillantes acciones (Carranza, 1907b:160)

Será Julio César, el gran general romano, el arquetipo de héroe militar cuyas acciones serán comparadas con las de Manuel Belgrano en mayor medida:

que enmudezca mi lengua, si no tengo hacia vosotros sentimientos más grandes, y más dignos que los que tenía el orador romano, respecto del senado donde hablaba Aquel elocuente pagano dirigiéndose al conquistador del mundo, le dijo con una libertad propia de un predicador cristiano:

«César, si no se lee en vuestra historia sino las acciones militares, con que vuestro valor ha sometido al universo, la posteridad hallará sin duda en ellas cosas dignas de su admiración, pero no de su alabanza». –Habet qua miretur in te posteritas, nunc etiam quae laudet expectat. (Carranza, 1907b: 96-97)

Al vencer en la batalla de Chacabuco José de San Martín, Belgrano mandó levantar una pirámide por esa victoria: “Si César, al mandar restablecer las estatuas de Pompeyo, destruidas por sus enemigos, concilió la baja idea (según Cicerón) de afirmar mejor las suyas, nuestro general, erigiendo ese monumento al vencedor de Chacabuco, no se apercibe que lo levanta al mismo tiempo á sus propias virtudes” (Carranza, 1907b: 109).

Luego de haber repasado las representaciones, figuras retóricas, símbolos, metáforas e hipérboles que los predicadores dijeron sobre Belgrano, podemos decir que era sin dudarlo, un héroe, al estilo de los héroes clásicos. Pero la exageración concionadora irá más allá, incluso hasta las figuras míticas de la Hélade,

¿Quién os hubiera librado de las garras del León, que se precipitaba ya sobre la presa que irritaba su voracidad, si este nuevo Hércules no les hubiera mostrado, aunque en distancia la invencible maza de su autoridad y poder para arruinarlo? […] el general Belgrano fué el que encendió la antorcha para entrar por sus confusas sendas sin temor de extraviarse; fue el Teséo que dio muerte al Minotauro de la discordia civil, y domó el genio altanero de los díscolos…” (Carranza, 1907b: 149)

Finalmente, debemos decir que en estos sermones no se pierde de vista el valor didáctico y catequético, la búsqueda de mover y conmover, edificar al auditorio, colocando como ejemplo de vida virtuosa la del general Belgrano, que debía ser imitada (Tío Vallejo, Gayol, 2005: 125), por la juventud rioplatense y de América (Carranza, 1907b: 119).

Pero no sólo las virtudes pías debían ser imitadas, sino también las cívicas: “El general Belgrano ha terminado sus días; pero os ha dejado en herencia su virtud y su valor, para estimularos á la imitación y á la gloria” (Carranza, 1907b: 121); es un héroe y un patriota, “No es este el sagrado fuego que nutrió y dió vida al general Belgrano. Fue el dulce amor de la patria reglado por la razón, cimentado en la virtud, guiado por la experiencia, animado por el celo, sostenido por el honor, y jamás desmentido por hechos capaces de desagradarlo: dulcis amor patriae.” (Carranza, 1907b:123)

Conclusiones

…de un hombre grande á un gran santo hay poca distancia…

fray Pantaleón García, 1819 (Carranza, 1907a: 60)

La Revolución y los gobiernos que se sucedieron a partir de 1810 aprovecharon las herramientas de la época para consolidar y difundir las ideas políticas: una de ellas eran los sermones, que pasaron a formar parte de nuevas ritualidades cívicas apoyando ideas y arquetipos (Alberro, 1995: 187-188). El clero acompañará las campañas bélicas haciendo el panegírico de los héroes militares y sus hazañas, construyendo un discurso que caracterizó a los modelos políticos de ciudadanos, de soldados y de patriotas. Personajes, militares y mitos grecorromanos conformaron las características de los héroes vernáculos que derrochaban perfección. Manuel Belgrano fue uno de esos modelos o arquetipos que debían ser imitados: un hombre virtuoso, un gobernante sin tacha, un guerrero incansable, un patriota, en definitiva, un héroe que tomaba dimensiones continentales y que se volvía un mito del pasado reciente (Tío Vallejo, Gayol, 2005: 120-121). Los héroes antiguos y hasta semidioses venían a ser los moldes donde se fraguaban los arquetipos revolucionarios; Belgrano será comparado con Hércules o con Teseo, quien mató a uno de los monstruos por antonomasia, el Minotauro. Para moldear al héroe cívico-militar, los sacerdotes usaron las estrategias de la retórica típicas de los sermones en general y de los sermones fúnebres en particular; echaron ‘vino nuevo en odres viejos’. Las fórmulas laudatorias, la reiteración, la hipérbole, la exageración y la comparación delinearon héroes cuyas virtudes superlativas y vidas ejemplares venían a ocupar el lugar de los reyes españoles, con estos nuevos padres de la patria, austeros, patriotas, devotos, cuasi perfectos. Esas virtudes exacerbadas continuaban con una vieja práctica concionadora que aureolaba a los difuntos, entre los que se encontraba Manuel Belgrano, de resplandores hagiográficos.

Fuentes Documentales

1812. “Oración fúnebre” por los soldados caídos en la batalla de Tucumán, pronunciada en Santiago del Estero por Juan Antonio Neirot (Carranza, 1907a: 13-22)[12]

1812. “Acción de gracias” por la victoria en la batalla de Tucumán, pronunciada en Tucumán por Juan Agustín Molina (Carranza, 1907, 23-41) (Berdini, 2013: 88-99) .

1814. “Oración Patriótica” por el aniversario del 25 de Mayo dicha en Buenos Aires por Gregorio Funes (Martínez de Sánchez, 2010: 123-137)

1816. “Oración fúnebre” por el coronel Diego González Balcarce, pronunciada en Salta por Juan Ignacio Gorriti (Carranza, 1907b, 37-49)

ca. 1816. Sermón de autor franciscano desconocido pronunciado en Buenos Aires (?) (Martínez de Sánchez, 2010: 138-142)

1817. “Elogio” de los que fallecieron en Rancagua, pronunciado por Julián Navarro en Santiago de Chile (Carranza, 1907a: 245-253)

1817. “Oración patriótica” por los triunfos en Chile pronunciada en Tucumán por Felipe de Iriarte (Carranza, 1907a: 255-276)

1817. “Oración patriótica” por el aniversario del 25 de mayo pronunciada en Tucumán por Felipe Antonio de Iriarte (Martínez de Sánchez, 2010: 143-158)

1817. “Sermón de acción de gracias” por el aniversario del 25 de mayo pronunciado en Catamarca por fray Pedro Luis Pacheco (Carranza, 1907a: 223-243)

1818. “Sermón” de acción de gracias por la victoria de Maipú pronunciado por fray Pantaleón García en Córdoba (Carranza, 1907a: 277-289)

1819. “Oración pronunciada en el aniversario del 25 de Mayo” por Miguel Calixto del Corro en Córdoba (Martínez de Sánchez, 2010: 174-186)

1819. “Sermón” de acción de gracias por el aniversario de la batalla de Maipú pronunciado en Buenos Aires por José Benito Lamas (Ravignani, 1950, 277-284)

1819. “Oración fúnebre” por Antonio González Balcarce pronunciado por fray Pantaleón García en Córdoba (Carranza, 1907b, 45-63)

1821. “Elogio fúnebre” de Manuel Belgrano por José Valentín Gómez pronunciada en Buenos Aires (Carranza, 1907b: 93-115)

1821. “Elogio fúnebre” de Manuel Belgrano pronunciado por fray Cayetano González en Buenos Aires (Carranza, 1907b: 117-176)

1824. “Arenga” por la victoria de la batalla de Ayacucho dicha por Gregorio Funes en Buenos Aires (Carranza, 1907, 325-326)

1824. “Oración” por el 25 de mayo pronunciada en Salta por Cayetano González (Carranza, 1907a: 311-324)

Referencias

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Notas

[1] Academia Argentina de Genealogía y Heráldica. Correo electrónico: jberdini@gmail.com
[2] Programa de Estudios Indianos del Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Universidad Nacional de Córdoba, dirigido por la doctora Ana María Martínez de Sánchez. Un estudio pionero en el abordaje de los sermones es el de Mariluz Urquijo (2008), asimismo para una bibliografía ampliada sobre el tema y su análisis específico en nuestro país sugerimos leer los artículos de Martínez de Sánchez citados.
[3] Incluimos al final del trabajo un apartado con el listado de las piezas oratorias trabajadas, con los datos de fecha, predicador, título y ciudad donde se pronunció.
[4] Tenemos así que pronunciadas en Buenos Aires hubo seis piezas; en Córdoba y Tucumán tres piezas en cada una; en Salta dos piezas y en Santiago del Estero, Santiago de Chile y Catamarca una pieza oratoria cada una.
[5] Para este apartado seguimos los conceptos vertidos en un trabajo anterior (Berdini, 2016).
[6] Para este acápite, seguimos conceptos vertidos en un artículo previo (Berdini, 2014).
[7] Un ejemplo de héroe militar durante lo que podemos llamar la colonia tardía, que adopta las características superlativas de los reyes sacralizados y heroicos es Santiago de Liniers luego de la Reconquista de Buenos Aires tras la invasión inglesa de 1806 (Berdini, 2017).
[8] Como una conclusión previa o preliminar de las virtudes o elementos propios de la personalidad de los personajes panegirizados, hemos tomado algunos epítetos vertidos en los sermones y realizado un listado alfabético. Su descontextualización busca solamente mostrar la cantidad de adjetivos positivos utilizados para enaltecer las figuras militares individuales y colectivas, tanto anónimas (soldados, tropa en su conjunto) como aquellos líderes político-militares con nombre y apellido. Los vocablos son los siguientes: Actividad/Activo, Afabilidad, Amable, Amor, Animoso, Ardor, Austeridad, Benignidad, Bondad, Bravura/Bravo, Campeones, Caridad, Celo/celoso, Clemencia/Clemente, Compasión, Confianza, Constancia, Consuelo, Coraje, Decoro, Denodados, Desinterés/Desinteresado, Desprendimiento, Destreza, Devoto, Dulzura, Energía, Esmero, Firmeza, Frugalidad/Frugal, Fuerza/Fuerte, Generosidad, Grande/Grandeza, Hermandad, Héroe/Heroísmo, Honor, Honrado, Humilde, Ilustrado, Infatigable, Íntegro, Intrepidez/Intrépidos, Juicio, Liberalidad, Misericordia, Moderación/Moderado, Modestia/Modesto, Moralidad, Nobleza, Obediencia, Oficioso, Orden, Paciencia, Pacífico, Patriotismo/patriota, Piadoso, Rapidez, Rectitud, Reflexivo, Religioso, Sabiduría/Sabio, Sensibilidad/Sensible, Sereno/Serenidad, Severidad, Simple, Suavidad, Talentoso, Temple, Tesón, Útil, Valentía/Valor/Valeroso/Valiente, Verdad, Victorioso, Vigilancia, Virtud/Virtuoso.
[9] Nuevamente hallamos el providencialismo presente, ya que, por boca de los sacerdotes, nuestro general reconoce al ‘Dios de los Ejércitos’ como único origen de sus triunfos (Carranza, 1907b: 112). Los predicadores destacan su profunda piedad mariana, indicando que fue la Virgen María, de quien era devoto, la que favoreció los triunfos de los ejércitos bajo su mando (Carranza, 1907b: 141); hasta el punto de proclamar a la Virgen de la Merced “patrona y protectora del ejército” (Carranza, 1907b: 113).
[10] Una vez más será comparado con el general cartaginés: “El General dió el ejemplo de una constancia digna de los Aníbal” (Carranza, 1907b: 100).
[11] El vencedor de Tucumán será colocado junto a “la memoria de un Foción justo, de un Catón austero, de un modesto Fabricio, de un valiente Mitrídates” (Carranza, 1907b: 121).
[12] Fue publicada en Buenos Aires en 1812 por la Imprenta de Niños Expósitos; en la compilación de Carranza (Carranza, 1907) y reditada en la Biblioteca de Mayo (Senado de la Nación, 1963).
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