Conversaciones

La ciudad como vector de vulnerabilidad

The city as vector of vulnerability

Sergio Baeriswyl (*)
Consejo Nacional de Desarrollo Urbano y Universidad del Bíobío, Chile
Oscar Bragos (**)
Universidad Nacional de Rosario, Argentina
Silvina Pontoni (***)
Universidad Nacional de Rosario, Argentina

A&P continuidad

Universidad Nacional de Rosario, Argentina

ISSN: 2362-6089

ISSN-e: 2362-6097

Periodicidad: Semestral

vol. 8, núm. 14, 2021

aypcontinuidad@fapyd.unr.edu.ar

Recepción: 18 Marzo 2021

Aprobación: 07 Mayo 2021



DOI: https://doi.org/10.35305/23626097v8i14.307

CÓMO CITAR: Baeriswyl, S.; Bragos, O. y Pontoni, S. (2021). La ciudad como vector de vulnerabilidad. A&P Continuidad, 8(14). doi: https://doi.org/10.35305/23626097v8i14.307

Resumen: Convocamos al arquitecto y urbanista Sergio Baeriswyl por su trayectoria en materia de planificación urbana y gestión pública y por su condición de referente en Chile a la hora de repensar nuestras ciudades y territorios, especialmente, en este contexto de crisis sanitaria global. La invitación a esta conversación tuvo por objeto conocer sus apreciaciones respecto de la situación en que se encuentran las ciudades chilenas de distinta escala en la coyuntura actual, fuertemente castigadas por la emergencia del COVID-19, pero también por problemas preexistentes vinculados con riesgos ambientales y con vulnerabilidades sociales comunes a las del resto de Latinoamérica. Profundizar en el conocimiento de las propuestas concretas y de las formas de gestión participativa que condujeron a su definición, resulta un aporte invalorable con miras a aumentar la resiliencia de nuestras ciudades y a contribuir en la solución de los graves problemas que nos afectan. En esta ocasión, interesa especialmente su labor en la región del Biobío, así como la que desempeña en el marco del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano que preside actualmente, un órgano consultivo y asesor del Gobierno de Chile, integrado por representantes del sector público, del mundo privado, social, académico y gremial.

Palabras clave: regeneración urbana, microdensificación, densidad equilibrada, pandemia, vulnerabilidad.

Abstract: We invited architect and urban planner Sergio Baeriswyl because of his career in urban planning and public management as well as his benchmark status in Chile when it comes to rethinking our cities and territories, especially in this context of global health crisis. This conversation sought to deal with his view of the present situation of different-scale Chilean cities; they are strongly scourged by not only COVID-19 emergency but also pre-existing problems related to environmental risks and social vulnerabilities common to those of the rest of Latin America. Further knowledge of the way in which specific proposals and participatory management forms were defined has become a precious contribution to the resilience improvement of our cities and the solving of the serious problems that affect us. On this occasion, both his work in the Bíobío Region and his performance within the framework of the National Urban Development Council have been of particular interest. He is the current chairman of this advisory body of the Government of Chile; it is constituted by representatives of the public, private, social, academic and union sectors.

Keywords: urban regeneration, microdensification, balanced density, pandemic, vulnerability.

Silvina Pontoni. Antes de conversar acerca de tu participación en el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano de Chile y los temas más vinculados con este número de nuestra revista, nos interesaría que comentaras tu trabajo previo en el Programa de Recuperación Urbana de la Ribera Norte del río Bio Bío y en el del Plan para la región de Bíobío. Especialmente, sobre el tema de la participación y de la creación de un Directorio, dentro del esquema de participación ciudadana que se propone.

Sergio Baeriswyl. Creo que hay dos cosas importantes ahí: una es que he trabajado ‒al igual que ustedes‒ mucho en la elaboración de lo que nosotros llamamos planes reguladores, que son planes de tipo reglamentario. Y también, debo decirlo, con mucha frustración, porque uno constata que regular no es suficiente para detonar transformaciones importantes en las ciudades. Ese ejercicio me ha llevado a la convicción que desarrollar proyectos urbanos es mucho más efectivo y transformador, algunos de ellos programados, como el proyecto de la ribera norte de Concepción, y otros forzados, como fue el caso de la reconstrucción luego del terremoto y tsunami del año 2010, donde hubo que realizar una acción de planificación de emergencia, ambos muy enriquecedores (Figs. 1,2, 3 y 4).

Pero, en lo fundamental, son casos interesantes porque son acciones multidimensionales e integradas. Nuestro instrumento de planificación territorial es aún muy bidimensional; pero la realidad es mucho más compleja. Tiene que ver obviamente con los fenómenos sociales, la participación, los canales de financiamiento, las constelaciones políticas que pueden entrar en conflicto y una serie de otras variables, que no se recogen en estos instrumentos. Estas dimensiones solo aparecen en el ejercicio de las operaciones urbanas. El año 1990, cuando Chile volvió a la democracia, empezamos a desarrollar los primeros ejercicios de participación ciudadana reales. Es el caso de la ribera norte en Concepción, donde había que recuperar una zona de sesenta hectáreas que tenía dos mil ochocientas familias en condiciones de informalidad y mucha precariedad (Fig. 1 y 2). Avanzar en el proyecto de recuperación fue un trabajo complejo, con las familias, con los actores públicos, pero también con el financiamiento y la ejecución de las obras. Publiqué en el año 2017 un artículo en la revista EURE (Baeriswyl, Salinas y Flores, 2017), que profundiza en los logros y deficiencias de este plan a veinte años de haberse iniciado. Y uno puede ver que, efectivamente, hubo logros en sus objetivos, cercanos a setenta por ciento de lo que originalmente se había planteado. Para mí eso es un éxito, conociendo otras experiencias, que están llenas de planes, proyectos y finalmente utopías. Me pareció que independiente de las debilidades, sigue siendo un muy buen proyecto, porque consolidó el esqueleto estructural de organización. Por tanto, todo lo que después pase en los próximos años ya se ordena, se subordina al orden, que a mí me parece que es bastante válido hasta el día de hoy.

Ribera norte de Concepción (1999).
Figura 1
Ribera norte de Concepción (1999).
Fotografía: Programa de Recuperación Ribera Norte, Bío Bío, Chile.

 Ribera norte de Concepción (2010).
Figura 2
Ribera norte de Concepción (2010).
Fotografía: Programa de Recuperación Ribera Norte, Bío Bío, Chile.

 Planes maestros para el borde costero de la región de Bío Bío, Chile.
Figura 3
Planes maestros para el borde costero de la región de Bío Bío, Chile.
Fuente: Plan de Reconstrucción urbana del Borde Costero (PRBC18), Bío Bío.

Plan Maestro de Reconstrucción del Borde Costero, Dichato, región de Bío Bío,
Chile. Viviendas resilientes.
Figura 4
Plan Maestro de Reconstrucción del Borde Costero, Dichato, región de Bío Bío, Chile. Viviendas resilientes.
Fotografía: Sergio Baeriswyl.

Mencionaste el tema del Directorio urbano, que fue una iniciativa que pusimos en marcha en la década de 1990, para democratizar las decisiones de los alcaldes respecto de la ciudad. Los alcaldes pueden llegar a ser pequeños señores feudales. Tienen competencias, tienen recursos, hacen programas y también tienen planes políticos, que está en las reglas de juego de la política. Pero en materia de ciudad a nosotros nos parecía que había que avanzar en la democratización y crear algo así como un Directorio. Ese era el nombre que más estimulaba el concepto de gestión compartida. El Directorio funciona hasta el día de hoy, quizá no como a mí me gustaría que funcionara cuando lo creamos en su momento. Pero ha sido una instancia en la cual el alcalde consulta a veinticinco integrantes representantes de la ciudadanía, aquellas decisiones que son complejas y relevantes para la ciudad. El alcalde de esta manera recibe acompañamiento o sugerencias para una mejor decisión. Creo que eso fue, dentro de todo, el espíritu de democratización que vivió el país, después de haber tenido una dictadura muy dura.

Hasta que llegó el terremoto del año 2010. Yo me encontraba ya en la academia, pero me pidieron hacerme cargo del proceso de reconstrucción de dieciocho localidades costeras que fueron destruidas por el terremoto y posterior maremoto. Ahí hubo algo muy interesante porque la autoridad reconoció dos cosas que habitualmente no hace. Y eso me parece que tiene un mérito importante de las autoridades de esa época. Primero, que se trataba de un problema urbano. No era solamente un problema de reconstruir viviendas, había que reconstruir ciudades. Y eso fue, para mí, un salto gigantesco para la política de reconstrucción. Y el segundo, es que la manera de abordarlo fuera regional, algo muy poco común en un Estado centralizado como es el caso chileno. Ustedes son federales, así que disfrutan de mayor autonomía. Nosotros no, somos regiones que tributamos a un sistema centralizado de administración, sobre todo frente a conflictos, emergencias y, por cierto, en los procesos de reconstrucción. Pero en este caso particular de la reconstrucción de 2010, cambiando la tradición histórica nacional, se descentralizó. Fue la región del Bío Bío la que decidió crear un equipo, desarrollar un plan y empoderarse frente a la administración central para coordinar los recursos. Fue un ejercicio muy interesante de gestión local, de planificación, participación ciudadana e integración sectorial. Esto último es lo más complejo, ya que habitualmente tú enfrentas cinco o seis ministerios que tratan de intervenir un mismo lugar en forma simultánea, pero lo quieren hacer rápido y a su manera, y les cuesta someterse a un único plan. Yo creo que el mayor logro ‒con todos los bemoles que pueda tener la reconstrucción de 2010‒ es haber logrado crear tempranamente los planes maestros urbanos de dieciocho localidades y que esto permitiera posicionar el plan de ciudad como organizador de todas las acciones (Fig. 3 y 4). Esto es complejo y no se logra siempre. Creo que, en el caso nuestro, solo se dio porque era una emergencia, era una situación que llamaba a la épica y la generosidad, pero en tiempos de normalidad, como hoy en día –entre comillas, porque estamos en pandemia y venimos saliendo de un estadio social tremendo–, es mucho más difícil lograr la integración de los actores y su coordinación. Yo considero que esos dos ejemplos que hemos tratado se enmarcan en dos situaciones especiales: uno saliendo de una dictadura, entrando en una democracia, donde había voluntad de acuerdos, de participación, de aportar a un proyecto de país, donde todos querían sumarse; y el otro, el de la reconstrucción de 2010, porque todo un país quería levantarse. Hoy, lamentablemente, hemos vuelto a trabajar en forma fragmentada, con una gran división entre los actores lo que hace muy difícil las intervenciones transformadoras en las ciudades.

SP. Aquí también sabemos de divisiones y de problemas y desafíos que tenemos en ese sentido. Hablando ya de la política nacional de suelo, que da origen al Consejo Nacional de Desarrollo Urbano de Chile que presides, ¿cuándo se aprueba y en qué circunstancias?

SB. La primera política nacional de desarrollo urbano chilena es del año 1979, inspirada en el modelo económico neoliberal impuesto por la dictadura. Buscaba establecer lineamientos que limitaran la capacidad regulatoria de los instrumentos de planificación territorial de la época, ya que estos se veían como un obstáculo para la libre acción del mercado y la inversión. Luego se corrigió en el 85 un poco. Al poco andar ya nadie creía mucho en esa política. Al llegar la democracia, se derogó completamente y las ciudades chilenas quedaron sin una política nacional de desarrollo urbano; lo que parecía mejor que tener vigente una que era mala.

Pero, podríamos decir que esta decisión derogatoria fue igualmente mala, ya que las ciudades quedaron sin directrices para orientar su desarrollo urbano. Me gusta pensar que una política urbana representa la ética del ejercicio de hacer ciudad, por ello es fundamental. Y la actual política nacional de desarrollo urbano se elaboró durante el primer gobierno del presidente Piñera y se implementó en el segundo gobierno de la presidenta Bachelet en el año 2014[1]. Esto es muy simbólico porque fue políticamente transversal. Creo que eso tiene un gran mérito, ella logró convergencia más allá de las diferencias ideológicas y construyó convergencia respecto de los desafíos de las ciudades. Pero ella fue más allá, al proponer la creación de un Consejo Nacional encargado de custodiar sus contenidos, actualizarla y velar por su implementación. Este Consejo debía asegurar reacciones oportunas de la política pública frente a los cambios, y ser un espacio de reflexión, que trate de construir conocimiento colaborativo, entre la academia, el mundo privado, el sector público, el social y gremial. Sus treinta y un integrantes tienen la tarea de discutir y llegar a consensos en recomendaciones para el poder ejecutivo y legislativo. Allí se crea un espacio que no existe en otra parte del país, donde se discuten los grandes desafíos de las ciudades. El objetivo siempre es proponer mejoras en las políticas de ciudad, lo que no es fácil, porque nosotros proponemos, sugerimos y advertimos, pero no tenemos ninguna potestad vinculante que permita, por ejemplo, que el ejecutivo acoja en su totalidad las indicaciones que elaboramos. Nos escuchan, pero no detona acciones inmediatas en la cadena administrativa de decisiones. Ahí siempre hay una permanente reflexión respecto de cómo, cuándo y de qué manera decir y actuar para lograr la mayor efectividad de las propuestas. Entonces, no es fácil. Pero bueno, ese es el desafío de todo Consejo cuando no es vinculante.

Por otro lado, tenemos algo que nos ayuda y es una plataforma llamada SIEDU (CNDU, 2019a)[2]: un sistema nacional de indicadores y estándares de desarrollo urbano, con alrededor de setenta y siete indicadores que monitorean ciento diecisiete ciudades en Chile. Esto nos ha permitido respaldar nuestras propuestas con números, y los números a veces llegan más rápido, encuentran el atajo para informar a la comunidad, para llegar a los ministros o a los parlamentarios. Y esta plataforma es fundamental para enfocar nuestras propuestas de política pública, porque representa evidencia estadística.

Destaco muchísimo la estructura del Consejo, creo que es fundamental fortalecerla, me gustaría mucho que fuera más autónomo y tuviese más recursos, pero esto será parte del proceso gradual de consolidación.

SP. Los integrantes del CNDU ¿por quién son elegidos y por cuánto tiempo?

SB. Son cuatro años de permanencia. Se eligen por decreto que renueva el presidente de la República. Por defecto están definidos varios cupos de instituciones privadas, gremios y organismos públicos, entre otros. El presidente tiene derecho a elegir libremente cuatro integrantes. Dentro de los cargos fijos hay una constante renovación, porque son representantes electos por sus propias instituciones. En el caso de los organismos ciudadanos y las universidades, se hace una convocatoria nacional y luego se realiza una votación entre ellos para elegir sus representantes.

Hemos sugerido modificaciones a ese mecanismo de nominación, porque creemos que es perfectible. Y esperamos, antes de terminar este período, dejar un protocolo para que el próximo presidente o presidenta tenga más herramientas al momento de formular ese decreto, asegurando una estructura más autónoma, más republicana, que constituya un espacio transversal y de Estado, con mayor independencia del gobierno de turno.

Oscar Bragos. Entiendo, por lo que dices acerca del Consejo, que tiene una mirada más a largo plazo y más estratégica de los temas y las cuestiones que tienen que ver con la ciudad y la construcción de la vivienda; mientras que los otros organismos más específicos, como puede ser el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, las mismas corporaciones municipales, están más abocadas a resolver las urgencias y los temas del día a día. ¿Es así el rol que debería o que está cumpliendo el Consejo?

SB. Sí, es exactamente así.

OB. Bien. Estaba leyendo algunos de los documentos ‒como el de las recomendaciones para las ciudades en la época de la pandemia, la reglamentación de los proyectos de regeneración urbana‒ y veía que, por un lado, trata temas que son muy de actualidad, como por ejemplo, empezar a dar respuestas respecto de la nueva situación creada en las ciudades a partir de la pandemia; y, en otros casos, a proponer instrumentos más innovadores en la vivienda ‒por lo menos innovadores en nuestro medio, que no son tan usuales‒ como por ejemplo la vivienda en alquiler, o la vivienda en arriendo, como le dicen ustedes. En ese sentido, una pregunta iría respecto de las recomendaciones que han hecho para las ciudades en época de la pandemia, donde se pone el acento en la ciudad de los quince minutos. E incluso después, proponen un sistema de indicadores como para poder definir cuál es una ciudad o qué sector de la ciudad podría ser considerado como ciudad de los quince minutos. ¿Se ha avanzado en algo en alguna ciudad al respecto? ¿O hay rechazo? porque en el mundo académico, también en España, hubo algún rechazo al tema de la ciudad de quince minutos, tal como lo proponía Carlos Moreno. En síntesis, quería saber si desde las mismas ciudades se ha aceptado esta idea y si se ha avanzado en algo en ese sentido.

SB. Sí, es muy interesante tu pregunta porque toca varias aristas. Lo primero es que la pandemia fue algo inesperado que nos puso en la primera línea de un problema tremendo. Tempranamente, nos dimos cuenta que gran parte de los vectores de vulnerabilidad de la salud de las personas estaban relacionados con la ciudad, como, por ejemplo: la dependencia a un sistema de transporte público congestionado, los problemas de lejanía a servicios de salud, a los supermercados y que imposibilitaban realizar cuarentenas. Lo más terrible, obviamente, es la realidad de las personas que viven en campamentos ‒ustedes creo que le llaman villas miseria‒ o quienes viven hacinados, o sea, más de 2,5 personas en una habitación, lo que dificulta cuidar el distanciamiento físico. O en condiciones de allegamiento (En Chile, se llama allegamiento a la convivencia de más de un grupo familiar en una misma vivienda). Entonces dijimos: ‘hagamos un mea culpa: las ciudades sí tienen responsabilidad’.

Esto me recuerda mucho al higienismo del siglo XIX, cuando las ciudades se ven obligadas a introducir cambios para enfrentar la propagación de enfermedades. Claro, la ciudad no es la única responsable, pero sus déficits sí se transforman en vectores de vulnerabilidad. Y que, además, es diferenciado e injusto. La población más vulnerable desde el punto de vista social tiene más riesgos de contagio que las familias más acomodadas, desde llevar una cuarentena más digna hasta poder hacer teletrabajo. A diferencia del resto de las familias más vulnerables que no tiene acceso a internet, y sus chicos no pueden asistir a clases presenciales, pero tampoco virtuales. O que sencillamente viven en espacios de poca dignidad. Personalmente llevo más de un año sin salir de mi casa, pero soy privilegiado porque tengo muchas comodidades. Pero hay una gran parte de la población que, teniendo una casa, tiene un déficit de ciudad muy grande. Y esa es una de las paradojas, porque la política chilena se ha focalizado en la producción de viviendas, pero no necesariamente con las condiciones de entorno urbano. Cuando dijimos como Consejo ‘hagamos este mea culpa’, lo vimos como una oportunidad de cambio. Si reconocemos hoy que la ciudad está siendo un vector de vulnerabilidad, qué nos espera hacia el futuro, con fenómenos mucho más complejos. Nosotros necesitamos tener ciudades resilientes, porque tenemos terremotos, inundaciones, tsunamis, incendios forestales, volcanes, aluviones, remociones en masa, y ahora pandemias, o sea, tenemos todo tipo de amenazas. Nuestras ciudades deben ser especialmente resilientes y para ello es necesario reducir la vulnerabilidad.

Entonces, hicimos el documento de recomendaciones para las ciudades chilenas frente a la pandemia, que consta de dos partes (CNDU, 2020a). Una más profunda que dice: ‘Oye, acá en Chile hay que cambiar muchas cosas, que son de largo plazo, pero hay que empezar ahora’. Debemos transformar las ciudades en barrios de quince minutos, resolver los problemas del déficit habitacional, incorporar la vivienda social en arriendo, incorporar mecanismos de integración social, que incluso involucre a los instrumentos de planificación urbana con más exigencias en esta materia. Esto no es nuevo, lo están haciendo Inglaterra, Holanda, Alemania e incluso Estados Unidos y ahora España. Queremos hacer los mayores esfuerzos para avanzar en que la integración social y la equidad en el acceso a los servicios urbanos sean condiciones de base para la planificación. Pero todo eso será lento y no resuelve el problema de la emergencia.

Para ello elaboramos en este documento un segundo apartado de recomendaciones, que podían implementarse en forma inmediata para ayudar a las ciudades a sobrellevar la crisis sanitaria. Y allí surgieron con mucha fuerza, las acciones de urbanismo táctico, esto es, aproximar los servicios públicos a los barrios, reactivar los almacenes y ferias de barrios. También haciendo un llamado a las ciudades a priorizar al peatón, a los ciclistas, en general toda la movilidad activa, cerrar calles centrales para el auto, eliminar estacionamientos, ensanchar veredas y demarcar ciclovías tácticas. Otras medidas se enfocaron en el transporte público y las condiciones de calidad del aire.

Estas medidas han tenido un efecto interesante, porque luego de publicar el documento, se distribuyó a tres mil quinientos tomadores de decisiones, entre alcaldes, urbanistas y funcionarios públicos. Luego hicimos una evaluación del nivel de su implementación y constatamos que parte importante de los municipios conocía las recomendaciones y un porcentaje significativo las había implementado. No podría decir que estas recomendaciones son la solución para reducir la vulnerabilidad durante la pandemia, pero han ayudado. Y sobre todo porque tenemos la esperanza que, si logramos crear más espacios para los peatones y para los ciclistas, es posible que estas acciones tácticas puedan perpetuarse después de la pandemia, con transformaciones más estructurales y definitivas.

Entonces fue en ese contexto... Y de ahí quedó instalado el concepto de quince minutos que, como dice Oscar, ha sido cuestionado. En el Consejo, había algunos consejeros que decían: ‘¿¡Pero hasta cuándo hablan de los quince minutos!?’ No resistían más el concepto por lo reiterativo, lo popular, incluso por lo superficial que podía ser. Y ahí tuvimos una conversación franca, dijimos: ‘Mira, seamos sensatos, lo que aquí estamos tratando de decir es que los barrios y las personas puedan tener acceso a los servicios en su cercanía’ O sea, que tengan un colegio, centro de salud, comercio básico o un servicio de atención donde puedan realizar algunos trámites, nada más. O sea, no queremos crear barrios autónomos donde las personas solamente se desplacen con movilidad sustentable y que trabajen en el mismo lugar donde viven. No, lo que buscamos es recuperar el antiguo concepto de barrio que había hace sesenta años, con mayor centralidad y comunidades más cohesionadas. Por otro lado, tratamos de buscar otros nombres. Pensamos en ciudad próxima, ciudad cercana. Pero ciudad próxima era muy malo porque en ese momento no se podía sugerir proximidad por la pandemia. De este modo, hicimos una larga reflexión conceptual, y al final nos dimos cuenta que la ciudad de quince minutos, además, tenía una enorme ventaja. Cuando la alcaldesa de París lo plantea, lo hace con un gran sentido político. Es que los quince minutos lo entiende cualquier persona. O sea, lo entiende el alcalde de la localidad más remota donde nunca ha tenido el problema, hasta la persona más sencilla en un barrio metropolitano. Y eso ha sido muy potente porque ha sido un mensaje claro que pocas veces he visto en el discurso del urbanismo, el que suele estar lleno de conceptos que muy pocos entienden. Y la comprensión del concepto puede significar avanzar más rápido en las decisiones de política pública.

Y ahora estamos trabajando en crear un indicador para nuestra plataforma SIEDU, que medirá esta dimensión en las ciudades chilenas. La idea es visibilizar las áreas con mayores problemas de acceso a los servicios, donde hay que priorizar la llegada del equipamiento e inversión pública. Un solo ejemplo de la dimensión de este problema: de las trescientas cuarenta y seis comunas de Chile tenemos sesenta comunas donde no existe una farmacia. Entonces, si piensas en una ciudad saludable, tiene mucho sentido que el equipamiento básico se ubique tan cerca de las personas como sea posible, y eso es un principio de equidad urbana fundamental, porque la persona que vive en una de esas comunas, es seguramente una persona vulnerable, que para comprar su medicamento debe pagar su precio, pero además debe pagar el transporte, es decir, tiene que pagar más y eso es una injusticia intolerable. Por eso hemos insistido mucho y majaderamente en que no vamos a renunciar al objetivo de llegar al año 2030 con ciudades con indicadores positivos de quince minutos.

SP. El tema del abastecimiento y la seguridad alimentaria se plantea como primordial. Cuando hablas de ferias de barrio, ¿a qué haces referencia exactamente? No estoy segura que tengamos en Rosario mercados populares como los que mencionas. Sí sitios como el Mercado del Patio o La Toma. Quizás las ferias de las plazas serían figuras más parecidas, espacios que gestiona o impulsa la municipalidad desde antes de la pandemia.

SB. Efectivamente, las ferias locales han sido fundamentales para toda la red de abastecimiento durante la pandemia. Siempre se han visto como los supermercados pobres, pero ellas han sido el pilar de abastecimiento de los barrios. Y bueno, nosotros hemos planteado la necesidad de darles mayor reconocimiento, mayor formalidad, porque ellos generan lo que hemos llamado, economías de quince minutos. La existencia de una feria permite que los vecinos puedan tener acceso a bienes, pero también oportunidades de emprendimientos. El almacén de la esquina, que ha sufrido tanto con la competencia de los supermercados ahora también empieza a tener una segunda oportunidad.

SP. ¿El tema de esta propuesta para la regeneración de barrios es anterior a la pandemia? ¿Venían pensando eso y se siguió trabajando, o es algo que empezaron a trabajar en paralelo?rr-

SB. Fue después de la pandemia. Surge como consecuencia de constatar las desigualdades en el acceso de la población a los bienes y servicios urbanos. En Chile la política pública se ha concentrado en reducir el déficit habitacional, pero nunca ha entendido que también existe un déficit de ciudad, que merece la misma atención de la política pública que el déficit de vivienda. Y la única forma de hacer buena política de vivienda o buena política de ciudad es juntando ambas cosas. Entonces, dijimos: ‘Ok. El Consejo ya hizo una propuesta para lograr reducir en un cincuenta por ciento el déficit habitacional al año 2025, en el documento que llamamos Agenda Social Urbana (CNDU, 2020b)[3], pero ahora debemos hacer una propuesta para reducir el déficit de ciudad, que es un desafío mayor’. Y en este contexto surgió la propuesta de regeneración urbana que, en su esencia, plantea una nueva herramienta para llevar la ciudad a los barrios empobrecidos, o bien, para intervenir zonas con obsolescencia funcional. Y eso es lo que planteamos a través de una nueva ley de regeneración urbana. Mantengo cierto optimismo en esta propuesta, aun cuando veo poco espacio legislativo en Chile para su discusión, por las prioridades de otras materias como la nueva constitución y seguridad social, entre otras importantes reformas.

Volviendo a nuestro tema de discusión, es importante decir, que en Chile hay muchas ciudades, y probablemente en la Argentina también, que hoy día son ciudades de quince minutos. ¿Por qué? Por su escala, o por su estructura de barrio. Y a nosotros nos pasa también, que todas las ciudades intermedias, en general, o pequeñas, son ciudades de quince minutos. La propuesta tiene el propósito de proteger aquellas ciudades intermedias o pequeñas que han sobrellevado mucho mejor la pandemia, porque, entre otras cosas, son ciudades caminables y cercanas, donde tú encuentras todos los servicios incluso a menos de quince minutos. Retrocedí un poco en nuestra conversación, pero es que recordé esto que era importante, porque hay un tema de la escalaridad que es muy significativo. Esta terrible prueba de la pandemia para las ciudades dejó en evidencia eso, que las ciudades más grandes han tenido mayores dificultades para poder ser más resilientes frente a la pandemia en comparación con las ciudades más pequeñas o los pueblos. No en términos estadísticos de cantidad de contagios, porque la evidencia no muestra hasta ahora una relación clara que pudiera ser atribuible a la escala, pero sí tiene que ver con la calidad de vida, la dignidad y la forma como sobrellevas una situación de encierro.

Y no sé si pasará en Argentina también, pero en Chile hay muchas personas que han empezado a re-mirar las periferias o incluso el mundo rural o las pequeñas ciudades como opciones alternativas de vida, facilitados por el teletrabajo. Yo no creo que eso vaya a ser una revolución total, pero hay indicadores que evidencian que ha habido una mayor demanda por la vivienda aislada, en la periferia, en sectores fuera de las grandes ciudades.

SP. Aquí también se venía observado, y hoy es más notorio aún, si bien no conozco mediciones actualizadas, de este último año. Sobre todo en Rosario, donde durante los últimos períodos intercensales, ha habido mucho desplazamiento de la población rosarina hacia las comunas vecinas. Se venía produciendo por múltiples factores, el valor del suelo, cambios culturales, problemas de seguridad, etc. Pero de hecho eso se aceleró. Hay un cúmulo de cuestiones que se van entrelazando y van tendiendo a eso y lo evidencian. No es casual que en barrios de muy buena calidad de la ciudad haya muchos carteles de venta de viviendas. Y que haya más demanda por otros lugares muy próximos a la ciudad.

SB. Así es. Me preocupa la necesidad de un plan de recuperación de los núcleos centrales y comerciales de las ciudades. Y creo que vamos a tener que hacer algo también como Consejo. Es la necesidad de un plan de recuperación de los núcleos centrales y comerciales de las ciudades. Nosotros enfrentamos una crisis gigantesca del comercio minorista con el cierre de locales, quiebra o insolvencia del comercio, que es el que le da vida finamente al espacio público en las áreas centrales. Creo que ahí tiene que haber una acción del Estado. Esto es totalmente prospectivo, no es una decisión del Consejo ni nada de eso. Pero creo que es un desafío importante. Pienso que lo que está ocurriendo con el aumento del comercio electrónico, la competitividad de las grandes tiendas frente a los pequeños comerciantes, los problemas de vulnerabilidad sanitaria asociados a la concentración de personas, el abandono de los edificios de oficinas, pueden llevar a un deterioro mucho más profundo e irreversible de los núcleos centrales de las ciudades. Y en eso no vemos que en Chile exista una política pública clara. No sé cómo será en Argentina, si les habrá pasado lo mismo con las zonas centrales, producto de los cierres masivos de locales.

OB. Sí, lo que se ha visto, por lo menos en Rosario, es el cierre de comercios en el área central, pero mucho más desarrollo de los comercios en los subcentros barriales históricos de la ciudad. O sea, que no han perdido vitalidad esos centros, sí en cambio el centro principal. Es claro que, a partir de la imposibilidad de desplazarse, la gente trató de resolver todos sus temas y problemas en el barrio donde vive.

Quería volver a este tema de la ciudad de los quince minutos y más que nada en la periferia. Porque hablar de ciudad de los quince minutos en el centro (en el centro y el macrocentro ya tenemos la ciudad de los quince minutos), el problema está ‒lo habías marcado‒ en estos lugares más periféricos donde no llegan los servicios. Porque el tema de los quince minutos, en síntesis, es llevar servicios. Ahora, para llevar servicios de determinados tipos de equipamientos necesitamos también densidades, y ustedes hablan, asociado al tema de la ciudad de los quince minutos, de las microdensidades ¿Ya han llevado alguna experiencia adelante? ¿esa microdensificación la están pensando en altura o la están pensando en extensión de superficie?, haciendo referencia a estos lugares más periféricos y de bordes de la ciudad.

SB. La microdensificación que nosotros sugerimos consiste en facilitar que en un mismo sitio, donde una persona tiene una casa, pueda construir una segunda o una tercera, a través de programas de financiamiento estatal. Y que en el fondo permita algo que naturalmente se da en muchos casos, donde la familia recibe a sus hijos, recibe a sus nietos y están todos en una misma casa. La microdensificación se pensó como un mecanismo para aprovechar mejor el suelo ya ocupado, para sectores periféricos o sectores subcentrales, donde todavía hay un margen de ocupación del suelo. Y para eso se modificó la Ordenanza General de Urbanismo y Construcciones. Ya hace aproximadamente ocho meses que se publicó esta modificación y el Ministerio de Vivienda y Urbanismo ha empezado a aumentar sus programas de subsidios para estos fines. Como Consejo hemos tratado de respetar uno de los principios de la Política Nacional de Desarrollo Urbano, que dicta la necesidad de promover una densificación armónica de las ciudades. La densificación es la única manera de lograr reducir la huella de carbono, neutralizar el crecimiento de las ciudades desde el punto de vista de la producción de CO2, de poder lograr ciudades caminables, de lograr sistemas de transportes más eficientes y reducir el impacto del crecimiento urbano en los ecosistemas. En fin, poner en valor la ciudad desde el punto de vista de la sustentabilidad tiene directa relación con una densificación equilibrada. El año 2019 publicamos un documento que explica cómo avanzar hacia una densificación equilibrada (CNDU, 2019b), que es un concepto difícil de entender. Para ello publicamos también una guía de referencia (CNDU, 2021), que ayuda a definir este concepto en forma simplificada.

OB. Mencionan la figura de la corporación municipal ¿Cuál es el rol que cumple? ¿Es una suerte de empresa inmobiliaria municipal, o es otra cosa?

SB. Hoy día, en Chile existen las corporaciones, pero están muy limitadas en sus facultades y no pueden actuar en el campo del urbanismo. Entonces, propusimos en el documento de regeneración urbana, multiplicar los actores que intervienen en la ciudad y fortalecer la figura de las corporaciones existentes, ampliando sus facultades. Es decir, apostamos a que sean inmobiliarias con enfoque social, y para que eso ocurra tiene que existir un nuevo marco regulatorio. Este nuevo marco debe asegurar un modelo más inclusivo con actores públicos, sector privado y la comunidad beneficiaria de las acciones de esta corporación. Estas corporaciones no tendrían una acción en todo el territorio, sino un desempeño acotado a la zona de la ciudad que necesita la regeneración urbana.

OB. ¿Y en el tiempo también, entonces?

SB. Sí, pues si una corporación se crea para un proyecto específico, y logra sus objetivos podría dejar de existir, aun cuando el acompañamiento en los procesos de regeneración urbana es muy importante. Creemos que la mejor estrategia no es tener una corporación súper poderosa para toda la ciudad, sino que sean corporaciones que se organicen y focalicen territorialmente de acuerdo a las necesidades. Mi experiencia personal es que todo territorio urbano es una singularidad, tiene su propia historia, sus propios líderes, que pueden ser un pastor religioso o un vecino con entusiasmo. Pues bien, es deseable que en cada caso esas personas integren la institucionalidad que intervendrá ese barrio. La diversidad del territorio es siempre sorprendente en lo cultural, social y económico, y como Concejo creemos que las corporaciones tienen que tener ese foco y esa escala.

Ustedes tienen experiencias en corporaciones. Conozco, el caso de la Corporación Puerto Madero. Es posible que ustedes tengan una opinión diferente, pero mi impresión es que tuvo un buen desempeño. Transformó significativamente un lugar utilizando la figura corporativa, que es la que he visto también en Barcelona, Bilbao o Inglaterra. Nosotros, cuando hablamos con las autoridades y los parlamentarios, les decimos que ‘no estamos inventando la rueda’, lo que estamos haciendo es reconocer en la experiencia internacional buenas prácticas que dan confianza para su implementación en Chile.

OB. Tal como entiendo que plantean ustedes la corporación municipal, donde incorporan también a los actores sociales, no es algo parecido a la Corporación de Puerto Madero, que fue más que nada para el desarrollo inmobiliario, fundamentalmente. En este caso se está pensando especialmente en estas acciones de regeneración urbana.

SB. Buen punto lo que tú dices. Cuando hago referencia a Puerto Madero, hablo de la institucionalidad, pero no de su replicabilidad. En efecto, la forma corporativa que proponemos busca dar un paso más allá, creando una gobernanza específica en el lugar de regeneración urbana, que incluya a los actores estratégicos, pero ante todo a la comunidad del lugar. La regeneración urbana interviene lugares habitados por personas, y esto debe hacerse con la máxima sensibilidad y participación de sus habitantes, asegurando que ellos formen parte de las decisiones y de la estructura corporativa.

SP. Para crear la Corporación Puerto Madero, hubo que modificar la legislación argentina ya que no había forma de asociarla a alguna figura existente: las sociedades anónimas, las sociedades comerciales, etc. Esta se planteaba como una figura nueva del derecho administrativo y hubo que inventar una institucionalidad. La otra diferencia es que en Puerto Madero se concreta la operación sobre un área obsoleta, que había perdido su función original, y que casi no tenía población. Era realmente una operación inmobiliaria a nuevo. En ese sentido también tiene otro carácter. Pero como nueva institucionalidad fue muy importante y entendemos el sentido en el que rescatas la experiencia.

El tiempo ha volado. Nos quedan muchos temas y preguntas, pero también quedaron plasmadas muchas preocupaciones, ideas y propuestas valiosas, que nos han dejado pensando, y seguramente, serán de interés también para quienes lean esta entrevista.

Referencias

Baeriswyl, S.,Salinas, E. y Flores, S. (2017). Logros y deficiencias a veinte años del Programa de Recuperación Urbana de la Ribera Norte del Río Bío Bío. Revista EURE, 43(130), 297-307. http://dx.doi.org/10.4067/s0250-71612017000300297.

Consejo Nacional de Desarrollo Urbano. (2021). Guía referencial para una densificación equilibrada. Proporción armónica entre altura de las edificaciones y espacio público. Recuperado de https://cndu.gob.cl/download/guia-referencial-para-una-densificacion-equilibrada-cndu/

Consejo Nacional de Desarrollo Urbano. (2019a). Sistema de Indicadores y Estándares de Calidad de Vida y Desarrollo Urbano de Chile. Recuperado de http://siedu.ine.cl/compromisos/compromisos.html

Consejo Nacional de Desarrollo Urbano. (2019b). Propuestas para una Densificación Equilibrada en las Ciudades Chilenas. Recuperado de https://cndu.gob.cl/download/propuestas-para-una-densificacion-equilibrada-en-las-ciudades-chilenas/#

Consejo Nacional de Desarrollo Urbano. (2020a). Recomendaciones para las ciudades chilenas frente a la pandemia. Recuperado de https://cndu.gob.cl/download/recomendaciones-para-las-ciudades-chilenas-frente-a-la-pandemia-cndu-2020/

Consejo Nacional de Desarrollo Urbano. (2020b). Propuestas para una Agenda Social Urbana. Recuperado de https://cndu.gob.cl/download/agenda-social-urbana/

Notas

[1] Nota del editor: Se habla de la Política Nacional de Desarrollo Urbano (PNDU) del año 2014, que establece los principios orientadores y lineamientos que guían hasta hoy el desarrollo urbano de las ciudades chilenas.
[2] Nota del editor: El Sistema de Indicadores y Estándares de Desarrollo Urbano de Chile (SIEDU) es una plataforma creada, en 2019, por el Instituto Nacional de Estadísticas de Chile (INE), y validada por el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano (CNDU), del Gobierno de Chile.
[3] Nota del editor: La Agenda Social Urbana es un conjunto de medidas destinadas a avanzar hacia ciudades chilenas más integradas y equitativas, elaborada por el Consejo Nacional de Desarrollo Urbano de Chile en 2020.

Notas de autor

(*) Sergio Baeriswyl. Doctor en Urbanismo. Arquitecto de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso y doctor en urbanismo del Karlsruhe Institute of Technology de Alemania. Profesor asociado de la Facultad de Arquitectura, Construcción y Diseño de la Universidad del Bío Bío y profesor de programas de doctorado y magister para diferentes universidades nacionales y extranjeras. Es autor de más de 38 publicaciones sobre planificación urbana. Fue coordinador del Plan de Reconstrucción Urbana del Borde Costero de la Región del Bío Bío. Ha recibido numerosos reconocimientos, entre ellos el Premio Nacional de Urbanismo de Chile el año 2014. Actualmente, es Presidente del Consejo Nacional de Desarrollo Urbano de Chile.

ORCID: 0000-0001-7478-1178

sbaeriswyl@ubiobio.cl

(**) Oscar Bragos. Arquitecto (UNR). Doctor en Arquitectura (Universidad de Valladolid). Magíster en Planificación Urbana y Regional (Universidad Federal de Río de Janeiro). Investigador Independiente de la Carrera de Investigador Científico C.I.C. UNR. Profesor Titular de Teoría y Técnica Urbanísticas de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de FAPyD UNR. Profesor de posgrado en Urbanismo de la FAPyD UNR. Secretario de Ciencia y Tecnología FAPyD UNR (2019-2020). Miembro del Centro Universitario Rosario de Investigaciones Urbanas y Regionales, CURDIUR, UNR/CONICET (Argentina). Consultor de municipios y comunas y otros organismos gubernamentales en temas de ordenamiento urbano-territorial.

ORCID: 0000-0003-3993-7266

oscar.bragos01@gmail.com

(***) Silvina Pontoni. Arquitecta (UNR). Magíster en Desarrollo Económico Local (Universidad Autónoma de Madrid, UAM). Especialización en Gestión Urbanística de Suelo (Universidad Politécnica de Cataluña, UPC). Investigadora Independiente de la Carrera de Investigador Científico C.I.C. UNR. Docente de grado y posgrado en Urbanismo de la Facultad de Arquitectura, Planeamiento y Diseño de la Universidad Nacional de Rosario FAPyD UNR. Consejera Delegada por FAPyD al Consejo de Investigaciones CIUNR. Miembro del Centro Universitario Rosario de Investigaciones Urbanas y Regionales, CURDIUR, UNR/CONICET (Argentina). Asesoramiento en municipios y comunas y otros organismos gubernamentales. Coorganizadora del Seminario Latinoamericano Áreas Metropolitanas, Salud territorial e incertidumbre (2020).

ORCID:0000-0002-2254-3474

silpontoni@gmail.com

Información adicional

CÓMO CITAR: Baeriswyl, S.; Bragos, O. y Pontoni, S. (2021). La ciudad como vector de vulnerabilidad. A&P Continuidad, 8(14). doi: https://doi.org/10.35305/23626097v8i14.307

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