Artículos
Trazos y trazas de la migración haitiana post-terremoto[1]
Traces and scars of the post-earthquake Haitian migration
Política, Globalidad y Ciudadanía
Universidad Autónoma de Nuevo León, México
ISSN: 2395-8448
Periodicidad: Semestral
vol. 6, núm. Esp.11, 2020
Recepción: 20 Febrero 2019
Aprobación: 05 Junio 2019
Autor de correspondencia: wlouidor@javeriana.edu.co
Resumen: Este artículo describe los trazos de los trayectos de migrantes haitianos a lo largo del continente americano tras el terremoto sucedido en Haití el 12 de enero de 2010, así como las trazas de los impactos desastrosos de políticas migratorias hostiles de países de tránsito y destino sobre dichos migrantes particularmente en las fronteras. A partir de la reconstrucción de las dos categorías, trazos y trazas, retomadas de Édouard Glissant y Severo Sarduy respectivamente, y de la lectura hermenéutica de un corpus de textos publicados de 2010 a 2019 sobre la migración haitiana post-terremoto, el artículo evidencia la heterogeneidad de ésta desde una doble perspectiva geográfica y político-jurídica.
Palabras clave: Heterogeneidad, migración haitiana post-terremoto, políticas migratorias hostiles, trazas, trazos.
Abstract: This paper describes the traces of the trajectories of Haitian migrants throughout the American continent after the earthquake that affected Haiti on January 12, 2010, as well as the scars of the disastrous impacts of hostile migration policies of transit and reception countries with respect to those migrants in particular at the borders. Through the reconstruction of both categories, traces and scars, taken up from Édouard Glissant and Severo Sarduy respectively, and a hermeneutical reading of a corpus of texts written from 2010 to 2019 about the post-earthquake Haitian migration, the paper shows the heterogeneity of this migration from a double geographical and political-legal perspective.
Keywords: Heterogeneity, hostile migration policies, post-earthquake haitian migration, scars, traces.
INTRODUCCIÓN
El presente artículo de investigación se centra en la migración haitiana hacia las Américas, tras el terremoto que afectó tremendamente este país caribeño el 12 de enero de 2010 (PNDA, 2010[3]). Se pueden distinguir dos grandes cortes: de 2010 a 2015[4], cuando más de cien mil migrantes haitianos emigraron de Haití a Sudamérica, en particular a Brasil, Chile y, en menor cantidad, Ecuador; y de 2016 a 2019, cuando decenas de miles de ellos vienen reemigrando de Sudamérica a Estados Unidos de América (EUA, de aquí en adelante) y puntualmente en 2017 a Canadá desde EUA. Nos centraremos en los trayectos de esos migrantes que no son directamente identificables ni tampoco se pueden conocer a ciencia cierta en la amplia geografía americana.
Además, es cada vez más difícil mapear estos trayectos, debido a que- por el endurecimiento de las medidas migratorias de gobiernos de países de tránsito y destino- cada vez más migrantes haitianos se han visto obligados a cambiar de rutas, recorriendo las que son más escondidas y, por lo tanto, más difíciles y riesgosas[5]. Algunos de esos gobiernos[6] han tratado de esconder, principalmente en las fronteras, sus prácticas hostiles para ocultar las consecuencias desastrosas de éstas sobre dichos migrantes. De allí la justificación del uso epistemológico de las dos categorías, trazos[7] y trazas[8], retomadas de la obra literaria de Glissant y Sarduy respectivamente, para rastrear las huellas de los trayectos de los migrantes haitianos y las heridas y cicatrices causadas por los impactos invisibilizados de esas medidas hostiles. La pregunta que se busca responder con el artículo es la siguiente: ¿De qué manera las medidas políticas y jurídicas, tomadas por los diferentes gobiernos del continente americano frente a la migración haitiana post-terremoto, afectan los trayectos y los cuerpos de los migrantes haitianos, en particular, en las fronteras?
El artículo consta de cuatro partes: la primera, de corte contextual-histórico, se enfoca en ubicar la migración haitiana post-terremoto en la amplia historia de la migración haitiana. La segunda de naturaleza teórico-metodológica reconstruye las dos categorías de trazos y trazas y el modo cómo éstas serán aplicadas en la investigación. La tercera presenta algunos hallazgos de ésta, y la cuarta discute esos resultados en clave de la heterogeneidad desde la doble perspectiva geográfica y político-jurídica.
FUNDAMENTO TEÓRICO
Tres grandes olas de la migración haitiana
Podemos distinguir tres grandes olas en la historia de la migración haitiana. La primera empezó a inicios del siglo pasado en el marco de la penetración del capital financiero-económico estadounidense en el Caribe. EUA libraron una guerra contra España, en alianza con los independentistas cubanos, para expulsar definitivamente a ésta en 1898 de esta isla. El Tratado de París, firmado el 10 de diciembre de 1898 por España y EUA, consagró la victoria militar y diplomática de estos últimos, quienes tomaron formalmente el control de Cuba y Puerto Rico (convertido en 1917 por la Jones Act en un estado de la Unión).
EUA invadieron la isla compartida por Haití[9] -27.750 km2- en 1915 (hasta 1934) y República Dominicana -48.442 km2- en 1916 (hasta 1924) (Théodat, 2003). Estas ocupaciones militares fueron acompañadas por la dominación económica estadunidense sobre estos países del Caribe, reducidos al servicio del capital de EUA y, en concreto, del capital de Wall Street que decidió “convertir la Cuenca del Caribe en una gran plantación de caña” (Veras, 1991: 110). EUA erigieron una división del trabajo en la que República Dominicana y Cuba pusieron la tierra, y Haití –y algunas islas de habla inglesa- la mano de obra. Los orígenes de la migración haitiana se ubican en esta reconfiguración socioeconómica del Caribe, dentro del sistema mundo capitalista y, en particular, en esa nueva fase de la globalización en que EUA se estaban convirtiendo en el país hegemónico del mundo (Wallerstein, 2006 & Trouillot, 2011). De hecho, las primeras contrataciones de trabajadores cañeros haitianos, llamados braceros, fueron formalizadas desde 1919 por el ocupante de la isla: EUA (Cuello, 1997). Las plantaciones e ingenios azucareros pertenecieron a empresas estadunidenses, de 1916 hasta 1940, cuando el presidente Rafael Trujillo empezó a introducir poco a poco el capital dominicano en esta industria; proceso que culminó con la creación en 1966 del Consejo Estatal de Azúcar –CEA- (PierreCharles, 1988; Wooding y Moseley-Williams, 2004; Hernández, 2011 y Pérez et al., s/f).
La segunda gran ola de la migración haitiana inició con la denominada Guerra fría que fue protagonizada por EUA y la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), con uno de sus epicentros en el Caribe, en torno a la disputa por Cuba, declarada comunista tras la revolución castrista en 1959. Como consecuencia de ello, EUA apoyaron en Haití durante casi treinta años (de 1957 a 1986) la dictadura de los Duvalier, quienes emprendieron una persecución a muerte contra los comunistas y todos los profesionales de clase media que pretendieron o pudieron eventualmente desafiarlos (Pierre-Charles, 1969). A raíz de esa persecución, cientos de miles de haitianos tuvieron que exilarse a Canadá (Quebec), EUA, Francia, otras islas del Caribe, América Latina- Venezuela y México- e incluso a África (Icart, 2004 & Gabriel, 2009). Muchos otros, quienes no pudieron ir en avión o contaron con poco dinero, tuvieron que ir en veleros peligrosos hacia otras islas del Caribe o a EUA: son los llamados boat-people, quienes hasta hoy –esto sí, en menor cantidad- siguen emprendiendo este peligroso viaje (Catanese, 1999).
Después de estas dos grandes olas de la migración haitiana, sigue esta tercera que inició con el terremoto de 2010. Ésta se diferencia de las dos anteriores por su factor desencadenante: una catástrofe medioambiental, que agravó las ya precarias condiciones socioeconómicas del país, las consecuencias de las crisis políticas y de las anteriores calamidades medioambientales (inundaciones, huracanes, etc.). Pero la diferencia más grande que tiene la migración haitiana post-terremoto con respecto a las dos grandes olas anteriores tiene que ver con su demografía: la mayoría de esos migrantes son jóvenes, oriundos de ciudades y cuyo objetivo fundamental es estudiar, además de ubicarse en el mercado laboral (Rojas Pedemonte et al., 2017; OIM & IPPDH, 2017 y Louidor, 2019c).
Además, después de la destitución de la presidenta brasileña Dilma Rousseff en 2016 y la llegada al poder en 2018 en Chile del presidente conservador Sebastián Piñera, esta migración ya se encuentra en errancia en busca de hospitalidad a lo largo del continente americano. Por lo que no hay claridad ni sobre los trayectos -cuyos trazos presentaremos a continuación - que siguen estos migrantes en las Américas, ni sobre los impactos que tienen las medidas tomadas por los gobiernos sobre dichos migrantes particularmente en las fronteras, adonde se tiene poco acceso.
De allí algunas preguntas que quedan hasta ahora sin respuestas: ¿Cuántos hombres, mujeres y niños haitianos han recorrido los diferentes trayectos desde Brasil o Chile hacia EUA? ¿Por qué rutas han transitado? ¿Cuántos han muerto en el camino? ¿Cómo? ¿Devorados por animales, asesinados por grupos delincuentes, ahogados en ríos y en el mar, muertos de cansancio, inanición, deshidratación y por enfermedades? ¿Cuáles grupos de delincuentes operan en estos trayectos? ¿Cuántos de esos migrantes, principalmente mujeres y niños, fueron violados? ¿Cuáles son las condiciones humanitarias a las que se han visto expuestos? ¿Cuáles son los abusos y violaciones de derechos humanos a los que son más vulnerables? (Louidor, 2019c)
Reconstrucción de las dos categorías, trazos y trazas
Si bien el campo de los estudios migratorios no dispone de herramientas para cartografiar con exactitud algunos trayectos extremadamente complejos de migrantes a través del mundo; sin embargo, se puede recurrir a otros campos de estudio para al menos identificar unas huellas (narrativas, pictóricas, etc.) de dichos trayectos. Por ejemplo, Feature Shoot (2013) es un proyecto en el que fotógrafos profesionales recorrieron el desierto de Arizona para documentar con imágenes las largas caminatas mortales que hicieron los migrantes en esos trayectos.
En esta misma línea, pero con miras a aproximarnos a las huellas de los trayectos de la migración haitiana post-terremoto, reconstruimos dos categorías, trazos y trazas, que fueron utilizadas respectivamente por Glissant (1958, 1964 y 1997) y Sarduy (1999) en su obra literaria. Nos paramos desde la literatura, en particular, desde las reflexiones de estos dos escritores caribeños ̶ Sarduy y Glissant ̶ quienes, al intentar narrar y analizar su propia historia como cubano exiliado y martiñiqueno miembro de una comunidad de origen africano desarraigada respectivamente, se dieron cuenta que sólo cuentan hoy día con las huellas de dicha historia en el cuerpo y en la memoria. Ante este hecho, ambos desarrollaron toda una perspectiva epistemológica para rastrear dichas huellas: para Glissant éstas son trazos, mientras que para Sarduy son trazas. Para ambos, estas huellas del pasado, que ya no está presente y del que no tenemos evidencias claras y distintas, sirven para aproximarnos al conocimiento del mismo pasado a través del rastreo de los impactos que dejó este pasado.
La primera categoría traces, que traducimos del francés al español como trazos, ha sido utilizada en la obra literaria de Glissant para rastrear las huellas dejadas por los africanos, quienes fueron capturados en África, posteriormente trasladados en los barcos negreros hacia las Américas en el marco de la trata transatlántica y finalmente esclavizados desde el siglo XVI en Martinica (y en todas las Antillas y en el continente americano). Los trazos representan las huellas, físicas e históricas, que dejan dichos africanos en la geografía y la memoria histórica de los países, adonde llegaron para trabajar como esclavos en las plantaciones de los colonizadores. Además, un objetivo esencial del régimen de la esclavitud en el nuevo continente consistía en “des-africanizar” a los esclavos (Glissant, 1997 & Hurbon, 2007), en el sentido que todo estaba orientado a borrar el ser, la historia, la memoria y la cultura de los africanos. Pero, gracias a los trazos, lo africano pudo permanecer a través de los pliegues (Déleuze, 1988) del régimen colonial-esclavista desafricanizante: pliegues que van desde lo culinario hasta lo religioso, pasando por lo musical y lo socio-económico. Por ejemplo, los que se encargaron mayormente de dejar los trazos africanos en los tiempos de la esclavitud fueron primeramente los cimarrones, es decir, estos africanos que prefirieron huir hacia las montañas para buscar su libertad, en vez de quedarse como esclavos en las plantaciones al servicio de sus amos. Ellos hicieron sus vidas en las montañas, construyendo familias, modificando la naturaleza, creando toda una cultura, reproduciendo su historia africana.
La noción de trazos, retomada de la historia de estos cimarrones, lleva a Glissant a plantear que si bien África como origen está ausente en Martinica- ya que es imposible hoy en día para los descendientes de los africanos conocer la historia de ésta y mucho menos retornar a ella-; sin embargo, ella está presente en los trazos que dejaron estos fundadores (cimarrones) en las huellas del paisaje geográfico, la memoria y algunos rasgos culturales.
Reconstruyendo la noción de trazos para aplicarla al campo de los estudios migratorios, podemos definirla como las huellas que dejan los trayectos ya borrados o invisibilizados de los migrantes -quienes ya murieron o siguieron sus caminos o llegaron a sus lugares de destino-. Dichas huellas son la presencia de esta ausencia en la geografía, que fue recorrida por dichos migrantes -ya ausentes- y que puede ser reconocida por otros migrantes, medios de comunicación y las mismas autoridades (tres fuentes que forman lo esencial de nuestro corpus de textos que, como lo veremos más adelante, seleccionamos para rastrear estos trazos).
Por otra parte, la categoría de trazas fue elaborada por el escritor exiliado cubano, Severo Sarduy, quien la utiliza en su autobiografía titulada El Cristo de la Rue Jacob (1999), en la que pretende dar a conocer algunos registros de su vida y su exilio. Allí Sarduy plasma las epifanías, que son cicatrices de heridas que quedan inscriptas en su piel y en su memoria (1999: 51). Estas trazas se hallan pues en los múltiples estratos y capas de las heridas, cuyas cicatrices pueden ser encontradas solamente por una arqueología de la piel y de la memoria.
Reconstruyendo la noción de trazas para aplicarla al campo de los estudios migratorios, podemos definirla como las huellas de los impactos dolorosos -principalmente aquellos que son invisibilizados y que no se conocen del todo- que dejan las políticas migratorias de los gobiernos y en general de las autoridades de países de tránsito y recepción sobre los migrantes.
En el marco de nuestra investigación sobre la migración haitiana post-terremoto, aplicamos ambas categorías, trazos y trazas, para rastrear a) las imágenes -extremadamente móviles- con las que esta migración desesencializa la geografía del imaginario migratorio haitiano, y b) las cicatrices y heridas dejadas en estos migrantes por políticas migratorias hostiles que han tomado algunos gobiernos de países de tránsito y recepción.
MÉTODO
Diseño
Para la aplicación de estas dos categorías trazas y trazos y en general para el desarrollo del estudio, se adoptó el enfoque de investigación de corte cualitativo, ya que éste permite hacer un diseño flexible, adaptado a estos estilos de investigaciones filológicas como ésta (CLACSO, 2005: 40).
Hemos seleccionado como materiales para la investigación un corpus de una treintena de textos[10] (véase la primera parte de la bibliografía sobre las fuentes primarias y secundarias), entre artículos, informes y documentos oficiales de gobiernos y organismos internacionales, que fueron escritos en esta década. A esos textos que dividimos en fuentes primarias y secundarias, les aplicamos el método hermenéutico, inspirado de manera específica en la hermenéutica filosófica de Hans-Georg Gadamer.
Nos interesó utilizar este método por dos razones. Primero, nos permitió acercarnos a estos textos con una pregunta específica: ¿De qué modo los gobiernos latinoamericanos han respondido a esta migración haitiana post-terremoto, principalmente en las fronteras? Segundo, esperamos, durante la lectura- es decir, yendo “a la cosa misma”, esto es, confrontando nuestra precomprensión con los textos (Gadamer, 1990: 270)-, no solo encontrar las respuestas proporcionadas por los textos, sino también las preguntas que éstos nos hacen a nosotros (véase las conclusiones). Nuestra comprensión de dichos textos, que fundamenta el diseño global de esta investigación filológica, constituye pues un proceso de diálogo entre nosotros y el texto, entre nuestro horizonte de hoy y el horizonte del texto (Gadamer, 1990: 368-375).
Instrumentos
La treintena de textos que seleccionamos como materiales de estudio fueron divididos en dos grupos. Primero, algunos fueron escogidos por ser las principales fuentes primarias (oficiales), en las que los gobiernos de diferentes países del continente y algunos organismos internacionales, tales como las entidades de la ONU, proporcionaron informaciones sobre la migración haitiana post-terremoto. Segundo, los demás textos fueron seleccionados por ser las más importantes fuentes secundarias en las que algunos medios de comunicación y otras entidades complementaron y contrastaron, a partir de sus informes, estudios y noticias, las informaciones dadas por las fuentes primarias.
Ambos grupos de textos fueron analizados según dos criterios -que a continuación (en los procedimientos y en los resultados) se justificarán-:
uno diacrónico, que parte de la evolución lineal del tiempo - de 2010 a 2019- en que éstos fueron emitidos;
otro sincrónico, que mira su grado de sintonía (de menos a más) con las características de las “políticas de la hostilidad”, entre otras: cierre de fronteras, criminalización, deportación y necropolítica[11] (Mbembe, 2016).
Procedimientos
Con respecto al desarrollo de la investigación, se procedió primero a buscar en archivos físicos y virtuales los textos pertinentes sobre nuestro objeto de estudio, tal como éstos fueron clasificados (en fuentes primarias y secundarias) y desde un doble criterio: diacrónico, tomando en cuenta la secuencia temporal de 2010 a 2019 (con el objetivo de identificar los trazos), y sincrónico, considerando el grado de hostilidad (de menos a más) de las medidas migratorias de los diferentes gobiernos del continente con respecto a la migración haitiana post-terremoto (con miras a definir las trazas).
De esta manera, se aplicó el método hermenéutico de lectura e interpretación de los textos, previamente seleccionados, que a la vez permitió responder a las preguntas de investigación -una vez halladas, clasificadas y analizadas las informaciones- y orientó la comprensión de los resultados encontrados y las discusiones en torno a éstos en las conclusiones.
RESULTADOS
Trazos de la migración haitiana post-terremoto
A continuamos, presentamos los siguientes trazos de la migración haitiana post-terremoto de manera diacrónica, según la secuencia temporal-lineal divida en dos cortes: 2010-2015 y 2016-2019; tomando en cuenta que de 2010 a 2015 los migrantes haitianos se dirigían principalmente a Sudamérica y, a partir de 2016, éstos vienen reemigrando hacia Norteamérica.
Primer corte, de 2010 a 2015
Si bien inmediatamente después del terremoto en 2010 se dio más relevancia a los impactos de la tragedia sobre las personas que vivían en el país que a las que salieron expulsados del mismo (Weiss Fagen, 2013); sin embargo, podemos identificar las primeras rutas, que siguieron dichos migrantes, quienes se dirigieron principalmente hacia Ecuador, Chile y Brasil[12]. Podemos decir que las imágenes de los trayectos de estos migrantes eran bastante claros, al menos en el año 2010.
El Servicio Nacional del Turismo (2011) señaló que, entraron a Chile 820 haitianos en 2010 y 1.389 sólo en los tres primeros meses de 2011, cuando habían ingresado en 2008 únicamente 392 y en 2009 la cifra de 477. La Dirección Nacional de Migración de la Policía de Ecuador (2011) informó que, si en 2009 ingresaban a este país sólo 1.258 haitianos, ya para 2010 y el primer trimestre de 2011 entraron 1.687 y 1.112 respectivamente. Es decir que un buen número de haitianos escogían a Sudamérica como lugar de destino, debido a que, por ejemplo, Ecuador y Chile no les exigían ni visas ni otros requisitos para ingresar a sus territorios.
Sin embargo, los datos empezaron a faltar, cuando varios de los haitianos que llegaron a Ecuador siguieron su viaje hacia Brasil[13] (Louidor, 2011a): ya las imágenes de los trayectos de estos migrantes en Sudamérica empezaron a ser borrosas para las mismas autoridades. Por ejemplo, supimos de algunos trazos de dichos trayectos, cuando el gobierno brasileño señaló vagamente la presencia en su territorio de ciudadanos haitianos, quienes ingresaron allí por la triple frontera colombo-peruano-brasileña (en la Amazonia, del lado de Tabatinga) y también por la frontera peruano-brasileña (por Acre), mientras que otros llegaron allí desde Chile pasando por la frontera con Bolivia y de allí a Epitaciolândia, Rondônia y Mato Grosso do Sul. Ya no era posible para las autoridades identificar de manera precisa los trayectos de los haitianos desde Ecuador, Perú, Bolivia y Chile hacia Brasil: uno diría que las imágenes eran casi “fantasmales”.
Todo se iba a complicar aún más, cuando Brasil endureció su política migratoria contra los migrantes haitianos a finales del 2010. Una de las razones de este endurecimiento se debió a que el gobierno francés de Nicolas Sarkozy decidió en septiembre de 2010 endurecer en Guyana Francesa[14] – que comparte una amplia frontera con Brasil- su política migratoria contra los haitianos (Collectif Migrants Outre-Mer –MOM-, 2010). En junio de 2011 Brasil adoptó el Plan Estratégico de Fronteras (PEF) para reforzar la presencia del Estado en sus fronteras con los demás países; una de las estrategias militares de dicho plan era la llamada Operação Sentinela, coordinada por el Ministerio de Justicia (2011).
A partir de entonces, se volvía cada vez más difícil para los haitianos ingresar a Brasil; además, no se tenían noticias de los trayectos que estaban tomando dichos migrantes en la vasta geografía de Sudamérica para alcanzar Brasil (a pesar del mencionado cierre de fronteras). Obtuvimos algunos trazos de sus trayectos, cuando medios de comunicación (Campos, 2011) y autoridades locales peruanas informaron que, ante el cierre de las fronteras brasileñas, cientos de haitianos quedaban varados en la región amazónica peruana, en la zona de Madre de Dios. Incluso el ACNUR llamó el 4 de diciembre de 2011 a las autoridades brasileñas a adoptar “una solución humanitaria para cerca de un centenar de haitianos varados en la región amazónica peruana, cerca de la frontera con Brasil” (Prensa Latina, 2011).
Por otro lado, en la misma comunidad brasileña de Tabatinga -en la Amazonía- que visitamos, a mitad de 2011 había más de quinientos haitianos varados allí a la espera de una decisión de las autoridades, quienes les impedían seguir hacia Manaos (Louidor, 2011). Estos haitianos venían de hacer un largo viaje, pasando por la ruta República Dominicana- Ecuador-Perú o por la otra ruta Chile-Bolivia, con la “ayuda” de redes de traficantes.
Ante las denuncias de violaciones contra los derechos humanos de los migrantes haitianos, Brasil decidió el 12 de enero de 2012 regularizar a los haitianos que llegaron al país hasta esta fecha y retornar (a países por donde entraron, en este caso, Perú o Bolivia) a quienes llegarían a su territorio después de la mencionada fecha (Diário Oficial da União, 2012). Sin embargo, estas decisiones no contribuían a mejorar la situación de los haitianos que estaban retenidos en Perú. De hecho, en febrero de 2012 hubo inundaciones en la remota localidad peruana de Iñapari, en la frontera con Brasil, donde 284 migrantes haitianos se encontraron en una situación humanitaria grave: sin agua potable, sin comida y sufriendo de problemas estomacales, faringitis e infecciones urinarias y vaginales en el caso de las mujeres (Radio Francia internacional, 2012).
Podemos ver que en estos mismos trazos rastreados sobre los trayectos de migrantes haitianos en este primer corte (en las fronteras de la Amazonía brasileña y de Acre en Perú), se ven en la mayoría de ellos los impactos humanitarios desastrosos que causaron las medidas migratorias hostiles sobre dichos migrantes.
Segundo corte, de 2016 a 2019
El segundo corte de la migración haitiana post-terremoto en América latina empezó en 2016, cuando en Brasil estallaron la crisis política con la destitución de Dilma Rousseff y la crisis económica subsecuente. Sin trabajo, un gran número de haitianos tuvieron que abandonar Brasil para ir hacia EUA: no se tenían tampoco informaciones sobre sus trayectos[15]. Se encontraron huellas de esta reemigración, cuando los haitianos fueron retenidos en la frontera de Colombia con Panamá a mitad de 2016 (Semana, 2016). El gobierno de Panamá en aquel entonces decidió cerrar su frontera con Colombia (Presidencia de la República de Panamá, 2016), debido a las medidas unilaterales que habían tomado a finales de 2015 los gobiernos de Nicaragua y Costa Rica, que bloquearon el paso a los migrantes principalmente cubanos y haitianos, dejando a éstos varados en la frontera de Panamá con Costa Rica, principalmente en Gualaca, Chiriquí y Puerto Obaldía. Por la Operación Escudo, Panamá decidió también militarizar su frontera con Colombia para impedir el paso a los migrantes haitianos en el Darién (Canal RCN, 2016). Miles de migrantes haitianos quedaron bloqueados en la localidad colombiana de Turbo, enfrentando una seria crisis humanitaria (CODHES et al., 2016); de ésos, las autoridades de Migración Colombia (2017) reportaron haber deportado a su país de origen a más de 20 mil durante el año 2016.
A los 16 mil haitianos - que lograron llegar a México en 2016 (cruzando las fronteras centroamericanas, junto con la llamada caravana[16]) y que pidieron asilo en Estados Unidos en ese año-, se les negó este estatus; por lo que tuvieron que regresar a México (Courrier International, 2017). De hecho, en 2017 la administración de Donald Trump amenazó con no renovar el Estatuto de Protección Temporal –el Temporary Protection Status les ha permitido hasta ahora permanecer de manera legal en EUA- a los cerca de 60 mil haitianos y con deportarlos si no hallaban otra manera de regularizar su situación migratoria; por miedo a la deportación, miles de haitianos cruzaron la frontera hacia Canadá para solicitar asilo: por ejemplo, solamente en Quebec 448 pidieron refugio en junio y 1.174 en julio, a tal punto que los procedimientos habituales se vieron limitados ante tantas demandas (Garant, 2017).
México también endureció su política migratoria de manera drástica a partir del 18 de junio de 2019, cuando cerró manu militari, con el despliegue de la Guardia Nacional, el paso a los haitianos -y a otros migrantes de la caravana- en su frontera con Guatemala, precisamente en la localidad de Tapachula, obligando a éstos a quedarse allí en el centro de internamiento Estación migratoria Siglo XXI y deportando a varios de ellos hacia su país de origen (Louidor, 2019a). Guatemala, por su parte, lanzó en julio de 2019 la Operación Gobernanza (Prensa Latina, 2019) que consistió en militarizar su territorio, en particular sus fronteras, “cazando”, aprehendiendo y retornando a los haitianos que circulan allí de manera irregular (Louidor, 2019b).
Ahora procedamos al análisis sincrónico ya mencionado de la migración haitiana post-terremoto, desde la identificación de las políticas y medidas gubernamentales, en particular, las hostiles que generaron en los migrantes impactos desastrosos e invisibilizados que aquí llamamos trazas.
Las trazas sobre los migrantes haitianos
Inmediatamente después del terremoto de 2010, el ACNUR y el Alto Comisionado para los Derechos Humanos (ACNUDH) llamaron el 18 de febrero de 2010 –llamado que fue relanzado el 21 de junio de 2011- a los Estados y gobiernos del mundo a no deportar a los migrantes haitianos y, al contrario, a permitirles permanecer en sus respectivos territorios (ONU, 2010 & 2011). Todos los países dieron en 2010 diferentes moratorias sobre las repatriaciones de haitianos o, en algunos casos como Ecuador –y también Venezuela, Chile, México, etc.-, regularizaron a éstos. El ejemplo más solidario, lo dio México al enviar un barco a Haití para recoger a familiares de haitianos que vivían en su territorio (Instituto Nacional de Migración, 2010).
Sin embargo, nueve meses después de la catástrofe, algunos gobiernos ya empezaron a endurecer sus medidas contra los migrantes haitianos. Tal es el caso de Guyana Francesa, que impidió a los haitianos entrar a su territorio a través de la frontera con Brasil, en particular en Oiapoque (Granger, 2014). En una visita de campo realizado en Tabatinga en julio de 2011, encontramos a más de 500 haitianos varados en esta frontera brasileña, quienes nos contaron que siguieron esta ruta (Puerto Príncipe- Santo Domingo o Punta Cana-Quito-Lima-Iquitos) y se encontraban en muy malas condiciones humanitarias y siendo vulnerables a las enfermedades comunes en la Amazonia.
Casi como en un efecto de dominó, Brasil que dejaba pasar sin problemas a los haitianos en sus fronteras empezó también entre finales de 2010 e inicios de 2011 a detener a éstos y a negarles el protocolo de refugiado -documento que permite a los solicitantes de asilo circular libremente en Brasil-. Del mismo modo, Perú tomó en 2012 –al ver que Brasil no dejaba ingresar a los haitianos y que éstos estaban varados en sus propias fronteras- la decisión de exigirles visas como requisito para entrar a su territorio (Presidente de la República de Perú, 2012). Ecuador y Chile empezaron también a imponer a los haitianos varios requisitos adicionales para poder ingresar a sus respectivos territorios, tales como presentación de cartas de invitación, prueba de solvencia económica para sustentarse durante la estancia en dichos países, etc. Las medidas de endurecimiento se vieron también reflejadas en los obstáculos que ambos países han puesto a la hora de otorgar o renovar los permisos de regularización o residencia para ellos.
Por ejemplo, por medio del llamado Plan Humanitario de Regreso Ordenado, aplicado desde noviembre de 2018, el gobierno chileno de Sebastián Piñera ha estado repatriando a migrantes haitianos y convocándolos más bien a regresar a su país de origen[17]. Chile - que ya contaba con, según algunas fuentes (El Mostrador, 2018), más de 100 mil en 2017 - y, Brasil, que tuvo cerca de 50 mil migrantes desde 2015 (OIM & IPPDH, 2017: 49), dejaron de ser los dos principales países de destino con los que los migrantes haitianos sueñan.
Desde 2016, la migración haitiana post-terremoto se viene redirigiendo de Sudamérica a EUA; en un inicio, dichos migrantes no encontraban problemas en su tránsito por México y Guatemala. Pero frente a las presiones de Donald Trump, quien incluso amenazó con imponer aranceles sobre los productos mexicanos, la nueva administración mexicana endureció las medidas migratorias, militarizando la frontera sur con Guatemala, deteniendo a los migrantes y maltratando a éstos (Proceso, 2019).
EUA negociaron, con el apoyo de México, con Guatemala para que este país centroamericano contribuyera a detener los flujos de migrantes provenientes de Centroamérica, a cambio de una sustanciosa ayuda para el desarrollo que ambos le prometieron. Como consecuencia de ello, entre mayo y junio de 2019, Guatemala ya controla su territorio, empezando con suspender las órdenes de abandono, que autorizaban a los migrantes seguir su camino hacia México. Militariza sus fronteras y se pone a aprehender y retornar a migrantes a los países por donde entraron.
Los impactos de estas políticas migratorias hostiles, en términos humanitarios y de violaciones de derechos humanos (Nieto, 2014: 67), han sido graves principalmente en las fronteras, como lo acabamos de ver. Son efectivamente unas trazas porque no son fácilmente identificables: ocurren en lugares invisibles (en las fronteras), son poco conocidos e investigados, cuentan con poca cobertura mediática y no son visibilizados por los gobiernos, pero sus heridas y cicatrices sobre dichos migrantes son profundas: van desde la crisis humanitaria hasta la muerte. Uno de sus casos más emblemáticos es el del migrante haitiano Maxène André, quien murió el 6 de agosto de 2019 en condiciones infrahumanas en la Estación migratoria Siglo XXI, sin que el gobierno mexicano haya podido dar una explicación razonable del suceso (Louidor, 2019b). Este caso evidencia también cómo en esas fronteras los migrantes haitianos no tienen acceso ni siquiera a lo mínimo básico: son reducidos a la “nuda vida” (Agamben, 2004).
A causa del racismo que marca nuestra historia colonial como continente, estas trazas afectan de manera más fuerte a los migrantes africanos y haitianos, quienes se ven discriminados por su color de piel y por venir de países pobres. El ser otro y diferente (por ejemplo, el no hablar el español) aumenta la posibilidad de ser víctimas no sólo de las medidas políticas y jurídicas de dichos gobiernos a nivel nacional y local, sino también de la necropolítica que banaliza la violencia racial contra dichos migrantes y vulnerabilidades de todo tipo (incluso sexual) a las que están expuestos, en particular las mujeres migrantes negras.
CONCLUSIONES
Los hallazgos de esta investigación dejan claro que la migración haitiana post-terremoto es heterogénea: no es “un todo armonioso sin costuras ni fisuras”, sino que tiene “piezas diversas y divergentes” (Grossberg, 2012: 38) y, por lo tanto, no se puede esencializar en categorías rígidas o en mapas prefabricados.
Esta heterogeneidad se manifiesta geográficamente en la gran diversidad de trayectos y también de destinos que vienen escogiendo los migrantes haitianos: Sudamérica (Chile, Brasil, Ecuador, Guyana Francesa), de 2010 a 2015; EUA y México, de 2016 hasta ahora; y Canadá, de manera puntual, en 2017.
Lo que lleva a desesencializar la geografía del imaginario[18] que se tenía sobre la migración haitiana antes del 2010. Los múltiples trayectos que acabamos de trazar no se pueden quedar inmovilizados (como si fueran unas fotos fijas en un mapa), porque se mueven constantemente como imágenes en perpetuo movimiento: desde Oiapoque hasta Tijuana e incluso la frontera de EUA con Canadá. Por lo tanto, el destino que va a tomar el migrante haitiano no está predeterminado: depende del contexto –disponibilidad de oportunidades, grado de apertura de las políticas migratorias, existencia de redes migratorias, entre otros factores- en el país en donde se encuentra o adónde va.
Esta heterogeneidad se evidencia también político-jurídicamente en la gran diversidad de medidas que han tomado diferentes gobiernos latinoamericanos para responder a esos migrantes haitianos; los cuales, si bien no califican para ser elegidos como refugiados, tampoco pueden ser considerados simplemente migrantes voluntarios o económicos: su migración es forzada (Louidor, 2017: 65-86). Sin embargo, al cruzar el doble análisis diacrónico y sincrónico, se observa la siguiente constante en esta heterogeneidad político-jurídica: después del 12 de enero de 2010, todos los gobiernos latinoamericanos tomaron diversas clases de medidas humanitarias frente a esta migración haitiana; pero, desde septiembre del mismo año, se da una intensificación progresiva hasta hoy de las políticas de la hostilidad contra los migrantes haitianos -con excepción de Brasil que adoptó en enero de 2012 una medida abierta-; y esto, a pesar de que en 2014 los gobiernos de la región hayan firmado y ratificado la Declaración y plan de acción de Brasilia de 2014 (ACNUR, 2014)[19].
Dichas políticas tratan al migrante haitiano como si fuera un enemigo: al cerrarle el paso y dejarlo varado y sin posibilidad de seguir su camino; al endurecer las medidas migratorias para dificultar su ingreso y permanencia; al criminalizarlo por su situación irregular y prácticamente al cazarlo para aprehenderlo y deportarlo o regresarlo a la frontera por donde entró; al no dar importancia a su vida y, cuando se muere, “nadie siente, con respecto a este tipo de vida o de muerte, algún sentimiento de responsabilidad o de justicia” (Mbembe, 2016: 63). Del corpus de textos ya revisado sobre la migración haitiana post-terremoto, surgen estas dos preguntas, a las cuales aún no tenemos respuestas: ¿Aún es posible revertir en América Latina la tendencia de cada vez más gobiernos –independientemente de sus preferencias ideológicas (izquierda, derecha, centro)- a hostilizar a los migrantes, en particular en las fronteras, donde éstos son más vulnerables? ¿Cómo documentar y visibilizar los trayectos de los migrantes y los abusos que éstos sufren en las fronteras y en otras zonas de no derecho en la vasta geografía latinoamericana?
De este artículo se puede sugerir esta doble acción a modo de aporte a la respuesta:
i. Enriquecer creativamente las perspectivas epistemológicas y metodológicas del campo de los estudios migratorios no sólo con los aportes de todas las disciplinas de las ciencias sociales, sino también con los de otros dominios, como el arte y la literatura, para poder rastrear eficazmente los trazos y trazas cada vez más invisibilizados de las personas migrantes en las fronteras y en otras geografías oscuras y escondidas;
ii. Poner en diálogo los resultados de nuestras pesquisas sobre migración con las autoridades y la opinión pública en general para visibilizar y discutir sobre las formas cotidianas como se siguen cometiendo a lo largo de nuestro continente múltiples vacíos de protección de las personas migrantes, las violaciones a sus derechos humanos de éstas y la necropolítica, con miras a contribuir a generar conciencia y debates sobre nuestra relación con los otros y los diferentes en la sociedad.
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Notas
Notas de autor
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