Artículos de divulgación

#MirarSinCuerpo. Crónicas del desconcierto…

#LookWithoutaBody. Chronicles of bewilderment …

Analía Amalia Geymonat
Bachillerato de Bellas Artes, Universidad Nacional de La Plata, Argentina

Plurentes. Artes y Letras

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN: 1853-6212

Periodicidad: Anual

núm. 12, e028, 2021

revistaplurentesunlp@gmail.com

Recepción: 17 Agosto 2021

Aprobación: 22 Agosto 2021

Publicación: 29 Octubre 2021



DOI: https://doi.org/10.24215/18536212e028

Resumen: Vivir sin comas o pausar la vida, en cualquier caso, estas notas se proponen como un fast forward a la condición antitética del ser 2020, cuando el flujo ininterrumpido de datos posibilitó una ilusión: “yo elijo”, pero nunca un “nosotros”. Dejamos de ser newbies para convertirnos en internautas full time, cambiando de forma coerciva la fricción de los abrazos por el choque de puños y la corporalidad por la pantalla.

¿Pensábamos que Black Mirror era una lejana distopía?

Fue una mirada corta.

Palabras clave: giro empático, cuerpo-mirada, redes sociales, praxis digital, pandemia.

Abstract: Living without commas or pausing life, in any case, these notes are suggested as a fast forward to the antithetical condition of the 2020 being, when the uninterrupted flow of data made it possible an illusion - “I choose”, but never “we”. We stopped being newbies to become full time Internet users, coercively changing the friction of the hugs for fistbumps and the corporality on the screen.

Did we think that Black Mirror was a distant dystopia?

It was a short look.

Keywords: empathic turn, body-gaze, social networks, digital praxis, pandemic.

Un ensayo no ensayado

31 de Enero. Regresábamos de un descanso de vacaciones familiares y la radio del coche daba un anuncio: “posible brote epidémico en una lejana y desconocida ciudad del centro de China”. Aún no formaba parte de nuestra cotidianeidad Wuhan, y se convirtió en el Kamchatka del TEG (ese juego de tácticas y estrategias bélicas que volveríamos a desempolvar en breve). Nos separaba la geografía, varios husos horarios, la epistemología, las costumbres, los cuerpos. Después, todo sucedió tan vertiginosamente que el espacio-tiempo se curvó caprichosamente sobre nosotros. Fuimos una sola nación, reducida día a día por una rebelde y enigmática partícula microscópica.

En algún punto de nuestra existencia actual, la utopía del profeta de Liverpool fue posible. Un virus borró las fronteras, las barreras idiomáticas, las disputas territoriales, los acuerdos bilaterales, pero también se coló en las economías, contrajo severamente el PBI en los países de nuestra región, consecuencia de la caída de la economía global. Cerraron los comercios y algunas pymes presentaron quiebra.

La ciudad se quedó en silencio. Los servicios de mensajería fueron los nuevos aliados. El mercado virtual abrió sus digital windows y absolutamente todo lo que pudiéramos comprar a un click de distancia se desplegó en el escaparate de cristal líquido. Los pobres fueron más pobres, y los ricos más ricos. Como dijimos, solo una utopía para mitigar el desasosiego y aprender a movernos bajo protocolos de actuación sanitaria, sin importar cuan ancho fuera el cauce de lo contingente.

Balenciaga, Gucci, Prada

20 de marzo. Los nuevos imponderables del diseño fueron los cubrebocas, los dispositivos de alcohol en gel y los sanitizantes, el paracetamol y las mascarillas de acrílico o acetato. Debimos sacrificar las fragancias y las sonrisas, y disimular la frustración y el desconcierto bajo la tela, con la angustia y el temor en la mirada. La pandemia por coronavirus SARS-CoV 2, se instaló en el mundo por primera vez en diciembre de 2019 y todo cambió.

Las medidas sanitarias informadas por cadena nacional abrieron las incertezas y congelaron la esperanza. Se decretó cuarentena obligatoria para toda la población y toque de queda a las 23 horas. Hubo horarios para circular, miedo, permisos actualizados cada 48 horas en nuestros dispositivos móviles, miedo, necesidad de abastecernos de alimentos e insumos sanitarios en unidades discretas para evitar colapsos, más miedo y el eco del “espejo negro”1 empañándose inexorablemente.

Despertar en una distópica atmósfera post medieval, en la que una voz sin cuerpo recorría los barrios advirtiendo por altavoces sobre la obligatoriedad de permanecer encerrados en nuestras casas. Y se acortó la mirada, la respiración, el deseo. Todo fue pantalla y aprender a mirar un mundo por completo desconocido, hecho de ojos y cristal.

“20 minutos en el futuro”

Pensar2, leer, comer, dormir, trabajar. Luego, pensar, leer, comer, trabajar. Dormir se volvió una empresa costosa.

Tierra y mundo se distanciaron: el silencio del mundo social fue la voz de la tierra expresándose. Las especies respiraron de nosotros -sin nosotros. La Naturaleza recicló y reseteó su programa de vida. Se expandió la línea de horizonte y algunas especies ganaron la ciudad. Los espacios verdes se tornaron más verdes y los mares más azules. El reservorio de imágenes satelitales vía Google earth nos restituyó un capital que ninguna cumbre sobre políticas ambientalistas pudo gestionar eficazmente. Sólo un virus. Recuerdo haber pensado fugazmente y con ironía en La guerra de los mundos (H. G. Wells, 1898). Los humanos, proporcionalmente, nos replegamos a la seguridad del hogar y a la estética narcisista de cultivar likes y followers. Como si esa acción disipara el hastío y el límite: no poder ser más humanos ni regresar al año en que fuimos “nosotros”.

Una estructura binaria abrió un espacio-tiempo donde creímos movernos con suficiente libertad para consumir todo lo consumible que las redes sociales y el internet ofrecieron: delivery de libros, vestimenta deportiva, menús gastronómicos, aparatos tecnológicos, suscripciones a seminarios, distractores y sucedáneos para la ansiedad, la soledad, la angustia, la incertidumbre, el desconcierto. Visitamos museos de artes y ciencias, nos apuntamos en clases de gimnasia, participamos en subastas de arte, “vimos” a la Mona Lisa fuera de su vitrina en la revisión anual de conservación en el Louvre, compramos toda clase de objetos de confort, organizamos clases, chateamos, nos multiplicamos. Todo lo hicimos a través de las pantallas.

Dormir o no dormir, that is the question

Una mañana no fue posible precisar fechas, dada la compleja trama que inscribió en una nebulosa la bitácora personal. Hubo despertares perimidos por la continuidad de las rutinas de trabajo full time. Insomnes noches que se consumían la energía, cervicalgias, migrañas, tendinitis. Una nueva biogeometría: la circularidad.

Ser Max Headroom (Stone, Morton y Jankel, 1987) en la virtualidad fue respirar y vivir con propósito: enseñar a quienes no siempre vimos/oímos y ni siquiera supimos si fuimos vistos/oídos. Hablar a unos pocos rostros, bustos parlantes, como la serie legendaria que la generación MTV (la mía) recuerda seguramente. Todos los anclajes, emocionales y cognitivos debieron ampliar suelo y cielo.

Max Headroom
Max Headroom
Fotograma por screenshot propio de episodio en YouTube

“20 minutos en el futuro” era la frase con que iniciaban los episodios de la serie "Max Headroom" que fue de un alto impacto visual y argumental para la década del ´80. Entonces contábamos con las Commodore 64 en los gabinetes de computación de la escuela, MTV y Star Trek (Viaje a las estrellas, Gene Rodenberry) que eran las citas obligadas de mis tardes de adolescencia.

La mayor amenaza era pescar un resfrío. Con solo escudriñar “20 minutos en el futuro” hubiera bastado. La praxis digital fue el otro lado del espejo.

Mirar sin cuerpo. El giro empático

El mundo se ha fragmentado en ceros y unos.

En nodos de información inconexos. Estamos rodeados de bits. (Salvat, 2000)3

Sin duda el 2020 será inolvidable, el año que alteró las subjetividades, desancló la mirada de los cuerpos y dio nitidez narcisista a la multiplicación de bits en nuestro espejo digital. Una justa distracción en la celda de ceros y unos, como reza el epígrafe.

Respeto significa mirar hacia atrás (…) presupone una mirada distanciada, un pathos de la distancia. Hoy, esa actitud deja paso a una mirada sin distancias, que es típica del espectáculo. La distancia distingue el respectare del spectare. (…) La comunicación digital deshace las distancias (Byung-Chul Han, 2019, pp.13-14).

¿Alumbró un nuevo paradigma? Hubo aprendizaje, sin duda. El giro empático. Así comencé a llamarlo. Sentir las distancias como un acto destinado a ontologizar la fe. Algo abdicó allí. No siempre el otro fue “nosotros”.

En efecto, de pronto, la casa tuvo sus Holocubiertas4 de cambiante geografía: Instagram, Tik tok, WhatsApp, Classroom, Zoom. Todo fue dicho a través del display y el espacio de lo privado cedió ante la experiencia de ser sujetos digitales (u objetos digitales, cosificados binarios all inclusive-full time. Siempre se mantuvo la ilusoria condición de creer que a través de las redes gestionábamos nuestras elecciones con absoluto dominio de nuestra libertad, sin embargo, todo estaba guionado por las operaciones algorítmicas de una gran Hall 9000 (2001: una odisea del espacio, Stanley Kubrick, EE.UU, 1968) o una Mother (Aliens, el octavo pasajero, Ridley Scott, EE.UU, 1979).

¿Por qué no fue posible un “nosotros”?

A la memoria de Marcos

Bibliografía

Byung-Chul Han (2019). En el enjambre. Argentina: Herder Editorial.

Salvat Martinrey Guiomar (2000). La expresión digital en presente continuo. Madrid: Cees-Ediciones. Recuperado de https://www.javeriana.edu.co/relato_digital/r_digital/cibercultura/salvat.htm

Notas

1 Black Mirror” es una serie televisiva que exhibe la plataforma Netflix. Se trata de una ficción distópica donde las tecnologías ponen en jaque la condición humana planteando dilemas bioéticos. Producida por Charlie Brooker y estrenada en 2017 por el Reino Unido.
220 minutos en el futuro” fue el episodio lanzamiento de la serie Max Headroom, que contaba con el antecedente fílmico homónimo dirigido por Anabel Jankel y Rocky Morton, estrenada en 1985 en Reino Unido, perteneciente al subgénero cyberpunk. Esta serie argumentaba acerca de las estrategias políticas de las cadenas de noticias y las perversiones del medio, que el protagonista, Max Headroom, un reportero sagaz e irónico buscaba desenmascarar. Un accidente lo deja en coma al impactar contra una valla de límite (“Altura máxima, 2.3m”, traducción de Max Headroom) y la cadena de noticias ensambla su mente en un prototipo de IA (Inteligencia artificial).
3 Salvat Martinrey, Guimar (2000). La expresión digital en presente continuo. Introducción pág. 5-10. Madrid, Cees-Ediciones. Recuperado de https://www.javeriana.edu.co/relato_digital/r_digital/cibercultura/salvat.htm
4 Término de la serie de la década del ´60 Star Trek, de Gene Rodenberry, que consistía en una sala holográfica donde poder experimentar el afuera de la nave Enterprise o el adentro (los lugares de la memoria de la vida en la Tierra)
Modelo de publicación sin fines de lucro para conservar la naturaleza académica y abierta de la comunicación científica
HTML generado a partir de XML-JATS4R