Artículos

Discurso político y prensa escrita durante el alfonsinismo (1987-1989)

Political speech and written press during the alfonsinism (1987-1989)

María Cristina Basombrío
Universidad Nacional de Tres de Febrero, Argentina

Improntas de la historia y la comunicación

Universidad Nacional de La Plata, Argentina

ISSN: 2469-0457

Periodicidad: Frecuencia continua

núm. 5, 2017

revistaimprontas@perio.unlp.edu.ar

Recepción: 30 Junio 2017

Aprobación: 16 Septiembre 2017



Resumen: La autora analiza en este artículo la compleja relación entre el discurso político del presidente Raúl Alfonsín y la prensa escrita de Buenos Aires entre 1987 y 1989, una coyuntura caracterizada por el debilitamiento del liderazgo del político. La doble pregunta que se intenta resolver es qué formas de interpretación de la realidad reflejaron ambos discursos en esos años y si existió entre ellos una «convergencia discursiva» (Vasilachis de Gialdino, 1997). Las fuentes seleccionadas para el estudio son los discursos de Alfonsín y los editoriales y artículos de opinión de los diarios Ámbito Financiero, La Prensa, Clarín, La Nación, La Razón y Página/12.

Palabras clave: discurso, política, prensa, Alfonsín.

Abstract: In this article, the authoress analyzes the complex relation between the political speech of president Raul Alfonsín and the written press of Buenos Aires between 1987 and 1989, conjuncture characterized by the weakening of the leadership of the politician. The double question that is tried to solve is what forms of interpretation of the reality reflected both speeches in those years and if existed among them a «discursive convergence» (Vasilachis de Gialdino, 1997). The sources selected for the study are Alfonsín's speeches and the editorials and opinion articles of the newspapers Ámbito Financiero, La Prensa, Clarín, La Nación, La Razón and Página/12.

Keywords: speech, politics, press, Alfonsín.

En este artículo se analiza la compleja relación entre el discurso político del presidente Raúl Ricardo Alfonsín y la prensa escrita de Buenos Aires entre 1987 y 1989. La razón por la cual se seleccionan estos años es porque en un trabajo previo fue abordada dicha vinculación en el lapso comprendido entre los años 1985 y 1987 (Basombrío, 2015). Si Alfonsín había percibido ese período como favorable, durante la coyuntura que abarca 1987 y 1989 se percatará del debilitamiento de su liderazgo, el que declinará cada vez más hasta su decisión de renunciar anticipadamente a la presidencia, en junio de 1989.

¿Qué formas de interpretación de la realidad reflejaron el discurso político y el discurso de la prensa escrita en esos años?; ¿existió o no existió entre ellos una «convergencia discursiva»? (Vasilachis de Gialdino, 1997, p. 268). Tales son los interrogantes que guían este artículo. Para intentar darles respuesta, desde el punto de vista metodológico se utilizan las siguientes fuentes: los discursos de Alfonsín — principalmente, sus mensajes ante la Asamblea Legislativa con motivo de la apertura de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, los días 1 de mayo de los años 1987, 1988 y 1989— y el anuncio de su renuncia, el 12 de junio de 1989. También editoriales y artículos de opinión de los diarios Ámbito Financiero, La Prensa, Clarín, La Nación, La Razóny Página/12, publicados durante los meses de mayo, junio y noviembre de 1987, mayo de 1988, y mayo y junio de 1989. La selección de estas publicaciones descansa en el interés por observar la mirada de diversos sectores y supone advertir una polifonía de voces.

Desde el punto de vista teórico, se afirma que el discurso político persigue como objetivo último la posibilidad de cambios de conducta y que el discurso de la prensa se convierte en actor, en escenario y en dispositivo de la circulación y la recepción del discurso político. En este sentido, éste se comprende dentro de los intercambios sociales y no como un esquema cerrado entre el emisor y el receptor, lo que lleva a señalar que el discurso de la prensa interviene en términos de producción de sentido político y de significaciones sociales (Pucheta, 2011). Así, el discurso de la prensa supone un nuevo acto de enunciación (D´Alessandro, 2014). La prensa, entonces, es considerada como fuente y también como actor político, desde el momento que ejerce un poder incisivo y penetrante en la vida social al seleccionar lo que debe ser leído y al elegir a los periodistas, que o bien vuelcan sus propias opiniones o bien siguen la línea editorial de la publicación (De Moraes y otros, 2013, 20). Como sostiene Héctor Borrat (1989), «si por actor político se entiende todo actor colectivo o individual capaz de afectar el proceso de toma de decisiones en el sistema político, el periódico […] ha de ser considerado un verdadero actor político» (p. 67).

En definitiva, en este trabajo se pretende echar luz acerca de la vinculación entre ambos discursos en el dificultoso período que va de 1987 al final de la presidencia de Alfonsín, mediante la aplicación de las siguientes herramientas del análisis del discurso: dar primacía al contexto de producción y a la intencionalidad del autor (Maingueneau, 1999), y analizar cuáles son los tópicos y los «nudos de la red semántica» (Vasilachis de Gialdino, 2013, p.76) que están presentes en los discursos del político y de la prensa, atendiendo a sus tensiones, su conflictos y su consensos (Borrat, 1989).

La dinámica discurso político y prensa escrita hacia 1987

El año 1987 inició con la «crisis de Semana Santa» (Novaro, 2006). En su mensaje ante la Asamblea Legislativa del 1 de mayo, Alfonsín señaló:

[…] a pocos días de haber protagonizado una grave crisis institucional. […], donde la intensidad de la crisis golpea a una sociedad […] verdaderas pruebas de fuego en las que se juega patéticamente […] el destino de un pueblo […], cada argentino respondió al desafío […] con una entereza que ha certificado de manera concluyente la enorme madurez que ha adquirido nuestra sociedad, haciendo de la democracia una vivencia concreta […] (Diario de Sesiones del Honorable Senado, 1987, pp. V-VI).

Sin dudas, la sociedad civil entonces se mostró decidida a superar la cultura golpista y Alfonsín ponderó la defensa de la democracia frente al autoritarismo que intentaba colocar a la nación en «el límite entre la vida y la muerte», a la vez que consideraba que la «etapa de transición» que vivía el país implicaba «cambio», «ruptura» y «creación», lo que definía el «aspecto fundacional de este tiempo» (DSHS, 1987, pp. VII-IX). Todo ello suponía «modernizar estructuras internas que nos han condenado […] al atraso y a la progresiva decadencia», para lo cual insistía en «reformas estructurales», como «trasladar la Capital», «debatir la posibilidad de reformar la Constitución Nacional», convocar a una «convergencia programática» y a un «pacto constituyente», y superar el «régimen presidencialista» (DSHS, 1987, pp. XVI-XXVII).

En realidad, todas estas propuestas venían siendo enunciadas por Alfonsín desde su discurso de Parque Norte, el 1 de diciembre de 1985. Por añadidura, había decidido crear el Consejo para la Consolidación de la Democracia (ccd) el 23 de diciembre de ese año, para que diseñara proyectos de reformas tendientes a la modernización (Aboy Carlés, 2004; Basombrío, 2008). La apelación a la democracia y la imagen negativa del pasado autoritario son «nudos de la red semántica» (Vasilachis de Gialdino, 2013, p. 76), subyacentes en todo el discurso alfonsinista desde la época de campaña. Tales «nudos» le permitían forjar una imagen positiva en relación con el presente y con el futuro.

El hecho de que en su mensaje del 1 de mayo Alfonsín propusiera la concreción de un pacto e insistiera en las reformas estructurales muestra que el político aún confiaba en que podría cumplir su proyecto político, es decir, construir un amplio consenso que hiciera gobernable y transformable democráticamente a una sociedad que, hasta entonces, había devenido en facciosa y en promotora de salidas autoritarias. Era su intención refundar la democracia, respetar el pluralismo y el disenso, y recortar la influencia de las corporaciones.

¿Cómo recepcionaron el mensaje los diarios seleccionados? Los medios publicaron tanto el discurso del 1 de mayo de 1987 como los siguientes, apelando así al recurso del «discurso directo» (Vasilachis de Gialdino, 2013, p. 251), mediante la apertura de un espacio en el que incorporaron la voz del político. Pero también realizaron sus propias interpretaciones.

Ámbito Financiero, perteneciente a Julio Ramos, quien era consciente de que la cobertura económica había alcanzado jerarquía en sí misma, defendió al sector empresarial, liberal y privatista. Humberto Toledo fue el director de la sección política y sus periodistas reflejaron la línea editorial en franca oposición al gobierno (Ruiz, 2005; Ulanovsky, 2005). Con el título «Propuso un pacto social, pero no dio precisiones. Un discurso conceptual de Alfonsín ante el Congreso» (4/5/1987), el periodista sostuvo que «[…] abundó en disquisiciones de carácter filosófico y político y solo esbozó algunos de los grandes temas que se tratarán este año […] la reforma constitucional, el traslado de la Capital […] y la concreción de un pacto social […]» (p. 13). Además, sumó la opinión del columnista Bernardo Neustadt, para quien se trató de un «catálogo de ilusiones» y «no [de] un discurso» (p. 14). Luego de lo cual, días después afirmó: «[…] A los argentinos hoy […] les interesa poco o nada cambiar la Capital o reformar la Constitución. […] Quieren abandonar la retórica. Y los proyectos de palacio. La idea faraónica, el sueño de la idolatría […]. Toquemos tierra. Aterrizar es bueno. […]» (ÁF, 8/5/1987, p. 16).

El carácter persuasivo tanto del editorial como de las palabras del periodista permite entrever tensiones y conflictos entre el discurso del diario y el discurso del Presidente, y pone en evidencia la interpretación crítica y cuestionadora que el primero hacía del segundo. Es decir, por un lado, frente a la imagen positiva que proponía Alfonsín, contraponían una imagen negativa que incluía el tópico «ilusiones» en oposición a la realidad; por el otro, consideraban que la intención del Presidente era cristalizar un proyecto hegemónico.

La Prensa, propiedad de la familia Gainza Paz, tradicionalmente conservador y antiperonista, convocó a variados periodistas, como Jesús Iglesias Rouco, Carlos Acuña Ramos Mejía, Horacio Rodríguez (que firmaba con el seudónimo de Daniel Lupa), y Manfred Schönfeld, entre otros, quienes desde sus columnas políticas manifestaron posiciones que siguieron la línea editorial de la publicación, la cual denunciaba la postura de izquierda del alfonsinismo (Blaustein & Zubieta, 1998). Así, por ejemplo, en un artículo titulado «Los fariseos hipócritas» (2/5/1987), el periodista Francisco Hipólito Uzal sostenía: «Los voceros del oficialismo desde hace más de tres años hacen buches cada media hora con la palabra democracia […]. Paradójicamente, para producir hechos de notorio perfil totalitario. Por ejemplo, disponer […] el traslado de la capital federal […]» (p. 9). Del mismo modo, bajo el título «Retórica de propuesta sin proyectos (I)» (3/5/1987), Lupa, otro de sus columnistas más destacados, señalaba: «[…] es posible recorrer los 90 minutos de su discurso sin encontrar un solo proyecto concreto o su enunciado […]» (p. 1). Y, en «Retórica de propuesta sin proyectos (II)» (4/5/1987), agregaba: «[…] El presidente rescató de León Trotsky una noción transferida a la democracia, afirmando la virtud de la “revolución permanente” que se opera mediante la democracia participativa […]» (p. 1). Criticaba, también, a «[…] los intelectuales de inocultable filiación marxista […]» (p. 1) y concluía que «[…] fuera de la retórica ideológica, […]el presidente parece entrever como única solución ese pacto […] que busca su persistencia en el poder […]» (p. 4).

El carácter persuasivo de estas afirmaciones nuevamente refleja tensiones y conflictos entre ambos discursos a partir de una interpretación negativa del discurso del político e, incluso, de descalificarlo como tal. Los intelectuales a quienes se refería Lupa eran los integrantes del Grupo Esmeralda que, desde el socialismo democrático y no desde el trotskismo, brindaron insumos al discurso presidencial (Basombrío, 2012). Con palabras diferentes a las de Ámbito Financiero, La Prensa también criticaba la falta de realidad del discurso y consideraba que la intención de Alfonsín era lograr un poder hegemónico.

Clarín, perteneciente a la familia Noble, reflejó durante el alfonsinismo el pensamiento desarrollista. Rogelio Frigerio, quien dirigió la política editorial del diario hasta que Ernestina Noble convirtió a Héctor Magnetto en su principal referente, consideraba a Alfonsín representante de la «partidocracia» e «incapaz de resolver los problemas económicos del país» (Sivak, 2013, p. 376). Además, Magnetto esperó sin éxito que Alfonsín derogara el inciso «e» del artículo 45 de la ley de Radiodifusión 22.285, que impedía a una empresa poseedora de un diario ser dueña de una licencia de radio o de T.V. (Mochkofsky, 2011), cuestiones que se manifestarían en conflictos y en tensiones con el discurso alfonsinista.

Los periodistas reflejaron esta línea editorial y el diario reprodujo opiniones principalmente desfavorables al discurso de políticos como María Julia y Álvaro Alsogaray (ucedé), José Rodríguez y Carlos Grosso (Justicialismo), entre otros (Clarín, 2/5/1987, pp. 4-5). También publicó un artículo de Ricardo Kirschbaum, titulado «Un grave dilema» (3/5/1987), en el cual el periodista sostenía: «El Presidente no pudo anunciar en el Congreso […] la firma del pacto social. La realidad suele ser mucho más agreste que los sueños teóricos […]» (pp. 18-19). Así, Clarín manifestaba su crítica al discurso alfonsinista e introducía el tópico «sueños teóricos», en el mismo sentido en el que Ámbito Financiero utilizaba el tópico «ilusiones», es decir, en oposición a la realidad.

La Nación, perteneciente a la familia Mitre y a otra rama parental, la familia Saguier, representaba a sectores liberales y conservadores. Se esperanzó con el triunfo de Alfonsín y, acorde a su tradicional línea editorial, le habló al gobierno sobre el rol del Estado y le señaló «en nombre de la Constitución lo que se debía y lo que estaba vedado hacer» (Sidicaro, 1993, p. 11). En varios editoriales, criticó que Alfonsín insistiera en el traslado de la Capital y en la reforma constitucional en lugar de plantear con claridad cómo encarar las cuestiones militar, económica y laboral. Por ejemplo, con el título «El pacto social puede convertirse en un error político» (3/5/1987), el columnista Atilio Cadorín se refería a «[…] una situación militar no resuelta, […] la incorporación de un sector sindical —y por ende del justicialismo— […]. Hay una tensión natural entre la política que se propone desde el Ministerio de Economía y la que se origina en el Ministerio de Trabajo» (primera sección, p. 9). O bien, con el título «Una expectativa insatisfecha» (3/5/1987), el periodista Eduardo Bonelli afirmaba: «[…] el Presidente no pudo anunciar el pacto como cosa hecha, sino apenas como una idea […]» (Tercera Sección, p. 2). En el mismo sentido se manifestaban las editoriales de los días siguientes (4/5/1987, p. 7 y 5/5/1987, p. 8).

El diario alertaba sobre los errores del gobierno, que en marzo de 1987 había nombrado a Carlos Alderete, representante del Grupo de los 15, como ministro de Trabajo, lo que sirve —entre otras cuestiones— para comprender el fracaso del Plan Austral, dada la superposición de funciones de este ministerio con el de Economía, sobre todo en torno a la política salarial y laboral (Aruguete, 2006). Además, aparece en uno de los artículos el tópico «expectativa insatisfecha», esta vez en contraposición a lo que el gobierno hubiese deseado, es decir, concretar el ansiado pacto.

La Razón, perteneciente en su momento a la familia Peralta Ramos, para 1984 quedó en manos de Jacobo Timerman, quien durante el gobierno de Alfonsín recibió una indemnización por la expropiación del diario La Opinión durante la última Dictadura cívico militar. El diario pasó de vespertino a matutino y de tamaño sábana a tabloide. Pablo Giussani, miembro del Grupo Esmeralda, se convirtió en la principal voz alfonsinista de la publicación, hasta mayo de 1986 cuando pasó a integrar la redacción del diario Tiempo Argentino, y fue reemplazado por Pablo Mendelevich (Mochkofsky, 2004). Con el título «Transición, pacto social y unidad nacional fueron los puntos salientes en el cuarto mensaje del Presidente al Parlamento» (2/5/1987, p. 4), el diario ponderó el discurso. También publicó opiniones de políticos sobre el mismo, principalmente favorables, como la de Raúl Baglini del radicalismo (p. 8). Además, se mostró muy crítico con la declaración que elaboró y que emitió el partido Justicialista Renovador el domingo 3 de mayo de 1987. Bajo el título «El gobierno y la renovación, extraños amigos» (6/5/1987), Mendelevich decía: «[…] el peronismo renovador […] estampó en un documento de inesperada dureza su posición […] sobre los grandes temas nacionales […]. ¿Qué margen de entendimiento aspira a reservar la renovación luego de condicionar el Pacto Social a la moratoria del pago de la deuda externa? […]» (p. 15).

A diferencia de las otras publicaciones, el consenso entre ambos discursos quedaba en evidencia y La Razón convergía con el discurso presidencial. La ya citada indemnización que Timerman había recibido explica que la línea editorial simpatizara con Alfonsín. Pero también debe tenerse en cuenta que Giussani, uno de sus principales columnistas, colaborara con el político integrando el Grupo Esmeralda. Por eso no sorprende la fuerte crítica del diario al accionar del peronismo. En este sentido, vale aclarar que, en un momento de resignificación de su propia identidad política y frente a las próximas elecciones intermedias que tendrían lugar en el mes de septiembre, este partido y sus dirigentes se distanciaban cada vez más de la administración alfonsinista.

Página/12, fundado en 1987 por Jorge Lanata y por Ernesto Tiffenberg, se caracterizó por llevar a cabo un periodismo de investigación y se presentó ante la sociedad con un profundo sentido crítico, dirigiéndose a sectores progresistas (Ulanovsky, 2005; Muchnik, 2012). Este diario hizo hincapié en el divorcio entre el gobierno y la ciudadanía. Por ejemplo, en un artículo de opinión firmado por Álvaro Abós, y titulado «Constitución, parando en todas» (25/11/1987), se afirmaba: «Los radicales quieren reformar la Constitución, […] Primer Ministro, régimen parlamentario, tienen más que ver con la felicidad de los políticos que con la felicidad de los ciudadanos. […] se olvidaron de algunos artículos en vigencia […]» (p. 3). Con esta última frase, Abós se refería al derecho a la negociación colectiva y al control obrero sobre la producción, cuestiones que molestaban a los empresarios y que, según el columnista, el gobierno no defendía lo suficiente. El distanciamiento entre gobierno y ciudadanía quedaría de manifiesto en el resultado de las elecciones del mes de septiembre, aunque ya desde la sanción de la ley de Caducidad de la Acción Penal, conocida como ley de Punto Final, en diciembre de 1986, el liderazgo del Presidente se venía debilitando.

La presencia en varias publicaciones de tópicos como «ilusiones», «sueños teóricos», «expectativa insatisfecha», a la par que muestra la tensión entre el mundo de las ideas y el de la práctica, pone de manifiesto cómo el anhelo de reparación por parte de la sociedad estaba muy por encima de las reales posibilidades, no solo por las decisiones y por los errores del gobierno sino, además, y en gran parte, debido a que la pesada herencia de la Dictadura continuaba haciéndose sentir y provocaba fuertes condicionamientos. En tanto, el que algunas publicaciones interpretaran que la intención del Presidente era imponer un proyecto hegemónico puede comprenderse, por una parte, a partir de las ambigüedades del propio alfonsinismo, dado que el político nunca descalificó la concepción de «tercer movimiento histórico» (Aboy Carlés, 2001); y, por otra, a partir de un error de comunicación del propio Alfonsín, quien a pesar de haber especificado al ccd, a propósito del proyecto de reforma constitucional, su «[…] convicción en el sentido de que esa iniciativa no debería incluir modificación alguna a la extensión y condiciones del mandato que el pueblo argentino me ha otorgado […]» (Dictamen Preliminar del Consejo para la Consolidación de la Democracia, 1986, p. 13), no supo difundirlo adecuadamente a la opinión pública.

En síntesis, el discurso del 1 de mayo de 1987 no fue recepcionado por la mayoría de las publicaciones seleccionadas como Alfonsín hubiera deseado y circuló desde distintas miradas y voces. Así, la dinámica discurso político y prensa escrita reflejó más tensiones y conflictos que consensos. Ámbito Financiero y La Prensa fueron los más críticos y coincidieron en que su contenido respondía al interés del enunciador en perpetrarse en el poder. El primero, insistió en lo ilusorio de su contenido; el segundo, enfatizó lo que consideraba una postura de izquierda totalitaria y trotskista del alfonsinismo. Clarín puso el acento en los «sueños teóricos». La Nación alertó sobre la «expectativa insatisfecha» y enmarcó el discurso en la problemática decisión de Alfonsín de designar en el Ministerio de Trabajo a Carlos Alderete. La Razón criticó la postura del peronismo y convergió con el discurso político. Página/12 advirtió que el gobierno daba apoyo al sector empresarial. Contrario a lo que Alfonsín deseaba, el pacto al que llamaba en su mensaje solo se concretó con una coalición de fuerzas conservadoras provinciales y el radicalismo para las elecciones intermedias de septiembre de 1987, cuyo resultado le fue adverso.

Mientras el Presidente tomaba conciencia del retroceso de su liderazgo, para fines de 1987, concretamente en el mes de noviembre, recibió del ccd la presentación del proyecto de reforma de la ley de Radiodifusión. Desde una fuerte crítica a la ley 22.285 de la última Dictadura cívico militar por su «concepción autoritaria y centralista», el proyecto sostenía que el mecanismo de distribución del acceso a los medios de comunicación masiva debía ser un sistema mixto que combinara la creación de entes públicos gubernamentales y de entes privados. Buscaba, de este modo, asegurar la libertad de expresión, el derecho a la información, el derecho a la rectificación, la gratuidad (con excepción del cable y de los sistemas codificados), la recepción satelital y la propuesta de abrir a «[…] todos, personas físicas o jurídicas, la posibilidad de participar en los concursos públicos de adjudicación de licencias» (Radiodifusión. Proyecto y Dictamen del Consejo para la Consolidación de la Democracia, 1988, p. 48; Basombrío, 2016).

¿Cómo fue evaluado este proyecto por las publicaciones seleccionadas?

Ámbito Financiero, con el título «Críticas al proyecto de ley de Radiodifusión» (23/11/1987), señaló: «El documento intenta imponer el “derecho de rectificación” […], limita el acceso de la prensa gráfica a la radio y la T.V. y busca legalizar un aparato estatal de comunicaciones gigantesco […]» (p. 1). La Prensa sostuvo que el proyecto «[…] contiene normas que afectan directamente a la libertad de expresión, promueven centenares de nuevas empresas estatales de radiodifusión, consagran la discrecionalidad de los funcionarios […], condicionan los contenidos con claras medidas de censura previa […]» (28/11/1987, p. 3). Clarín opinó que el proyecto consagraba «[…] una estructura de medios de comunicación que no se compadece con un sistema democrático […]» y propuso pensar otro proyecto «[…] sin discriminaciones como la vigente del artículo 45 de la actual ley, cuya inmediata derogación requerimos […]» (27/11/1987, p. 25).

La Nación advirtió «obstáculos» en el proyecto que perjudicaban la libertad de prensa, como el derecho de réplica, «[…] que lo único que habrá de lograr […] será la vigencia de la autocensura, con sus perniciosas consecuencias» (23/11/1987, p. 3). La Razón ponderó que el ccd hubiera elaborado el proyecto «[…] luego de exhaustivas consultas con todos los sectores interesados y tras recabar la opinión de reconocidos especialistas […]» (17/11/1987, p. 4). Además, publicó una disertación del coordinador del ccd, Carlos Nino, en la ciudad de Córdoba en la que respondía a las críticas que desde diversos diarios se hicieron del proyecto (22/11/1987, p. 7). Página/12 había alertado con anterioridad que «la política sobre medios de comunicación es un debate pendiente en el partido oficial […]» (5/6/1987, p. 4). Sobre el proyecto, recalcó su propósito de lograr una «[…] distribución igualitaria de la autonomía de los individuos y el enriquecimiento del debate público» (18/11/1987, p. 4).

Por tanto, con excepción de La Razón y de Página/12, la mayoría de las publicaciones seleccionadas fue crítica respecto del proyecto en cuestión. Con distintas palabras, lo consideraron estatista y se manifestaron en contra del derecho de rectificación y de que no le permitiera a un medio gráfico adquirir una licencia. En este sentido, el medio que más se sintió herido en sus intereses fue el diario Clarín (Mochkofsky, 2011; Sivak, 2013). En realidad, el proyecto permitía a toda persona física o jurídica alcanzar una licencia, solo que, en igualdad de condiciones, daba prioridad a quien no fuera titular de prensa escrita. Alfonsín no logró que este proyecto prosperara y se convirtiera en ley. Lo envió a la Cámara de Diputados de la Nación en abril de 1988 pero muy retocado y en esto influyó mucho algo que Página/12 había señalado acerca de la falta de debate dentro del propio radicalismo en referencia al sistema de medios. El año 1987 iba finalizando y la mayoría de los diarios seleccionados profundizaba sus críticas, mientras el liderazgo del Presidente seguía debilitándose.

La dinámica discurso político y prensa escrita hacia 1988 y 1989

Las elecciones de 1987 habían implicado la pérdida de la iniciativa tanto de Alfonsín como del partido radical y el mensaje presidencial ante la Asamblea Legislativa del 1 de mayo de 1988 manifestó un tono más pesimista que el de 1987. En él, Alfonsín hizo una evaluación: «[…] la Argentina de hoy es profundamente diferente de la que encontramos hace cinco años. […] porque hemos dado los pasos fundamentales para superar una emergencia que nos tenía sumidos […]» (DSHS, 1988, p. 20). Ya no hizo mención de un pacto, sino que se refirió a la reforma de la Constitución y a que si el traslado de la Capital se convertía en ley se ajustaría a las posibilidades presupuestarias. Sus palabras hicieron hincapié en la necesidad de reformas estructurales para salir de la inflación y para solucionar de modo duradero el problema de la deuda externa (DSHS, 1988, pp. 9-19). Es decir, se daba cuenta de que debía encarar medidas macroeconómicas a las que hasta ahora no había dado prioridad. La valoración de la democracia y la concepción negativa del pasado continuaban siendo «nudos de la red semántica» de su discurso, pero Alfonsín abandonaba el tono optimista que lo había caracterizado e introducía la centralidad de la problemática económica.

Ámbito Financiero publicó un artículo del columnista Enrique Szewach, economista de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (fiel), institución fundada en 1964 que representaba el punto de vista del sector empresarial. Con el título «Para avanzar es necesario cambiar» (2/5/1988), Szewach afirmaba: «El gobierno de Alfonsín parece finalmente decidido a cambiar en el último tramo de su gestión y a reducir […] la enorme brecha que separa el plano del discurso del de la acción en materia económica. […]» (p. 14). En días sucesivos, el diario dedicó atención a las medidas económicas que se estudiaban y con el título «57 enunciados de excepcional importancia» (5/5/1988), sostuvo: «[…] hay que aclararle algo al lector: el gobierno duda en aplicarlas y hasta ahora el presidente […] solo habría aceptado […] que se inicie un nuevo tratamiento para las empresas públicas […]» (p. 1). Ponderó las medidas como «muy importantes», pero advirtió: «[…] a nivel político […] suenan demasiado decisivas para el escaso último año y medio de mandato […]» (p. 1). Días después, con el título «Un proyecto de presupuesto dentro de lo que se temía: con alto déficit, recesión, inflación y más impuestos» (9/5/1988), señaló: «Un Alfonsín sin audacia desistió de aplicar la mayoría de las 57 medidas austeras que le propusieron […]» (p. 1). Es decir, el diario en cuestión se mostraba pesimista y dubitativo respecto de la posibilidad de implementación de medidas económicas por parte de un Presidente al que consideraba no audaz.

En La Prensa, con el título «Otro discurso. ¿Reflejos del agotamiento?» (3/5/1988), Lupa escribió: «[…] El afán fundacional del populismo —el mundo comienza con nosotros— fue trasparente desde las primeras frases de su discurso cuando intentó parangonar estos cuatro años de gobierno alfonsinista con las gestas fundacionales […]. Juan Perón también creía haber inaugurado la historia y así le fue al país […]» (p. 1). Y el editorial, con el título «El mensaje presidencial. Mucho ruido y pocas nueces» (6/5/1988), afirmó: «[…] Todo el mensaje está aromatizado por el incienso que el gobierno expande sobre sí mismo, […] si fuera consultado el buen sentido popular, a través de la sabiduría práctica del gran escudero […] imaginado por Cervantes, él respondería […]: “mucho ruido y pocas nueces”» (p. 8). Entonces, estas críticas de La Prensa no ponían el acento en cuestiones económicas, como lo hacía Ámbito Financiero, sino en lo que consideraba el «populismo» del gobierno, estableciendo una comparación con Perón, lo que se vincula con el tradicional antiperonismo del diario.

Clarín publicó un artículo del columnista Edgar Mainhard titulado «La credibilidad que se perdió» (2/5/1988) en el cual, con mucha ironía, se afirmaba: «[…] un presidente golpeado en su credibilidad levantará mucho escepticismo con sus nuevas promesas. […]. Pero no hay que ser tan pesimistas. Alfonsín aún tiene un discurso del 1 de mayo por delante. ¿Lo aprovechará esta vez?» (p. 6). El tono irónico de esta nota se relaciona con algo que ya fue señalado, es decir, con que Clarín consideró a Alfonsín representante de la «partidocracia» e «incapaz de resolver los problemas económicos del país» (Sivak, 2013, pp. 375-376).

La Nación ponderó cierta autocrítica que Alfonsín realizó en su discurso respecto de la marcha de la economía, como el hecho de que el país recobrara el régimen constitucional y el Presidente pensara en la privatización de empresas estatales. En este sentido, destacó que Rodolfo Terragno, entonces ministro de Obras Públicas, pidiera una sesión informativa especial para discutir el proceso de desregulación y de privatización de la economía y que fuera muy crítico respecto de la actitud del justicialismo: «[…] los legisladores justicialistas […] reflejaron una pertinaz insistencia en hacer de las empresas estatales un problema de soberanía y en defender la idea de que no son ineficientes por naturaleza sino por mal manejo […] solo propusieron consignas […] abandonadas en casi todos los países del mundo» (LN,6/5/1988, p. 8). Así, el diario señalaba el problema que enfrentaba la administración alfonsinista respecto de una oposición no colaborativa.

La Razón le asignó especial importancia al discurso y con el título «Llamativas ausencias en la oposición y las bancas casi completas en el radicalismo» (2/5/1988) criticó que treinta bancas pertenecientes a la oposición estuvieran vacías, entre ellas la del titular del bloque justicialista en diputados, José Luis Manzano. Al respecto, destacó la opinión de la diputada radical Lucía Alberti: «[…] Es como si el canibalismo empezó a brotar en la República Argentina, y como que el período electoral que prácticamente han iniciado, ni siquiera perdona, ni siquiera entiende ni atiende cuando el Presidente da mensajes positivos» (p. 3). El diario también apoyó la necesidad de reforma de la Constitución y reprodujo palabras de Nino, el coordinador del ccd, quien argumentó en contra del presidencialismo ante un Congreso Internacional en la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires (uba):

[…] Es la Argentina corporativa a la que le interesa estancarnos en las desventajas de nuestra forma de gobierno […] las ineficiencias de este sistema político alientan a los reagrupamientos sectoriales y al juego de todos contra todos […], necesitamos dotar al Parlamento de un rol mucho más dinámico distribuyendo el poder a través de la introducción de un primer ministro […] (LR, 9/5/1988, p. 1).

Este diario continuaba, así, apoyando decididamente al Presidente.

Página/12 publicó un artículo de Mario Wainfeld, titulado «Antes del partido» (3/5/1988), en el cual el periodista, de un modo muy irónico, lamentó que el mensaje: «[…] apenas fuese escuchado por quienes esperaban su terminación para ver Napoli-Milan. […]. Alfonsín […] hace bellos llamados a la voluntad […]. No podrá reformar el estado quien no asume que […] los principales perjudicados […] serán […] las empresas beneficiarias de exenciones impositivas o subvenciones y los poderosos contratistas del Estado […]» (p. 3).

Este diario también publicó un artículo de David Viñas titulado «Intelectuales y política» (5/5/1988) que, sin nombrarlos, criticó a los intelectuales que colaboraron con Alfonsín en la elaboración del discurso por su «autovaloración», por su confianza en las «posibilidades del gobierno alfonsinista» y porque «[…] muy pocos de ellos tuvieron la lucidez […] para la práctica eficaz y cotidiana del criticismo» (p. 2). La publicación, de este modo, seguía criticando el apoyo de Alfonsín al sector empresarial y sumaba a quienes brindaron insumos a su discurso. En este sentido, reflejaba el debate que se daba entre los intelectuales de las revistas Unidos y Punto de Vista(Garategaray, 2015).

En definitiva, la dinámica discurso político y prensa escrita continuaba reflejando más tensiones y conflictos que consensos: la mayoría de los diarios seleccionados seguía recepcionando el mensaje alfonsinista críticamente y mostraba, a través de sus propios discursos, una realidad económica, social y política sumamente compleja. En efecto, durante 1988 las dificultades económicas se agudizaron y el gobierno se dio cuenta, tardíamente, de la necesidad de implementar reformas macroeconómicas. Sumado a esto, dos nuevos levantamientos militares, en Monte Caseros y en Villa Martelli, evidenciaron que las resistencias corporativas se profundizaban y, a los errores del gobierno, se sumaba la actitud no cooperativa de la oposición, cuestión que se agravaba por la campaña ante las elecciones nacionales que tendrían lugar el 14 de mayo de 1989.

Además, cuando el presidente pronunció su mensaje ante la Asamblea Legislativa, un nuevo levantamiento se había producido en el mes de enero, esta vez no por parte de sectores del Ejército, como los anteriores, sino por parte de exmiembros del Ejército Revolucionario del Pueblo (erp) que atacaron el regimiento de La Tablada. También en enero de ese año, el Banco Mundial había comunicado que no desembolsaría los créditos prometidos; la noticia se filtró a la prensa y se inició la corrida contra el austral. El 31 de marzo, Juan Vital Sourrouille presentó su renuncia al ministerio de Economía y, poco después, la profunda crisis cambiaria culminaría con la hiperinflación.

En este contexto, Alfonsín expresó en su mensaje: «[…] Después de exteriorizaciones como las de Semana Santa, Monte Caseros, Villa Martelli, La Tablada, ya nadie puede ignorar la naturaleza de los problemas que hemos tenido que resolver para asegurar la democracia […]» (DSHS, 1989, p. XVI). Hizo un reconocimiento de errores a los que sintetizó en la frase: «Hay cosas que no supimos hacer; hay cosas que no quisimos hacer; hay cosas que no pudimos hacer» (DSHS, 1989, p. XII). Destacó: «[…] en el campo económico hemos recogido una Nación en crisis y que muy probablemente entreguemos al próximo gobierno una Nación en crisis. No hemos conseguido superar la crisis económica […]» (DSHS, 1989, p. VIII). Aludió, por un lado, a «factores externos», como la caída de precios de productos agropecuarios, las inundaciones, las sequías y el manejo «casi usurario» de las tasas de interés desde «los centros del poder económico internacional»; y, por otro, a «dificultades subjetivas», como el «egoísmo sectorial», el «corporativismo», los «resabios autoritarios», la «especulación» y el «fomento irresponsable de la inflación» (DSHS, 1989, p. XIII).

Entre sus logros, Alfonsín ponderó especialmente dos cuestiones. Por una parte, haber cumplido con «[…] la tarea principal que nos encomendó el país en 1983, […] construir una democracia. Con la cooperación de casi toda la sociedad nos entregamos a esa tarea […]» (DSHS, 1989, p. VIII). Por otra, el hecho de que un «[…] gobierno legítimo va a dejar su lugar a otro gobierno legal y, por lo tanto, los adversarios se definen dentro del sistema […]. Son las reglas de juego del pluralismo, de la competencia política que afortunadamente vivimos hoy como algo natural […]» (DSHS, 1989, p. VI). La apelación a la democracia como valor y como virtud seguía constituyendo un «nudo semántico» clave en su discurso.

Ámbito Financiero se mostró muy crítico en dos editoriales, titulados «Alfonsín: discurso con bochorno» (2/5/1989, p. 1) y «El Presidente hizo un favorable balance en último mensaje ante la Asamblea» (2/5/1989, p. 14). En el primero, el diario destacó que el mismo Alfonsín, ante los cantos y los insultos a la oposición, hubiera debido pedir a sus seguidores que hicieran silencio y consideró que lo «más sorprendente» del discurso presidencial fue que constituyó «[…] un justificativo de su gestión […] suma de excusas y de explicaciones sobre ciertas formas de conspiración […]. El símbolo […] fue el cartel que saludó a Alfonsín al ingresar al Congreso: “En bolas, pero libres”» (p. 1).

La Prensa también destacó los insultos a la oposición por parte de las «barras» y el hecho de que Alfonsín hubiera debido pedirles silencio. Lupa, en «Alfonsín: dos discursos. Anticipo autobiográfico y despedida imprevista» (3/5/1989), opinó que el Presidente se despedía defendiendo su gestión en vez de dar a conocer su proyecto hasta diciembre. Calificó el mensaje como «[…] un intento de disimular el desbarajuste general […] con intentos de contar la historia al revés […]» (p. 1). El columnista José Antonio Abuín, en «Colosal ceguera. Alfonsín no fracasó» (4/5/1989), se mostró también muy crítico no solo con Alfonsín sino también con la ciudadanía: «[…] el jefe radical vino a servirse y no para servir […]. La cuestión era haberse dado cuenta antes. […]. Estamos consumiendo los amarguísimos frutos de no haberle hecho juicio político al jefe radical […]. Todo esto es consecuencia de haber admitido lo inadmisible […]» (p. 11).

Clarín, en un tono menos crítico, con el título «Exaltó Alfonsín la vigencia de la democracia y reconoció errores en el campo económico» (2/5/1989), señaló que «[…] al retirarse Alfonsín todos los legisladores radicales lo despidieron de pie, mientras los opositores permanecieron sentados en sus bancas» (p. 3). Y con el título «Dispar evaluación de oficialistas y opositores», dio mayor espacio a las opiniones de los últimos, entre ellos, Álvaro Alsogaray, Carlos Grosso y José Luis Manzano (p. 4). El diario, como ha sido señalado, les había brindado este espacio a todos ellos con anterioridad.

La Nación, con el título «El mensaje al Congreso» (3/5/1989), ponderó que Alfonsín reconociera errores pero condenó la acción de las «barras»: «[…] El oficialismo no supo […] guardar diferencias con otras épocas que podían creerse superadas definitivamente en el país […]» (p. 6). En este sentido, aplica la opinión de Ricardo Sidicaro (1993), para quien el diario habló a los gobiernos en nombre de la Constitución diciéndoles lo que se debía hacer.

La Razón recalcó los logros enunciados en el discurso y publicó un editorial titulado «Angeloz desafía y se diferencia» (3/5/1989), en el cual citó palabras del candidato radical. Este sostuvo que el mensaje de Alfonsín «[…] en algunas provincias no se pudo difundir, como La Pampa […]» (p. 3). En el mismo sentido, agregó que sus propias publicidades a propósito de la campaña por las elecciones presidenciales «[…] no son transmitidas en los canales oficiales de las provincias justicialistas […]» (p. 3). Nuevamente, criticaba fuertemente al peronismo.

Página/12 publicó un artículo de Chacho Álvarez, «La tentación autista» (2/5/1989), en el cual este afirmó que las palabras de Alfonsín revelaron un «[…] gobierno tironeado entre ser un astuto político de tradición comiteril o un inaugurador de épocas. El discurso […] desnudó la incapacidad de traducir lo dicho a los comportamientos de los conjuntos sociales […]» (p. 7). El diario también publicó un artículo de Osvaldo Soriano, titulado «El vals del adiós» (4/5/1989): «Fue una extraña, solitaria ceremonia del adiós. Una danza sin pareja, un vals triste, […]. Hay que reconocerle el respeto por las libertades, el apego a la ley, el ejemplo de tolerancia […] amargas fueron sus jornadas […] pero peores las de tantos millones de argentinos que ahora esperan un milagro para conservar la ilusión […]» (p. 24).

Tampoco el mensaje presidencial fue recepcionado por la mayoría de los diarios seleccionados en los términos en los que Alfonsín hubiera deseado. Solo La Razón continuaba mostrando sus simpatías y consensuaba con el discurso político, mientras que los editoriales y los artículos de las demás publicaciones ponían en evidencia tensiones y conflictos respecto de los enunciados del gobernante.

El 12 de junio Alfonsín comunicó su resolución de «resignar a partir del 30 de junio de 1989 el cargo de Presidente de la Nación Argentina», fundamentándose en que «el espacio para la acción del Gobierno en funciones es muy chico» y anunciando el envío al presidente electo, Carlos Saúl Menem, de un «acta de coincidencias sobre el afianzamiento de la democracia» («Mensaje al país del doctor Raúl Alfonsín», 1989, en Giacobone & Gallo, 1991, pp. 495-499). Otra vez, el valor asignado a la democracia era un «nudo semántico» fundamental en su discurso.

Ámbito Financiero, publicación que decididamente venía apoyando la candidatura presidencial de Menem, lamentó la «tardanza» en el adelantamiento del poder. En palabras de Neustadt, y con el título «¿Bronca o pena? ¿Grandeza o…?» (16/6/1989), irónicamente afirmó: «[…] ¿Pena? Para algunos argentinos sí […]. En millones […] bronca […] a mi alrededor lo que hay es el malestar particular de millones […] bienestar […] no veo. Perdonen […]» (p. 10).

La Prensa, en boca de Lupa, y con el título «Corrido por el fracaso. Alfonsín abandona el poder unilateralmente» (13/6/1989), señaló: «[…] se presenta a sí mismo como víctima dispuesta a “someterse” y su “paso al costado” como resultado de tal “sometimiento” a una fuerza que lo supera y no puede contener. […] elude reconocer el rotundo y definitivo fracaso de su gobierno […]» (p. 1).

Clarín publicó varios artículos de diferentes columnistas que coincidían en la crítica hacia el Presidente. Armando Vidal sostuvo que la decisión de Alfonsín «Era la última carta» (13/6/1989, p. 1); Oscar Raúl Cardoso afirmó que se trató de «Una suerte de caída libre» (13/6/1989, p. 7); Ricardo Kirschbaum, en la nota «El tiempo más temido» (15/6/1989), señaló: «[…] Alfonsín advirtió que solo la renuncia terminaría con la agonía y disfrazaría su exasperante impotencia» (p. 12).

La Nación, en el editorial «El abandono del poder» (13/6/1989), indicó lo que a su juicio debía hacer el nuevo gobierno: «[…] deberá esforzarse por conservar la credibilidad y la confianza iniciales. […]. Es indispensable […] una administración seria, honesta y capaz de tomar las medidas oportunas y necesarias […]» (p. 8). De este modo, el diario comenzaba a marcar el deber ser a la flamante administración que asumiría, cuestión que muestra una constante en su línea editorial.

La Razón hizo hincapié en los motivos de la renuncia anticipada del Presidente en el editorial titulado «Los temas que impulsaron la decisión de Alfonsín» (13/6/1989). Allí destacó las diferencias irreconciliables respecto de la cuestión militar y la política de derechos humanos de Menem, sumadas a las declaraciones de este acerca de que ya estaba preparado para asumir y al hecho de que los justicialistas «[…] solo esperaban que Alfonsín renunciara […]» (p. 1).

Página/12 publicó críticos artículos. Entre ellos, uno titulado «La ventana» (13/6/1989), en el que Horacio Verbitsky afirmaba: «[…] el Presidente del primer turno de la restauración democrática deberá huir por la ventana en vez de retirarse con la frente alta, […] este penoso final habrá que remontarse a […] la ley de obediencia debida con la que deshonró sus convicciones […]» (p. 2). En realidad, el debilitamiento del liderazgo del político había comenzado antes, como ya fuera indicado. Además, desde sus discursos de campaña, Alfonsín venía señalando la imposibilidad de juzgar a todos los militares, distinguiendo las distintas responsabilidades, con lo cual la obediencia debida era coherente con sus propuestas iniciales (Basombrío, 2008). Otro artículo publicado por Página/12, titulado «Réquiem para el populismo» (13/6/1989), en el cual Atilio N. Borón hacía una advertencia sobre las políticas que aplicaría Menem, también contenía una fuerte crítica al gobierno saliente: «Por primera vez, en casi medio siglo, las clases dominantes vuelven a ocupar […] los resortes fundamentales del Estado […]. El programa no es el del partido triunfante, sino el de un puñado de oligopolios que, con la complicidad del actual gobierno y de nuestra clase política, se han adueñado por completo del país […]» (p. 6).

En definitiva, la mayoría de las publicaciones no fue complaciente con el último discurso del político y varias de ellas caracterizaron a Alfonsín como falto de audacia, como impotente y como fracasado, sin valorar el hecho de que hubiera reconocido sus errores y pedido disculpas por ellos. Agudizando sus críticas, sus interpretaciones fueron el reflejo de los conflictos y de las tensiones que existían en la dinámica discurso político y prensa escrita. En cuanto al consenso entre ambos, principalmente continuó estando presente en las editoriales y en los artículos de opinión de La Razón.

Conclusiones

La pérdida de apoyo de la civilidad que padecía Alfonsín desde mediados de 1986 se agudizó en el período analizado. Y entre otros factores que lo explican —como los errores, las decisiones y el mal cálculo de los tiempos del propio gobierno, la cuestión militar, las dificultades económicas internas y externas, una cultura política poco proclive a la formación de consensos y las presiones corporativas— no puede dejar de señalarse el papel de la prensa escrita.

Por un lado, la retórica del gobierno alfonsinista se reprodujo entre los años 1987 y 1989 a través de la apelación al recurso del «discurso directo», mediante el cual los diarios seleccionados incorporaron la voz del Presidente al publicar sus mensajes. Pero, por otro, también el carácter persuasivo de los titulares de los editoriales y de los artículos de opinión y sus contenidos evidencian la presencia de interpretaciones que problematizaron, que cuestionaron y que criticaron en su mayoría al discurso oficial desde una línea editorial determinada.

Así, la prensa escrita seleccionada, en su mayoría recepcionó y circularizó el discurso alfonsinista de un modo crítico desde una polifonía de voces. Las más duras provinieron de Ámbito Financiero y de La Prensa, desde la derecha, y de Página/12, desde un progresismo que dio cada vez más espacios a intelectuales de izquierda, algunos simpatizantes del peronismo renovador. Solamente el discurso de La Razón manifestó una «convergencia discursiva» con el discurso presidencial. Como se indicó, el pago de una indemnización a su director y el hecho de que sus principales columnistas simpatizaran con el proyecto político alfonsinista pueden explicar dicha convergencia.

Los lectores se encontraron, por tanto, frente a distintas versiones y relatos que interpretaban la realidad de un modo determinado, sin que se produjera un proceso de «convergencia discursiva» entre el discurso político y la prensa escrita. En este sentido, puede afirmarse que no existió una dependencia de la prensa escrita respecto del poder político y que esta no se limitó, simplemente, a reproducir la retórica del gobierno.

La prensa ocupa un destacado lugar en la conformación de la opinión pública. Entre 1987 y 1989, a través de sus editoriales y de sus artículos, contribuyó a acentuar la debilidad en aumento del gobernante y de su administración, haciéndose eco y exponiendo ciertos tópicos como «ilusiones», «sueños teóricos», «expectativa insatisfecha» que, analizados desde la perspectiva histórica, reflejan una de las principales problemáticas que atravesó el alfonsinismo: la brecha entre las enormes demandas sociales luego de la última Dictadura cívico militar y las reales posibilidades de satisfacerlas, en gran medida, debido a los condicionamientos generados por la herencia dictatorial.

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