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La construcción del miedo a "lo otro" como condición de aceptación de lo inaceptable
María Cecilia Azzolino
María Cecilia Azzolino
La construcción del miedo a "lo otro" como condición de aceptación de lo inaceptable
Escenarios. Revista de Trabajo Social y Ciencias Sociales, núm. 29, 2019
Universidad Nacional de La Plata
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Resumen: En este ensayo se pretende reflexionar acerca del papel que juegan las representaciones sociales, fruto de una construcción ideológica de larga data, en la aceptación del capitalismo neoliberal por parte de las sociedades por él perjudicadas. Se repasa la doctrina del shock y se analiza cómo fue utilizada en nuestro país y cuáles son sus implicancias. Se invita a desnaturalizar y deconstruir el pensamiento único a partir de visibilizar cómo ciertas crisis o perturbaciones que causan gran impacto psicológico crean el ambiente propicio para la instalación de reformas nocivas para la sociedad, y cómo ciertos gobiernos en nuestro país propiciaron, aprovecharon y reforzaron mediáticamente estas situaciones para crear las condiciones de aceptación ante este modelo neoliberal, del que a veces parece imposible salir.

Palabras clave:Neoliberalismo, Shock, Opinión pública, Miedo, Individualismo, Otredad.

Abstract: This essay aims to reflect on the role played by social representations, the result of a long-standing ideological construction, in the acceptance of neoliberal capitalism by the societies harmed by it. The shock doctrine is reviewed and it is analyzed how it was used in our country and what its implications are. It is invited to denature and deconstruct the unique thinking from making visible how certain crises or disturbances that cause great psychological impact create the environment conducive to the installation of reforms harmful to society, and how certain governments in our country propitiated, took advantage and reinforced media these situations to create the conditions of acceptance before this neoliberal model, which sometimes seems impossible to leave.

Keywords: Neoliberalism, Shock, Public opinion, Fear, Individualism, Otherness.

Carátula del artículo

Debates

La construcción del miedo a "lo otro" como condición de aceptación de lo inaceptable

María Cecilia Azzolino
Facultad de Ciencias de la Educación – UNER, Argentina
Escenarios. Revista de Trabajo Social y Ciencias Sociales, núm. 29, 2019
Universidad Nacional de La Plata

Recepción: 08 Febrero 2019

Aprobación: 01 Marzo 2019

La construcción del miedo a “lo otro” como condición de aceptación de lo inaceptable

La hormiga, por bronca a la cucaracha, votó al insecticida.

Murieron todos, hasta el grillo que se abstuvo.

El modelo neoliberal se impuso en nuestro país en los años ´70, en un momento de fuerte crisis y bajo el régimen de una dictadura que “dedicó sus dos primeros años de gobierno a aplicar su plan antisubversivo(Novaro, 2011, p. 143), es decir a disciplinar, reprimir sindicatos, atemorizar, silenciar, separar y romper lazos entre los distintos actores sociales, para luego dedicarse de lleno a implementar sus políticas económicas en una sociedad que, desarticulada y aterrorizada, no estaba en condiciones de luchar por (ni siquiera de pensar en) sus intereses y los de su país.

En consonancia con el pensamiento de Milton Friedman en Chicago, quien creía que la terapia del shock económico podría llevar a las sociedades actuales a aceptar una reforma pura del capitalismo desregulado, el shock producido en nuestro país, que provocaba desconcierto y sumisión, fue acompañado de la prohibición de textos y la persecución de intelectuales que invitaran a pensar otras cosas2. Al mismo tiempo, una voz única del estado en los medios, anunciaba las ideas económicas que se buscaban imponer (en palabras de Martínez de Hoz3: reducción del “gasto” público, “racionalización” de la administración pública, apertura económica, modernización, reducción de costos para las empresas, privatizaciones, desterramiento de la “sobreprotección estatal”) a través de recordadas propagandas como la de la enclenque silla de industria argentina, y la posibilidad que daba ese modelo de elegir otras “mejores” –importadas- gracias a la libre competencia; o la de empresarios que acompañaban entusiasmados la consigna del estado: ¡abajo los costos!4, mientras que otros mensajes apuntaban a los comportamientos que se querían imponer, bajo el lema “Cada uno en lo suyo, defendiendo lo nuestro”: la maestra enseñando “lo que tiene que enseñar”, el trabajador orgulloso de “trabajar incansable y aceleradamente, porque el país no se puede parar”, y las imágenes de la vida cotidiana “correcta” que promocionaban revistas como Gente y Para Ti.

Pero más allá de esta industria cultural, creo que el factor más fuerte fue el shock de violencia, desconcierto y desconocimiento que alimentaba la sensación de que no cuestionar ni cuestionarse las políticas llevadas adelante y no preguntar ni preguntarse por la suerte de los demás era el único camino de la supervivencia.

Como apunta el historiador Marcos Novaro

“el método facilitaba mucho las cosas: no había que explicar qué era exactamente lo que así se apoyaba, dado que podía aducirse que no se sabía con precisión lo que sucedía; ello resultaba de gran ayuda, tanto para las elites como para gran parte de la opinión pública, que sabía lo suficiente como para no querer que se hablara de ello” (2011, p. 153).

Y como la memoria (tanto la individual como la colectiva) tiende a bloquear, negar o disfrazar aquello que no puede procesar, al tiempo empezaron a aparecer pensamientos como “por algo será”, “algo habrán hecho”, que le daban un cómodo cierre a aquello a lo que por dolor o indiferencia no quería buscársele un esclarecimiento.

Esto puede explicarse como una consecuencia del estado de shock en el que se encontraba la sociedad: la debilidad y la docilidad de una sociedad hasta poco antes efervescente e ingobernable puede explicarse por la conjunción del frenesí de violencia e inflación que se vivió entre 1974 y 1976 y por su lógica consecuencia: una prolongada renuncia de los actores sociales al ejercicio de su soberanía, e incluso a juzgar críticamente lo que los gobernantes consideraban necesario hacer para “corregirlos” (Novaro, 2011, p. 152).

Pero, ¿Qué fue tan eficiente como para que hoy asistamos impávidos como sociedad a un nuevo desmantelamiento del Estado, a una transferencia de la riqueza pública a las manos privadas de siempre, sin necesidad de aquella represión brutal?

Quizá el mayor triunfo de las dictaduras en Argentina, en América Latina y de los discursos sobre la incesante guerra del Bien contra el Mal que tan magistralmente han pronunciado los líderes norteamericanos (Bush a la cabeza), fue como prendió grabada a fuego –más hondamente aún que en el pensamiento consciente, en el subconsciente colectivo- la idea proclamada por la Doctrina de la Seguridad Nacional de que siempre hay un enemigo peligroso que nos acecha, y que ese potencial peligro se vuelve tan enorme que mientras un gobierno nos prometa cuidarnos de él, no se le cuestionan otras cosas. Ese enemigo se depositó primero en la URSS, luego en el menos lejano ejemplo cubano, y finalmente hoy no es ninguna guerrilla, hoy se ha construido un enemigo mucho más cercano, que está entre nosotros, que puede atentar contra mi propiedad privada (lo mucho o poco que haya podido conseguir) e incluso mi seguridad: el delincuente.

De todos los miedos que instauró Macri durante su campaña presidencial (a que “nos convirtamos en Venezuela”, a la corrupción –del kirchnerismo- como la fuente de todos los males), el eje de la campaña que convenció a un más amplio sector fue la pelea contra la inseguridad. Aún las clases medias que habían tenido una oportunidad de crecer gracias a las políticas kirchneristas, vieron allí un potencial peligro al que el macrismo prometía combatir.

A casi tres años y medio de administración neoliberal vemos las consecuencias nefastas de este modelo (como si fuera necesario habernos sometido una vez más a él, luego de lo que nos dejaron las experiencias de la dictadura y el menemismo).

Sin embargo, advertimos que los sectores medios (no digo siquiera los beneficiados) permanecen impasibles (algún paro general esporádico y comentarios del tipo “¡qué barbaridad!” no afectan realmente este comportamiento) frente al desmantelamiento de la salud y la educación públicas, el aumento de la indigencia, el cierre de negocios, la suba exorbitante de los servicios públicos y ni hablar de los alimentos, por nombrar solo algunas cuestiones.

Estamos tan preocupados y ocupados en sobrevivir, tratando de no caer del escalón social del que estamos prendidos con las uñas hacia el de la temida clase baja, que no podemos ocupar nuestras energías en combatir este modelo sino en resistir en él y adaptarnos lo mejor posible.

Es que el neoliberalismo no es sólo una concepción de la economía, sino también un modo de funcionamiento de la sociedad, individualista, en el que cada uno es responsable de ocuparse de sí mismo.

Esta falta de empatía, esta alienación de ver en el pobre -que las políticas neoliberales construyen y acentúan- al “otro” (que no es tan otro), y este desentendimiento de la realidad que nos permite seguir adelante sin mirar para el costado ni hacia adelante (en una sociedad acostumbrada además a no mirar hacia atrás) están reforzadas por una construcción mediática de la realidad5 que utiliza eufemismos y deshumaniza a los excluidos, convirtiéndolos en responsables de la inseguridad, de no hacer los esfuerzos suficientes, y hasta del narcotráfico, justificando la entrada de gendarmería en los barrios, que nunca agarra a los peces grandes, y queriendo bajar la edad de imputabilidad para mantener encerrados a los excluidos del sistema en vez de hacerse cargo de ellos.

Hoy los pobres son los nuevos desaparecidos. De ese otro no se habla, no se ocupa. Aquellos que hace poco más de un año volvieron a verse buscando comida en el contenedor de nuestros barrios y que despertaron al menos la compasión de quienes aún no habían comenzado a sentir en carne propia las consecuencias de las políticas económicas y el retiro de las políticas sociales, en el último tiempo se han tornado más invisibles, no porque no los veamos, sino porque su exceso produce un anestesiamiento colectivo ante la sensación de que no podemos hacer nada6.

Y en algunos lugares se va más allá: el dinero del estado que en otras épocas se utilizó para financiar las guerras y las dictaduras, hoy se dispendia en la city porteña (aplaudidamente por un grupo de vecinos, dejando a las claras nuestro microliberalismo o microfascismo) en bancos de plazas anti-pobres, con un diseño hostil que impide a los indigentes poder dormir en ellos, en pinches debajo de los puentes donde buscaban cobijarse, y contenedores “inteligentes” que sólo se abren con una tarjeta magnética para evitar “el flagelo del robo de la basura”. En ellos se invirtieron 60 millones de pesos luego de que el Jefe de Gobierno Porteño Rodríguez Larreta dijera que “la única forma de que no haya cartoneros, es que no haya cartón”7, expulsando a los excluidos del único recinto que les quedaba: las calles.

Así funciona el estado neoliberal de la “pobreza cero”, no interviene para eliminar la pobreza, pero sí para eliminar del mapa a los pobres (reprimiendo además a los cartoneros que protestaron ante la medida). La peligrosidad de éstos no reside en una lucha contra el sistema (como sí lo hacían los anteriores enemigos), sino en que su existencia misma es la prueba de que el modelo neoliberal no funciona -no nos va a sacar de la crisis-, al contrario, acentúa la pobreza estructural y deja al país sumido en la miseria. La visibilidad de las condiciones en que queda el país tras la aplicación repetida de esta fórmula (golpes de estado, menemismo, macrismo) constituye el más fuerte argumento de que es necesario apuntar a otras alternativas.

La mejor arma contra el pensamiento único expresado en el discurso de “duele, pero no hay otro camino” es buscar la genealogía de estas ideas en una historia de larga duración que nos permita desnaturalizar las “verdades” construidas, mostrando cómo han emergido como producto de relaciones de fuerza a lo largo de la historia.

Y nunca descuidar que toda lectura debe realizarse atendiendo a su complejidad, sin perder de vista la existencia de cambios y permanencias en los procesos históricos, ya que pese a que el plan económico actual parece ser el calco del aplicado por Martínez de Hoz durante la dictadura, no podemos ni debemos jamás caer en el facilismo y la simplificación de que “son todos lo mismo”, porque cuando “todo da lo mismo”, cuando nos convencemos de que “la política es algo malo”, no queda margen para la acción diferente, para la capacidad de discernir, de salir del shock paralizante que nos convence de que estamos mal y no hay nada que hacer.

La desesperanza, resignación y alienación frente al actual modelo encuentran su antídoto (Platón) en salvar a nuestras sociedades del olvido, asumir la mayoría de edad en términos kantianos e involucrarnos para construir colectivamente una sociedad más inclusiva.

Material suplementario
Referencias
Klein, N. (2010). La Doctrina del Shock. El auge del capitalismo del desastre. Buenos Aires: Paidós Ediciones.
Braudel, F., (1968). La historia y las ciencias sociales. Madrid: Ed. Alianza.
Larrosa, J (1996). Literatura, experiencia y formación. Barcelona: FCE.
Novaro, M. (2011). Historia de la Argentina, 1955-2010. Bs. As: Siglo XXI editores
Toso, C. (18 de septiembre de 2016). Rita Segato: “La construcción del otro como antagónica es letal”. Boletín Enredando. Recuperado el 12 de junio de 2010 de https://enredando.org.ar/2016/09/18/rita-segato-la-construccion-del-otro-como-antagonico-es-letal/
Notas
Notas
1 Licenciada en Comunicación Social Facultad de Ciencias de la Educación – UNER, Feliciano 148. Paraná, Entre Ríos. E-mail: ceciazzo@hotmail.com
2 Entre los muchísimos textos censurados se encontraban Mascaró, el cazador americano de Haroldo Conti, Ganarse la muerte de Griselda Gambaro, El beso de la mujer araña de Manuel Puig, Jacinto de Graciela Cabal, y Queremos tanto a Glenda de Julio Cortázar.
3 Para ver el discurso completo de Martínez de Hoz en la Bolsa de Comercio el 05/12/79: https://www.youtube.com/watch?v=fPdAjBexpfQ
4 Un antecedente de la teoría del shock puede verse en los experimentos llevados a cabo por el Director de psiquiatría Dr. Ewen Cameron en Montreal que buscaban desestructurar o limpiar las mentes de sus pacientes psiquiátricos para poder reconstruirlas de cero, combinando electroshocks con terapia de sueño y repetición de mensajes grabados. Muchas de estas técnicas fueron puestas en práctica luego por la CIA en sus interrogatorios como método para introducir una regresión en la personalidad y abrir los sujetos a la sugestión.
5 Imperdible el video que sintetiza sarcásticamente la construcción de las noticias en el diario Clarín: https://youtube.com/watch?v=zvg1CxZ4N5k
6 La antropóloga Rita Segato advierte que la construcción del otro antagónico, para el que no hay lugar dentro de una sociedad común, es letal en nuestra historia nacional. Aparece una bolsa de valores de la vida humana y mientras hay vidas y muertes que aparecen enseguida en los diarios, hay otras muertes que son cuerpos tirados, que ni siquiera son contados en las estadísticas. Y que además se da una revictimización de esos muertos merecedores de morir. Sostiene que los medios cumplen un papel anestésico y que hay que reeducar a la sociedad para que busque en ellos información y no un espectáculo. Los medios alimentan el morbo, la curiosidad por el sufrimiento del otro y acostumbran a ese sufrimiento, que es lo que llama la pedagogía de la crueldad, que enseña que ese horizonte de sufrimiento es la normalidad, que la crueldad es un paisaje habitual, y eso va disminuyendo la empatía con el otro, nuestra sensibilidad y nuestro espanto frente al sufrimiento de los otros. La pedagogía de la crueldad no es más que el acostumbramiento funcional al dolor. La entrevista completa puede verse en: https://enredando.org.ar/2016/09/18/rita-segato-la-construccion-del-otro-como-antagonico-es-letal/
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