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La construcción del campo del Trabajo Social en Argentina desde una perspectiva relacional (1930-2010)
Escenarios. Revista de Trabajo Social y Ciencias Sociales, núm. 31, 2020
Universidad Nacional de La Plata

Tema Central


Recepción: 20 Diciembre 2019

Aprobación: 19 Febrero 2020

Resumen: El artículo comparte la intervención que efectuáramos en el marco del Seminario “Matrices teóricas del Trabajo Social” perteneciente al Doctorado en Trabajo Social de la Facultad de Trabajo Social de la Universidad Nacional de La Plata. La misma procuró comunicar una síntesis de la investigación desarrollada durante los últimos tres años, materializada en la tesis doctoral[2]. Se trata de un estudio acerca de la trayectoria del Trabajo Social en Argentina, realizado desde la perspectiva relacional, que buscó comprender su estructuración histórica como campo, indagando los procesos de producción y reproducción que la enmarcan, expresados en un entramado de objetivaciones producidas desde recorridos disímiles y tensionados, que la tesis expone en cuatro momentos interconectados: de inicio, de expansión, de renovación y de diversificación. El recorrido analítico coloca en clave de problematización, un conjunto de discusiones teórico-políticas y metodológicas producidas en diversas instancias en el campo, procurando visibilizar la lógica imbricada en su constitución.

Palabras clave: Trabajo Social, Campo, Trayectoria.

Abstract: The article shares the intervention that we made in the framework of the Seminar "Theoretical Matrices of Social Work" belonging to the Doctorate in Social Work of the Faculty of Social Work of the National University of La Plata. The same one tried to communicate a synthesis of the investigation developed during the last three years, materialized in the doctoral thesis. This is a study about the trajectory of Social Work in Argentina, carried out from the relational perspective, which sought to understand its historical structuring as a field, investigating the processes of production and reproduction that frame it, expressed in a network of objectifications produced from routes dissimilar and stressed, that the thesis exposes in four interconnected moments: of beginning, of expansion, of renovation and of diversification. The analytical path places in the key of problematization, a set of theoretical-political and methodological discussions produced in various instances in the field, trying to make visible the logic embedded in its constitution.

Keywords: Social Work, Field, Trajectory.

Introducción

El artículo comparte la intervención realizada en el encuentro de debate disciplinar organizado en el marco del Seminario “Matrices Teóricas del Trabajo Social” correspondiente al Área Central del Doctorado, donde generosamente fuimos invitadas a participar intercambiando las experiencias construidas en nuestros trayectos de formación de posgrado.

Una primera consideración que hiciéramos en dicho encuentro, alude a la necesidad de seguir pensando colectivamente cómo el Trabajo Social participa de los procesos de producción y reproducción de la vida social, atravesados por lógicas de explotación económica, dominación política, alienación ideológica y opresión social, que demandan una revisión del pensamiento social capaz de poner en tensión la absolutización de la razón neoliberal (Gago, 2014). Transitar esta pregunta requiere “hacer un ajuste de cuentas con nuestro campo profesional”, generando un desplazamiento desde las nociones totalizantes, dispuestas de manera dicotómica en gran parte de su historiografía, hacia un modo de pensar movilizado por las controversias distanciándonos de las formas monocordes que asume la crítica en algunas formulaciones (Matus, 2017).

Precisamente el interés por analizar la trayectoria del Trabajo Social poniendo en tensión las lecturas binarias, llevó a indagar en la tesis doctoral, el proceso de su construcción en Argentina, cuyo recorrido y hallazgos expusimos resumidamente en el encuentro antes mencionado, y recreamos en este artículo.

Partimos de reconocer que, aún cuando se han realizado diversos estudios acerca de la profesión, existe una vacancia en indagaciones que -desde la perspectiva relacional- den cuenta de su emergencia y desarrollo como campo inscripto en una estructura objetiva, histórica, atravesada por múltiples disputas entre los distintos saberes y sus agentes. Es decir, las reflexiones sobre el Trabajo Social argentino han sido impulsadas inicialmente por desarrollos europeos y norteamericanos, influenciadas en su mayoría por el pensamiento funcionalista3. Y más recientemente, por producciones teóricas latinoamericanas, algunas referenciadas en un pensamiento de tipo evolucionista, que procuran explicar su génesis a partir de una lectura que se reconoce como “endógena”4. Otras inscriptas en la perspectiva histórico-crítica, inspiradas principalmente en la tradición marxista, que explican el surgimiento del Trabajo Social como subproducto de la síntesis de proyectos político-económicos que operan en el desarrollo histórico, donde se reproduce la fracción de clase hegemónica cuando el Estado toma para sí la respuesta a la “cuestión social”5. Y un tercer grupo de estudios, recrean la perspectiva genealógica que propone comprender la profesión explorando las condiciones de producción y las relaciones de poder que la atraviesan6. Asimismo, en nuestro país los estudios referidos al Trabajo Social son relativamente recientes y, en gran medida, centrados en discusiones de tipo metodológicas, relacionadas con la intervención profesional y las políticas sociales. Mientras la historicidad y dinámica del propio campo, comenzó a ser abordada con mayor sistematicidad a fines de los años noventa7.

Estas consideraciones motivaron el trabajo de reconstruir analíticamente la constitución del Trabajo Social en tanto campo, alejándonos de las estructuras de pensamiento canónicas, para examinar el modo en que los condicionamientos del espacio social han operado en su conformación a lo largo del tiempo, generando efectos en las subjetividades así como en la intervención, la formación y la producción de conocimientos. En ese recorrido procuramos reconocer las luchas libradas al interior del mismo, desde principios de siglo XX y hasta el presente, en un movimiento que no se reduce a la mera reproducción de lo establecido y que tiende a fortalecer su autonomía relativa.

La formulación hipotética que impulsó nuestras búsquedas sostiene que, aun cuando la creación de la asistencia social -instituida por los estados nacionales en formación- constituyó la base material que posibilitó espacios socio-ocupacionales para el Trabajo Social, la lógica de construcción de este último como campo no sería concomitante con ese proceso. O dicho de otro modo, si bien el campo profesional surge articulado al Estado, no puede ser interpretado sólo como una derivación funcional de éste, clausurando su comprensión como complejo entramado de relaciones objetivas definidas en su existencia y en las determinaciones que impone sobre agentes e instituciones predispuestos a ocupar diferentes posiciones. En virtud de este planteamiento, nos propusimos analizar la institucionalización del campo del Trabajo Social argentino, a fin de reconocer y explicitar la lógica de su construcción, y definimos como referencia temporal, el período comprendido entre el año 1930 -momento en que se creó la primera escuela de formación profesional-, y la primera década de los años dos mil8.

Así, desde una lectura relacional sustentada en el pensamiento de Pierre Bourdieu, y enriquecida con aportes de estudios disciplinares que tematizan la constitución socio-histórica del campo, exploramos algunas de las discusiones teórico-políticas y metodológicas producidas por el Trabajo Social, definiendo como analizadores de su trayectoria, cuatro momentos interdependientes, solapados histórica y dialécticamente: de iniciación, de expansión, de renovación y de diversificación. En ese itinerario describimos hechos contextuales que interpelaron su constitución como campo; indagamos las dimensiones que conforman su estructura; e identificamos, a partir de las disposiciones de los y las agentes, las estrategias construidas en los diferentes momentos y puestas en juego al disputar un capital específico. Parte de ese recorrido es compartido de forma abreviada en los siguientes apartados.

Consideraciones teórico-políticas que enmarcan la investigación

La experiencia construida en el marco de la formación doctoral y particularmente en la elaboración de la tesis, posibilitó reconocer distancias y proximidades entre lo actuado y lo pensado, poniendo en acto un pensamiento crítico para capturar el movimiento y las contingencias que atraviesan al Trabajo Social. Las reflexiones construidas dieron lugar a preguntas y lecturas que muestran la diversidad de matices que asume su constitución, invitándonos a producir una cartografía más amplia y compleja de las referencias que lo sustentan y que -de modo heterogéneo y dispar- nutren el debate contemporáneo.

En este sentido, comprender la trayectoria de más de ochenta años del Trabajo Social argentino desde la perspectiva relacional, permitió situarla como producto de un juego históricamente construido por agentes e instituciones que disponen de un capital específico en disputa, y de una autonomía relativa. Esta mirada exigió por un lado, desplazarnos de la noción de profesión, que ha estado muy presente -e insuficientemente problematizada- al interior del campo, reconociendo la remembranza religiosa del término y su ligazón a las ideas de predestinación y “misión,” que lleva a desplegar prácticas desde improntas prescriptivas ligadas a un cierto “deber ser” (Weber, 2003). Y por otro lado, definir al Trabajo Social desde el concepto de campo, comprendiéndolo como espacio de puja de poder que va configurándose a partir del capital simbólico incorporado, emitiendo discursos que ejercen un control sobre la producción, distribución y circulación de un capital específico (Bourdieu, 2000).

Desde esta línea de razonamiento, entendemos que la constitución del Trabajo Social es dinamizada por la interrelación de tres sub-campos: uno vinculado a la producción discursiva, atravesado por las luchas en pos de la elaboración del discurso hegemónico, llamado campo intelectual o académico; otro caracterizado por la práctica profesional propiamente dicha; y entre ambos, el campo estatal de importancia sustantiva, dado su carácter estructurante. Estos sub-campos interactúan en cada uno de los cuatro momentos que componen la secuencia construida metodológicamente para analizar su trayectoria, y muestran la complejidad de cuestiones estructurales y coyunturales que en el devenir histórico reconfiguran sus matices identitarios. En el mismo sentido, reconocemos que el entramado que instituye al campo, se compone de la estructura de relaciones entre posiciones de agentes e instituciones; las disposiciones adquiridas y puestas en juego por los y las agentes profesionales; y su vinculación con el campo del poder. Siendo esto así, el Trabajo Social es movilizado por fuerzas pasadas, actuales y potenciales que pugnan por su conservación o transformación, en un movimiento que, al ser producto de conflictos y no del desarrollo inmanente de la estructura, no puede explicarse como mera reproducción del campo del poder.

Al respecto, son sustantivas las contribuciones de Bourdieu (2008) cuando afirma que las determinaciones dentro de un campo no se ejercen directamente sobre sus agentes sino sobre las mediaciones generadas por las fuerzas del mismo, que producen reestructuraciones continuas en pos de imponer su lógica específica desde una acumulación histórica particular que da lugar a homologías estructurales y funcionales entre los campos y el espacio social. Este ángulo de lectura, posibilita reconocer las luchas por la conservación o transformación del campo, dadas por la propensión de quienes lo conforman y lo “hacen ser”, en virtud del capital del que disponen y de la posición que ocupan, con las constitutivas implicaciones políticas. Asimismo, la relación de condicionamiento que se establece entre el campo y el habitus siendo éste estructurado por el primero; y la relación de conocimiento en la que el habitus contribuye a construir el campo como espacio significativo, dotado de sentido y de valor, son dos dimensiones fundamentales para dar cuenta del carácter disputado y complejo que asume la construcción socio-histórica del Trabajo Social.

Estas consideraciones teóricas orientaron la estrategia metodológica que define al estudio como una investigación cualitativa, con un diseño de tipo histórico de corte diacrónico, mediante el cual indagamos los sentidos generales que habrían movilizado -y aún movilizan- al campo profesional, imprimiéndole múltiples marcas. Delimitamos también la unidad de análisis desde criterios temporales, categoriales y espaciales; y reconstruimos e interpretamos los datos a partir de acontecimientos registrados en una base documental compuesta por producciones tanto individuales como colectivas e insittucionales del propio campo9. De este modo, el contenido de las fuentes seleccionadas, fue localizado, ordenado, registrado y comprendido en vinculación con los objetivos de la investigación, explorando el entramado de objetivaciones que van dando forma al campo.

Así, para dar cuenta del itinerario del Trabajo Social en clave relacional, planteamos cuatro momentos significativos: iniciación, expansión, renovación y diversificación. Cada uno de ellos no fue en sí mismo objeto de estudio pero, en tanto componen instancias inter-relacionadas y tensionadas, a partir de las cuales va instituyéndose el campo, nos permiten desde un trabajo de reflexión teórica, recorrer y reconocer las luchas históricas que lo atraviesan y que redefinen las relaciones entre agentes, así como la construcción y el dominio de un capital específico.

Cabe señalar que la posición teórico-política asumida en el estudio, cuestiona los análisis de tipo evolucionista que tienden a explicar la profesión desde la articulación con las “protoformas” de la asistencia social, comprendiendo al orden social desde su integración lógica y moral, procedente del Estado como instancia “neutra”, que impondría reglas de juego presuponiendo la adhesión consentida a ese ordenamiento. Así, la comprensión del Trabajo Social quedaría reducida sólo a su condición administrativa, abocado a reproducir intervenciones públicas en función de lo establecido por el poder estatal, naturalizando la constitutiva dimensión política en tanto práctica social especializada.

También tomamos distancia de los desarrollos que procuran definir al Trabajo Social ligándolo a las improntas liberal-oligárquica, popular y tecnicista que habría asumido el campo estatal en diferentes momentos históricos, pues entendemos que esa conceptualización subsume su constitución y desarrollo a la lógica de los poderes políticos hegemónicos. Es decir, desde esta mirada el campo quedaría definido por los actos de categorización que el poder político impone en los diferentes períodos, ejerciendo una autoridad simbólica reconocida y legitimada mediante el consenso colectivo, sin dar cuenta de las disputas emprendidas por sus agentes e instituciones.

En la misma dirección, los enunciados que pretenden explicar al Trabajo Social desde su “especificidad”, vinculada principalmente a niveles de actuación más o menos coincidentes con las categorizaciones establecidas por los poderes temporales, son puestos en tensión. Entendemos que esta concepción focaliza el análisis en la búsqueda de un objeto propio mediante el cual se afirmaría la disciplina, desconociendo el modo reificado y compartimentado que asume ese proceso. Es decir, invisibiliza su compleja conformación como campo portador de una estructura estructurada por las condiciones sociales de producción en las que se desenvuelve.

Estos desarrollos, producidos desde diferentes ángulos de análisis y con énfasis en algunas de las dimensiones que componen el campo, forman parte del capital específico acumulado y en ese sentido, merecen ser conservados, problematizados y profundizados. Asimismo, aún cuando desde la lectura relacional resultan insuficientes, constituyen un punto de partida necesario y relevante, para desentrañar la lógica imbricada en el Trabajo Social a la luz de los procesos sociales presentes.

Las referencias teóricas que, de manera abreviada, expusimos en este primer apartado, fueron desarrolladas extensamente en los capítulos y en las conclusiones que componen la tesis, subrayando dimensiones de análisis que contribuyen a elucidar la compleja constitución del Trabajo Social argentino en tanto campo del saber, reconociendo e interrogando sus conceptualizaciones, hegemonías y subordinaciones (Cruz, 2018).

Acerca de los “juegos” y sus reconfiguraciones en la trayectoria del Trabajo Social

La metáfora del juego es propuesta por Bourdieu (2000) para leer y comprender lo social-histórico como espacio de posibilidades abierto, fluido y complejo, regido por una lógica inmanente cuyas reglas no son totalmente explicitadas, donde los y las agentes movilizados por un interés, ocupan posiciones estratégicas y asumen apuestas. Esta proposición facilita algunas claves para, desde un ejercicio de reflexividad, indagar y reconocer cómo -en diferentes temporalidades y contextos- el Trabajo Social es dinamizado por un juego donde quienes participamos, necesariamente recreamos posturas teóricas, éticas y políticas, fuertemente ligadas a la producción de conocimiento social, que intervienen en la construcción de su autoridad y autonomía.

Asimismo, ese movimiento inherente al juego es factible por la complicidad ontológica entre habitus y campo que fundamenta las estrategias profesionales y enmarca las disputas por la valorización relativa del capital específico (Bourdieu, 2007). En esas luchas las “jugadas” pueden ser más o menos subversivas o conservadoras, según las posiciones, los capitales y las tomas de posición de agentes e instituciones, que adquieren particularidades en los diferentes momentos y contextos.

Así entonces, desde estas consideraciones retomamos los momentos que estructuran la trayectoria del Trabajo Social en nuestro país, reconociendo que el momento inicial de su construcción, que situamos entre los años 1930 y 1940, se caracterizó por un “juego” portador de un carácter híbrido, resultante del movimiento tensionado entre su institucionalización y las demandas colocadas por los poderes temporales. De este modo, su conformación como acción especializada, resulta del efecto objetivo y colectivo de prácticas y saberes históricamente acumulados, orientados por significaciones imaginarias en el marco de un contexto regido por lógicas altamente heterónomas (Castoriadis, 1997).

Es decir, la incipiente configuración del campo se dio bajo una fuerte subordinación a los poderes temporales -religioso, político y médico-higienista-, y marcada por la hegemonía de un pensamiento social sustentado en la matriz positivista que, desde una impronta reformista, doctrinaria y racionalista laica, instalaba un discurso conservador integracionista en circunstancias que dificultaban su cuestionamiento. Este proceso puede ser leído también a partir de lo que Plotkin y Zimmerman (2012) designan como “saberes del estado”, refiriéndose al carácter constitutivo y constituyente de las elites técnicas estatales que impregnan el surgimiento de los campos profesionales que intervienen ante problemáticas sociales, entre los cuales se encuentra el Trabajo Social.

Esta realidad muestra también cómo, por efecto de la dominación, los y las agentes profesionales van incorporando estructuras simbólicas naturalizadas y naturalizantes, condicionadas por lo femenino y lo vocacional, que pugnaban por instituir al Trabajo Social como práctica humanitaria sancionada por el estado. O como un saber abocado al reaseguro de la subsistencia de los sectores trabajadores que, desde principios cristianos y cívicos, promueve la incorporación de valores espirituales y morales, resguardando así la productividad del capital en entornos de “paz social” (Grassi, 1989).

En términos relacionales, podemos observar en este momento, la forma en que se produce y recrea la relación de condicionamiento y de conocimiento entre campo y habitus, que da lugar a la estructuración de un “juego” no determinado, donde el Trabajo Social en tanto campo, ejerce un condicionamiento que precede y da forma a las estructuras del habitus, y a la vez éste contribuye a constituirlo como universo de significación, estableciendo una relación de conocimiento. Esta reflexión deviene sustantiva para comprender las prácticas que por entonces desarrollaban las asistentes sociales, orientadas por un cierto finalismo que habría delimitado su accionar y las posibilidades de ejercer una reflexión crítica sobre ellas.

Asimismo, esa trama exhibe lo que Bourdieu y Wacquant (2008) denominan una “contradicción irresoluble”, inscripta en la propia lógica de la dominación simbólica del campo científico, traducida en este caso, en la sumisión de aquellas asistentes sociales a la fuerza de los directores, médicos o abogados en su mayoría. Entendemos que tal subordinación no sería una concesión deliberada de las agentes, sino una inconsciente adecuación entre su habitus y el campo en que operan. Así, la disposición socialmente construida para ejercer la práctica profesional, resulta de la feminización adquirida a partir de las jerarquías en el espacio doméstico, en función de la división sexual y social del trabajo; y de los condicionamientos que impone la pertenencia a determinada clase social, componentes ambos que refuerzan la posición dominada del Trabajo Social. Sin embargo, cabe recordar que los efectos engendrados dentro de los campos no son ni la suma de acciones anárquicas, ni el resultado integrado de un plan concertado, ni un simple efecto de la agregación mecánica. Son producto de la estructura de un juego que se revela por el efecto objetivo y colectivo de acciones acumuladas, que impide pensarlo desde un esquema determinista.

Siguiendo este razonamiento analizamos cómo, en un tiempo comprendido entre los años 1940 y 1976, va conformándose un momento de expansión del Trabajo Social. En este contexto, el “juego” al interior del campo muestra una estructuración diferente, tensionada por los embates que enfrentan los y las agentes, frente a los requerimientos del poder político principalmente. Esas reconfiguraciones transcurren en un escenario donde religiosos y laicos pugnaban por direccionar las intervenciones socio-asistenciales; mientras sectores trabajadores sindicalizados luchan en pos de construir el estado nacional-popular. Advertimos cómo la hegemonía del campo político y del campo económico por sobre el campo cultural, fue instituyendo un “conservadurismo modernizante” que produjo condiciones para el discurso de la profesionalización, desconociendo en gran medida, las disputas inherentes a ese proceso y el modo en que lo pre-construido opera presentándose como auto-evidente, pudiendo ser en parte cuestionado, sin lograr contrarrestar radicalmente sus efectos.

En el mismo sentido, coincidimos en afirmar que las demarcaciones que por entonces instituyó la centralidad estatal en la delimitación público-privado, en la redefinición de la asistencia como derecho, y en la construcción de escenarios que posibilitaran reconocer al Trabajo Social como profesión asalariada, permite que los y las agentes desplieguen estrategias de conservación y -en menor grado- de subversión del capital específico, generando unos efectos limitados.

Cabe recordar que las expresiones de la cuestión social bajo el ideario desarrollista, eran retraducidas en clave de integración y marginalidad, despolitizando demandas y problemas. Esa realidad, sumada a la persistencia de la condición femenina y doméstica, a la adhesión a valores ético-morales, y a la consecuente subvaloración económica y profesional, habría dificultado la visibilización y el fortalecimiento del Trabajo Social en tanto campo de las ciencias sociales. Esta situación comenzó a revertirse parcialmente hacia mediados de los años sesenta con la gestación y desarrollo del Movimiento de Reconceptualización, de alcance latinoamericano, que causó una gravitación en el Trabajo Social, movilizada por planteos que -aún con resabios de conservadurismo, y con una compleja y poco rigurosa apropiación de la tradición marxista- ponen en tensión su estatuto teórico, metodológico y político (Netto, 1990; 1976).

Progresivamente en este momento se gesta una incipiente delimitación que va instituyendo censuras y una mayor diferenciación del Trabajo Social como campo del saber, respecto del Estado y de otros campos. Iniciativas tales como el surgimiento de publicaciones, la organización de las asociaciones gremiales, la discusión acerca de las incumbencias y de la denominación como Trabajo Social o Servicio Social, y los debates respecto de la necesidad de propiciar la producción de teoría propia, dan cuenta de su institucionalización. (CELATS, 1985) Sin embargo, a pesar de que los y las agentes empezaran a reconocer e interrogar con mayor sistematicidad los condicionamietos que produce lo que Bourdieu (2014) denomina el “pensamiento del estado”, mediante la instalación de taxonomías burocráticas, clasificaciones, y concepciones sedimentadas, ese movimiento era desarrollado con escasa rigurosidad teórico-metodológica. Comprendemos tal situación como producto de una lógica principalmente dinamizada por el capital político ideológicamente connotado, y secundariamente por el capital cultural específico, que continuó dotando al campo de un carácter altamente heterónomo.

Estos debates quedaron truncos con la implantación del terrorismo de estado desde inicios de los años setenta y hasta 1983, donde la dictadura militar buscó acallar resistencias, generando el cierre de carreras, el exilio, los asesinatos y las desapariciones de miles de personas, muchas de ellas pertenecientes al Trabajo Social (Acevedo et al, 2005; Cazzaniga, 2015).

Sintetizando, coincidimos en afirmar que las interpelaciones de este contexto posibilitaron de manera compleja, conflictiva y tensa, una revisión del Trabajo Social especialmente en ámbitos académicos, mediante la problematización de su vínculo con el Estado y con otros poderes, visibilizando su dimensión política y, de modo difuso, los marcos de referencia que sustentaban sus prácticas. Ese movimiento reflexivo será fortalecido en los años subsiguientes tal como lo muestran las indagaciones realizadas y los desarrollos alcanzados por el colectivo profesional.

Llegamos así al tercer momento que definimos, junto a gran parte de la literatura profesional, como un momento de renovación del Trabajo Social, que transcurre estimativamente entre los años 1970 y fines de los noventa. Identificamos aquí un estadío del “juego” donde las inversiones de los y las agentes configuran desplazamientos con intensidades variables, que reorganizan la estructura del campo y los modos de apropiación y distribución del capital cultural específico, poniendo en jaque su pretendida homogeneización.

Las transformaciones radicales producidas en la sociedad y en el Trabajo Social en esos años, conllevan a refundar las bases materiales y simbólicas de éste último, enmarcadas en la dialéctica de un espacio social signado por la reapertura democrática y por la profundización del neoliberalismo en el país y la región, que incrementa de manera abrupta la pobreza y las desigualdades. Tanto el campo universitario como las ciencias sociales, a la vez que recuperaban referencias valorativas sustantivas, eran convocados a revisar sus construcciones teóricas, epistemológicas y políticas, resignificando las categorías como derivaciones contingentes e instrumentos de poder simbólico y de problematización del discurso sobre lo social.

Reconocer el carácter histórico y eficaz de las conceptualizaciones favoreció el cuestionamiento de la significación hegemónica acerca de lo estatal, propiciando la desnaturalización de las relaciones de dominación impuestas por el orden neoliberal. En ese derrotero, como colectivo profesional fuimos visualizando de forma compleja y tensionada, al menos dos vertientes explicativas de lo social: una ligada a la matriz positivista, y otra a la matriz crítica, cuyas expresiones se presentaban de forma diversa y hasta con impregnaciones recíprocas (Rozas Pagaza, 2004). Asimismo, las apropiaciones poco rigurosas del pensamiento crítico, sumado a la primacía de lo ideológico, habrían llevado a cierta indiferenciación entre las dimensiones inherentes a la militancia y las de la profesión propiamente dicha, mostrando una vez más la fuerza extraordinaria de lo instituido en el Trabajo Social.

La mayor sistematicidad dada a los encuentros académicos, las investigaciones, la formación de grado y de modo incipiente, los estudios de posgrado, reorganizaron la estructura que hasta entonces tenía el campo. Podemos ver manifestaciones de este proceso en por ejemplo las disputas por el nombre, si era Trabajo Social o Servicio Social; los debates por su organización bajo la forma sindical o colegiada; las discusiones respecto de si se asume como critico o conservador, si se define como profesión o disciplina, entre otras10.

Cabe puntualizar que, si bien esas luchas fueron posibles a partir de la puesta en juego del capital acumulado -donde resultan sustantivos los aportes del CELATS y de ALAETS-11 parecen haberse librado con improntas fuertemente dicotómicas, movilizadas desde el reconocimiento de la no neutralidad ideológica y desde la necesidad de revisar las categorías, métodos y técnicas que sustentan el trabajo profesional, sin solución de consenso. Tuvieron lugar aquí debates respecto de las prácticas pre-profesionales, la sistematización, la especificidad y el rol profesional, la superación de la trilogía metodológica caso-grupo-comunidad, entre otras, que atravesaron las reformas curriculares de mediados de los años ochenta y las que le sucedieron hacia fines de los años noventa primordialmente en las carreras universitarias.

Estas reformulaciones forman parte de las respuestas que el campo va construyendo de manera heterogénea y disputada ante los dilemas contextuales que se reactualizan en lo que definimos como momento de diversificación, cuyos efectos -si bien en la tesis se circunscriben al período 2000-2010- llegan hasta el presente. Proponemos pensar esta instancia a partir de un “juego” en el cual los y las agentes somos convocadas a salir de la indiferencia, revalorizar su sentido, y afirmarnos como actuantes con capacidad de proyección estratégica para afianzar la institucionalización del Trabajo Social y su relación con otros campos, indagado y recorriendo demarcaciones, contingencias y encrucijadas.

El Trabajo Social continuó siendo reconfigurado por los profundos cambios del espacio social y por los procesos sociopolíticos que tuvieron lugar en estos años, donde las causas y el impacto que provocó la crisis del 2001 son insoslayables y marcan sin duda un punto de inflexión para la sociedad argentina. Esta realidad nos convocó a problematizar tanto las concepciones que sustentan la lectura sobre su propia estructuración, como las políticas sociales y la relación con los movimientos sociales. También a interrogar problemáticas del presente, procesadas de manera diversa por el colectivo profesional, tal como observamos en la multiplicidad de temáticas tratadas en los eventos y producciones académicas; y en las tendencias que orientan la formación profesional y que, con distintos grados de explicitación, reactualizan el positivismo, el funcionalismo y el marxismo como perspectivas teóricas (Rozas Pagaza, 2004).

Ante este cuadro de situación, entendemos que la reflexión acerca de las disposiciones constitutivas del habitus del Trabajo Social deviene una operación necesaria para comprender los modos en los que el orden social capta, canaliza, refuerza o contrarresta procesos que buscan ser definidos desde un pensamiento crítico, afianzando sus dimensiones teórica, epistemológica, ética, política y metodológica. En consecuencia, la revalorización del sentido del “juego” es factible a partir de conservar y recrear el capital acumulado, mediante estrategias orientadas por las posibilidades de realización continua, a través de actos resultantes del encuentro entre una historia incorporada y una historia objetivada en la propia estructura del campo y en los objetos técnicos -publicaciones encuentros, investigaciones, planes de estudio, etc.-

No obstante, las interlocuciones al interior del campo y con el contexto continúan siendo dispares y tensionadas, tal como podemos apreciar en los debates impulsados por la FAUATS acerca de la formación de grado, cuya heterogeneidad llevó a establecer lineamientos curriculares básicos definiendo núcleos fundantes que fortalezcan su construcción identitaria como especialización del trabajo colectivo, estructurada en torno de la “cuestión social”12 (Acevedo y Fuentes, 2013). Estas reformulaciones fueron propiciadas también por el desarrollo creciente -aunque desigual- de la investigación y de la formación de posgrado, que contribuyó a potenciar el pensamiento crítico, poniendo en tensión las posiciones ocupadas y los modos instituidos de pensar, así como cierta tendencia a adoptar la retórica política y su capacidad de universalización. Asimismo, podemos deducir que estos cambios se gestaron mayormente a partir del interés por dotar al Trabajo Social de un estatuto que reforzara la autonomía relativa y afianzara su estructuración y su posición como campo de conocimiento.

El incremento de las publicaciones, bajo diversos formatos y con grados de profundización diferentes respecto de los temas indagados, es otro elemento que pone de manifiesto la creciente institucionalización del campo. Esto es así si coincidimos en que el acto de publicar supone una previa autorización de quien escribe para ocupar una posición y tomar partido en el espacio descripto, planteando de modo inteligible una visión sobre el tema estudiado. De este modo, lo publicado se inscribe como elemento de la lucha simbólica y pone en juego el monopolio estatal de la nominación legítima sobre las situaciones objeto de análisis y escritura, exigiendo un trabajo de elucidación que visibilice el discurso del Trabajo Social situado en el espacio como una de las enunciaciones posibles sobre el mundo social.

Finalizando este abreviado recorrido por la trayectoria del Trabajo Social, entendemos que la interpretación relacional de los diferentes acontecimientos que durante los últimos ochenta años van conformándolo como campo, muestran su constitutivo carácter contradictorio. Y, en la misma dirección, nos da la posibilidad de comprender la conflictiva cooperación y regulación que se da entre el capital político y económico y el capital cultural específico, para desde esa trama pensar lo público en su espesor, poniendo en suspenso adhesiones ordinarias para ejercer una ruptura crítica que, dominada por el análisis, proporcione mayor reconocimiento y legitimación al campo.

Consideraciones finales

Concluimos de manera provisoria estas reflexiones luego de transitar un recorrido analítico acerca de la trayectoria del Trabajo Social enmarcada en las ciencias sociales. Ubicamos su emergencia en el contexto sustentado por el proyecto moderno, reconociendo que éste invita a desplegar, en el movimiento histórico y de una manera siempre distinta, las estructuras sociales en tanto creación. Consecuentemente dicha inscripción plantea la imposibilidad de trazar un curso lineal en el análisis de los hechos, y de presuponer una especie de “estadío final” a la que llegaría su institucionalización como campo.

Dicho esto, entendemos que si bien los lugares de aproximación al itinerario del Trabajo Social son múltiples y arbitrarios, haber realizado en el marco de la tesis doctoral, una lectura relacional acerca del mismo, nos permitió por un lado, reconocerlo como producto de un trabajo histórico de agregación e imposición simbólica, resultante de luchas por la apropiación y recreación de un capital cultural específico permanentemente disputado. Por otro, visualizar y comprender cómo el pensamiento positivista y la fuerza extraordinaria del Estado actuaron -y actúan- como elementos demarcatorios en su surgimiento y desarrollo. Y finalmente, nos dio la posibilidad de explorar y confirmar la presencia de movimientos que tensionan el carácter subalterno derivado de su inscripción como fracción dominada de la clase dominante, necesariamente inclinada a mantener una relación ambivalente respecto de ambas posiciones.

Es decir, la reconstrucción de las luchas y resistencias del Trabajo Social y sus posibilidades emancipatorias, efectuada desde un ángulo de visibilidad que lo define como espacio complejo, heterogéneo y tensionado, con institucionalidades diversas, nos muestra la imposibilidad de definirlo sólo como una profesión u oficio que reproduce la ideología del servicio y del bien público. O como bastión de los sectores dominantes, con un estatuto técnico para normalizar y gobernar a los pueblos, tal como proponen ciertas visiones “centralistas”. Pensarlo de ese modo sería investirlo de un poder simbólico, coercitivo y soberano, propio de un aparato ideológico, anulando la dialéctica que lo constituye y explica. Y a la vez desconocería la compleja complicidad desplegada con esa dominación que, lejos de ser la resultante de una adaptación funcional -pasiva y abnegada- al poder político, supone activación de estructuras cognitivas y categorías de percepción que nunca son totalmente guiadas por una finalidad.

Comprendemos mejor esta última afirmación si tomamos en cuenta, tal como expresara Bourdieu (2007), la homología existente entre la génesis histórica de las disposiciones y las estructuras objetivas del mundo en que surgen. En esta clave de interpretación, la preponderancia de las tendencias modernizantes en Trabajo Social no devendría de una concesión deliberada de los y las agentes profesionales, sino de una inconsciente adecuación entre el mismo y su habitus, propiciando así la integración social de un orden arbitrario.

Siguiendo esta línea de razonamiento, problematizamos la preeminencia dada por algunos sectores a la ligazón del Trabajo Social con la función pública, en detrimento de su constitución relativamente autónoma como campo de saberes, identificando cómo su pretendida homogeneización y codificación son puestas en jaque por las luchas que atraviesan y dan forma a su trayectoria. En este marco, entendemos que su posición subalterna requiere ser tematizada reconociendo hibridaciones e intersecciones que abran vías de análisis no desandadas aún por el colectivo profesional.

De igual manera, cuestionamos aquellas posiciones que sostienen que el campo posee una identidad atribuida por las construcciones hegemónicas de los regímenes políticos en las diferentes temporalidades; y puntualizamos que la identidad es una categoría política, dinámica y socio-histórica, disputada por procesos de conservación, ruptura y superación de lo heredado.

Por último, subrayamos la importancia de haber demostrado a lo largo de la investigación, coincidiendo con las reflexiones de Iamamoto (2003), que el contexto lejos de ser telón de fondo, forma parte del proceso constitutivamente inacabado que instituye al campo, desde recorridos de negociación y conflicto, atravesados por procesos históricos complejos cuyos efectos influyen en la posición de autoridad y en la legitimidad del Trabajo Social. En virtud de estas argumentaciones, sostenemos el carácter constitutivamente inconcluso que reviste su conformación como campo que, al ser objeto de redefiniciones constantes, se configura como espacio potencialmente abierto, caracterizado por un cierto êthos portador de la sedimentación de un cambio siempre pendiente.

En estas condiciones, el “juego científico” parece encontrar dificultades para desplegarse en el Trabajo Social contemporáneo, aun cuando se observan esfuerzos y avances significativos en esa dirección. Por tal razón, habernos dispuesto a trabajar en la elucidación de la lógica imbricada en su desarrollo, propició -y propicia- aperturas e interrogantes que reconfirman la circularidad de la ciencia como movimiento ininterrumpido de producción de conocimientos, y que sin dudas podrán ser retomados y enriquecidos en nuevos estudios.

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Notas

1 Verónica Cruz es argentina, Doctora y Magíster en Trabajo Social. Especialista en Docencia Universitaria. Ex Decana de la Facultad de Trabajo Social de la UNLP, donde actualmente se desempeña como Profesora Titular ordinaria e Investigadora categorizada. Desde 2014 es Prosecretaria de Derechos Humanos de la UNLP. Docente de la Especialización en Educación, Políticas Públicas y Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes. UNIPE. Autora de numerosos artículos y capítulos de libros. Compiladora de tres libros. verónica.cruz09@yahoo.com.ar
2 Cruz, V. (2018) “La institucionalización del Trabajo Social en Argentina desde una perspectiva relacional. 1930-2010”. Tesis doctoral defendida y aprobada en el Doctorado de Trabajo Social, FTS UNLP. 14 de mayo. La Plata.
3 Algunas de esas producciones son: Meyer, H. et al. (1971) “Asistencia Social y Bienestar Social” en Lazarsfeld, P. et al. La sociología de las profesiones. Buenos Aires, Paidós; Kruse, H. (1972) Introducción a la teoría científica del Servicio Social. Buenos Aires, Editorial ECRO. Faleiros, V. (1972) Trabajo Social, ideología y método. Buenos Aires, Editorial ECRO. Verdès-Leroux, J. (1978) Le travail social, Paris, Minuit. Iamamoto, M. y Carvalho, R. (1984) Relaciones sociales y Trabajo Social. Esbozo de una interpretación histórico metodológica. Lima, CELATS. Autès, M. (1990): Les paradoxes du travail social, París, Dunod. Netto, J.P (1997-[1992]) Capitalismo monopolista y Serviço Social San Pablo, Cortez Editora. Montaño, C. (1998) La naturaleza del Servicio Social. Un ensayo sobre su génesis, su especificidad y su reproducción Sao Pablo, Cortez Editora. Iamamoto, M. (1998) Servicio Social y división del trabajo. Un análisis crítico de sus fundamentos Sao Paulo, Ediciones Cortez. Dubet, F. (2006) El declive de la institución. Profesiones, sujetos e individuos en la modernidad. Buenos Aires, Gedisa. Karsz, S. (2007) Problematizar el Trabajo Social. Definición, figuras, clínicas. Gedisa. Barcelona.
4 Expresiones de esta perspectiva “endógena” pueden hallarse en las investigaciones realizadas por Norberto Alayón, Juan Barreix y Ethel Cassineri (1971), Norberto Alayón (1978), y Natalio Kisnerman (1980) entre otras.
5 Aquí es posible ubicar las elaboraciones de José Paulo Netto (1992) Marilda Iamamoto (1992); María Lucia Martinelli (1992); Carlos Montaño (1998); Gustavo Parra (1999); Margarita Rozas Pagaza (2001); y más recientemente las producciones de Andrea Oliva (2005) y de Virginia Siede (2015), entre otras.
6 Los estudios de Alfredo Carballeda (2006) y Bibiiana Travi (2007) entre otros, se referencian en este pensamiento
7 Las primeras producciones datan de 1947, cuando Delia Franco publicó el libro Conceptos, historia y métodos de la Asistencia Social, que constituye un antecedente que, si bien no toma por objeto la historia de la profesión, reflexiona respecto de la asistencia social como actividad vinculada al conocimiento y desarrollada por agentes competentes, inspirada por la doctrina sociológica y el cristianismo. Asimismo, Ezequiel Ander Egg -sociólogo argentino con mucha proximidad al Trabajo Social- elaboró en 1971 un texto sobre la historia del Trabajo Social donde presentó en ediciones revisadas, una descripción minuciosa de las “protoformas” que habrían posibilitado su institucionalización y profesionalización en América Latina desde fines de siglo XIX. En Ander-Egg, E. (1985) Historia del Trabajo Social. Buenos Aires: Humanitas. Otras producciones son Barreix, Juan (1971) Historia del Trabajo Social: esquema dialéctico para su elaboración e interpretación; Alayón, Norberto (1978) Hacia la historia del Trabajo Social en Argentina; Kisnerman, Natalio (1980) Pensar el Trabajo Social; Grassi, Estela (1989) “La mujer y la Profesión de Asistente Social. El control de la vida cotidiana; Parra, Gustavo (1999) Antimodernidad y Trabajo Social. Orígenes y expansión del Trabajo Social Argentino; Rozas Pagaza, Margarita (2001) La intervención profesional en relación con la cuestión social. El caso del Trabajo Social; Oliva, Andrea (2005) Tesis doctoral “Trabalho Social na Argentina. Traços Históricos”; Basta, Roxana (2009) tesis doctoral "Trabajo Social e Institucionalización. Fundamentos teóricos, metodológicos y políticos de la intervención profesional en instituciones de la Provincia de Buenos Aires en las primeras décadas del Siglo XX"; Carballeda, Alfredo (2006) El Trabajo Social desde una mirada histórica centrada en la intervención social; Cazzaniga, Susana (2015) tesis doctoral “Cuestiones de legitimidad y legitimación en Trabajo Social. El caso argentino”
8 Se toma como referencia el año 1930 donde en Argentina se crean las primeras instancias sistemáticas de formación especializada de Asistentes Sociales, que desplazarían las acciones caritativas y filantrópicas. Ese año se creó la primera escuela en Trabajo Social en el Museo Social Argentino, incorporada a la Universidad de Buenos Aires.
9 El recorrido analítico reconstruye datos desde una base documental conformada por: a) estudios acerca de la conformación del Trabajo Social; b) memorias de reuniones, jornadas, y congresos de las asociaciones e instituciones del campo; c) intervenciones de los agentes en eventos académicos y/o gremiales en los distintos momentos; y d) investigaciones realizadas en los últimos años, en el marco de la formación de posgrado.
10 En estos años se creó la primera Maestría en Trabajo Social en la FTS UNLP en convenio con la PUC, Brasil (1995); y principalmente en los años noventa se produjeron varias reformas de planes de estudio, y se retomaron los Encuentros Académicos de FAUATS, así como los de la FAAPSS.
11 CELATS Centro Latinoamericano de Trabajo Social; ALAETS Asociación Latinoamericana de Escuelas de Trabajo Social.
12 La definición de lineamientos básicos consensuada en el Documento de FAUATS, estableció tres núcleos estructurantes de la formación en Trabajo Social. El primero alude a los fundamentos teóricos y filosóficos de la vida social desde los cuales comprender y explicar el proceso de constitución y desarrollo de la sociedad capitalista; y el posicionamiento del campo en el espacio social y respecto de las ciencias sociales. El segundo, refiere a la formación socio-histórica y política de la sociedad argentina, y propicia el conocimiento de las particularidades de la realidad nacional y de la relación entre el Estado y la sociedad, así como de las formas históricas que adquiere la intervención ante las manifestaciones de la “cuestión social”. El tercer núcleo procura problematizar el sentido social del campo a partir de la comprensión de su génesis, desarrollo y debates actuales; el análisis de la configuración de los problemas sociales, las políticas sociales y la intervención profesional; y el aprendizaje de estrategias, técnicas e instrumentos de intervención, reflexionando respecto de sus fundamentos e implicancias éticas y políticas (Fuentes et al, 2013).


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