EL PALACIO (QUE NO FUE) DE LÓPEZ: 1843-1892

Margarita Durán Estragó

EL PALACIO (QUE NO FUE) DE LÓPEZ: 1843-1892

Revista Estudios Paraguayos, núm. 1, 2019

Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción"

Resumen: Los orígenes del Palacio de Gobierno se remontan a 1843 cuando Francisco Solano López (17 años) recibió en herencia por parte de su abuelastro materno, una propiedad a orillas del río Paraguay, en el barrio de las Barcas. A partir de aquel terreno fue ampliando los linderos con la mediación de Don Carlos Antonio López, hasta cubrir la superficie adecuada para construir allí un palacio como los que había visto en Europa. La guerra lo dejó inconcluso y tras la ocupación de las fuerzas aliadas, los bienes de López pasaron a manos del Estado. La torre del palacio quedó dañada con el bombardeo de la ciudad, en febrero de 1868 y el edificio fue ocupado por las fuerzas brasileñas, en enero del año siguiente. En 1888 comenzó su restauración para convertirlo en Palacio de Gobierno. Aunque sin pintura y otros detalles, quedó inaugurado en 1892 durante el mandato de Juan Gualberto González; el primero en ocuparlo fue el presidente Juan Bautista Egusquiza, en 1894.

Abstract: The origins of the Government Palace date back to 1843 when Francisco Solano López (17 years old) received in inheritance from his maternal grandmother, a property on the banks of the Paraguay River, in the neighborhood of Las Barcas. From that land it was expanding the boundaries with the mediation of Don Carlos Antonio López, to cover the appropriate surface to build there a palace like those he had seen in Europe. The war left him unfinished and after the occupation of the Allied forces, Lopez's assets passed into the hands of the State. The palace tower was damaged by the bombing of the city, in February 1868 and the building was occupied by Brazilian forces, in January of the following year. In 1888 its restoration began to turn it into Government Palace. Although without painting and other details, it was inaugurated in 1892 during the term of Juan Gualberto González; the first to occupy it was President Juan Bautista Egusquiza, in 1894.

El PALACIO (QUE NO FUE) DE LÓPEZ: 1843-1892

1. Introducción

A orillas de la Bahía de Asunción se levanta una de las construcciones más emblemáticas de la ciudad: el Palacio de Gobierno. Sus orígenes se remontan a 1843 cuando en el Barrio de las Barcas, actual distrito de la Encarnación, Francisco Solano López (17 años), primogénito de Doña Juana Pabla Carrillo, esposa del entonces Cónsul Carlos Antonio López recibió en donación una propiedad, en calidad de “heredero universal” de su abuelastro materno y padrino, Lázaro Rojas Aranda; la misma se hallaba ubicada sobre las barrancas del río Paraguay, en el puerto conocido como Matinía[2].

Se tienen noticias de dicha casa por haberla habitado el dramaturgo y periodista español, Ildefonso Bermejo, contratado en Europa por López y llegado al Paraguay en febrero de 1855. Por circunstancias especiales Don Carlos tuvo que echar mano de aquella vivienda para albergar a Bermejo y su esposa Purificación Jiménez. En su libro “Episodios de la Vida Privada, Política y Social de la República del Paraguay” publicado tras su retorno a España (1863), Bermejo le dedica varios párrafos a su ex vivienda: la presenta como un “edificio aislado y situado en una eminencia (altura)… a manera de un castillo feudal”. Desde una mecedora ubicada en el corredor de la casa, “contemplaba el río y su opuesta margen, que era el Gran Chaco, cuya riquísima vegetación se perdía en la inmensidad”. Al parecer, la edificación llevaba años sin mantenimiento ya que había “manchas de goteras, el piso sin enladrillado y las ventanas sin cristales”. Por orden de Don Carlos, los albañiles acudieron prestos a componer la baranda de un corredor y dar mejor forma a una escalera formada de piedras que conducía a la playa. En otro momento hace alusión a los barrancos que había delante de la casa, razón por la cual el carruaje de López no pudo llegar “al pie de su morada” cuando en una ocasión, el cochero fue a buscarlo para asistir a un baile oficial celebrado en Tacumbú (Bermejo, 1913, pp. 55-61).

Para el joven general aquella casa no tendría ningún valor en sí ya que contaba con una residencia recién inaugurada, sito en la calle Estrella y 25 de Noviembre, actual Nuestra Señora de la Asunción y Palma (Eco del Paraguay, 2002, p. 59); poseía además una casa-quinta (Gran Hotel del Paraguay) cuyo terreno se extendía de norte a sur, desde la calle de la Recoleta (Avenida España) hasta la calle de la Asunción (Avenida Mariscal López) y desde Salinares (Perú), hasta la de San Miguel (General Santos) (Durán, 2018, pp. 56-58); a éstas se sumaban otras propiedades en Asunción y Trinidad, además de estancias en el interior del país. Sin embargo, la ubicación de aquella heredad, aunque exigua para sus pretensiones, fue el punto de partida de una anexión de terrenos aledaños, adquiridos con la mediación de Don Carlos para construir allí un palacio como los que había admirado en Europa. Una década después de haberse practicado la medición, deslinde y amojonamiento de aquella heredad y antes de que terminara el año de su retorno de Europa, Francisco Solano pudo completar el área pretendida mediante la toma de un retazo de sitio que perteneció a la capellanía del Obispo de Chile[3].

El área total abarcaba lo equivalente hoy a dos manzanas cuyos nombres de calles datan de 1849 y son: al norte las costas del río, al sur El Paraguayo Independiente y las cruceras de la Academia Literaria (Montevideo), Paraná (Ayolas) y Paso de Patria (O’Leary). Las compras de los últimos lotes se hicieron por decreto del 5 de diciembre de 1855; la superficie acumulada abarcaba la actual Plaza de los Desaparecidos y la manzana del Palacio de Gobierno; para inicios de los sesenta no habrá quedaba en pie la casa que sirviera de morada a Ildefonso Bermejo, tampoco las demás edificaciones modestas que menudeaban en aquel espacio.

Elisa Lynch no se quedó atrás y como en otros sitios donde López construía alguna obra, a mediados de 1865 logró inscribir a su nombre la mitad de la actual Manzana de la Rivera, por el lado del este. Estos lotes los adquirió del Teniente Coronel Hilario Marcó, muy cercano a López hasta que cayó en desgracia siendo fusilado por su orden.[4]

2. Construcción del Palacio

Durante el gobierno de Don Carlos (1844-1862) el Paraguay se vio beneficiado con la llegada de más de un centenar de profesionales extranjeros de las más diversas especialidades, contratados en Europa por Francisco Solano López para que, con la apertura del arsenal, la fundición de hierro de Ybycuí, la construcción de buques, el ferrocarril, los muelles, el Teatro Nacional y otros edificios públicos, cambiara la fisonomía de la ciudad y el país, estancados durante la dictadura de Francia. Uno de ellos, Jorge Federico Masterman, director del Servicio de Farmacia en el Ejército (1861- 1868), autor de “Siete años de aventura en el Paraguay” nos cuenta que desde su arribo a la ciudad, pudo observar toda clase de proyectos nuevos de construcción “emprendidos con ardor febril” por Francisco Solano López, pero que, “cansándose pronto, se aplicaba a otra cosa que le fuera más agradable, de este modo hizo comenzar un palacio”. Apoyados en este comentario y a falta de otros documentos y estudios serios, no faltaron autores que dieron por iniciado el Palacio en 1861.

Mediante un cruce de informaciones tomadas del “El Semanario”, documentos de archivos y alguna que otra fuente bibliográfica y en ausencia de planillas descriptivas de esta construcción, tal como se venía haciendo con las obras públicas levantadas hasta comienzos de la guerra[5], podemos señalar que la dirección de obra del Palacio estuvo a cargo del arquitecto Alonzo Taylor, nacido en Chelsea (Inglaterra), contratado por López durante su viaje a Europa, luego del reconocimiento de la Independencia del Paraguay por la Confederación Argentina (1852) bajo el gobierno del general Justo José de Urquiza. En noviembre de 1858 firmó contrato por tres años para servir a López en el Paraguay, enseñar a su gente el oficio de “picapedrero” y constructor de obras; el contrato lo suscribió por mediación de los señores Blyth de Limehouse. Aunque casado, llegó sólo al Paraguay por parecerle conveniente conocer el país antes de tomar una decisión al respecto. En 1861 se reunió en Asunción con su esposa e hijos y vivieron en una casa cercana a la Aduana (Machaín Cue), El Paraguayo Independiente, esquina de la Academia Literaria (Montevideo); la misma también sirvió de morada a los demás profesionales ingleses. En la sala de la casa, Taylor construyó una chimenea con estufa, que fue la primera que se vio en el país.

Tal como lo cuenta Taylor, al principio realizó trabajos varios en el arsenal, en la construcción del muelle, en el ferrocarril donde aparece como responsable del mismo en las planillas de 1863 hasta agosto del siguiente año en que se concluyen las obras de la Estación Central. Fue entonces cuando tomó a su cargo la construcción del palacio con un sueldo de 108 pesos, mientras que Ravizza, director del Teatro Nuevo recibía la suma de 100 pesos mensuales. El Presidente (general entonces) lo trataba con mucha consideración por lo que firmó un nuevo contrato poco después de su arriba al Paraguay, obligándose por cuatro años más. Las primeras noticias de aquella obra se conocen mediante unas breves líneas que trae el “Semanario” de fecha 15 de febrero de 1864 que dicen textualmente: “Se halla en construcción un nuevo edificio en la calle del Paraguayo Independiente entre Paraná y Paso de Patria. Según se nos informa, será uno de los edificios más elegantes en su forma y arquitectura”. Se habla de una obra recién iniciada, de lo contrario se referiría a ella en presente dando algunos detalle de su construcción. Al mes siguiente, dicho Semanario informa sobre las excavaciones que se hacían por cuenta del Estado en la cuadra de la calle El Paraguayo Independiente, entre las transversales de la Academia Literaria y Paraná. Prosigue diciendo que una vez terminada la nivelación de las calles que la rodean “quedaría allí una enorme elevación de 12 a 15 pies de altura que se trata hoy de nivelar”[6].

Cuando López deja Asunción en junio de 1865 para trasladarse a Humaitá, dando a entender que iría a tomar personalmente el mando del ejército, el palacio tuvo que haberse encontrado con sus sillares de piedra y ladrillo concluidos y las paredes a media altura. Nunca más lo vio; recibía informaciones de su avance a través de sus colaboradores más cercanos en Asunción y de madama Lynch, que iba a su encuentro y volvía cada tanto a la ciudad. Se conoce una carta de la misma enviada a “Don Pancho” el 26 de julio de 1866; acerca del palacio le dice: “Me alegra mucho saber que la casa nueva de Su Excelencia esté tan adelantada” (ANA- CRB 4251 - 26/07/1866).

Taylor tuvo que haber utilizado un plano para dirigir la obra del palacio; aunque desconocido, creemos que debió haber pertenecido al ingeniero inglés George Thompson, el mismo que concluyó en diciembre de 1864 el plano de la “residencia de alto” de Elisa Lynch cuyo terreno se hallaba delante del Palacio en construcción (lado este de la actual Manzana de la Rivera). Otros creen que fue obra de Alejandro Ravizaa por su estilo iitalianizante y haber sido autor del plano del palacete de Benigno López, actual sede del Ministerio de Relaciones Exteriores, concluido en plena guerra, a juzgar por una inscripción moldeada en una de las paredes del patio interior que reza: “Año 1866”. No faltaron autores que atribuyen el plano aludido al ingeniero militar austro-húngaro, Francisco Wisner de Morgenstern, quien desde su llegada al Paraguay en 1845 acompañando al general Marcos Paz fue contratado para organizar una flotilla de guerra; hacer relevamientos topográficos e hidrográficos del país; levantar el templo de San Carlos Borromeo en honor a Don Carlos y fortificar el “Cuadrilátero” en Humaitá, baluarte al parecer inexpugnable, de la defensa paraguaya contra los ejércitos aliados.

No hemos podido encontrar detalles de la construcción del palacio, tampoco conocemos los nombres de los colaboradores de Taylor; apelando a las edificaciones de envergadura levantadas en aquella época, como el palacete que Benigno López mandó edificar en simultáneo con el suyo para sus hijas pequeñas: María Higinia Reodolinda y Ángela Adelina Decoud, en la esquina de Palma y calle de la Encarnación (15 de Agosto), actual Galería Colonial, obra de Alejandro Ravizza; sabemos, por ejemplo, que las molduras de la fachada, del patio interior y las galerías fueron obra de Antonio Ferroni. Las planillas de las obras públicas iban firmadas por Alonzo Taylor, conocido como arquitecto y “picapedrero”, Alejandro Ravizza, los marmolistas: Jhon Owen Moynihan, Andrés Antonini; Burnel y Valpy, además del citado Ferroni y Miguel Persigo (1865) y José Lacorte (1866).

Los libros de Hacienda custodiados en el Archivo Nacional, a la hora de asentar las entradas y salidas de la mayoría de los gastos del Estado, apelaban a esta frase: “Por orden verbal del Presidente de la República”. No hay duda de que los bienes del Estado se confundían con los de los López; recordemos que había un solo poder del Estado, el “Poder Ejecutivo”; al único que daba “cuenta” de su “administración” era al Congreso General y lo hacía mediante el discurso de apertura. No nos debe extrañar entonces, aunque resulte injustificable, que los constructores del palacio, los marmolistas, escultores, “pícapedreros”, carpinteros, herreros, peones, inclusive la mano de obra indígena, esclava y carcelaria, hayan sido solventados con fondos públicos[7].

Documentos de archivo dan cuenta de los trabajos de Moynihan, quien buscaba piedras de construcción adecuada en las canteras de Tacumbú y Emboscada, adiestraba a obreros en las canteras, labraba sillares para la construcción del palacio y tallaba piezas ornamentales y estatuas para la decoración del mismo. Andrés Antonini, otro escultor del mármol, modeló varias piezas artísticas, como los leones ubicados en los extremos salientes del edificio sostenidos por cuatro columnas cada uno. (Pérez Acosta, 1948, p. 649), también fue de su autoría una mesa tallada en mármol, que por lo avanzado de la guerra (1865), Ravizza pedía arpillera, papel ordinario, bayetas y trapos para embalarla (ANA NE. Vol. 2809, p. 14); lo mismo ocurrió con las demás obras artísticas que fueron a parar a los sótanos del palacio.

La guerra estalló en 1865, pero esto no le afectó mucho a Taylor, aunque percibía menos sueldo porque la guerra ocasionó una depredación en el valor del papel moneda. Por lo tanto, cuando concluyó su contrato, pidió al Gobierno que lo dejara presentar uno nuevo, ocasión en que el Ministerio le respondió que estaba muy ocupado para atender a su solicitud, pero “si trabajaba como siempre, se le remuneraría generosamente”. En diciembre de 1867 el Mayor Fernández, Oficial Mayor del Ministerio de Guerra le dijo que podría hacer nuevos contratos y presentar al efecto sus proposiciones al servicio del Arsenal.

Aunque realizó múltiples trabajos y de los más variados, fue la construcción del palacio la que le valió a Alonzo Taylor la condecoración de “Caballero de la Orden Nacional del Mérito”, en agosto de 1867[8].

Para entonces, las obras del palacio ya habían parado y Taylor trabajaba en el interior del país construyendo hornos para destilar azufre con el objeto de hacer pólvora para la guerra. No tenía decidido ni un plan para sacar del país a su esposa e hijos, “porque López nunca dejaba este punto a nuestro albedrío”. A pesar de la guerra, firmó contrato por un año más, aunque muchos ingleses al servicio del Gobierno se rehusaron a renovarlos.

Dejemos que sea Taylor el que nos cuente las tareas que desempeñó en el Paraguay entre 1858 y 1868: “Durante mi permanencia en el Paraguay me ocupaba de la parte práctica de muchas obras, como por ejemplo, del taller de moldes, de la nueva fundición y de la colocación y disposición de las varias máquinas del Arsenal; dirigí la construcción de las estaciones del ferrocarril, del nuevo muelle y del hermoso palacio del Presidente. El palacio que es muy espacioso está sólidamente construido, el material consiste en piedra y ladrillo de superior calidad, pero él nunca lo ocupó y deseo ardientemente que no lo ocupe jamás” (Masterman, 1870, p. 272)[9].

Estas expresiones de Taylor se deben a que López lo mandó apresar y engrillado lo derivó al confinamiento de San Fernando donde fue torturado en el cepo de Uruguayana; allí vio engrillado a muchos otros profesionales que trabajaban con él, como al marmolista Moynihan, escultor de las obras artísticas que embellecerían el palacio, al mismo Masterman de quien hicimos mención, a Benigno López, hermano del mariscal, a mujeres de la sociedad asuncena, entre ellas a Juliana Insfrán y muchos otros paraguayos y extranjeros. Meses después fue conducido a Villeta junto con otros presos; cierto día vio pasar por delante suyo al mismísimo López que iba a caballo en compañía de madame Lynch; uno de los condenados se adelantó pidiéndole clemencia y le dejó en libertad; Taylor hizo lo mismo y cuando le preguntó su nombre, también lo dejó libre; sueltas las cadenas, permaneció en el lugar siendo rescatado por los brasileños cuando invadieron el sitio tras la batalla de Lomas Valentinas (diciembre de 1868). Desde allí lo trasladaron a Asunción ya ocupada por las fuerzas aliadas; en Asunción dictó su testimonio al comandante del buque Cracker, Hawksworth Fowke y luego escribió otro al llegar a Buenos Aires; sus declaraciones fueron transcritas por Masterman en su obra ya citada[10].

3. Restauración del edificio llamado “Palacio” - 1888

Los datos recogidos sobre la construcción del palacio los obtuvimos a futuro mediante los contratos de restauración y conclusión del mismo, hallados en el Archivo de la Escribanía Mayor de Gobierno; todos ellos hacen mención de los planos adjuntos al texto, pero ninguno ha llegado hasta el presente.

Las fuentes datan de 1879 en adelante, año en que se dispuso convertir el “soberbio y magnífico monumento”, al decir de Pérez Acosta, (Pérez Acosta, 1948, p. 199) en sede del nuevo Colegio Nacional, construcción que según estudios realizados, podría albergar a 150 alumnos internos.

Antes de seguir adelante debemos dejar sentada la situación jurídica del edificio llamado “Palacio”. Elisa Lynch había sido nombrada por López su heredera, por testamento otorgado el 23 de diciembre de 1868 en el cuartel general de Pikysyry y entregado en custodia a Mc Mahon, Ministro de los Estados Unidos de América en el Paraguay.

Durante los años de ocupación extranjera (1870-1876), los bienes de la familia López fueron embargados por decreto del 19 de marzo de 1870; el mismo comprendía el patrimonio de Carlos Antonio López, Juana Carrillo de López, las hermanas y cuñados de López, además de los bienes de Elisa Lynch. Por decreto del 4 de mayo del mismo año fueron declarados propiedad de la nación los bienes del mariscal López y embargados los adquiridos en el Paraguay por Elisa Lynch, aprobados por ley de la República el 10 de julio de 1871. Por último, por ley del 7 de agosto del mismo año se autorizó al Poder Judicial a trabar embargo sobre los bienes adquiridos por la familia López, desde 1841 para el pago de las indemnizaciones reclamadas por terceros, por perjuicios causados por sus miembros desde la toma del poder público por parte la misma. Con esta última ley, el Estado paraguaya trababa embargo, inclusive, sobre el terreno que López había recibido en herencia en 1843, primer inmueble anotado en su haber, de las miles de hectáreas de bosques, quintas, residencias y estancias que logró acumular durante su corta existencia[11].

Volviendo al tema que nos atañe, la construcción del Palacio, obra de singulares características y dimensiones, en contraste con la mayoría de las viviendas de la ciudad, había quedado inconcluso en 1867 cuando su director, como se había dicho, tuvo que ocuparse de fabricar hornos para destilar azufre y obtener pólvora para la guerra.

Cuando el ejército aliado pudo cruzar el paso de Humaitá, López ordenó por decreto del 22 de febrero de 1868, la evacuación de Asunción; su población se trasladó a Luque convertida en capital provisoria; fue allí donde trabajaba Taylor cuando cayó preso.

Con el bombardeo de la flota brasileña a la ciudad, ocurrido el 28 de febrero del mismo año, el palacio construido para Francisco Solano, símbolo de su afán de ostentación y poder manifiestos, fue blanco de los cañones enemigos.

Asunción quedó vacía hasta el 5 de enero de 1869, día aciago en que el ejército aliado se apoderó de la ciudad cometiendo toda clase de desmanes y robos perpetrados hasta en los templos y cementerios. Un corresponsal del diario “La Tribuna” de Buenos Aires envió un reporte días después de iniciada la invasión: “En la Asunción no hemos encontrado a nadie, ni un alma. La ciudad es importante, tiene magníficos edificios. El palacio de López no tiene rival en estas repúblicas… Las casas todas amobladas con ricos muebles, particularmente los palacios de la familia López, en los que se han encontrado riquísimos espejos y cuadros… ¡Da realmente pena tanto destrozo!” (Decoud, 1925, pp. 17 y s.).

Se conserva una fotografía del palacio arrasado, con el mástil de la bandera brasileña sujeto a una de las torrecillas salvadas del bombardeo, mudo testigo de aquel cañoneo y posterior ocupación y saqueo. Dos años después de la retirada de las fuerzas de ocupación (1876) el edificio al que llamaban “palacio” a secas, fue tenido en cuenta como posible sede del Colegio Nacional recién fundado (1878). La idea surgió del Ministro de Justicia José Segundo Decoud, durante la presidencia de Juan Bautista Gill. Para el efecto se nombró una Comisión encargada de inspeccionar el edificio a fin de informar sobre las obras y reparaciones que requerirían su habilitación; integraron la comisión los señores: Washington Hume, Cirilo Solalinde y Leopoldo Gómez de Teran. Una vez cumplido el objetivo, entregaron a Decoud el resultado de sus conclusiones el 22 de enero de 1879. Según sus cálculos, el mismo podría albergar a 150 alumnos internos mediante un gasto de $ 42.210,75 céntimos. Las obras proyectadas comprenderían aproximadamente unos 1093 m2. de piso de baldosa; igual superficie de piso de cedro; renovación del techo con teja francesa; colocación de las piedras del piso superior en el corredor sur y otros lugares; compostura completa de la torre, incluso el blanqueo; demolición de cinco paredes y construcción de cinco arcos; tres manos de blanqueo en todo el palacio (por el lado de afuera siendo hecho con tierra romana); 3.500 m2. de revoque en cal de buena calidad; compostura y limpieza de los caños; canalones de plomo y colocación de los mismos; una reja de hierro con portón frente al palacio; pared de material para id.; pintura para id.; una barandilla de hierro para la escalera principal; veintidós rejas de hierro y tres puertas de lo mismo; veintiséis ventanas en los arcos de los corredores; 204 puertas y ventanas (completas): treinta y dos abanicos con vidrios (composturas); catorce columnas de madera para sostener un techo; limpieza en general del palacio; una casilla de material para el portero; un comedor nuevo sobre el terreno detrás del palacio; un aljibe de la capacidad de 300 pipas. Pedían un 15% adicional para gastos eventuales (ANA. Educación, 1879, pp. 17-20).

No contamos con la respuesta que dio Decoud a los integrantes de la Comisión, lo que se conoce es otro estudio de factibilidad para el mismo fin presentado el seis de febrero del mismo año, esta vez para el Nuevo Teatro (actual sede del SET), obra de Alejandro Ravizza que también había quedado inconclusa.

Pasaron los años sin asignar destino alguno al Palacio. Durante la presidencia de Patricio Escobar (1888) se decidió convertir aquel edificio en Casa de Gobierno, para el efecto se autorizó a Don Miguel Alfaro, presidente de la Comisión de Obras Públicas a firmar ante el Escribano Mayor de Gobierno, el contrato de conclusión del Palacio Nacional, tal como se lo conocerá en adelante. Las obras de conclusión recayeron en el prestigioso constructor y artista francés Félix Landauce según licitación verbal verificada el seis de abril del mismo año y autorizado días después por de Poder Ejecutivo.[12]

Los artículos del contrato nos dan la oportunidad de conocer por dentro y fuera lo que pudo haber sido la construcción de aquel palacio abandonado en 1868, no precisamente por la guerra que llevaba tres años de muerte y ruina, sino por la evacuación de la ciudad y la posterior prisión del arquitecto Alonso Taylor y de uno de los principales marmolistas como lo fue Moyniham.

Los trabajos de restauración y conclusión comenzaron por el techo que tuvo que rehacerse por completo, de la misma forma y con la misma calidad de madera, siendo techado con tejas del país sentado en cal sobre tejuelas, alfajías, los tirantes de grueso 6 x 3 pulgadas. Se debían cambiar por completo las dos columnas de madera de la torre, las mismas se hallaban colocadas al frente del escalón principal; en su lugar se colocarían dos columnas de hierro fundido y se cambiarían todas las maderas en mal estado. También debía levantar de nuevo las torrecillas caídas con la misma calidad de materiales; la ornamentación y las barandillas se harían de portland, se reconstruirían las torrecillas del lado norte por encontrarse fuera de sus bases. Todos los adornos de la torre serían reconstruidos; las cornisas y esculturas recibirían un “blanqueo aplanado”. Rehacer la azotea sin olvidas los canales y caños de zinc para el desagüe de la misma; colocar la escalera que lleva al extremo de la torre; arreglar el atrio frente al escalón principal; componer las columnas y rehacer las cornisas y componer con portland las esculturas y leones; poner cielo raso de cal y tierra romana. Los pisos de arriba se construirán como los primitivos, de baldosa francesa sobre tejuelas o ladrillos a elección de la Comisión. También se disponen los trabajos a realizar en los pisos de abajo, la compostura de los subterráneos; renovación de puertas y ventanas con rejas de hierro, pintura y vidrios; antes de hacerlas de nuevo se fijará en los planos que le envíe la Comisión de Obras Públicas. Las obras debían comenzar as los tres meses de firmado el contrato y concluir al año y medio después de haber iniciado los trabajos. La Comisión de Obras Públicas debía pagar al señor Landauce $123.800 en moneda de curso legar, en forma fraccionada tal como lo indica el contrato. Conforme al contrato firmado en 25 de mayo de 1888, los trabajos deberían iniciarse a fines del mes de agosto del mismo año y tenerlo concluido en febrero de 1890.

4. Enrejado y balaustres del Palacio Nacional - 1893

Los tiempos calendarizados en los contratos de ejecución de obras, no siempre se cumplen a raja tabla; a pesar de las medidas adoptadas para dar cumplimiento en tiempo establecido, no faltan motivos surgidos por lluvias, escases de materiales, problemas de salud y otros que vuelven razonable la entrega tardía de los trabajos. Se aproximaba la celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América y aunque el edificio todavía se hallaba con paredes descoloridas y húmedas; los patios sin jardines elegantes, ni rejas en las ventanas de los sótanos, el gobierno de Juan Gualberto González eligió el 12 de octubre de 1892 para dejar inaugurado el Palacio Nacional.

El despacho presidencial, sus secretarías y ministerios siguieron funcionando en la antigua Casa de Gobierno habilitada durante la presidencia de Carlos Antonio en 1856 al quedar terminadas las obras de ampliación del antiguo Cabildo de Asunción, cuya construcción se había iniciado en 1816, a partir de la pared oeste de la antigua torre colonial (Durán, 2014). Con el fin de acelerar los trabajos de conclusión de la nueva sede gubernamental, en setiembre de 1893, Félix de los Ríos, presidente de la Comisión de Obras Públicas convocó a los señores Wenceslao Sánchez y Valentín Cano, profesionales que habían ganado la licitación presentada por el Departamento Nacional de Ingenieros y Maestro Mayor, para la construcción del enrejado, balaustres y rejas en las ventanas de los sótanos del Palacio. Las verjas debían cubrir los costados sur, este y oeste con un portón grande de entrada y dos pequeños al frente sur y dos portones con pilares en ambos costados con sus respectivos cimientos de piedra y parapeto de material. En su contra frente al norte se construirían balaustres de portland de igual forma de los construidos en el edificio, pero de mayor tamaño tal como lo indicaba el plano (2). En el Archivo de la Escribanía Mayor de Gobierno se conservan la inscripción y copias de los diversos contratos de conclusión del Palacio pero ninguno de ellos conservan sus respectivos planos.

El enrejado debía llevar columnas de hierro fundido según las distancias que marcaba el plano colocando dentro de las columnas un hierro, según modelo y en cada centro de columna; uno de los barrotes entraría en el parapeto haciéndole en el extremo una cruz para mayor seguridad del enrejado. También debían construir veinte y seis rejas de hierro para las ventanas de los sótanos. Todos esos trabajos: enrejado, portones y rejas de los sótanos debían llevar dos manos de pintura de aceite con el color indicado. Los portones tendrían los mejores pasadores y cerraduras. Los pliegos del contrato también contemplan la calidad de argamasas; el revocado del parapeto con imitación de las piedras de base del Palacio. El medio punto del portón se abrirá con las hojas debiendo llevar falleba.

Los trabajos de Sánchez y Cano se extenderían a los albañales de desagüe del techo al nivel de la vereda. En el extremo formado en el oeste y norte se construiría una muralla de piedra, según plano y cuatro albañales para el desagüe de los patios debiendo comenzar las obras del lado este. El conjunto de trabajos se pagaría con $ 28790 en monedas de curso legal, desembolsados en partes conforme se vayan terminando los trabajos. Fue garante de los constructores el señor José R. Mazó que firmó con los responsables de la obra; fueron testigos de la inscripción en el Registro los señores Patrocinio Alviso, Agustín Ruíz y el Escribano Mayor de Gobierno, Pedro A. González.

5. Balaustres de mármol y ventanas en la escalera principal - 1893

Antes de proceder a la pintura del edificio para su habilitación como sede del Gobierno Nacional, la Comisión de Obras Públicas firmó contrato con los Señores Félix Villamayor y Carlos Pozzi para la colocación de balaustres de mármol y tres ventanas en la escalera principal del edificio, según licitación verificada en noviembre de 1893 y aprobada el 12 de diciembre del mismo año. Llama la atención la ausencia de los planos que deberían haber acompañado a los contratos de restauración del edificio, documentos inscriptos y conservados, como queda dicho, en el Archivo de la Escribanía Mayor de Gobierno. La búsqueda del plano original del Palacio nos llevó a “descubrir”, tras afanosa investigación, aquellos contratos sin los cuales se habrán hecho dificultosas las últimas restauraciones del edificio que todavía continúan. El primer artículo de este contrato se refiere precisamente a que las obras se debían ejecutar con “sujeción y medición estricta a los planos y detalles enumerados a continuación: “Las barandillas se construirán de mármol blanco lustrado, de la forma y dimensiones indicadas en el plano y según modelo, debiendo ser los pilares y balaustres de una sola pieza cada una por sí; Las chapas de mármol para el pasamano y zócalo serán del largo indicado en el plano. En cada costado de la escalera del centro se construirá una pared de ladrillo con buena argamasa, revocada y lisada con cal y portland. En el cuerpo de la escalera de cada lado se colocarán dos tirantes de fierro doble T con cuatro planchas de fierro de largo cada una 5 cinco metros 50 cincuenta centímetros de espesor y colocadas en la forma y estilo indicados en el plano, con el objeto de sostener el peso de las barandillas. A las tres ventanas que hay en el frente de la escalera se colocarán barandillas de mármol de las dimensiones indicadas en el plano y construidas de igual forma de las de la escalera y las tres ventanas deben ser construidas de cedro, con herrajes iguales a las demás ventanas, aceitadas y barnizadas; los vidrios deben ser de cristal esmerilados con adornos, las molduras que se deben construir de nuevo se trabajarán con portland alisadas con cal blanca”.

La Comisión de Obras Públicas advierte a los constructores que los desperfectos de las paredes ocasionadas por la colocación de las barandillas serían a cuenta de los contratistas; estos trabajos demandarían un gasto de $ 27.350,00 en moneda de curso legal pagadero en varias cuotas conforme se fueran concluyendo los trabajos. Como en los demás contratos, también aquí se deja constancia del tiempo en que durarán las obras, a partir de las dos semanas posteriores a la firma del contrato y que serían de seis meses; en este casos trabajos estarían terminados para más seis el término de las mismas debían estar terminadas seis meses de su inicio; en este caso, a mediados de 1894.

6. Trabajos de pintura - 1893

El presidente de la Comisión, Félix de los Ríos, adjudicó a los señores Mornet y Cía. los trabajos de pintura al óleo del Palacio Nacional. Según el contrato aprobado por el Poder Ejecutivo el once de noviembre de 1894, las reparticiones a pintarse serían las siguientes: Despacho de la Presidencia y todas las piezas de la Secretaría; Ministerio del Interior; Ministerio de Relaciones Exteriores; Ministerio de Justicia, Culto e Instrucción Pública y el Ministerio de Guerra y Marina. También se pintaría el escalón principal de entrada; las piezas de la torre; todas las escaleras de servicio y letrinas; los corredores altos y bajos que miran a los cuatro vientos. Según contrato, las pinturas de los despachos de los Ministros, secretarías y oficina serían similares a las del Ministerio de Hacienda, “únicamente cambiándose el estilo”. La sala de recibos del Ministro de Relaciones Exteriores y el escalón principal de entrada sería de primer orden.

Los Señores Mornet y Cía. ofrecieron como garante al fiel cumplimiento del contrato al señor José Bello. El pago sería de $ 50.650 pesos fuertes dividido en ocho cuotas. Concluye el contrato señalando que todos los desperfectos que ocasionaren durante el curso de las obras, roturas de vidriosa y pérdida de llaves serían a cuenta de los contratistas, sin olvidar la obligación que tenían de “dejar los pisos bien limpios”. La Comisión de Obras Públicas esperaba recibir los trabajos terminados, a más tardar, para el 30 de octubre de 1894. Recordemos que al mes siguiente, el 25 de noviembre, estaría asumiendo un nuevo gobierno, el mismo sería el primer presidente en ocupar el Palacio de Gobierno. El mando recayó en la persona de Juan Bautista Egusquiza y a partir de él hasta el presente, cumple la misma función.

7. Jardines del Palacio de Gobierno - 1913

No pasaron dos décadas de su habilitación cuando los diarios anunciaron el retiro de las verjas perimetrales colocadas en 1893, aquellas que mantenían como aprisionado al monumental edificio en el frente y laterales a los que se sumaban como adornos, plantas de cocotero tal como se acostumbraba decorar las fachadas de iglesias y edificios públicos trasplantando con sus raíces, aquellos troncos espinosos con motivo de alguna celebración, inauguración u otro acontecimiento importante. En 1913 se trabajó un nuevo jardín de estilo inglés que dio al Palacio un aire de libertad y esplendor. Cuando los diarios hablan de “Las obras en Palacio” no se referían sólo al enrejado y a los jardines ya que también hubo necesidad de levantar los techos de la Presidencia y trasladar el Ministerio del Interior a otro edificio que se adquirió para dicho fin. En adelante, aquellas dependencias estuvieron ocupadas por la Contaduría y en su lugar se instalaron la Subsecretaría y el Archivo. Durante los trabajos de refacción, la Presidencia que estaba en los pisos altos quedó comunicada con la planta baja mediante una escalera provisoria.

8. Nuevo contrato de refacción - 1918

El mejor postor de la licitación presentada en octubre de 1918 para refacciones varias, fue el constructor Santiago Ros quien se comprometió ante el escribano Mayor de Gobierno, José D. Silva a cumplir fielmente con lo estipulado en cada uno de los 20 artículos del contrato, a un costo de $ 51.000 pesos de curso legal. El señor Ros debía cubrir con chapas de zinc ondulado la parte superior de la torre; colocar canaletas de desagüe sobre la línea de los parapetos; en los caños de bajada aplicar tapas esféricas perforadas de zinc; revisar, soldar y limpiar los caños que estén tapados; cambiar el piso de madera de la torre, por otro de maderas machimbradas; retirar las vigas del piso de la torre que están podridas reponiendo otras de igual largor y espesor de madera de lapacho pintadas al óleo como las restantes; retirar la escalera de madera que da acceso a la parte superior de la torre a cambio de otra con pasamano, de madera dura, en todo igual a la que se retira; pintar las puertas y ventanas de la torre, incluso la que da entrada a la azotea; hacer puerta nueva de acceso a la torre que serás de madera de cedro, con marcos de lapacho; para dar acceso a la torre; sustituir loa vidrios rotos o les que falten por chapas de zinc liso; demoler la pared del lado oeste de la torre que está movida por otra igual, “revocándola en el interior liso y del exterior con las mismas molduras y adornos actuales”; reparar los revoques que hagan falta en todo el edificio y torre; revisar con cuidado las azoteas de ambos lados del Palacio cuidando las juntas de las baldosas y las uniones con los muros, se hará con argamasa de Blek y cemento portland; cambiar el cielo raso en la caja de la escalera de servicio por estar casi destruido y se hará de nuevo de yeso en la misma forma del actual; limpiar el tanque de agua y hacerle un revestido interior de cemento armado; pintar al óleo el cielo raso nuevo, las paredes y ventanas, en los desperfectos de las columnas de la galería se pasarán tres manos de pintura, se hará de forma que no se note nada de lo retocado; la fachada oeste de la torre a componerse se hará dando dos manos de cal y la tercera de color que imite perfectamente el resto, de suerte que no se note visiblemente lo retocado; los detalles no se expresen en el pliego serán dados al contratista en el trascurso de la obra por el técnico designado por el Departamento Nacional de Ingenieros… Firman como testigos: Verisino De Vargas y Roberto J. Musculiato; Luis A. Riart, Ministro del interior. Hasta aquí el total de contratos hallados al respecto, entre 580 volúmenes del fondo “Documentos Históricos” y otras piezas sueltas del Archivo de la Escribanía Mayor de Gobierno.

9. Consideraciones finales

La propiedad que recibió en herencia Francisco Solano López tenía como frente las barrancas del río Paraguay; aunque pequeña, la misma fue el punto de arranque de una sumatoria de lotes que Don Carlos Antonio López fue adquiriendo para el palacio del general. A falta del plano que no llegó, al parecer, ni a manos de los que lo concluyeron y restauraron a fines del siglo XIX, ahora podemos afirmar sin temor a equivocarnos que la fachada principal del palacio miró, desde sus inicios, a la calle de El Paraguayo Independiente. El desnivel del terreno, las barrancas y por con siguiente la falta de calle a modo de “costanera” sobre el río Paraguay, tuvieron que haber obligado a Ravizza y convencido a Solano López a proyectar la obra, a espaldas del río tal como está erigida la ciudad. Además, los cimientos y parapetos de piedra levantados para nivelar y consolidar la obra, restan valor estético al frente norte del palacio de Taylor.

Cientos de profesionales de todas las especialidades contratados en Europa por el gobierno de Don Carlos, llegaron al país para dar un baño de modernidad a la ciudad y activar las industrias naviera, ferroviaria y metalúrgica y otras, tras el letargo de la dictadura francista. Aquellas constructores de obras como Alejandro Ravizza, Alonzo Taylor, los marmolistas Anonini y Moynihan, por dar algunos ejemplos, trabajaron las residencias y palacetes de la familia López como si fueran obras públicas; a la hora de registrarlas en los Libros de Hacienda, la justificación de la mayoría de las entradas y salidas iba acompañada de la aclaración: “Por orden verbal del Presidente de la República”. Hay que destacar que en ese tiempo existía un sólo poder del Estado: el “Supremo Poder Ejecutivo”, por lo tanto, la administración de los fondos públicos quedaba en manos del Presidente y su entorno, consintiendo que los bienes del Estado se confundieran con los de la dinastía López.

Las primeras noticias de la construcción del Palacio nos la da el “Semanario” a comienzos de 1864 al señalar que la misma está proyectada para ser la mejor del país. Sus paredes habrán estado a cierta altura y el terreno nivelado cuando Francisco Solano López dejó la ciudad en junio de 1865, con destino a Humaitá. A pesar de la guerra, las obras públicas continuaron aunque sus constructores recibieron una menor paga hasta que en 1876 cumplieron órdenes de ocuparse en trabajos de interés bélico. Fue en aquel año que Alonzo Taylor recibió la distinción de “Caballero de la Orden Nacional del Mérito” por su obra monumental: el palacio para López.

Cuando el ejército aliado pudo cruzar el paso de Humaitá, López ordenó por decreto del 22 de febrero de 1868, la evacuación de Asunción; su población se trasladó a Luque convertida en capital provisoria. Con el bombardeo de la flota brasileña a la ciudad, ocurrido el 28 de febrero del mismo año, el palacio construido para Francisco Solano fue blanco de los cañones enemigos.

Asunción quedó vacía hasta el 5 de enero de 1869, día aciago en que el ejército aliado se apoderó de la ciudad cometiendo toda clase de desmanes y robos perpetrados hasta en los templos y cementerios.

Durante el gobierno de ocupación, todos los bienes de Francisco Solano López pasaron a manos del Estado y embargados los de la familia López, desde 1841 en que tomó el poder hasta 1872 para que una comisión, se encargara de atender los reclamos de la gente, en caso de haber sufrido alguien algún detrimento de sus bienes.

Siendo presidente Juan Bautista Gill se pensó ocupar el “edificio llamado palacio” para sede del Colegio Nacional recién fundado (1878), estudios preliminares calcularon que allí podrían albergar a 150 alumnos internos, pero no pudo ser por los altos costos que demandaría su adecuación a los fines pretendidos.

Pasaron los años hasta que en 1888, durante el mandato de Patricio Escobar se ordenó por ley convertir el edificio en Palacio de Gobierno. Los trabajos de refacción llevaron su tiempo, recién quedó inaugurado el 12 de octubre de 1892, con motivo de la celebración del cuarto centenario del Descubrimiento de América. Desde entonces, “El Palacio (que no fue) de López” pasó a ser Palacio de Gobierno.

Todavía faltaba la pintura del edificio y otros detalles, por esos motivos, recién pudo ocuparlo el presidente Juan Bautista Egusquiza, en 1894.

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