Servicios
Servicios
Buscar
Idiomas
P. Completa
LOS ARTESANOS DE LA PALABRA IMPRESA Y LA CONCIENCIA SOCIAL
Aldo D. Torres Lesme
Aldo D. Torres Lesme
LOS ARTESANOS DE LA PALABRA IMPRESA Y LA CONCIENCIA SOCIAL
Revista Estudios Paraguayos, núm. 1, 2020
Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción"
resúmenes
secciones
referencias
imágenes

Resumen: El artículo indaga, por un lado, porqué han sido los obreros gráficos los iniciadores del movimiento gremial de los trabajadores en el Paraguay, apoyado en la teoría de Neil Postman relacionada a la importancia de la palabra escrita como medio de relacionamiento de las personas con el mundo. En ese sentido, se estudia ciertos aspectos de la prensa paraguaya antes de la Guerra contra la Triple Alianza, vista desde el Estado, que era el único impresor autorizado; y, posteriormente, el nacimiento y consolidación de las asociaciones de trabajadores, finalizado el conflicto bélico. Por otra parte, el estudio histórico acerca de un antiguo obrero gráfico lleva, tal vez, a conocer al único nexo del continuum de la formación de una conciencia social de la clase trabajadora antes y después de la guerra de 1864-1870.

Palabras clave: tipógrafos, prensa, conciencia social, gremios obreros.

Abstract: On the one hand, this paper looks into the reasons why it has been the printing workers who initiated the union movement in Paraguay, with support from Neil Postman’s theory on the importance of the written word as means of relationship of the people with the world they live in. Some aspects regarding the press in Paraguay before the War against the Triple Alliance are inquired as well -this is the press seen by the State itself, as the sole authorized printing source and, afterwards, the beginnings and consolidation of the workers’ unions once the conflagration ended. On the other hand, the historical study of an old printing worker leads to, perhaps, getting to know the sole link in the continuum of the formation of a social conscience of the working class before and after the 1864-1870 war.

Keywords: printing workers, press, social conscience, worker’s unions.

Carátula del artículo

LOS ARTESANOS DE LA PALABRA IMPRESA Y LA CONCIENCIA SOCIAL

Aldo D. Torres Lesme
Revista Estudios Paraguayos, núm. 1, 2020
Universidad Católica "Nuestra Señora de la Asunción"
1. Introducción

Uno de los objetivos del presente estudio es analizar el papel que cupo a los obreros gráficos en el proceso de formación de los movimientos de trabajadores para obtener reivindicaciones ante el factor del capital. Como referencia temporal, se debe destacar que la frontera para la ocurrencia de tal fenómeno es la Guerra contra la Triple Alianza, pues ella marca el antes y el después, por sus efectos político-sociales y económicos: final de las dictaduras, debacle financiera, inestabilidad, libertad de prensa y otras más adquiridas o cedidas. En ese contexto, se reflexionará primeramente acerca del papel que el Estado pretendía para la prensa antes de la Guerra Grande.

Posteriormente, y de manera a entender por qué fueron los tipógrafos los que tuvieron preeminencia en las luchas gremiales, se apela a la teoría de Neil Postman, relacionada con los alcances y ventajas que tiene una sociedad que se informa del mundo en que vive a través de la palabra escrita, de manera a buscar alguna relación entre esto y el rol de los obreros gráficos dentro del movimiento de los trabajadores. En efecto, en el escrito, se esboza la conexión entre tecnología y toma de conciencia, así como la vinculación que pareciera existir entre la comunicación de ideas escritas (prensa) y, tangencialmente, los servicios de transporte de personas, como principales motores de la conciencia y movilización social.

Finalmente, se indaga acerca de la figura de un antiguo obrero gráfico, que podría ser, en lo que concierne a la temática de este artículo, el único nexo individual entre los tan dispares mundos que vivió el Paraguay antes y después de la gran conflagración que dejó al país en ruinas.

2. Materiales y métodos

El artículo constituye un análisis historiográfico cualitativo. Se ha utilizado fuentes primarias, como documentos del Archivo Nacional de Asunción, periódicos, actas de casamiento y bautismo de la Iglesia Católica; otras de tipo secundario, consistentes en dos libros especializados en historia paraguaya del gremialismo, los cuales si no son los únicos, son los más importantes que existen al respecto; y, el libro de Neil Postman, Divertirse hasta Morir (1985), como soporte teórico.

3. Resultados

3.1. La prensa y la realidad social antes de la Guerra contra la Triple Alianza

Hasta el final de la Guerra Grande, la única prensa en el Paraguay era la oficial. A la publicación El Paraguayo Independiente (1845-1852), siguió el Semanario de Avisos y Conocimiento Útiles, lanzado desde la imprenta estatal. Este último informativo publicó, el sábado 4 de agosto de 1855, un decreto del presidente Carlos Antonio López, fechado el 1 de aquel mes y año, en el que se establece el uso de la prensa escrita. El gobierno de López consideraba que debía hacerse un uso responsable de los medios de comunicación impresos, evitando ofender a la patria, a la cabeza del Estado, a la iglesia, o a particulares. Era prioridad suya resguardar el orden moral y la paz en la sociedad. Con la misma intención, se prohibía imprimir anónimos.

En su artículo 4° la reglamentación establecía que “comete delito contra el orden público, el que publique opiniones, máximas o doctrinas que pueden perturbar la tranquilidad del Estado; el que concita a los obreros, jornaleros y pobres contra la clase más acomodada, y rica; el que provoca a la desobediencia a las leyes, y a las autoridades” (Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles, N° 116, del 4 de agosto de 1855).

Con la ley, López se aseguraba que las libertades que concedía para utilizar los medios de prensa no fueran a romper la paz de las clases pudientes. De todos modos, lo relacionado a la prohibición de incitar a los obreros y pobres contra los ricos permite aventurar la hipótesis de que tal cosa estaba en el ambiente como una posibilidad.

A partir de agosto de 1855, Juan Andrés Gelly se hizo cargo de la redacción del periódico. Como Gelly era un hombre culto, a quien Carlos Antonio López admitió de vuelta al país solo después de varias averiguaciones, habría que ver si la regulación acerca de la prensa no era una manera de prever cualquier exceso de parte del nuevo director.

En efecto, Gelly publica una editorial en la que habla acerca del papel de la prensa. En su análisis escribe primeramente que el país se encontraba en una nueva etapa, en contacto con el mundo, y que era necesario ir poco a poco excitando el interés por la lectura a los paraguayos. Desde luego, asumía la función de defender al país y al gobierno, al tiempo de expresar que el periódico sería de análisis, discusión y crítica.

En un pasaje notable de sus reflexiones, refiere como anécdota que había observado a unos militares leyendo el Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles, quienes al encontrar algunas palabras que no comprendían, comenzaron a buscarlas en el diccionario. Gelly ve en ese simple hecho “que el espíritu público revive, que la curiosidad se excita; y que obra con fuerza el deseo innato en el hombre de aprender; de modo que, aunque pocos entiendan lo que el Semanario contenga y diga, se ha de despertar la curiosidad, y que el Semanario ha de hacer impresión, aunque sea lenta y tardía”. Finalmente, refiere su convicción acerca de la importancia de la escuela y la prensa para forjar una nueva sociedad, acorde con los cambios del siglo (Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles, N° 117, 11 de agosto de 1855).

En otra edición, Gelly escribe acerca de ciertas actitudes de ciudadanos que van contra reglamentos vigentes y que no son contenidos por los responsables. Las conductas que reprocha van desde la rutina de algunos sastres de sentarse en las veredas obstruyendo el paso de peatones, al tiempo de lanzar piropos inadecuados a las mujeres, hasta el abandono de talleres por parte de obreros en horario de trabajo[2]. El editor cierra su comentario explicando que les “repugna hacer reparos y críticas, pero como periodistas estamos en la obligación de ofrecer nuestras observaciones a los funcionarios públicos, porque es de ese modo que podemos ayudarlos a cumplir con su ministerio” (Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles, N° 126, del 13 de octubre de 1855). Dentro de lo que podía permitirse para la época y el régimen político, esto no era poca cosa.

3.2. La palabra escrita como factor de pensamiento

En 1985, Postman publicó el libro Divertirse hasta Morir. En esta obra, el autor analiza los contrastes observados en la sociedad norteamericana en dos etapas histórico-tecnológicas diferentes. A la primera, la llamó la era de la disertación. Era aquella una sociedad habituada a percibir el mundo a través de la palabra impresa. La segunda, la actual, se había constituido como una especie de sociedad del espectáculo, con la televisión como principal agente de cambio, ya que transformó la cosmovisión de las personas, que ahora descartaban los textos y los reemplazaban por las cómodas imágenes.

Postman (1985, p. 40) explica que “durante dos siglos, Estados Unidos declaró sus intenciones, expresó su ideología, aprobó sus leyes, vendió sus productos, creó su literatura y se dirigió a sus deidades con garabatos negros sobre papel blanco. Habló en tipografía, y con esta característica como el principal elemento de su entorno simbólico ascendió a la prominencia en la civilización mundial”. Según su tesis, el discurso maduro es racional, utiliza conceptos, es deductivo y ordenado, evita las contradicciones, es secuencial e incluso imparcial y objetivo. La tipografía aumentó todas estas virtudes. Por ello, anota, toma tiempo escribir un libro y leerlo.

Al analizar la relación entre tecnología y cultura, Postman (1985, p. 115) declara que “los cambios tecnológicos en nuestras formas de comunicarnos están aún más cargados de ideología que las modificaciones en nuestros medios de transporte. Introduciendo el alfabeto en una cultura se cambian los hábitos cognitivos, sus relaciones sociales, sus nociones de comunidad, historia y religión. Si se introduce la imprenta con los tipos movibles ocurre lo mismo”.

No obstante, así como la imprenta había revolucionado el mundo para mejor, los progresos tecnológicos de la segunda mitad del siglo XIX trajeron aparejados cambios sociales que fueron minando la capacidad de abstracción de las personas. En ese sentido, Postman critica la urgencia e instantaneidad que implicó la invención y el auge del telégrafo en su momento.

Luego, ya en el siglo XX, se consolida la segunda etapa, que él denominó el mundo del espectáculo, en el cual es la televisión el instrumento que modificó completamente la cultura. De hecho, el autor sostiene que toda tecnología está cargada de ideología. Por tanto, “así como la tipografía en su momento dictó el estilo de conducción de la política, la religión, los negocios, educación, la ley y otras cuestiones sociales importantes, ahora es la televisión la que toma el mando” (Postman, 1985, pp. 69-70).

3.3. La formación de la conciencia social del trabajador en el Paraguay

Mientras culminaba la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870) se fueron formando en el Paraguay las primeras sociedades de socorros mutuos, que fueron una especie de semilla en el campo de la organización gremial. La fundación de estas asociaciones fue obra de portugueses, italianos y españoles, y su fin era ayudar a aquellos conciudadanos suyos que estuvieran con problemas de salud que les impidieran trabajar y ganarse el pan. En 1881 se conformó la primera organización de este tipo por parte de paraguayos, que se denominó “Sociedad Santa Cruz”. Al respecto, Gaona (2007, p. 39) refiere que “el sentimiento de asociación de las gentes fue enérgicamente impulsado por la prensa asunceña…” y cita entre estos medios escritos a La Regeneración, La Reforma -ambas bajo la dirección de la familia Decoud, y La Democracia, cuyo director era Ignacio Ibarra[3].

En 1882 se conformó la Sociedad de Artesanos del Paraguay, a iniciativa de trabajadores gráficos. La reunión fundacional se realizó en el local donde se imprimía el medio escrito La Democracia. Gaona (2007, p. 44) escribe que en noviembre del año antedicho “en una asamblea general, con la asistencia de 46 asociados, fueron aprobados los estatutos definitivos de la sociedad, designándose la comisión directiva con las siguientes personas: presidente, Manuel Paradela (sic); vicepresidente, Guillermo Recalde; tesorero, Mariano Riquelme; secretario, Enrique Fermelmont; vocales titulares, Franciscos Recalde, Vicente Cabrera, Abdón Vergara y Lino Bogado”.

Milda Rivarola (1993, p. 50) explica que “los tipógrafos, que serían los primeros en fundar sus organizaciones gremiales… parecen haberse visto precozmente implicados en el ámbito de la política local, lo que no es de extrañar considerando que la prensa —lugar exclusivo de trabajo de los gráficos en esos años— era el instrumento privilegiado de acción y presión de las fracciones políticas locales”. En efecto, Ignacio Ibarra había participado en la fundación no solo la Sociedad de Artesanos, sino también el club político Libertad, que apoyó al Gral. Bernardino Caballero, quien ganó las elecciones presidenciales de 1882; el club Popular, con el cual triunfó el Gral. Patricio Escobar en las de 1886, y bajo cuyo mandato un grupo del que formaba parte se separa “creando, junto a varios artesanos tipógrafos, el Centro Democrático[4] como partido de oposición (Rivarola, 1993, p. 82). Gaona (2007), a su vez, anota que, al año de haberse formado la Sociedad de Artesanos, ésta organizó una celebración, que contó con la participación del presidente en ejercicio, Gral. Caballero.

Siguiendo con el proceso de consolidación de los gremios de obreros, en abril de 1883 la Sociedad de Artesanos renovó su comisión directiva, la cual seguía presidiendo Manuel Paradeda, siendo electo vicepresidente Ignacio Ibarra. En noviembre de aquel año, Paradeda leyó una memoria de la sociedad, “en cuyas filas se encuentran hombres de todas las clases sociales y particularmente muchos humildes obreros de que formo parte…” (Citado por Gaona, 2007, p. 319). Paradeda informaba que, a la sazón, la sociedad contaba con 330 socios activos, 2 honorarios y que 44 personas habían renunciado a la misma.

La comisión directiva, para el periodo desde noviembre de 1883 continuó presidida por Paradeda. Gaona (2007, p. 46) apunta que la sociedad “contó en su seno a miembros del Congreso Nacional, comerciantes, propietarios y a distinguidos profesionales. La incorporación de estos sectores acomodados significó el desplazamiento progresivo del seno de la entidad del elemento artesanal”. Así las cosas, una facción se desprendió de la Sociedad de Artesanos, y el 14 de mayo de 1885 fundó la Sociedad Cosmopolita de Socorros Mutuos Verdaderos Artesanos.

Los promotores de esta nueva agrupación habían sido los obreros gráficos Juan Andrés González, Constantino Valiente y Alejandro Marengo. Los Verdaderos Artesanos tuvieron, además, el mérito de contar con un periódico propio, llamado El Artesano, que se publicó desde el 1 de noviembre de 1885 hasta el 30 de mayo de 1886. Su director y administrador fue Juan Andrés González. Acerca de éste, Gaona (2007, p. 48) dice que había ido a trabajar a la Argentina y “es de suponer que, al volver a su país, este novel militante gráfico traería consigo un bagaje de las ideas socialistas diseminadas en el seno del proletariado bonaerense para lanzarlas en el surco paraguayo”.

En su primera edición, El Artesano (1 noviembre, 1885, p. 1) ofrecía “sus columnas a todas las sociedades de socorros mutuos y filantrópicas sin excepción de esta ciudad…asimismo a los artesanos que deseen obtener colocación u ocupación por medio de algún anuncio, como a los propietarios que necesitan personal…”. De hecho, se publica ya en ese número la nueva comisión directiva de la Sociedad Artesanos del Paraguay, cuyo presidente era ahora Bernardo Ferriol, quedando Manuel Paradeda como uno de los vocales.

El periódico observaba que el obrero gráfico “naturalmente debe ser algo inteligente, moderado, activo y cumplido”. Además, explicaba, el arte gráfico está emparentado con la pintura y la música, y el trabajador aprende “mediante él las ciencias más diminutas” (N°, 2, del 8 de noviembre de 1885, p.2). Esto brinda una pauta del tipo de individuo que se veía como modelo de personal en el oficio, por parte de los propios trabajadores del gremio.

El Artesano también abogaba por que los empresarios trataran con respeto al personal tipográfico “que está en contacto con todas las ideas, que por lo mismo es fácil razonarlo…y que es obrero de la civilización y la llave de todas las aspiraciones” (N° 5, p. 2, 29 de noviembre de 1885). En el Paraguay, agregaba, no se respetaba aun a este importante trabajador en la medida esperada.

En el número 11, de enero de 1886, El Artesano copiaba una carta de apoyo dirigida a los tipógrafos de La España, empresa de la ciudad de Montevideo, Uruguay, que estaban en conflicto con la patronal. Entre los firmantes se encuentra los nombres de Juan Andrés González y Juan Maldonado.

Otra edición incluye un panegírico a la imprenta, firmado por el seudónimo “Juan Verdad, tipógrafo de Montevideo”:

La imprenta es la base fundamental de todo, es decir, todo toma incremento por medio de la propaganda que se hace con los impresos que de ella salen…es la que hace levantar esos grandes amotinamientos en las masas populares en actitud hostil contra los gobernantes o capitalistas que quisieran hollarles con menosprecio de su dignidad.

Muchos miran el arte tipográfico como un simple invento, y muchos consideran a todos los que le arte profesan como ignorantes, o máquinas que se mueven al solo impulso de acción que en sí tenga el escrito que se ponga en manos del obrero, para que transforme el original garabateado en unas cuartillas de papel y falto de ortografía, en bellos caracteres con perfecta corrección en las faltas que el autor cometiere, sin darle valor alguno a esas correcciones que el cajista acostumbra hacer a los escritos descuidados (N° 23, del 4 de abril de 1886, pp.1 y 2).

Una de las últimas ediciones criticaba a la Sociedad de Artesanos del Paraguay, por el completo inmovilismo en el que se hallaba, a pesar de contar aun en su seno con hombres inteligentes. Se relataba que la asociación había suprimido el auxilio económico a los miembros enfermos y que ni siquiera aprovechaban el espacio que el periódico les ofrecía como aliado (El Artesano, N° 28, del 9 de mayo de 1886). El mismo número alertaba a los tipógrafos acerca de los excesos en que estaba incurriendo la patronal de uno de los diarios de Asunción contra ese gremio. Avisaba que, aunque todavía no existía una sociedad tipográfica en el país, si los propietarios intentaban imponerles reglas sin conciliarse con ellos, les saldría el tiro por la culata.

En la siguiente entrega, El Artesano denunciaba ya la prisión y despido de varios tipógrafos del diario aludido. Juan Andrés González reiteraba la necesidad urgente de formar la sociedad tipográfica en el país para defender sus derechos, y también para cuidar el comportamiento de los afiliados, de manera a ser “buenos discípulos de Guttenberg y Frankilin”. Una persona que firmó bajo el alias “un tipógrafo oriental”, instaba a la unión de los obreros como en asociaciones como arma legítima para protegerse mutuamente. Y, en otro apartado, se informaba acerca de una reunión de varios tipógrafos a realizarse en la casa del Sr. Venancio León, iniciativa que el informativo saludaba con fuerza, instando además a los obreros de otros gremios a seguir el ejemplo de los tipógrafos de asociarse (N° 29, del 16 de mayo de 1886).

El penúltimo número ya da cuenta de la fundación de la Sociedad Tipográfica del Paraguay, cuyos miembros se encontraban trabajando en la redacción de estatutos. Los propósitos eran defender a los trabajadores del rubro y ayudarlos en tiempos de necesidad o enfermedad. En esta edición, El Artesano critica la falta de cobertura del hecho por parte de la prensa local, salvo La Democracia. Una semana después, el 30 de mayo de 1886, el hebdomadario se despidió del público y dejó de imprimirse.

Gaona (2007, p. 59) refiere que “en la época de advenimiento de la idea de la asociación tipográfica en Asunción, por no decir en todo el Paraguay, la tipografía no acusaba un significativo progreso que destacar. Apenas existían siete publicaciones, cuatro diarios y tres periódicos. Todos estos servidos por 25 cajistas y unos 6 a 8 aprendices a lo más. En total, en el país, funcionaban 4 establecimientos de tipografía”. De acuerdo con el autor citado, la fundación de la Sociedad Tipográfica en mayo de 1886 constituyó la aparición del primer sindicato obrero del país.

La Sociedad Tipográfica eligió como presidente a Juan Cirilo Mendoza, y a Juan Andrés González, en el cargo de secretario. Los estatutos declaraban como fines propender al adelanto del arte, seguridad e interés del gremio y velar por la moralidad de los que de él forman parte (art. 1°). El artículo 2° enumeraba las especialidades entre los obreros: tipógrafos, prensistas, maquinistas de imprenta y litografía, grabadores y encuadernadores. La edad de ingreso era desde los 14 hasta los 50 años de edad. En el artículo 13° se requería que los socios a cargo de talleres tipográficos establecieran, con acuerdo de los propietarios, un reglamento interno, y que la jornada de trabajo no excediera las 9 horas, salvo convenio privado.

En 1892 se publicó en el periódico La Democracia un suelto firmado por el Grupo de los hijos del Chaco, una reunión de panaderos, de ideología comunista-anarquista. En uno de los párrafos se lee: “somos nosotros los que hacemos ilustrados libros, y vegetamos en la más crasa ignorancia por dejarlos leer a esos que pretenden ser superiores a nosotros y en premio de nuestra mansedumbre nos tratan de ignorantes y bestias…” (Citado por Gaona, 2007, p. 74).

Rivarola (1993, p. 73) entiende que “los oficios mejor remunerados eran los de las manufacturas metalmecánicas, probablemente en razón de la escasez de este tipo de trabajadores calificados. Los tipógrafos ocupan el segundo lugar en la escala (dejando de lado a los maestros)”. “Oficio de relativa antigüedad en el país -agrega, jerarquizado internamente, y de altos niveles salariales los gráficos parecen haber empezado a sufrir sobreexplotación y desempleo en los años de su constitución en Sociedad” (Rivarola, 1993, p. 83).

En 1905 se fundó la Federación de las Artes Gráficas. En 1906, a su vez, se fundó la primera sindical obrera del país, la Federación Obrera Regional Paraguaya (FORP), de la cual formó parte como fundadora la antedicha asociación de trabajadores gráficos. En esta época, reflexiona Gaona (2007), para los obreros tenía primacía el concepto de Sociedades de Resistencia como superación de las sociedades de socorros mutuos.

Un actor clave de estos años fue Rufino Recalde Milessi, nacido en San Pedro, Paraguay, en 1885, quien “adolescente aún, dejó su pueblo natal para avecindarse en la Asunción, donde trabajó como tipógrafo. En setiembre de 1905, lo encontramos integrando el grupo de obreros gráficos empeñados en la fundación de la Federación Gráfica del Paraguay” (Gaona, 1987, p. 57). Igualmente, participó en la fundación de la FORP.

Recalde Milessi fundó y fue el principal líder de la Unión Gremial del Paraguay, luego sucesivamente Federación Obrera del Paraguay y Unión Obrera del Paraguay, adherida a la corriente socialista, que estaba contrapuesta a la anarquista de la FORP. En 1914, Milessi fundó el Partido Obrero, luego Partido Socialista Revolucionario, con el cual ganó un escaño de diputado en el Parlamento, que no le dejaron asumir. De esta manera, se observa la continuidad del perfil del obrero gráfico como uno de los precursores de la formación de la conciencia social de los trabajadores, desde el ala reformista.

3.4. Manuel Paradeda

Si bien para Francisco Gaona los nombres resaltantes en el surgimiento y consolidación del movimiento obrero en el Paraguay fueron Juan Andrés González y Rufino Recalde Milessi, se ha considerado relevante investigar acerca de quien fuera el primer presidente de la Sociedad Artesanos del Paraguay, en 1882, y reelecto en 1883, Manuel Paradeda. ¿Quién era este hombre que luego se pierde en la bruma del olvido histórico?

En el Archivo Nacional de Asunción se encuentra un documento de junio de 1858, en el que Miguel Gregorio Paradeda por cuenta propia y Manuel Villa, en representación del púbero Manuel Paradeda, ambos de la ciudad de Concepción, Paraguay, venden y transfieren un terreno de su propiedad ubicado en el barrio La Encarnación, de Asunción, al Gral. Francisco Solano López, entonces jefe del ejército paraguayo. El monto de la venta de fue de 1.100 Pesos (A.N.A. - A.H.R.P. vol. 1287, 1-3). El terreno estaba ubicado en un lugar privilegiado, en la manzana formada por las calles Larguera de la Ribera, del Sol, de la Academia Literaria y Aduana de la Ribera, vale decir, cerca del antiguo puerto de la capital del país. El barrio La Encarnación era también conocido como De las Barcas. Alrededor de la propiedad vivían algunas de las principales familias de la sociedad paraguaya: Recalde, Machaín – Zavala[5], Cañete, incluyendo a los propietarios originales, la familia Bazán.

En el mismo legajo obra un antecedente de 1845, en el que Miguel Paradeda[6], viudo de Mercedes Bazán, y la hermana de ésta, María Luisa Bazán, solicitaban se les otorgase reconocimiento de propiedad al terreno en el que habitaban, considerando que el título se había quemado durante un incendio. Los testigos que presentaron ambos para certificar la legalidad de su reclamo fueron José Ildefonso Machaín, de 71 años de edad, Juan Manuel Zalduondo, de 70, Juan José Loizaga, de 69, y Juan B. Gorostiaga, de 66. Todas estas personas estaban muy bien conectadas.

En aquel año de 1845, Brigida Paradeda se casó con Pedro Pascual López, en la iglesia de La Encarnación[7]. Brígida era hija de Miguel Paradeda y Mercedes Bazán, citados arriba. Era, además, madre de nuestro Manuel Paradeda, su hijo natural, posiblemente habido poco antes del matrimonio con Pedro Pascual López, considerando que, como vimos, en el trámite de 1858 necesitó ser representado por un curador, al estar aún en la pubertad. Manuel Paradeda sobrevivió a la Guerra contra la Triple Alianza (1864-1870), y se casó en la misma iglesia de La Encarnación en 1872[8], con Francisca Cané o Canett. Juntos tuvieron un hijo, llamado Gerónimo Paradeda, bautizado en Luque en 1876[9].

Hasta aquí son meros datos biográficos, si bien interesantes para ver los orígenes y entorno del personaje que se estudia en esta sección. Sin embargo, otro documento del Archivo Nacional prueba que Manuel Paradeda trabajaba como impresor en el Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles al menos desde octubre de 1857, seguramente con 13 o 14 años de edad. La lista tiene que ver con los pagos hechos a los obreros gráficos del único periódico en circulación impreso en el país antes de la Guerra contra la Triple Alianza.

Imagen N°1: Nómina de impresores del Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles, 1857.

Fuente: A.N.A. - S.N.E. vol. 1560, f. 85.

De la lista que antecede[10], solamente se ha podido encontrar a Manuel Paradeda en la posguerra, trabajando en el mismo rubro o al menos representándolo como presidente en una de las primeras organizaciones gremiales de obreros del Paraguay, tal como se ha relatado al inicio de este artículo.

4. Discusión

Los estudios históricos revisados demuestran claramente la preponderancia de los obreros gráficos en el proceso de formación y consolidación de la conciencia social y gremial en el Paraguay, a fines del siglo XIX y las primeras décadas del siguiente. La tendencia ideológica principal de este núcleo fue la reformista - socialista. Evidentemente, se destacan figuras como Juan Andrés González y, sobre todo, Rufino Recalde Milessi, pero la investigación demuestra el valor simbólico que puede tener Manuel Paradeda en esta evolución, considerando que es el único eslabón encontrado entre el antes y el después de la Guerra contra la Triple Alianza.

En efecto, se inició este escrito con un análisis acerca de la prensa pre-guerra. Por supuesto, hasta 1864 no se había formado ninguna sociedad de socorros mutuos -antecedente de los sindicatos, y la única prensa local era la oficial. Sin embargo, como lo había predicho Juan Andrés Gelly, el conocimiento y la transmisión de ideas a través del medio escrito irían sedimentando poco a poco hasta llegar a sus cauces naturales y despertar la curiosidad, madre de la invención, y de los problemas, según los dogmas religiosos.

Tal como se ha deducido de la publicación del reglamento de uso de la prensa escrita en el Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles, en el que se prohibió animar a los pobres levantarse contra los ricos, antes de la Guerra contra la Triple Alianza ya existía un ambiente tan propicio como para preocupar al gobierno de que eventuales agitaciones de ese tipo tuvieran suelo fértil y seguidores. De hecho, una de las primeras protestas de obreros registradas en el país fue la de los empleados del ferrocarril bajo, la presidencia de Francisco Solano López (1862-1870).

El púber Paradeda ya era empleado gráfico en el Semanario de Avisos y Conocimientos Útiles por entonces, y quizá allí comenzó a forjar su conciencia, que eventualmente lo llevó a entender la necesidad de formar asociaciones de protección mutua en su gremio. Su elección como presidente de la Sociedad de Artesanos del Paraguay por dos periodos no pudo ser obra de la casualidad, aunque es necesario reconocer y aceptar las limitaciones propias de su tiempo, su entorno y su pasado en aquel Paraguay antes de 1870.

Acabada la guerra, comienza a organizarse en el país la sociedad civil a través de distintos gremios, y aparte de los tipógrafos, fueron actores fundamentales los obreros del ferrocarril, a quienes -entre tantos otros, se sumaron posteriormente los del transporte fluvial y los tranviarios. Gaona (2007, p. 64) entiende que el ejemplo de los tipógrafos fue clave como inspiración para la primera huelga desarrollada en el país, la de los peones del ferrocarril paraguayo, en 1889. ¿Cuál es la razón por la que los trabajadores de los medios de comunicación entre personas, como la palabra escrita -a través de la prensa, y la del transporte, en este caso el ferrocarril, fueran los semilleros del a conciencia social?

Quizá pueda deberse al desequilibrio percibido por los trabajadores entre las expectativas generadas ante los inventos y progresos tecnológicos y la realidad, aquella de los salarios bajos, las largas horas de trabajo, la pobreza, la desigualdad. El siglo XIX fue el de la fe en el progreso. El mundo estaba cambiando rápidamente, pero las personas comunes sentían que se estaban quedando atrás. En cualquier caso, vale más la pregunta formulada que la respuesta tentativa.

Por otra parte, las ideas de Neil Postman en cuanto a las diferencias entre una sociedad que se informa del mundo leyendo y otra que lo hace viendo la televisión, o -actualizando, a través de las redes sociales, resultan válidas para entender al individuo de hoy. Un individuo disociado de la sociedad, justo cuando la tecnología ha permitido acortar todas las distancias y reducir el planeta a un teléfono celular conectado a Internet.

¿Qué ha sido de los sindicatos? ¿Dónde quedó la conciencia social de los tipógrafos? Del ferrocarril no se puede hablar mucho, pues si bien hay empleados a sueldo todavía -incluso un presidente, lo que ya no hay son trenes ni vías férreas. ¿Qué papel juega hoy la prensa, tan vinculada con la inmediatez de Internet? ¿Qué rol desempeñó la historiografía paraguaya en la pérdida de la conciencia social del hombre común a través de los siglos, suprimiendo casi por completo su paso por nuestra sociedad en su devenir?

Etcétera.

Material suplementario
Notas
Buscar:
Contexto
Descargar
Todas
Imágenes