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Materiales arqueológicos de la Colección Schuel de Quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina) en el National Museum of the American Indian (Smithsonian Institution)
Archaeological Materials of the Schuel Collection from Quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina) at the National Museum of the American Indian (Smithsonian Institution)
Materiais Arqueológicos da Coleção Schuel de Quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina) no Museu Nacional do Índio Americano (Instituição Smithsonian)
Revista del Museo de La Plata, vol. 5, núm. 1, pp. 268-284, 2020
Universidad Nacional de La Plata

Dossier

Revista del Museo de La Plata
Universidad Nacional de La Plata, Argentina
ISSN: 2545-6377
Periodicidad: Semestral
vol. 5, núm. 1, 2020

Recepción: 01 Julio 2019

Aprobación: 01 Octubre 2019

Publicación: 01 Junio 2020


Esta obra está bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-CompartirIgual 4.0 Internacional.

Resumen: El National Museum of the American Indian (Smithsonian Institution, Washington, D.C., EEUU) posee una importante colección arqueológica de la provincia de Jujuy que ha sido equivocadamente registrada como procedente de Calilegua. En este trabajo se argumenta que en realidad proviene de distintos sitios de la Quebrada de Humahuaca, donde fueron excavados por Karl Schuel entre 1920 y 1923. Entre otras pruebas, se presta especial atención a un inventario de las piezas recuperadas en el curso de sus excavaciones que el investigador austríaco mantuvo durante esos años, donde se reconocen algunos objetos de la colección del NMAI. Se establecen los probables sitios de origen de los materiales y se evalúa sucintamente su potencial para las investigaciones sobre la historia prehispánica tardía de la región (1000-1600 d.C.).

Palabras clave: Colecciones arqueológicas, Alucinógenos, Noroeste Argentino, Calilegua.

Abstract: Archaeological Materials of the Schuel Collection from Quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina) at the National Museum of the American Indian (Smithsonian Institution). The National Museum of the American Indian (Smithsonian Institution, Washington, D.C., USA) holds an important archaeological collection from Jujuy province that has been erroneously recordedas coming from Calilegua. In this paper, we argue that these objects actually come from different sites within Quebrada de Humahuaca where Karl Schuel excavated between 1920 and 1923. Among other indicators, special attention is given to an inventory of specimens recovered in his excavations that the Austrian researcher kept during those years, where it is possible to recognize several objects belonging to the NMAI collection. We identify the most likely sites of origin of the materials and briefly assess their potential for research regarding the late prehispanic history of the region (1000-1600 C.E.).

Keywords: Archaeological collection, Hallucinogenic substances, Northwest Argentina, Calilegua.

Resumo: Materiais Arqueológicos da Coleção Schuel de Quebrada de Humahuaca (Jujuy, Argentina) no Museu Nacional do Índio Americano (Instituição Smithsonian). O Museu Nacional do Índio Americano (Smithsonian Institution, Washington, D.C., EUA) possui uma importante coleção arqueológica na província de Jujuy que foi erroneamente registrada como proveniente de Calilegua. Neste trabalho, argumenta-se que ele realmente provém de diferentes locais da Quebrada de Humahuaca, onde foram escavados por Karl Schuel entre 1920 e 1923. Entre outros testes, atenção especial é dada ao inventário das peças recuperadas no decurso de suas escavações que o pesquisador austríaco manteve durante esses anos, onde alguns objetos da coleção NMAI são reconhecidos. Os prováveis locais de origem dos materiais são estabelecidos e seu potencial para pesquisas sobre a história pré-hispânica tardia da região (1000-1600 dC) é avaliado de forma sucinta.

Palavras-chave: Coleções arqueológicas, Alucinógenos, Noroeste da Argentina, Calilegua.

Introducción: una colección arqueológica de Jujuy en la Smithsonian Institution

El National Museum of the American Indian (en adelante NMAI) fue creado en 1990, cuando se transfirieron a la Smithsonian Institution (Washington, D.C.) los materiales del Museum of the American Indian de New York City, fundado por George G. Heye en 1916. En su vasto acervo, el NMAI cuenta con dos colecciones arqueológicas de la provincia de Jujuy. Una de ellas incluye 80 objetos que ingresaron en 1922 por intercambio con el Museo Etnográfico de Buenos Aires, a la sazón dirigido por Salvador Debenedetti. Estos materiales provienen de sitios de la Quebrada de Humahuaca que fueron excavados por investigadores de la Facultad de Filosofía y Letras entre 1908 y 1921 (Ambrosetti 1912; Debenedetti 1910, 1918), a saber, La Isla, Huacalera, Los Amarillos, Yacoraite, La Huerta y Pucará de Tilcara. La segunda colección fue ingresada en enero de 1924 por Harmon Hendricks, un magnate del cobre amigo de Heye que integró el Board of Trustees del museo y fue uno de sus principales benefactores. Comprende 373 objetos agrupados en 320 números de inventario. Desgraciadamente, la institución no cuenta con más información sobre el modo en que fue adquirida.

De acuerdo a los registros, el 85% de las piezas de esta segunda colección provendría de Calilegua, localidad cercana a Libertador (departamento Ledesma), un dato que a priori resulta sospechoso ya que una cuarta parte de ellas están confeccionadas en madera y otros materiales perecederos que difícilmente se hubieran conservado en el cálido y húmedo ambiente de las tierras bajas de Jujuy. Los demás objetos fueron asentados como procedentes de seis lugares diferentes, todos ellos ubicados en la Quebrada de Humahuaca, a saber, Puerta de Juella, Chucalezna, Tilcara, Huaco, Abra de Perchel y Muyuna. Este último sitio proporcionó la clave para establecer el verdadero origen de toda la colección, ya que hasta que realizáramos investigaciones allí en la década de 1990 (Mercolli et al. 2014; Nielsen 2001; Seldes 2006), Muyuna sólo se conocía en la literatura arqueológica por las reiteradas menciones que de este sitio hiciera Schuel en su única publicación, de 1929. El estudio de la colección completa y su cotejo con las notas que escribiera para Muniz Barreto (Schuel 1919-1920) y su artículo (Schuel 1929), permitieron confirmar que todas estas piezas habían sido excavadas por él en distintos sitios de la Quebrada. Es probable que el despacho del material se realizara desde Calilegua —o estuviera a cargo de intermediarios de esa localidad— razón por la cual, al extraviarse la información de procedencia de la mayoría de las piezas, se les atribuyó ese origen (Nielsen 2018).

Con posterioridad a esa publicación, tomamos conocimiento de la existencia —en el Archivo Histórico de la Provincia de Jujuy— de un inventario que Schuel mantuvo de las piezas excavadas en distintos sitios del valle del Río Grande desde que dejó de trabajar oficialmente para Muniz Barreto (octubre 1920) hasta la fundación del Museo Provincial en 1924. Las responsabilidades que implicaron la dirección de esta institución, creada a instancias suyas y en base a los especímenes botánicos, entomológicos y arqueológicos por él obtenidos —o los que aún conservaba— le impidieron continuar sus labores de campo. Este “Inventario”, y su cotejo con la correspondencia que Schuel mantuvo con Debenedetti por esos años, permitieron comprender mejor las circunstancias en que esos materiales llegaron al museo creado por Heye. En este artículo aprovechamos estos datos novedosos para establecer con mayor certeza los lugares de procedencia de los materiales del lote Calilegua y, a partir de ello, destacar algunos objetos significativos en relación a los procesos sociales ocurridos en la región, entre el 1000 d.C. y la conquista española.

La labor de Schuel y su inventario de piezas arqueológicas

El barón Karl Schuel nació en 1857 en Moravia, una región de la actual República Checa que por entonces pertenecía al Imperio Austrohúngaro. Recibió los títulos de Ingeniero Perforador y de Ingeniero Agrónomo en Viena, donde obtuvo además una amplia formación como naturalista. En 1906 llegó a la provincia de Jujuy para realizar exploraciones petroleras en la zona de Santa Bárbara como director de El Petróleo Argentino Ltd. Desde su llegada, se interesó también por las investigaciones botánicas, zoológicas y arqueológicas. En este último campo, su labor se focalizó en la Quebrada de Humahuaca, comenzando excavaciones en el Pucará de Tilcara y Puerta de Juella a poco de arribar a la provincia. Las colecciones obtenidas durante esta primera etapa fueron donadas en 1913 al Museo de Historia Natural de Viena. El comienzo de la Primera Guerra Mundial en 1914 puso fin al emprendimiento petrolero que llevaba adelante y a la relación laboral con su patria. La arqueología recién se convirtió en su actividad principal a partir de 1919, cuando se radicó en Tilcara con su familia. Entre 1919 y 1920 trabajó para Muniz Barreto, mientras que desde 1920 hasta 1923 lo hizo por cuenta propia, siendo su situación económica muy precaria (Mazza & Álvarez Soto 1929, p. 1419). En 1924 se trasladó a San Salvador de Jujuy para hacerse cargo de la dirección del recién creado Museo Provincial, posición que ocupó hasta su muerte en 1927.

La combinación de distintas fuentes permite reconstruir a grandes rasgos el desarrollo de su trabajo arqueológico, los sitios investigados y, hasta cierto punto, el paradero de la mayoría de los materiales obtenidos. Su principal artículo científico fue publicado en forma póstuma (Schuel 1929). Este texto y las toscas figuras que lo acompañan ofrecen datos valiosos para identificar los principales lugares donde excavó, aunque desgraciadamente no precisa los materiales encontrados en cada sitio o su destino. Dicha información, sin embargo, puede ser parcialmente reconstruida a partir de documentos inéditos conservados en distintos archivos. En primer lugar, las notas de sus primeros años de trabajo en la Quebrada de Humahuaca, que acompañaron a las 450 piezas donadas al Museo de Historia Natural de Viena en 1913 se conservan actualmente en el Weltmuseum Wien, heredero de aquella institución. Segundo, existe el diario que mantenía mientras realizaba excavaciones por cuenta de Muniz Barreto (Schuel 1919-1920), que se encuentra hoy, junto con su vasta colección, en el Museo de Ciencias Naturales de La Plata (MLP). Tercero, el Archivo Fotográfico y Documental del Museo Etnográfico “Juan B. Ambrosetti” (FFyL - UBA), posee la correspondencia mantenida entre Schuel y Debenedetti desde abril de 1920 hasta julio de 1922 (Legajo 90, Libro Copiador 1917-1926; en adelante AME-LC). Por último, en el Archivo Histórico de la Provincia de Jujuy (AHPJ) se encuentran dos cajas de documentos relacionados con la vida y obra de Schuel. De particular importancia para los objetivos de este trabajo, es un cuaderno que contiene algunos croquis de sitios arqueológicos, notas aisladas, fragmentos de diarios de excavación y, sobre todo, el inventario de unas 1600 piezas por él excavadas, indicando sus sitios de procedencia y, en algunos casos, qué materiales fueron encontrados en una misma unidad funeraria o contexto. Las últimas hojas de este documento —al que nos referiremos como “el Inventario”— contienen además un prolijo listado de muestras botánicas.

Aunque el Inventario no consigna las fechas en que fue elaborado, otras fuentes permiten estimarlas en forma aproximada. El momento inicial surge de su cotejo con el diario que mantenía para Muniz Barreto (Schuel 1919-1920). En el último folio de este último (f. 87), detalla los hallazgos realizados entre el 15 y el 20 de octubre de 1920 en “(…) un nuevo antigual cerca de Puerta Juez” (f. 81) [de Maidana?]. Las últimas piezas registradas fueron tres pucos encontrados en una “redondela” —probablemente una cista o fosa circular— e inventariados con los números 1762-1764. Coincidentemente, la primera entrada del Inventario, “(…) una olla grande" encontrada en el Pucara, lleva el número 1764 (f. 10), lo que permite concluir que se inicia a fines de 1920 y constituye una continuación del listado que mantenía para Muniz Barreto hasta entonces. La fecha terminal del documento no es posterior a 1923, ya que a principios de 1924 se crea el Museo Provincial de Jujuy y Schuel se traslada a San Salvador para hacerse cargo de su dirección, dando término a sus trabajos de campo.

Al comienzo, el Inventario está organizado en cuatro columnas que ocupan el reverso de cada folio y el anverso del siguiente, a su derecha (Fig. 1). La primera columna corresponde a los números de inventario; la segunda es la descripción del objeto; la tercera es un listado de cifras; la cuarta, por lo general en el anverso del folio siguiente, comprende anotaciones y comentarios —a veces en alemán— referidos principalmente a los contextos en que fueron halladas las piezas, por ejemplo, sitio de procedencia, objetos encontrados en la misma unidad funeraria, restos humanos asociados, entre otros. Las cifras de la tercera columna parecen ser el valor monetario estimado para cada pieza. Primero, porque al pie de cada página se consigna la adición de toda la columna, valor que se traslada al encabezado de la misma en el folio siguiente. Segundo, porque los montos son proporcionales al valor que distintos objetos pudieron haber tenido en la época; así, por ejemplo, los pucos costarían 1, las vasijas pintadas entre 2 y 10, mientras que una máscara de oro procedente de Huacalera estaría valuada en 150 (f. 18). Esto sugiere que Schuel continuó trabajando por cuenta propia, financiando su labor mediante la venta de los materiales obtenidos —y consignados en el Inventario— a museos, universidades o coleccionistas.


Figura 1.
Ejemplo del Inventario de piezas arqueológicas de Schuel conservado en el Museo Histórico Provincial de Jujuy

Todo indica que, al comienzo, su principal comprador fue el propio Muniz Barreto, quien en lugar de remunerar a Schuel por su tiempo de trabajo, le pagaba por pieza o lote. Así lo demuestra la correspondencia de esos años entre Schuel y Debenedetti, donde queda claro que este último actuaba como intermediario y asesor del coleccionista. En una carta del 11 de marzo de 1921, por ejemplo, Schuel le notifica a Debenedetti: “(…) he mandado de nuevo 2 cajones al Señor Barreto y creo que le van a gustar los objetos. Esse [sic] son de Pucara y Hornillos. Hay pucos lindos pintados y también 2 tenedores de madera. Yo he puesto el precio de 100 pesos por todo y creo que está bastante barato.” Estos "tenedores" se encuentran asentados en el Inventario con los números 2131 y 2132 (f. 30) y uno de ellos aparece representado en su publicación (Schuel 1929, fig. 4). De este modo, el cruce de la correspondencia con el Inventario —y la información sobre procedencia y contextos allí consignada— permite relacionar aproximadamente distintos segmentos del listado con los cambios en las relaciones laborales que permitieron a Schuel sostener sus investigaciones arqueológicas y determinaron el destino final de las piezas.

También el Museo Etnográfico adquirió materiales excavados por Schuel en la Quebrada durante este período. Cabe recordar que, de acuerdo con la Ley 9080 (sancionada en 1913 y reglamentada en 1921), las ruinas y yacimientos arqueológicos y paleontológicos de interés científico en territorio argentino fueron declarados propiedad de la Nación. El Museo Nacional de Historia Natural, el Museo Etnográfico de la Universidad de Buenos Aires y el Museo de La Plata eran las instituciones que debían asesorar al Ministerio de Justicia e Instrucción Pública para autorizar su exploración. De acuerdo con el nuevo marco legal y mediante nota del 15/2/1922 (AHPJ), Debenedetti autoriza a Schuel para realizar excavaciones arqueológicas en la provincia de Jujuy por tres meses, especificando que las colecciones que obtenga serán destinadas al Museo Etnográfico, bajo su dirección. Entre febrero y abril de ese año, entonces, Schuel le informa a Debenedetti sobre sus hallazgos y este último lo mantiene al tanto de las gestiones que realiza para comprar los materiales. En su misiva del 31 de marzo de 1922 (AME), por ejemplo, Debenedetti le manifiesta que “(…)[l]os hallazgos que Ud. viene realizando en la Quebrada son interesantes y le ruego no comprometerlos hasta tanto se resuelva su adquisición por parte de este museo. Creo que esta vez el trámite será breve y no le ocasionará mayores perjuicios.”

Este esquema de trabajo parece haberse agotado hacia mediados de 1922, debido a distintos malentendidos entre las partes. En la correspondencia intercambiada con Debenedetti entre abril y julio de ese año, Schuel manifiesta su descontento con Muniz Barreto a raíz de diferencias entre los montos pactados y los efectivamente abonados, o de la negativa del coleccionista a comprar todas las piezas que le enviara. En la última carta conservada en este repositorio, fechada el 7 de julio, Schuel se defiende de acusaciones que presuntamente le habría formulado Debenedetti, desmintiendo haber vendido los objetos reservados para el Museo Etnográfico. A consecuencia de estos malentendidos, pareciera que desde entonces Schuel no entregó más piezas a Debenedetti ni a Muniz Barreto. Cerca de la mitad del Inventario, se puede identificar uno de los últimos hallazgos que menciona en la correspondencia, un adorno de cobre ubicado sobre el pie de un individuo (carta a Debenedetti del 15/4/1922, AME). El objeto en cuestión lleva por procedencia “Perchel frente estación” y fue ingresado con el número 2853 (f. 53). Desde allí hasta el final del documento —lo que denominaremos su segunda parte— se enumeran más de 800 ítems, probablemente excavados luego de esa fecha y hasta fines de 1923.

Probablemente el principal comprador de casi la mitad de estos materiales haya sido el Museum of the American Indian de New York City (en adelante, MAINYC), cuya política de adquisición fue especialmente activa en la década de 1920 (Jacknis 2006). Este museo, fundado en 1916 por George Gustav Heye sobre la base de su ya cuantiosa colección, aspiraba a reunir piezas arqueológicas y etnográficas representativas de los distintos pueblos indígenas del continente americano. Para ello, apeló a distintas estrategias de adquisición, incluyendo el canje con museos establecidos, la compra de colecciones ya existentes y hasta el patrocinio de expediciones arqueológicas en asociación con arqueólogos y antropólogos de prestigiosas universidades, como Marshall H. Saville de Columbia University, Frederick W. Hodge del Bureau of American Ethnology y Samuel Lothrop de Harvard University (Bonomo & Farro 2014; Jacknis 2006). Precisamente, a mediados de 1922, cuando Schuel se distanciaba de Debenedetti y Muniz Barreto, representantes del MAINYC visitaron Argentina y contactaron a las autoridades del Museo Etnográfico y del Museo de La Plata con el propósito de realizar intercambios y, eventualmente, co-organizar nuevos trabajos de campo (Bonomo & Farro 2014). Fruto de estas tratativas fue el intercambio realizado con el Museo Etnográfico gracias al cual ingresó al MAINYC la primera colección jujeña mencionada al comienzo de este trabajo (AME-LC, ff. 327-334; Pegoraro 2009). Cabe pensar que durante estos viajes, los enviados del MAINYC también contactaron a Schuel —tal vez por intermedio del propio Debenedetti— y adquirieron los materiales que aún tenía en su poder o se comprometieron a comprar los que obtuviera en sus próximas excavaciones.

De acuerdo con esta hipótesis, pudimos constatar que los seis sitios de procedencia de la colección presentada en enero de 1924 al MAINYC por Hendricks, cuya información no fue extraviada, se encuentran consignados en el Inventario de Schuel. Cuatro de ellos (Muyuna, Tilcara, Chucalezna y Puerta de Juella) corresponden a la segunda parte, lo que lleva a pensar que la mayoría de los materiales del denominado “lote Calilegua” debe proceder de estos o algunos de los nueve sitios trabajados durante esa última época, entre mediados de 1922 y 1923. De hecho, como señalamos más adelante, varios de ellos pueden ser identificados en este segmento del listado. Desgraciadamente, no podemos restringir las posibilidades a estos lugares, ya que entre las procedencias no extraviadas de la colección que nos ocupa se encuentran también Huaco (o “Huero” como denomina este sitio en el Inventario y la publicación) y Abra de Perchel, dos sitios donde Schuel obtuvo una importante cantidad de objetos que se encuentran registrados en la primera parte del documento. Esto significa que, entre las piezas adquiridas para el MAINYC se encontraban también algunas excavadas anteriormente pero que no habían sido enviadas a Buenos Aires en su momento.

Ignoramos si Schuel entregó materiales a otros museos o coleccionistas antes de transferir su colección al Museo Provincial, ya que no sabemos cuáles o cuántas de las piezas inventariadas conservaba todavía al momento de su fundación. Sin embargo, un manuscrito titulado “progreso del museo en el año 1925” (AHPJ), informa que las colecciones que obraban en poder de esa institución incluían, además de especímenes botánicos, minerales e ilustraciones, 350 objetos arqueológicos. Este lote, junto con las casi 400 piezas enviadas al MAINYC, darían cuenta de la mayoría de los materiales asentados en la segunda parte del Inventario, por lo que cabe concluir que, si vendió materiales a otros, no fueron numerosos.

La colección: características generales y potencial para la investigación

La Tabla 1 detalla las piezas que componen la colección, diferenciando los tipos de material y las clases funcionales dentro de ellos, y señalando las procedencias consignadas en los catálogos del NMAI. Estos materiales no han recibido atención en la literatura especializada, excepto por algunas tabletas de inhalar alucinógenos que fueron publicadas originalmente por Torres (1987) y que, por sus formas atípicas para el NOA, han sido reiteradamente mencionadas desde entonces en los trabajos sobre el tema (Horta et al. 2016; Nielsen 2018; Pérez & Gordillo 1993, pp. 327-328; Sprovieri 2008-2009; Torres 1998). A fin de poner de relieve el valor del conjunto para la investigación arqueológica de la Quebrada, comenzamos señalando los probables lugares de origen de las piezas cuya procedencia fue extraviada (el “lote Calilegua") y el rango temporal aproximado de todo el conjunto. Luego, describimos de forma general la colección, considerando los distintos materiales representados (cerámica, metales, maderas, etc.) destacando algunas piezas excepcionales o de singular interés en relación a distintos aspectos del pasado de la región. Al referirnos a objetos específicos, tanto en el texto como en los epígrafes, incluiremos en paréntesis la procedencia y número de inventario registrados en el catálogo del NMAI.

Procedencia y cronología

En un trabajo anterior (Nielsen 2018) se realizó una primera estimación de los probables lugares de procedencia de los materiales del lote Calilegua a partir de las referencias que ofrece la publicación de Schuel (1929). El análisis del Inventario permite confirmar aquellas conclusiones, además de establecer la proveniencia de más de treinta piezas de ese lote a partir de su reconocimiento en los listados de dicho documento. La Tabla 2 resume la información resultante de este análisis. El lado izquierdo de la misma presenta los sitios consignados en el Inventario, así como el número de piezas obtenidas en cada uno, diferenciando la primera y segunda parte del documento, es decir, materiales inventariados (y, suponemos, excavados) antes y después del distanciamiento entre Schuel y Debenedetti a mediados de 1922. Como se argumentó anteriormente, la mayoría de las piezas registradas en la primera parte se incorporaron a las colecciones del Museo Etnográfico y de Muniz Barreto mientras que las detalladas en la segunda parte se distribuyeron fundamentalmente entre el Museum of the American Indian y el Museo Provincial de Jujuy, aunque sabemos que hubo excepciones, como lo indican cinco vasijas de Perchel y una de Huero —sitios registrados en la primera parte exclusivamente— que conservaron su información de procedencia en el catálogo del NMAI. Cabe esperar, sin embargo, que la mayoría de los materiales atribuidos a Calilegua provenga de algunos de los sitios enumerados en la segunda parte, principalmente de aquellos donde obtuvo mayor cantidad de piezas.

Tabla 1.
Objetos ingresados por H. Hendricks alMuseum of the American Indian of New York Cityen enero de 1924.

Referencias (a) Los demás sitios mencionados son Puerta de Juella (2 items), Chucalezna (1), Huaco (o "Huero" 1), Abra de Perchel (5) y Tilcara (3).

Tabla 2.
Sitios consignados en el Inventario y procedencias de materiales de la colección del NMAI constatadas a partir de distintas fuentes.

Referencias. a) Por orden de aparición en el Inventario. b) Probablemente sea el sitio conocido como “Campos Colorados” (Nielsen 2001, fig. 8a). c) Denominado “Campo Morado” en la literatura arqueológica (Debenedetti 1918)

La parte derecha de la Tabla 2 reúne los datos ciertos que tenemos sobre la procedencia de distintos objetos de la colección del NMAI. La primera columna detalla las 60 piezas que conservaron sus sitios de origen en el catálogo. La segunda consigna ocho ítems de la colección (cinco de ellos atribuidos a Calilegua en el catálogo) que pudieron ser identificados a partir de las descripciones e ilustraciones de Schuel (1929). La tercera incluye 39 objetos del lote Calilegua que pudieron identificarse en la segunda parte del Inventario y proceden de Muyuna (12 tabletas, un tubo, cinco "vasitos" de madera, dos anillos y tres ornamentos de oro y una ocarina de piedra), Chijra (dos torteros y dos puntas de hueso, un ornamento de plata, un aerófono, cuatro palas y una tableta de madera), Chucalezna (un "hachita" de cobre o bronce, una pala de madera y un fragmento de tejido) y el Pucará de Tilcara (un asta de cérvido).

Sumando esta información a la discutida en el trabajo anterior (Nielsen 2018), cabe concluir que los principales sitios de procedencia del lote Calilegua serían, efectivamente, Muyuna, Chijra, Pucará de Tilcara y Chucalezna, con aportes menores de Perchel, Puerta de Juella y Huero, este último sitio de ubicación actualmente desconocida (Fig. 2). En cuanto a Chucalezna, la información que brinda el inventario confirma que no se trata del sitio conocido por este nombre en la literatura arqueológica regional (Nielsen 2001, fig. 8b). La cantidad de piezas inventariadas (n = 93), algunas de ellas de indudable filiación incaica (p.ej., una "ollita con pie", un "plato con manija"), no se corresponden con las características y cronología de ese sitio. Teniendo en cuenta lo que se conoce sobre esa localidad, es probable que se trate del Pucará de Yacoraite (Krapovickas 1969), conocido actualmente por la gente del lugar como "Chichiraira".

En cuanto a la cronología, tomando en cuenta los materiales temporalmente diagnósticos y lo que se sabe sobre la antigüedad de los sitios mencionados, cabe afirmar que toda la colección corresponde al lapso comprendido entre el 1000 y el 1600 d.C. aproximadamente. En términos de la periodización vigente en la Quebrada (Nielsen 2007), se distribuye entre los períodos de Desarrollos Regionales temprano (PDR-I, 900-1250 d.C.), Desarrollos Regionales tardío (PDR-II, 1250-1430 d.C.), Inca (PI, 1430-1536 d.C.) e Hispano-Indígena (PHI, 1536-1600 d.C.).


Figura 2.
Sitios excavados por Schuel en la Quebrada y probables lugares de procedencia del "lote Calilegua"

La cerámica

El casi medio centenar de piezas de Muyuna constituye una buena muestra de la cerámica de los estilos Isla y Alfarcito (Bennett et al. 1948), característicos del PDR I en la región. Esta alfarería, otrora concebida como representativa de un Período Medio local (Pérez 1973; Tarragó 1977), ha sido reiteradamente fechada durante las últimas décadas en el lapso 1000-1250 d.C. (Nielsen 2001, 2007). Se trata de piezas pequeñas en forma de platos y escudillas, vasos con cintura en sus distintas variantes, jarros con exposición al fuego, ollas, cántaros y botellas, que presentan superficies alisadas, negras pulidas, o pintadas en rojo, negro y, a veces, blanco (Fig. 3a). También hay piezas de estos estilos en el lote Calilegua. En general, se reiteran las formas y diseños registrados en sitios de la época, como La Isla (Debenedetti 1910) o San José (Pelissero 1995), aunque también hay piezas excepcionales, como el pequeño contenedor con rasgos antropomorfos ilustrado en la Figura 3b (Muyuna Nº 134.404). Otro caso singular es una vasija con forma de ave (Fig. 3c, Muyuna Nº 134.403; cf. Schuel 1929, fig. 7). Por las características de su pasta, así como por los diseños pintados en negro sobre blanco propios del estilo Yavi (Krapovickas & Aleksandrowicz 1990), esta pieza se adscribe al componente Yavi/Chicha temprano, del PDR-I (Ávila 2009). Es una muestra más del flujo de piezas desde las comunidades alfareras de la cuenca del Río Grande de San Juan hacia la Quebrada que ya se encontraba establecido a comienzos del segundo milenio de nuestra era.


Figura 3.
a. Vasijas correspondientes al componente alfarero Isla-Alfarcito. b. Vasija procedente de Muyuna. c. Vasija estilo Yavi procedente de Muyuna.

Las vasijas del componente alfarero Humahuaca incluyen los característicos grupos pintados (Humahuaca N/R, Juella Polícromo, Poma N/R) e incisos (Angosto Chico Inciso), además de algunos materiales alisados, principalmente vasos hilanderos, así como jarros y vasijas asimétricas con los habituales rastros de haber sido expuestos al fuego. Este componente alfarero es propio del PDR-II (1250-1430 d.C.), aunque varios de los grupos que lo componen continúan siendo utilizados sin mayores cambios durante la dominación Inca (1430-1536 d.C.). El origen de estas piezas, en su mayoría comprendidas en el lote Calilegua, debe haber sido Chijra, Chucalezna (actual Chichiraira probablemente) y el Pucará de Tilcara. La funcionalidad de las vasijas asociadas a los estilos pintados (Fig. 4a), que contrasta marcadamente con las del período anterior, muestra la importancia que cobró el comensalismo político en la región a partir del siglo XIII. De hecho, la repetición de ciertos diseños característicos (p.ej., campos ovalados rellenos con reticulados de línea fina y malla cerrada pintados en negro sobre rojo) en escudillas, fuentes, yuros y cántaros, distinguen visualmente a los conjuntos deformas propias del consumo público de comida y bebida.

La alfarería Inca provincial comprende formas distintivas como aríbalos y aribaloides, platos, jarras y ollas con pie de compotera (Fig. 4b). También aquí se presentan piezas novedosas, como una escudilla con asa lateral con diseño interior cuadriculado en rojo (Fig. 4c, Calilegua Nº 134.233). A lo largo del Inventario, Schuel se refiere a este tipo de piezas como “lámparas”, haciéndose así eco de la interpretación funcional que les diera von Rosen (1957 [1916] pp. 155-156), quien al notar la regular presencia de indicios de combustión en su interior, postuló que se utilizaban para iluminar, sirviéndose de un pabilo y alguna materia grasa como combustible. Alternativamente, estas piezas pudieron servir como incensarios, uso que está ampliamente documentado etnográficamente para escudillas o grandes tiestos reutilizados y que sería consistente con algunos contextos donde las escudillas con asa lateral han sido encontradas (Nielsen 2006, p.76).


Figura 4.
a. Vasijas correspondientes al componente alfarero Humahuaca N/R. b. Vasijas de estilos Inca provinciales. c. Escudilla de asa lateral.

En su mayoría, las vasijas correspondientes a esta época pueden clasificarse como Humahuaca-Inca, es decir, emulan diseños incaicos pero han sido confeccionadas de acuerdo a los estándares de diseño y terminación de la cerámica local. Algunas de ellas, sin embargo, muestran superficies muy pulidas color ante, motivos pintados en negro desleído y detalles formales (como asas dispuestas de modo oblicuo) propios del componente Yavi/Chicha-Inca (Ávila 2009). Esto es consistente con el aumento que experimentó en la Quebrada el consumo de cerámica de ese origen durante la era del Tawantinsuyu, una tendencia que ha sido señalada por varios autores (Raffino et al. 1986; Cremonte 2014).

Respecto a la procedencia de la cerámica Inca, es probable que en su mayoría haya sido extraída de Chijra, el sitio donde Schuel obtuvo mayor cantidad de materiales por aquellos años. Se trata de un conglomerado de una hectárea, aproximadamente, ubicado en la margen izquierda del río Grande de Humahuaca, 1km al norte de Muyuna. El Inventario enumera 273 vasijas extraídas de este sitio, entre las que se detallan varias indudablemente incaicas, como "plato", "puco con mango", "puco con cabeza de pato" y "ollita con pie". Schuel informa haber encontrado allí también una maza estrellada de ocho puntas confeccionada en cobre (1929, p. 1444) y en el Inventario registró otros hallazgos que dan cuenta de la continuada ocupación del sitio hasta época Hispano-Indígena, por ejemplo, dos puntas de hueso (Calilegua Nº 133.582), dos collares de cuentas de vidrio y hasta una herradura. Este lugar no ha vuelto a ser investigado, pero la arquitectura y la cerámica visibles en superficie revelan una marcada presencia Inca, aunque no pueda descartarse una ocupación inicial del PDR-II. Chijra podría ser clave para entender la organización del dominio del Tawantinsuyu en el sector medio-septentrional de la Quebrada y su conexión con los Valles Orientales, teniendo en cuenta que se asocia al camino que asciende desde el Río Grande por Capla al Abra Colorada y desde allí a Caspalá.

Los metales

Casi todas las piezas metálicas de la colección forman parte del lote Calilegua, salvo una que conservó su procedencia original. Se trata de un anillo bimetálico de Muyuna (Fig. 5a, Muyuna Nº 133.618) que Schuel describe del siguiente modo “(…) lo formaba una cinta de oro de 1cm de ancho, arrollada y que llevaba soldado un disco de 2½. Parece haber sido de platino por cuanto no estaba oxidado, sino simplemente ennegrecido superficialmente. Sobre el disco había una cruz de oro superpuesta” (p. 1447, fig. 3). Se realizó un análisis composicional de las diferentes partes de esta pieza mediante Fluorescencia de Rayos X, utilizando un equipo portátil Niton XL3t con tubo de rayos X Rh-target operado a 50kV, sin filtro. Se tomaron dos mediciones en cada parte de la pieza para verificar la consistencia de las lecturas.

Los resultados (Tabla 3) muestran cómo se alearon oro y plata en variables proporciones para lograr distintos colores (dorado, plateado, dorado rojizo) que luego fueron combinados en el diseño de la pieza. Las reducidas cantidades de cobre y estaño, en cambio, llevan a pensar que estos elementos se encontraban incluidos naturalmente en las materias primas utilizadas. La única pieza bimetálica similar de la Quebrada que ha sido publicada anteriormente es un colgante de forma semilunar de la colección Linares procedente de Pueblo Viejo de La Cueva (Tarragó et al. 2010, fig. 12). Este nuevo ejemplar permite relativizar el carácter excepcional atribuido por aquellos autores a dicha pieza, demostrando que la combinación de aleaciones oro-plata de distintas proporciones y color fue una técnica empleada en distintas comunidades de la Quebrada a comienzos del segundo milenio d.C.

Tabla 3.
Proporciones de diferentes metales (% del peso) en distintas partes del anillo procedente de Muyuna (Nº 133.618).

Nota Los resultados representan el promedio de dos mediciones tomadas en puntos diferentes de cada parte de la pieza.

Aprovechando la información del Inventario, pudo establecerse la procedencia de algunos otros objetos metálicos de la colección. Por ejemplo, las cuatro piezas de oro restantes (un anillo y tres plaquitas con orificios que permitirían fijarlas a telas) también provienen de Muyuna, donde Schuel parece haber obtenido varios objetos más de este material (anillos, aros, cascabeles) cuyo paradero es desconocido. También hay una plaquita similar a las anteriores confeccionada en plata que provendría de Chijra (Calilegua Nº 133.600).


Figura 5.
a. Anillo bi-metálico procedente de Muyuna. b. Campanillas de bronce. c. Tumi

La mayoría de las piezas de cobre o bronce (n = 31) corresponden a formas clásicas de los períodos de Desarrollos Regionales e Inca en el NOA, como las campanitas circulares con pliegues (Fig. 5b), un brazal plano, una hoja rectangular con filo en un lado y orificio de suspensión en el otro y los cinceles o formones con un extremo aguzado y el otro plano (González 1979; Mayer 1986). Otras piezas, en cambio, como tres topos y un tumi, responden a formas típicamente Incas. Aunque no pudimos realizar análisis composicionales, el color de esta última pieza (Calilegua Nº 133.612, Fig. 5c) sugiere que posee un alto contenido de hierro, lo que la ubicaría en época Hispano-Indígena o Colonial. Tal vez sea ésta la pieza de Chijra que Schuel asienta en el Inventario como "herradura".

Otros materiales

Como se señaló anteriormente, las tabletas y tubos para inhalar alucinógenos son los únicos objetos de la colección que habían recibido atención en la literatura arqueológica (Torres 1987). Entre las tabletas se reconocen tres grupos diferentes a partir de las características de sus apéndices, a saber, planos lisos, grabados o con alguna imagen en volumen (n = 6); formados por un animal (felino, camélido, serpiente, ave) tallado volumétricamente (n = 5) y con figuras volumétricas representando temas del estilo Circumpuneño (sensuHorta 2012, n = 1). Hay un fragmento más que no está suficientemente conservado como para ser clasificado. Cabe destacar que casi todas estas piezas se encuentran muy deterioradas (Fig. 6a-j), salvo el ejemplar de estilo Circumpuneño (Fig. 6k), que está en excelente estado de conservación, lo que sugiere que proviene de un sitio o contexto diferente al resto.


Figura 6.
a-j. Tabletas de inhalar alucinógenos procedentes de Muyuna. k. Tableta de inhalar alucinógenos de estilo circumpuneño (sensu Horta 2012).

Las tabletas de los primeros dos grupos son relativamente frecuentes en el registro funerario de San Pedro de Atacama de comienzos del segundo milenio d.C. (Núñez 1976; Tarragó 1989), pero no han sido prácticamente reportadas en la literatura arqueológica de la Quebrada, donde predominan claramente las de estilo Circumpuneño. Es preciso destacar, sin embargo, que las tabletas conocidas para esta región proceden exclusivamente de sitios del PDR-II, con o sin componentes Inca. Aunque se han encontrado artefactos de hueso vinculados al complejo alucinógeno en sitios del PDR-I (p.ej., espátulas, cucharitas y estuches en La Isla [Debenedetti 1910] y San José [Pelissero 1995]), carecemos de toda información sobre las tabletas y tubos empleados en esa época. De hecho, casi no se conocen objetos de madera de contextos que puedan ser atribuidos con certeza al PDR I, probablemente debido a la costumbre de enterrar a los difuntos en fosas sin revestimiento, lo que dificulta la preservación de los materiales orgánicos en general. Schuel advierte estos problemas de preservación, observando que los utensilios de madera que encontró en Muyuna estaban "en su mayoría podridos." (Schuel 1929, p. 1435)

La información asentada en el Inventario permite confirmar la sospecha de que las tabletas con apéndice plano y zoomorfo fueron encontradas en Muyuna (Nielsen 2018). Allí consigna el hallazgo de 12 “tablitas de ofrenda”, como se las designa, lo que coincide con el número de ejemplares pobremente conservados del lote Calilegua. Desgraciadamente, en esta parte del documento no indica qué objetos fueron hallados en una misma inhumación, pero si el orden en que fueron ingresados de algún modo corresponde a las unidades funerarias (aunque no se especifique dónde empieza termina cada una y comienza la siguiente), como ocurre en la primera parte (ver Fig. 1), cabe pensar que las tabletas proceden de cinco sepulturas diferentes, ya que se las registró en otros tantos grupos. Si esta idea es correcta, cinco tabletas de apéndice plano (cuatro lisos y uno con la “mujer heráldica” grabada, Fig. 6a, c-f) y las cuatro con apéndice zoomorfo en talla volumétrica (Fig. 6g-j) corresponderían a sendos contextos, mientras que las otras tres provendrían de otras tantas inhumaciones. En cualquier caso, la vinculación de estas dos clases de tabletas con el componente alfarero Isla-Alfarcito que caracteriza este sitio y las fechas allí obtenidas (Nielsen 2018) ratifican su adscripción al PDR-I de la Quebrada, lo que resulta consistente con la cronología que muestran materiales semejantes en San Pedro de Atacama. En cuanto a la tableta mejor conservada, con dos personajes antropomorfos y un ave (Fig. 6k), probablemente proceda de Chijra, el otro sitio registrado en la segunda parte del Inventario donde encontró este tipo de objetos. La parafernalia de inhalar incluye además 10 tubos de madera (tres de ellos con iconografía de estilo circumpuneño) y 11 espátulas o cucharitas (siete de hueso, cuatro de madera).

Otras piezas del lote Calilegua cuya procedencia pudimos establecer a partir del Inventario son cinco palas de madera (una de Chucalezna, cuatro de Chijra, Fig. 7a), una ocarina de piedra de Muyuna (Nº 133.672), un asta de taruca con rastros de utilización del Pucará de Tilcara (Nº 133.592), además de un aerófono de tres tubos (Nº 133.664) y dos pequeñas campanas tronco-piramidales (Nº 133.663) de madera y dos puntas de hueso (Nº 133.582), todos de Chijra. Una pieza de madera de procedencia incierta pero digna de destacar, es la manopla con cuatro quirquinchos tallados en el dorso (Fig. 7b) que Schuel describe también en su trabajo (1929, p. 1442). Aunque la función de estos objetos sigue sin ser clara, la talla zoomorfa de este ejemplar es otro elemento que los vincula con las manoplas de metal, más frecuentes en el ámbito valliserrano, que a menudo poseen representaciones de animales (aves, camélidos, cánidos, felinos) en el dorso (González 2012).


Figura 7.
a. Pala de madera. b. Manopla de madera.

El resto de la colección comprende artefactos relativamente comunes en sitios de los períodos de Desarrollos Regionales e Inca de la Quebrada, como cuentas de mineral de cobre, ignimbrita y concha, cascabeles de nuez, cuchillones, horquetas de atalaje y un fragmento de cuchara en madera, entre otros objetos cuya funcionalidad resulta difícil establecer a simple vista. También hay implementos de hueso vinculados al hilado (torteros, husos), tejido (peines, palitos separadores de trama, wichuñas) y trabajo del cuero (punzones, sobadores [Vázquez 2004]), además de numerosos tubos confeccionados en diáfisis de huesos largos de distintos animales que, indudablemente, cumplieron funciones muy diversas, teniendo en cuenta su variaciones de tamaño y terminación. Entre ellos se reconocen algunas boquillas y pabellones de trompetas, además de cuatro tubos más delgados, fabricados con huesos de aves (Calilegua Nº 133577). Varios indicios (marcas de amarres, terminación de los extremos) indican que estos últimos son lo que Berenguer & Acevedo (2015) han definido como goteros-enemas para la administración de substancias psicoactivas.

Conclusión

El cruce de distintas líneas de evidencia permite concluir que la colección arqueológica de la provincia de Jujuy que ingresó al MAINYC en enero de 1924 y que hoy conserva el NMAI de la Smithsonian Institution (Washington, D.C.) fue enteramente obtenida por Karl Schuel en distintos sitios de la Quebrada de Humahuaca entre 1920 y 1923. El análisis de un Inventario de piezas que este investigador mantuvo durante aquellos años, hasta ahora inédito, permite incluso precisar los sitios de origen de varias piezas que perdieron su información de procedencia en el traslado y que fueron erróneamente catalogadas como provenientes de Calilegua.

La colección incluye más de 370 piezas de distintos materiales correspondientes a los períodos de Desarrollos Regionales temprano y tardío, Inca e Hispano-Indígena. Además de objetos comunes para estos períodos en la región, incluye ejemplares poco conocidos, como los equipos de inhalar de comienzos del primer milenio o ciertas piezas cerámicas, metálicas y de madera de características excepcionales. También merece ser destacado que muchos de estos objetos proceden de sitios todavía muy poco conocidos, como Muyuna, o que no han vuelto a ser investigados, como Chijra.

Agradecimientos

El estudio de las colecciones del NMAI se realizó entre diciembre de 2014 y febrero de 2015. Fue posible gracias al apoyo de una post-doctoral fellowship otorgada a A. Nielsen por la Smithsonian Institution, Washington, D.C.

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